La tumba en las grutas vaticanas que Francisco no pudo ocupar, el Pontífice deseaba la misma que ahora ocupa Benedicto XVI
Hasta hace muy pocos días nosotros en lo particular no teníamos claro cuál sería la tumba en la que iba a ser sepultado el cuerpo de Benedicto XVI porque se sabía que Francisco deseaba exactamente la misma tumba que había elegido el ahora difunto Benedicto. La historia que se conocía en la premisa es la misma de la historia que ahora aparece, pero en los detalles es bastante diferente.
Este es un artículo de Libero, Ene-15-2023, página 14 (en la imagen superior). Traducción, con algunas adaptaciones, de Secretum Meum Mihi.
El Papa Bergoglio soñaba con la tumba de Ratzinger
En las Grutas vaticanas ha aparecido un sarcófago de mármol blanco sin inscripciones, es de Francisco. Quería el de Wojtyla pero Benedicto ya lo había reservado
Francesco Capozza
En los últimos días, quien escribe acudió a dar un saludo al papa Benedicto en el lugar que desde el 5 de enero pasado es su eterno descanso. Cualquiera que haya estado en las Grutas vaticanas en los últimos años —antes y después de la muerte de Ratzinger— habrá notado que un sarcófago de mármol blanco, desprovisto de inscripciones, ha aparecido recientemente entre las tumbas que guardan los restos mortales de un centenar de papas. Y de hecho está vacío, porque fue construido por instrucciones expresas de Bergoglio en 2019. Sin embargo, la historia relacionada con él es divertida, vale la pena ser contada.
Descendido como cada año en las Grutas con motivo de la conmemoración de los difuntos, el 2 de noviembre de 2018 el Papa Francisco, después de rezar sobre los diversos túmulos de sus predecesores, se detuvo un momento y señalando la tumba —vacía desde 2011— que fuera primero de Juan XXIII y luego de Juan Pablo II (los dos papas fueron reubicados bajo dos altares separados dentro de la Basílica después de sus respectivas beatificaciones y canonizaciones n.d.r.), dijo: «¡Esta será la mía, cuando muera quiero ser sepultado aquí!».
Siguieron momentos evidentes de pánico y embarazo entre lo ceremonieros, y el cardenal Angelo Comastri, entonces arcipreste de la Basílica vaticana y presidente de la Fabrica de San Pedro, casi se estremeció.
Sólo Mons. Guido Marini, que en ese momento todavía era el Maestro de ceremonias litúrgicas pontificias, tuvo el coraje de hablar y decirle a Bergoglio: «Santo Padre, al Papa Benedicto le gustaría mucho ser enterrado aquí, ha expresado este deseo varias veces ...».
Fulminando al imprudente monseñor con la mirada, el Papa reinante responde arrogantemente: «veremos quién muere primero, mientras tanto, hagan construir un sarcófago semejante a éste», indicando el que alberga los restos mortales de Juan Pablo I desde 1978, situado exactamente frente al citado nicho y junto a éste, obra maestra de admirable arte de bronce, de Benedicto XV, que murió en 1922. No fue casualidad que el Papa Ratzinger hubiera elegido precisamente ese nicho, de hecho deseaba el sueño perpetuo no sólo donde anteriormente había sido enterrado su antecesor directo y gran amigo Karol Wojtyla, sino también para estar lo más cerca posible del Papa que definió la Primera Guerra Mundial como «una masacre inútil» y que le inspiró en 2005 a la hora de elegir su nombre pontificio. En el verano de 2019 estuvo listo el famoso sarcófago del cual hablamos, y que en las intenciones del Papa Francisco iba a ser asignado a Benedicto XVI.
¡Una lástima, sin embargo, que el Pontífice recientemente fallecido haya escrito en su testamento precisamente ese deseo tan a menudo expresado solo en palabras! Un duro golpe para el sucesor que en ese momento no pudo hacer otra cosa que dar el visto bueno para el entierro del triple ataúd de Ratzinger donde él había deseado.
Ahora este sarcófago anónimo le tocará en cambio al Papa venido del otro lado del mundo, quien, es fácil imaginar, si lo hubiera sabido, tal vez habría gastado un poco más en su realización. El sarcófago del Papa Luciani en el que debería haberse inspirado, en su momento fue de hecho decorado con especial cuidado, intercalando bajorrelieves en los cuatro lados y algunos ángeles del Lapidario de la antigua basílica de Constantino, mientras que éste, construido apresuradamente por los, así llamados, “sampietrini”, los trabajadores de la Fabrica de San Pedro, es honestamente muy poco “papal”.