Diez Años Después
Traemos tres piezas de hace diez años, y decimos mal, porque las dos primeras son de hace más de diez años. Estas piezas han quedado perdidas en internet y las hemos buscado, recuperado y aquí las republicamos con algunas adaptaciones. Tienen como valor el hecho de que pueden ser leídas con los lentes de la restrospectiva, sabiendo cómo se han desarrollado luego los hechos. A sus autores, gracias.
Hoy va de Argentina
Francisco José Fernández de la Cigoña
La Cigüeña de la Torre
23 de Diciembre de 2011
Me lo envían desde Roma
La lectura del post sobre la presentación de la renuncia del cardenal arzobispo de Buenos Aires al cumplir 75 años ha movido la pluma de un amigo romano que me ha enviado dos artículos, y me anuncia más, sobre la personalidad de Bergoglio y sus mañas. Mío no hay más que esta introducción. Yo no sabía ni quien era este Pedachio, agente del cardenal en Roma según se dice. Sí tengo, en cambio, las mejores referencias del obispo paraguayo que se menciona.
Andares de Pedacchio en su territorio de Paraguay
Sería bueno dar algún ejemplo de cómo el sacerdote Pedacchio, oficial de la Congregación para los Obispos, informa al Cardenal Bergoglio y manipula según sus indicaciones información que es confidencial –además, claro, de distorsionar y de crear evidencias.
Según fuentes fidedignas, algunas de las más recientes actividades del Cardenal de Buenos Aires y de sus minutantes en la Curia se han concentrado sobre un obispo de Paraguay. Recordemos que el Paraguay es, precisamente, el país del que se encarga Pedacchio en la Congregación para los Obispos.
Ya hacia fines del año 2008 se había producido una curiosísima filtración de información altamente confidencial. Un obispo de Paraguay, Rogelio Livieres, había entregado al Papa una carta personal y confidencial durante la visita ad limina en la que le señalaba algunos de los acuciantes problemas en el nombramiento de obispos de ese país –uno de esos obispos acababa de acceder a la presidencia de la República, contra toda ley canónica, y después se hizo público lo que los obispos paraguayos guardaban con silencio: había procreado algunos hijos «según la carne», para utilizar la expresión de las Escrituras.
Esa carta, personal y confidencial, fue filtrada a la prensa del Paraguay para atacar a ese obispo que busca una mejora en los nombramientos episcopales. Con grave detrimento, claro está, para Mons. Livieres. Nadie, salvo Livieres, conocía el texto de esa carta en Paraguay. Y él sólo había entregado una copia al Papa. Probabilísimamente, fue el mismo Pedacchio quien, como oficial encargado de Paraguay en la Congregación para los Obispos, «filtró» esa información bajo secreto pontificio.
Hasta ahora, lo que nos han informado algunos amigos de Asunción sobre este tema. Pero, según nos hemos ido enterando desde Argentina y la Santa Sede, la atención privilegiada del Cardenal Bergoglio a ese obispo paraguayo no se ha ido desgastando con el tiempo. Por el contrario, no ha hecho sino crecer.
A Bergoglio, del Paraguay, le importa sobre todo que no avancen las vocaciones sacerdotales para el Seminario de Ciudad del Este, una verdadera bofetada al progresismo reinante que alientan tanto algunos obispos paraguayos como el mismo Bergoglio. Lo que más le preocupa es que no triunfe la renovación eclesiástica y litúrgica que el Papa promueve y que algunos llaman «la reforma de la reforma», es decir, la vida litúrgica conforma a lo establecido por el Concilio Vaticano II, celebrada en la dinámica de la «hermenéutica de la continuidad». Le preocupa que se estén formando tantos sacerdotes nuevos en un fluido y habitual contacto con la Forma Ordinaria y Extraordinaria, algo muy poco usual en América Latina.
La estrategia general de Bergoglio sería desacreditar la obra de renovación eclesial encarada por Mons. Livieres no desde la doctrina o la liturgia, adonde encuentra mucho eco en la Roma de Benedicto XVI, sino en los procedimientos de promoción vocacional.
De hecho, en la reunión general de la O.S.A.R. (Organización de Seminarios de la República Argentina), el 10 de noviembre de 2011, en el Seminario de La Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina), surgió el tema a partir de uno de los superiores del Seminario de Buenos Aires –supuestamente revelando un secreto pontificio– acerca de una legislación particular que estaría prepando la Santa Sede para restringir los «pases» de seminaristas de un seminario a otro. Se mencionó como ejemplo un caso del Seminario de Ciudad del Este, con nombre y apellido. Se dijo en esa reunión que la Santa Sede «procesó» a un obispo paraguayo –léase, Mons. Livieres– por haber recibido a un seminarista proveniente de Buenos Aires, sin haber pedido los informes canónicos, y procediendo a ordenarlo diácono, también según ellos, sin los requisitos académicos.
Seamos honestos. Aunque Bergoglio habría pedido sanciones para Livieres, no hacía falta ir hasta Paraguay –la tierra vigilada por Pedacchio– para encontrar supuestos ejemplos de estos casos. Ocurren, en efecto, a menudo en la misma Argentina. Y no pocos son los seminaristas que huyen despavoridos del propio Seminario de Buenos Aires –y, a decir verdad, no sólo por razones litúrgicas. Que se nombrara directa y públicamente a este obispo, que por otra parte nos cuentan está ofreciendo tantos buenos frutos en su tierra, quiere decir que Bergoglio y sus informantes están queriendo al menos desacreditarlo, si no arruinarlo. Amén de la enorme injusticia que supone este ataque para el buen nombre del seminarista, que en realidad no tuvo ninguna sanción disciplinar ni fue acusado de nada grave. Así lo reconoció públicamente en su momento el Rector del Seminario de Buenos Aires, el P. Giorgi, quien, sin embargo, después no alzó ni una tímida voz para defenderlo.
La cosa no terminó ahí. Semanas después, fue tratado este tema –de nuevo con nombre y apellido de los «involucrados»– en la reunión del Consejo Presbiteral de la arquidiócesis de Buenos Aires. Siempre buscando afectar el buen nombre de obispos que no están bien vistos por el Cardenal.
Alguien tiene en conciencia la obligación de expresar lo que tantos otros callan, por miedo, o por temor a ver arruinada su carrera en represalia. Todo se sabe en la arquidiócesis de Buenos Aires. La pena es que lo que surge de esas fuentes es distorsionado, cuando no mentiroso. Y entonces es cierto más que nunca el dicho acerca de que «de Roma viene lo que a Roma va», puesto que enseguida, apenas disparadas las difamaciones o calumnias, adiestrados informantes como Pedacchio llevan «el caso» a Roma, a los «contactos» clave, para sembrar infamias o pedir sanciones.
Bajo los archimanifiestos signos de humildad que ostenta, Bergoglio esconde no pocos deseos de poder real. Los ha tenido desde sus orígenes en la Guardia de Hierro y su antigua relación con la P.2 (con su probada relación con el Almirante Massera). La suerte del Cardenal es que fue atacado en estos puntos por un periodista llamado Verbitzky, quien se ha desacreditado debido al manifiesto odio visceral que le tiene a la Iglesia en la Argentina. De ese modo, su ataque a Bergoglio se reputa como tendencioso, a pesar de que su investigación fue seria y bien documentada.
Pero volviendo sobre las aparentes preocupaciones de Bergoglio sobre el Seminario de Ciudad del Este, en Paraguay, sorprende tanto desvelo cuando uno piensa que su propio Seminario deja mucho que desear. Es sabido que hay seminaristas de dudosa moral que suelen dirigirse espiritualmente con algunos de los menos recomendables obispos auxiliares del Cardenal. «El Jesuita» –como reza el título de su autocomisionada biografía– que descuida tanto la vida espiritual y la formación de su clero en vías de extinción, no guarda el menor prurito a la hora de acusar. Su especialidad es la acusación a obispos por presunta homosexualidad, o afinidad con la homosexualidad, o por protección de homosexuales en sus seminarios o en el clero. Otra de sus herramientas es la acusación de problemas psíquicos. Tiene para ello un equipo de psiquiatras a su disposición, que le elaboran los «informes» útiles para el caso.
Es una lástima que la Argentina, y en alguna medida el Paraguay y una parte del CELAM –donde él no está presente sino gracias a sus minutantes– tengan que pagar las consecuencias de sus artimañas. ¿Quedará la próxima generación de obispos hipotecada por estas campañas?
Quien quiera conocer toda la verdad sobre Bergoglio no tiene sino que recomponer: recoger y analizar el conjunto de información que hay sobre el Cardenal – no chismes, ni acusaciones anónimas, sino afirmaciones hechas por autorizados pastores. Sólo se encontrará con la dificultad de que, quien traiciona al Papa revelando secretos pontificios, o quien difama y calumnia, también es capaz de hacer desaparecer algunos folios o las mismas carpetas de los informes de la Curia romana. Al fin y al cabo, todo vale para acreditarlo como el «Elegido», tal como suele explicar su lema episcopal.
Los peones de Bergoglio
Francisco José Fernández de la Cigoña
La Cigüeña de la Torre
26 de Diciembre de 2011
Nueva comunicación de mi corresponsal romano
Esta es la segunda entrega que me envía mi amigo:
PEDACCHIO ESPÍA DEL CARDENAL BERGOGLIO
«De Roma viene lo que a Roma va». Roma depende en sus decisiones de la información que recibe y de cómo se prioriza la difusión y procesamiento de esa información. Lo sabe muy bien un gran ambicioso de poder, el Cardenal Arzobispo de Buenos Aires. El Cardenal Bergoglio sabe decir mentiras con verdades a medias –o infladas, o disimuladas, según convenga en cada caso. Pero no duda, cuando se hace necesario, en mentir pura y simplemente.
Lo cierto es que para tejer su red de poder e influencia sobre los obispos y sus nombramientos, así como sobre los sacerdotes y seminarios, sabe disparar difamaciones o calumnias y, por sobretodo, sabe direccionarlas arteramente. Lo hace a partir de adiestrados informantes quienes, violando la confidencialidad a la que los obliga el secreto pontificio, le informan acerca de todo lo que llega a Roma sobre los temas o personas que le interesan. Después, esos mismos informantes se encargan de «informar» o «cajonear la información» a las autoridades romanas, priorizando las agendas de manipulación del Cardenal –«El Jesuita», como lo llama el título de una obra comisionada para exaltarlo.
Uno de los pivotes más importantes en esta manipulación de información es un sacerdote argentino, «plantado» por el Cardenal en el servicio de la Congregación de Obispos, y adonde se maneja toda la información relacionada con los obispos del mundo entero –aunque lo que interesa de modo particular al Cardenal sea Latinoamérica y, por sobretodo, lo referente a los obispos argentinos. Las infidencias de este sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires son conocidas ya por muchos, aunque al parecer no se hace nada al respecto. No es el único informante del Cardenal, pero es quizás el más notorio. Y dado su puesto de trabajo, uno de los más peligrosos.
Lo cierto es que alguien tiene en conciencia la obligación de expresar lo que tantos callan, por miedo, o por temor de ver arruinada su carrera. El adiestrado espía que obtiene y provee información a importantes contactos romanos es el sacerdote Fabián Pedacchio, no hace mucho hecho capellán de Su Santidad, y oficial de la Congregación para los Obispos. El Cardenal Bergoglio logró posicionarlo en este puesto clave en la Congregación que gobierna a los obispos cuando este Dicasterio estaba a cargo del Cardenal Re, que en su tiempo fue muy favorable a Bergoglio y hasta podría decirse un adicto. Que después haya cambiado de actitud porque Bergoglio «brucciava piazza» es otra historia que tal vez merezca ser contada antes del Juicio Final.
Quien quiera escuchar a los sacerdotes, ex-compañeros de Pedacchio, aprenderá pronto que no fueron precisamente sus méritos sacerdotales los que le ganaron tal promoción a la Congregación de los Obispos. Tampoco es necesario indagar mucho para enterarse que el presbítero Pedacchio habla por teléfono con frecuencia con su Cardenal y patrón, para informarlo de todas las cartas o misivas que llegan a la Congregación, incluso las reservadas bajo sigilo. Así es como Bergoglio se entera de todo lo que le resulta útil, pero en especial todo lo referente a las promociones episcopales. Y entonces instruye al informante Pedacchio para que aliente a favor de un candidato favorable a sus esquemas, o para que esparsa convenientemente suciedad, o al menos sugerencias denigratorias, contra otro que no le responde. Pero la cosa no queda sólo en llamadas teléfonicas. Llegado el caso, cuando el tema es realmente importante, el presbítero Pedacchio llega incluso a enviar faxes a su Arzobispo con los informes y la documentación secreta que su jefe le reclama.
Aunque en su momento Bergoglio aspiró a suceder como Papa a Juan Pablo II, ahora le interesa en particular América Latina. Por ello Pedacchio se interesa en particular, claro está, por Argentina, el Episcopado que Bergoglio busca controlar con celo paternal. Pedacchio no siempre puede acceder a esta información de vital importancia, a pesar de sus espionajes, porque la Argentina no es el territorio del que se ocupa oficialmente. Pero sí lo logra en el caso del Paraguay, que es la esfera de la que está encargado.
Pedacchio es un hombre de fina capacidad de observación. Y logra infiltrarse a veces en otros «territorios» episcopales. También es una persona atenta a todo lo que oye, incluso en los pasillos, y sabe llevar registro de qué obispos entran y salen de la Congregación. Tienen alguna notoriedad, por ejemplo, los relatos que envía a su Jefe cada vez que pasa por la Congregación para los Obispos algún «enemigo» como el arzobispo argentino Aguer, o cualquier otro que no le da al Cardenal el instrumento que él ambiciona y sabe manejar muy bien: «el voto cautivo» en la Conferencia Episcopal.
Claro que el Cardenal paga un precio por la labor de este informante. Porque, como todo informante, tiene la necesidad de parecer útil y de halagar a su patrón, por lo que no pocas veces debe agregar o incluso inventar en sus informes. Al parecer, ha recibido la orden de captar cuanto chismorreo o «pettegolezzo» llega por mail o correo electrónico, incluso cuando llega sin firma, como una denuncia anónima, e imprimirlo y presentarlo a las autoridades competentes para al menos ir sembrando las sospechas y la desconfianza hacia alguien al que quiere destruir o al menos congelar en su labor episcopal o sacerdotal.
La eficiente labor de Pedacchio es completada por otros informantes clave. Por ejemplo, «El Jesuita» se entera de quién entra y sale del Vaticano, gracias a otra «planta» en la Secretaría de Protocolo de la Secretaría de Estado. Se trata de otro sacerdote argentino, también de la archidiócesis de Buenos Aires, Guillermo Karcher.
La manipulación de la información a las autoridades de la Santa Sede no termina aquí. Porque Bergoglio quiere que esas mismas autoridades vean «confirmadas» estas informaciones de modo indirecto, vía Internet. El encargado de «ensuciar informáticamente» o de llevar a cabo el terrorismo informático es su Obispo Auxiliar Eduardo García. Es él quien se encarga de manejar la opiniología sobre obispos, prelados y sacerdotes en Internet.
Es así como Bergoglio va generando una red de mentira, intriga, espionaje, desconfianza y, más efectivo que nada, miedo. Es la opinión de un funcionario argentino que trabaja en el Vaticano y quien, lógicamente por miedo, prefiere no ser citado: Bergoglio «es alguien que por sobre sobre todo sabe infundir miedo». Por eso tiene una influencia en la Santa Sede que sorprende a muchos.
Pese a que cuiddadosamente trabaja por impresionar a todos con un aire de santón, austero y mortificado, es un hombre de mentalidad de poder. Y siempre lo fue.
Al Cardenal le interesa mucho América Latina. A lo largo de los años construyó poder en el CELAM, aunque recientemente éste se ha visto algo menguado porque el Cardenal Ouellet, justamente el nuevo Prefecto de la Congregación para los Obispos, ha llegado a ser Presidente de la Comisión para América Latina –y, ciertamente, este digno Prelado nada tiene que ver con las intrigas de «El Jesuita».
Pero le quedan a Bergoglio poderosos agentes en el CELAM. En especial, el obispo Lozano (Gualeguaychú, Argentina), y el arzobispo Andrés Stanovnic (Corrientes, Argentina), un «dócil» en extremo a las posiciones bergoglianas y durante años el candidato que le hubiera gustado al Cardenal Bergoglio imponer como Presidente del CELAM. Aunque no ha logrado este propósito, tiene la esperanza de que lo suceda como el futuro arzobispo de Buenos Aires.
El Cardenal sabe que sus horas de poder directo en este mundo están contadas. Pero trabaja ardua y astutamente para que incluso después de su retiro por edad, e incluso después de que el Señor lo haya llamado a rendir cuentas de su administración, sus «plantas» y herederos sigan reteniendo en la Iglesia lo que más le interesa: el Poder.
¡El Horror!
Marcelo González
Panorama Católico Internacional
Mié, 03/13/2013
De todos los candidatos impensables, Jorge Mario Bergoglio es quizás el peor. No porque profese abiertamente doctrinas contra la fe y la moral, sino porque, a juzgar por su actuación como arzobispo de Buenos Aires, la fe y la moral parecen haberle sido indiferentes.
Enemigo jurado de la misa tradicional, no ha permitido sino parodias en manos de enemigos declarados de la liturgia antigua. Ha perseguido a todo sacerdote que se empeñó en usar sotana, predicar con solidez o que se haya interesado en la Summorum Pontificum.
Famoso por la inconsistencia (a veces ininteligibilidad de sus alocuciones y homilías), dado al uso de expresiones vulgares, demagógicas y ambiguas, su magisterio no puede decirse que sea heterodoxo sino inexistente por lo confuso.
Su entorno en la Curia de Buenos Aires, salvo algunos clérigos, no se ha caracterizado por la virtud de sus acciones. Muchos están gravemente sospechados de inconducta moral.
No ha perdido ocasión de realizar actos en los que cedió la catedral a judíos, protestantes, islámicos, e incluso a elementos sectarios en nombre de un diálogo interreligioso imposible e innecesario. Son famosas sus reuniones con los protestantes en el estado de espectáculos Luna Park, donde reiteradamente, junto con el predicador de la Casa Pontificia Cantalamessa, ha sido “bendecido” por pastores protestantes, en un acto de culto común donde en la práctica dio por válidos ciertos poderes sacramentales de los telepastores.
Esta elección es incomprensible: no es políglota, no tiene experiencia curial, no brilla por su santidad, es flojo en doctrina y liturgia, no ha combatido ni el aborto ni el matrimonio homosexual, no tiene modales para honrar el Solio Pontificio. Nunca se ha jugado por nada más allá de permanecer en posiciones de poder.
Realmente, no puede ser lo que Benedicto haya querido para la Iglesia. Y no parece tener ninguna de las condiciones para continuar su obra.
Dios ampare a la Iglesia. Nunca se puede descartar, por humanamente difícil que parezca, la posibilidad de una conversión... y sin embargo, el futuro nos causa terror.