¡Pues para atacar a Francisco! Esa es la interpretación miope que los turiferarios, aduladores, chupamedias de Francisco, le han dado no solamente al libro póstumo de Benedicto XVI, sino al de Gänswein y al de Müller, y en general a todo lo que no vaya en abono del culto a la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, llevan diez años con esa narrativa, incrementada en el pasado mes con la muerte del Papa emérito y la aparición de esos tres libros que hemos aludido y la revelación de que el fallecido cardenal George Pell, bajo un seudónimo, fue el autor de un memorando que circuló en Marzo de 2022 entre los cardenales, el cual no dejaba muy bien parado a Francisco y su pontificado. No, no es a eso a lo que nos vamos a dedicar ahora, más bien le brindamos la oportunidad al periodista que vino a cumplir el papel de editor (¿se dirá así correctamente?) del libro póstumo de Benedicto, quien escribió un artículo en Avvenire, Ene-31-2023, explicando cómo fue que surgió la idea de dicho libro y qué papel jugó él en su confección. Traducción, con adaptaciones, de Secretum Meum Mihi.
Siga @secretummeum«Así nació el último libro de Benedicto sentida defensa de la unidad de la Iglesia»
ELIO GUERRIERO
La muerte del Papa Benedicto XVI estuvo acompañada de la publicación de una serie de volúmenes en los que, de diferentes maneras, se advierte el eco de las tensiones presentes en la Iglesia en Alemania. Entre estas publicaciones se destaca el volumen del propio Papa Benedicto XVI, “Qué es el Cristianismo”, cuyo hilo conductor es un sentido llamamiento a desistir de actitudes que puedan dañar la unidad de la Iglesia y favorecer el desprendimiento de la comunión católica. Habiendo participado yo mismo en la publicación de esta obra, en Italia editada por Mondadori, sintetizo brevemente la génesis y contenido.
En 2017, el Papa Benedicto publicó en la revista en lengua alemana Communio un artículo titulado Gracia y llamada sin arrepentimiento que trataba sobre la nueva relación entre judíos y cristianos iniciada por el Concilio Vaticano II. Tiempo después me llamó monseñor Gänswein para decirme que el papa emérito quería verme y me fijó una cita.
Encontré al Papa Benedicto amargado. Le angustiaban los rumores que venían de Alemania sobre su supuesta oposición al diálogo entre judíos y cristianos. Me pidió que tradujera y diera a conocer su artículo en Italia para evitar que este prejuicio se extendiera también en nuestro país. Por lo tanto, traduje el texto que fue publicado por “Rivista di Vita Spirituale” de los Padres Carmelitas.
Entonces sucedió algo sensacional. El gran rabino de Viena Arie Folger defendió al Papa emérito en un artículo publicado en un semanario en lengua alemana sobre la cultura y la vida judía. A su vez, el Papa Benedicto respondió cordialmente mientras el Gran Rabino de Roma, Riccardo Di Segni, me animó a dar a conocer este intercambio de cartas también en Italia.
Decidí entonces extraer de todos los documentos un pequeño libro titulado Judíos y Cristianos. Posteriormente me dirigí al Papa Benedicto para informarle de estos desarrollos y en esa ocasión me atreví a preguntar: «Dada la exitosa publicación del texto sobre judíos y cristianos, ¿por qué no publicar en volumen todos los textos escritos en el período posterior a su renuncia?».
Estábamos en este punto cuando otra acusación aún más insidiosa llegó al Papa emérito desde Alemania: la de haber sido, en el momento de su episcopado en Munich, reticente ante un caso de abuso por parte de un sacerdote. También esta vez se trataba de una acusación instrumental, tanto más injustificada en cuanto que Benedicto XVI, como cardenal y luego como Papa en ejercicio, había actuado con gran determinación denunciando los abusos cometidos por los clérigos. Fue entonces cuando Benedicto me escribió que el libro en el que estaba trabajando debería publicarse después de su muerte.
Al centro de la obra está la preocupación por la unidad de la Iglesia. En su reflexión, el Papa emérito parte de lejos, de Lutero. El Padre de Jesús no es un Dios de temor, del cual, según el reformador alemán, nos libera la sola fe. La principal característica del Padre es la misericordia. Creó un mundo bello y bueno, hizo un pacto de alianza con el pueblo de Israel, envió a su Hijo a proclamar la salvación a todos los hombres. En este contexto, un papel fundamental corresponde a los obispos, sucesores de los apóstoles, y a los presbíteros. Son llamados por vocación a estar en la presencia de Dios y a ofrecer el sacrificio de Cristo. La presencia de Jesús en la Eucaristía se hace así real.
De ahí la frialdad de Benedicto XVI hacia ciertas posiciones en el diálogo entre católicos y evangélicos en Alemania. Muy fácilmente, observa el Papa, y por razones más políticas que religiosas, se insiste en la intercomunión. Aquí, sin embargo, nos enfrentamos a dos visiones muy diferentes. Mientras que para los evangélicos la presencia de Jesús depende en última instancia de las disposiciones interiores de los que participan en la cena, para los católicos la celebración eucarística es un sacramento que provoca un cambio sustancial en el pan consagrado.
De ahí otra diferencia: para los católicos la presencia de Jesús en la hostia consagrada continúa incluso después del final de la celebración litúrgica, mientras que para los evangélicos termina al final de la cena comunitaria. ¿Se opone entonces el Papa Benedicto al diálogo con las comunidades nacidas de la reforma? Ciertamente no. Sin embargo, invita a los católicos, especialmente a los obispos y sacerdotes, a no vender el misterio central de la fe cristiana. El diálogo ecuménico es un camino que, según una expresión de san Ireneo, requiere tiempo de crecimiento y maduración.
Para terminar, quisiera añadir dos observaciones significativas que, incluso en un contexto difícil, son signos de esperanza.
A los que siguen todavía en oponer a Benedicto y Francisco, me gustaría recordar la conclusión del artículo del Papa emérito sobre los abusos sexuales: “Al final de mis reflexiones, quisiera agradecer al Papa Francisco por todo lo que hace para mostrarnos de continuo la luz de Dios que aún hoy no se ha apagado. ¡Gracias Santo Padre!» (“Qué es el Cristianismo”, página 160).
Por lo tanto, nadie debería permitirse involucrar al Papa Benedicto en disputas entre los llamados conservadores y progresistas. Gran teólogo y hombre de Iglesia, el Papa difunto con la publicación de este volumen quiso realmente superar las divisiones, restablecer un clima de comunión y fraternidad en la Iglesia, especialmente en la alemana que tanto amaba. Tampoco es legítimo reducir el discurso del Papa Benedicto únicamente al ámbito eclesiástico porque tiene implicaciones religiosas y políticas de gran relevancia y actualidad para Europa y para Italia.
Para los sacerdotes y los fieles, sin embargo, quisiera recordar uno de mis últimos encuentros con el Papa emérito. Era el 28 de junio de 2021, la víspera de su septuagésimo aniversario de sacerdocio. Había un ambiente festivo en el monasterio sobre el Vaticano. En la capilla de la casa se encontraban algunos integrantes de uno de los coros más famosos de Alemania, el de los “gorriones de Ratisbona”, que preparaban los cantos para la Misa del día siguiente. El Papa Benedicto estaba radiante, recordaba con alegría el día de su primera Misa, estaba feliz por esa opción vocacional a la que había sido fiel durante toda su vida.