Un Domingo más en el Vaticano. Francisco, como es costumbre, ha conducido el rezo del Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, en el curso del cual, comentando el Evangelio para el Vigésimo Domingo del tiempo ordinario, ciclo A (Mt 15, 21-28), según “la única expresión de la lex orandi del Rito Romano”, ha regresado sobre uno de sus temas preferidos, la rigidez (la de los demás, obvio). Nuestra traducción de los pasajes de interés (la completa versión oficial en español deberá aparecer aquí).
El cambio de Jesús. Él estaba dirigiendo su predicación al pueblo elegido; luego, el Espíritu Santo habría empujado a la Iglesia hasta los confines del mundo. Pero aquí se produce, podríamos decir, una anticipación, por la cual, en el episodio de la mujer cananea, ya se manifiesta la universalidad de la obra de Dios. Es interesante esta disponibilidad de Jesús: frente a la oración de la mujer “anticipa los planes”, frente a su caso concreto se vuelve aún más condescendiente y compasivo. Dios es así: es amor, y el que ama no permanece rígido. Sí, permanece firme, pero no rígido. No permanece rígido sobre sus propias posiciones, sino que se deja mover y conmover; sabe cambiar sus programas. El amor es creativo, y nosotros cristianos, si queremos imitar a Cristo, estamos invitados a la disponibilidad al cambio. Cuánto bien hace en nuestras relaciones, pero también en la vida de fe, ser dóciles, prestar de verdad escucha, enternecerse en nombre de la compasión y del bien de los demás, como Jesús ha hecho con la mujer cananea. La docilidad para cambiar. Corazones dóciles para cambiar.
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A partir del cambio de Jesús, por ejemplo: ¿yo soy capaz de cambiar de opinión? ¿Sé ser comprensivo, y sé ser compasivo, o permanezco rígido sobre mis posiciones? ¿En mi corazón hay alguna rigidez? Que no es firmeza: la rigidez es mala, la firmeza es buena.
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Video completo con audio en español provisto por Vatican News.
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