En esta nueva entrevista —un más de tantas ofrecidas— el nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Mons. Víctor Manuel Fernández (paréntesis, llegará a laborar en Sep-11-2023 y hoy Francisco anunció que a las tres semanas lo hará cardenal), brinda una pista sobre una duda que teníamos sobre la parte disciplinar que en la nueva constitución de la Iglesia, Prædicate Evangelium, se detalla está adscrita a ese dicasterio, en especial por lo respectivo a los abusos cometidos por clérigos, y desde su nombramiento nos han dicho que el nuevo prefecto no se dedicará a ello porque hay una comisión para la protección de los menores, pero de todos modos en la estructura ella depende del DDF.
La entrevista aparece publicada en La Repubblica, Jul-09-2023. Traducción de Secretum Meum Mihi.
Siga @secretummeumExcelencia, en la carta que acompaña a su nombramiento , el Papa escribió que el dicasterio que presidirá “en otros tiempos llegó a utilizar métodos inmorales”, y que ahora espera “algo muy diferente” de usted: ¿a qué métodos se refiere el Papa? ¿En el futuro los “errores doctrinales” ya no serán corregidos más?
El significado más profundo de estas palabras no es el de hacer un comentario histórico. Está claro que hoy el Vaticano no se comportaría como en tiempos de la inquisición. Lo que Francisco menciona quiere expresar que la doctrina no debe ser tratada tanto controlando, sancionando, prohibiendo, sino sobre todo haciendo crecer nuestra comprensión de ella, profundizándola, haciendo aflorar toda su riqueza en el estudio y en el diálogo entre teólogos, pero también en diálogo con el mundo actual.
¿Cómo reacciona cuando lo retratan como “progresista”? ¿Usted cómo se presentaría?
Tanto el Papa como yo no nos sentimos representados por la palabra “progresistas” porque tiende a tener un toque de superficialidad, de búsqueda obsesiva del cambio, de desprecio por la riqueza que nos deja la historia, de pasión por la novedad como si lo nuevo fuese siempre mejor que lo viejo. Entre Hitler y San Francisco prefiero a San Francisco aunque es de la Edad Media. En todo caso, lo que me interesa es que la teología sea significativa, que le hable al hombre de hoy, que pueda ser comprendida y asumida como luz para la propia existencia. Y esto implica ser capaces de profundizarla en diálogo con lo que le sucede a las personas hoy, pero también la flexibilidad para encontrar lenguajes que expresen mejor la verdad en este contexto específico.
En Facebook escribió que estaba consciente de que tendrá “muchas contras: hay gente que prefiere un pensamiento más rígido, estructurado, en guerra con el mundo": ¿quiénes son? ¿Dónde están? ¿Cómo los afrontará?
Mire, amo la variedad, la riqueza, las contribuciones que vienen de todas partes. Por ejemplo, yo no celebro la misa en su forma tradicional, creo que a la mayoría de la gente hoy en día no le atrae, pero a mí me gusta verla y no me molesta que a alguien le guste. Además, en mi archidiócesis he creado una parroquia personal para que los tradicionalistas tengan un párroco que tome cuidado de ellos. Pero no acepto que me condenen porque celebro la misa en español. El problema son las personas que quiere imponer una sola forma de hacer teología, un modo único de expresar el pensamiento cristiano, un solo estilo, y no aceptan acentos o preocupaciones diferentes. Obviamente quien sea así no podrá tolerarme y es posible que alguien intente hacerme mal por cualquier medio. Pero todos los días repito esta oración muchas veces al día: “Protégeme, Señor, en ti me refugio. Confío en ti, no seré decepcionad”. Me gustaría pronunciar estas palabras para protegerme de los anticatólicos furiosos, y lamento tener que decirlas para protegerme de mis propios hermanos en la fe.
¿Cree que en el futuro se podrá revisar el “responsum” de la entonces congregación por la Doctrina de la fe que prohibía la posibilidad de bendecir (no: unir en matrimonio) a las parejas fieles homosexuales?
Creo que queda siempre abierta la posibilidad de precisarlo, enriquecerlo, mejorarlo y tal vez permitir que sea mejor iluminado por las enseñanzas de Francisco.
Narró que inicialmente rechazó el nombramiento porque no se sentía “preparado o calificado” para tratar el problema de los abusos sobre menores, y que finalmente aceptó porque el Papa le explicó que de la cuestión se está ocupando una sección “bastante autónoma”: sin embargo, la sección aún cae bajo su responsabilidad y lo de los abusos es una crisis de época para la Iglesia: ¿cómo piensa afrontar el tema? ¿O la sección disciplinaria se volverá totalmente autónoma del resto del dicasterio?
Esta sección cuenta con excelentes expertos. A algunos los conozco y estimo mucho. Creo que no tiene sentido que les haga perder su tiempo con mis opiniones. Precisamente por la importancia que tiene hoy esta cuestión para la credibilidad de la Iglesia, creo que lo mejor que puedo hacer es dejarlos libres para trabajar. Eso no significa que los olvide o los abandone. Les daré la ayuda que pidan y estaré atento a sus necesidades. Pero orientaré mi tiempo y mis esfuerzos a aquello para lo cual me siento seguro y preparado, o sea, la Teología, la reflexión sobre la fe, el diálogo entre fe y ciencia, la relación entre Teología, espiritualidad y pastoral, el desarrollo de una Teología capaz de escuchar e iluminar el mundo.
¿Comparte la críticas de quien, por ejemplo en Alemania, considera la moral sexual católica un conjunto de “no” alejado de la realidad?
Siempre existe el riesgo de transformar la moralidad en meras prohibiciones y esto ciertamente no la hará atractiva ni convincente. Siempre es mejor mostrar primero la belleza de la propuesta, el objetivo, el ideal a realizar, el banquete que Dios sirve.
¿Cree que en el futuro será posible revisarr el papel de la mujer en la Iglesia y cómo? ¿En qué formas?
Ciertamente. Para ello no se necesita concentrar la discusión en el acceso de las mujeres al orden sagrado. Sería un empobrecimiento de la propuesta. Se trata de profundizar y explicar mucho mejor el lugar específico de las mujeres, su contribución más específica. Pero es cierto que si esta reflexión no tiene consecuencias prácticas, si no se plantea la cuestión del poder en la Iglesia, si no es capaz de otorgar a las mujeres espacios donde puedan incidir mayormente, esta reflexión será siempre insatisfactoria.
En la asamblea sinodal sobre la familia de 2015, el Papa Francisco señaló que “lo que parece normal para un obispo de un continente puede resultar extraño, casi como un escándalo —¡casi!— para el obispo de otro continente”: ¿cómo cree que se articulará la relación entre su dicasterio y las Iglesias locales, entre su dicasterio y el sínodo blobal en curso? ¿Dónde termina la escucha y comienza la ortodoxia?
Es la cuestión de la inculturación, y es uno de los temas más apreciados por el Papa Francisco. Cuando defiende la espiritualidad propia de los más pobres de América Latina, su forma de vivir la fe, muestra un modo concreto de aplicar la enseñanza sobre la inculturación del Evangelio, de la fe, de la espiritualidad. Al mismo tiempo, Francisco tiene un inmenso respeto por los diferentes modos de ser católico que existen en las diferentes partes del mundo y no ve con buenos ojos ninguna pretensión de uniformidad. Sería una traición al Espíritu Santo, cuya creatividad es inagotable, y que es capaz de producir una forma única de encarnar el Evangelio en cada lugar de la tierra.