Cuando todavía no había fallecido el Papa emérito Benedicto XVI, en la edición del Sábado Dic-31-2022 de The Wall Street Journal, apareció el artículo que procederemos a traducir en esta entrada. El artículo se titúla “¿Está la Iglesia Católica Reconsiderando la Anticoncepción?” (en la imágen, click para ampliar), y está firmado por el corresponsal del periódico en el Vaticano, Francis X. Rocca. De notar que, como ha ocurrido antes, la cuenta de Twitter de la Pontificia Academia para la Vida, que se ha convertido en el arma instigadora para promover todo lo contrario a lo que debería defender, trinó promoviendo dicho artículo, sin brindar ningún contexto. El trino, también como ha ocurrido anteriormente en casos similares, fue borrado, pero eso no obvia nada porque además siempre existe alguien que documente.
Why is @PontAcadLife retweeting this, without comment, other than to confirm it isn't defending the Church's teaching on contraception (and therefore on sexual ethics itself)? Its role is to teach and explicate the Church's teaching, not to challenge, question and undermine it. pic.twitter.com/JIZg5b7HRv
— Colin Harte (@ColinDHarte) January 3, 2023
Nos parece oportuno traer a colación el artículo porque la muerte de Benedicto propulsará los pretendidos cambios que todavía Francisco no ha implementado, entre ellos la resignificación —para decirlo de forma indirecta y eufemística, como se volvió costumbre en las altas esferas eclesiales— de Humanæ Vitæ. Nuestra traducción con algunas adaptaciones.
Siga @secretummeum¿Está la Iglesia Católica reconsiderando la anticoncepción?
En el clima de apertura bajo el Papa Francisco, los teólogos están revisando la moralidad del control de la natalidad por primera vez en décadas.
POR FRANCIS X. ROCCA
Unas dos docenas de teólogos, filósofos y otros eruditos católicos se reunieron en Roma este mes para una conferencia de tres días dedicada a defender y explicar las implicaciones de la prohibición de la anticoncepción por parte de la Iglesia Católica, tal como se establece en la encíclica de San Pablo VI de 1968 “Humanae Vitae”
La conferencia, cuyos oradores incluyeron a los filósofos legales John Finnis de la Facultad de Derecho de Notre Dame y Robert George de la Universidad de Princeton, se organizó en respuesta a lo que hace solo unos años habría sido una fuente poco probable de cuestionamiento sobre el tema: el Vaticano.
Bajo el Papa Francisco, quien ha alentado el debate sobre una serie de cuestiones que antes se consideraban cerradas —incluidos el divorcio y la homosexualidad— la iglesia en sus niveles más altos ahora está debatiendo la moralidad de la anticoncepción, más de medio siglo después de que se suponía que otro Papa habría dictado una declaración definitiva sobre el asunto.
Los oradores en la conferencia expresaron diversos niveles de incredulidad y consternación ante este desarrollo entre los líderes de la iglesia.
“¿No se dan cuenta Ellos que la Iglesia Católica es literalmente la última línea de defensa en la batalla para proteger la dignidad de hombres y mujeres? ¿No pueden ver que renunciar a nuestra opinión sobre la enseñanza de ‘Humanae Vitae’ es el acto final de un drama escrito para nosotros por la serpiente en el jardín?” dijo Deborah Savage, quien enseña teología en la Universidad Franciscana de Steubenville en Ohio.
El año pasado, la Pontificia Academia para la Vida, un grupo de expertos del Vaticano fundado por San Juan Pablo II para centrarse en cuestiones bioéticas, publicó un libro, “Ética teológica de la vida”, cuyo ensayo principal incluía la afirmación de que el control de la natalidad artificial podría en algunos circunstancias ser una “elección sabia”.
El director de la academia, el arzobispo Vincenzo Paglia, escribió en la introducción del libro que el amplio ensayo principal, que también abordó otros temas bioéticos como la eutanasia y la fertilización in vitro, fue una respuesta al llamado del Papa Francisco para “un cambio radical de paradigma” en la vida intelectual de la iglesia para que coincida con el desafíos del mundo contemporáneo.
Un debate católico sobre la anticoncepción podría parecer una preocupación académica en este momento de la historia. Una encuesta de Univision de 2014 encontró que grandes mayorías en Brasil tradicionalmente católico (93 %), Italia (84 %) y Filipinas (68 %) estaban a favor del uso de métodos anticonceptivos artificiales. Según una encuesta de 2016 realizada por Pew Research Center, solo el 13 % de los asistentes a Misa semanal en EE. UU. dijeron que el uso de anticonceptivos era moralmente equivocado.
Sin embargo, ambas partes en el debate están de acuerdo en que lo que está en juego no es simplemente una prohibición particular, sino el enfoque más amplio de la iglesia sobre la ética sexual y médica. Un lado enfatiza la moralidad objetiva o inmoralidad de actos específicos; el otro busca dar mayor énfasis a las intenciones de una persona y a las circunstancias particulares en las que actúa.
Los conservadores advierten que levantar la prohibición categórica del control artificial de la natalidad abriría una caja de Pandora al contradecir el razonamiento detrás de otras prohibiciones. Janet Smith, profesora jubilada de ética en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón en Detroit, dijo en la conferencia en Roma que la anticoncepción conduce a la aceptación de la promiscuidad, las relaciones homosexuales, la tecnología de reproducción asistida y el transgenerísmo.
Por otro lado, el reverendo Carlo Casalone, teólogo de la Pontificia Academia para la Vida, dijo en una entrevista que negar a las parejas la discreción en materia de anticoncepción plantea otros riesgos.
“La norma [contra la anticoncepción] refleja un valor, y la conciencia siempre debe tener en cuenta la norma y el valor cuando decide cómo comportarse. Pero hay una variedad de normas, las cuales pueden estar en conflicto, por lo que la conciencia debe ejercer el discernimiento y tomar decisiones”, dijo. “Hay dos peligros si descuidamos el papel de la conciencia y el discernimiento en el proceso de toma de decisiones morales: primero, el de una moral abstracta que no habla de la experiencia vivida de las personas; segundo, que el Evangelio pueda reducirse a ley”.
La iglesia ha enseñado tradicionalmente que está mal impedir la procreación excepto a través de la abstinencia de las relaciones sexuales. Las explicaciones de esta enseñanza han variado con el tiempo de acuerdo con los desarrollos en teología, filosofía y ciencia, como se relata en el libro de John T. Noonan, Jr. “Anticoncepción: Una Historia de Su Tratamiento por Teólogos y Canonistas Católicos” [“Contraception: A History of Its Treatment by the Catholic Theologians and Canonists”].
La justificación bíblica de la prohibición se ha encontrado en la historia de Onán en el libro del Génesis, muerto por Dios por practicar el coitus interruptus. Pero las razones principales por las que la iglesia condena la anticoncepción no provienen de las Escrituras sino de la ley natural, una tradición de filosofía moral con raíces en la antigüedad clásica que sostiene que existe un orden moral en el universo que es perceptible por la razón incluso sin la revelación divina. Para teólogos medievales como Santo Tomás de Aquino del siglo XIII, escribió Noonan, “el primer argumento contra la antinaturalidad de la anticoncepción se basaba en su contradicción del propósito natural de los órganos genitales y el acto genital”. Tomás puso especial énfasis en el acto de la inseminación, el cual sostuvo “estaba investido de una cualidad otorgada por Dios que no debe ser tocada por el control o la manipulación racional”, escribió Noonan.
La invención de la píldora anticonceptiva, aprobada para su uso en los EE. UU. en 1960, inspiró nuevos argumentos morales a favor del control artificial de la natalidad, ya que la píldora no interfería con la mecánica del acto sexual en sí, dijo el reverendo Robert Gahl, profesor de ética en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.
El núcleo del argumento de San Pablo VI en “Humanae Vitae” no se basaba en la biología sino en lo que él llamaba “la conexión inseparable, establecida por Dios, la cual el hombre por su propia iniciativa no puede romper, entre el significado unitivo y el significado procreativo” en las relaciones sexuales entre los esposos. En otras palabras, cada vida humana debe ser el resultado de un acto de amor, y ninguna instancia de relación sexual puede ser completamente amorosa a menos que esté abierta al potencial de una nueva vida. Cualquier separación deliberada de estos significados es “intrínsecamente equivocada” y nunca permisible, escribió. Sin embargo, la abstinencia sexual durante el período fértil de una mujer para evitar el embarazo puede ser aceptable, ya que esa práctica no “obstruye el desarrollo natural del proceso generativo”.
¿Qué ha cambiado desde 1968? El Papa Francisco ha puesto mayor énfasis en el papel de la conciencia de un individuo en el discernimiento de los factores que mitiga la culpabilidad en circunstancias particulares. “Las consecuencias o efectos de una regla no necesariamente tienen que ser siempre los mismos”, escribió el actual Papa en 2016, alentando la indulgencia en algunos casos para aquellos que se divorcian y se vuelven a casar sin anular su primer matrimonio, una situación que la iglesia ha tratado tradicionalmente condenado como adúltera.
Esta corriente de pensamiento ha alentado una reevaluación de la enseñanza sobre la anticoncepción, que los proponentes presentan como una reinterpretación más que como un repudio de San Pablo VI. “La letra de la ley puede cambiar, pero no para invalidarla sino para profundizar su significado y promover los valores en juego”, dijo Mons. Renzo Pegoraro, rector de la Pontificia Academia para la Vida. La regla contra la anticoncepción “señala valores que deben ser preservados en la vida conyugal —en particular el sentido de la sexualidad y la transmisión de la vida— pero también es cierto que otros valores dignos de protección pueden estar presentes en la situación que vive la familia”. Por ejemplo, Mons. Pegoraro dijo que la anticoncepción podría estar permitida “en el caso de un conflicto entre la necesidad de evitar el embarazo por razones médicas y la preservación de la vida sexual de una pareja”.
La Sra. Smith, en su disertación en la conferencia de Diciembre, dijo que “Ética Teológica de la Vida” ofrece un retrato erróneo de la conciencia, “no como el lugar donde los preceptos de la ley natural se conocen naturalmente, el lugar donde una persona escucha la voz de Dios, [sino como] el depositario de los valores que uno ha adoptado a través de sus elecciones”. El nuevo paradigma de teología moral de la Academia, dijo, parece ser “un desecho de una moralidad determinada por realidades objetivas y su reemplazo por una moralidad de nuestra propia hechura”.
El Papa Francisco no ha tomado partido públicamente en el debate sobre la anticoncepción. Pero ha dejado claro que tendrá la última palabra, diciendo a los periodistas en Julio: “el deber de los teólogos es la investigación, la reflexión teológica. No se puede hacer teología con un ‘no’ por delante. Luego será el Magisterio el que diga: ‘No, has ido más allá, vuelve’”.