Cardenales Parolin y Tagle justifican renovación de acuerdo secreto Vaticano-China

No podría ser de otra manera, en el Vaticano intentan crear el medio ambiente que justifique la renovación de la capitulación del acuerdo secreto Vaticano-China sobre el nombramiento de obispos. Es así como tenían preparadas con antelación dos entrevistas, las cuales publicaron minutos después de hecho oficialmente el anuncio de la renovación del acuerdo; la primera con el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, realizada por Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para las Comunicaciones, y publicada en varios idiomas en Vatican News y en italiano en L'Osservatore Romano; y la segunda con el cardenal Luis Antonio Tagle, Prefecto del Dicasterio para la Evangelización de los Pueblos, realizada por Gianni Valente, director de la agencia Fides, y publicada precisamente en dicho medio (el subalterno entrevistando al jefe), de esta entrevista publican una reseña en Vatican News.
Entrevista con el cardenal Parolin.
Eminencia, ¿puede compartir con nosotros el camino que ha llevado a la Santa Sede a elegir la renovación del Acuerdo Provisional?
Para responder, es necesario recordar el hecho: el 22 de septiembre de 2018, la Santa Sede y el Gobierno de la República Popular China firmaron un Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de los obispos. Este Acuerdo es "provisional" porque todavía estamos viviendo un periodo de experimentación. Como siempre ocurre, este tipo de situaciones difíciles y delicadas requieren un tiempo adecuado de aplicación para poder comprobar la eficacia del resultado e identificar posibles mejoras. Además, como sabemos, la pandemia de Covid-19 ha creado obstáculos comprensibles para los encuentros entre las delegaciones, que siguen y evalúan atentamente la aplicación del Acuerdo mismo. Por estos motivos, la vigencia del Acuerdo se prorrogó una primera vez en 2020 y ahora se vuelve a prorrogar por otros dos años. El Papa Francisco, con determinación y paciente previsión, ha decidido continuar por este camino, no con la ilusión de encontrar la perfección en las normas humanas, sino con la esperanza concreta de poder garantizar que las comunidades católicas chinas, incluso en un contexto tan complejo, sean guiadas por pastores dignos e idóneos para la tarea que se les encomienda.
Para nombrar nuevos obispos en China se siguen procedimientos especiales acordados con el gobierno de Pekín. ¿Qué puede decirnos al respecto?
La historia nos enseña que la Santa Sede ha llegado a menudo, en la delicada e importante cuestión del nombramiento de los obispos, a acordar procedimientos que tienen en cuenta las condiciones particulares de un país, sin dejar nunca de hacer lo que es esencial y fundamental para la Iglesia, es decir, el nombramiento de buenos y válidos pastores. El procedimiento establecido en el Acuerdo fue atentamente ponderado, teniendo en cuenta las características particulares de la historia y la sociedad chinas y el consiguiente desarrollo de la Iglesia en China. A este respecto, no puedo dejar de recordar también las numerosas situaciones de agitación y, a veces, de laceración en las que se han encontrado las comunidades católicas en las últimas décadas. Por lo tanto, parecía prudente y sabio tener en cuenta tanto las necesidades expresadas por las autoridades del país como las necesidades de las comunidades católicas.
Si analizamos estos primeros cuatro años desde la entrada en vigor del Acuerdo Provisional, ¿qué frutos se han recogido?
En lo inmediato, creo que hay tres frutos principales, pero espero que haya más en el futuro. El primero es que, a la par del Acuerdo, desde septiembre de 2018 todos los obispos de la Iglesia católica en China están en plena comunión con el Sucesor de Pedro y no ha habido más ordenaciones episcopales ilegítimas. Para los simples fieles, esto puede verse cotidianamente en la Santa Misa celebrada por cualquier sacerdote chino: de hecho, se menciona explícitamente al Papa en la plegaria eucarística, algo impensable en años anteriores. El segundo fruto son las primeras 6 ordenaciones episcopales que se realizaron en el espíritu del Acuerdo y conforme al procedimiento establecido que deja al Papa la última y decisiva palabra. El tercer fruto es que en este tiempo los primeros 6 obispos "clandestinos" también han obtenido el registro y, por lo tanto, se ha oficializado su posición, siendo reconocidos como obispos por las instituciones públicas. Estos pueden parecer pequeños logros, pero, para quienes miran la historia con los ojos de la fe, son pasos importantes hacia la progresiva sanación de las heridas infligidas a la comunión eclesial por los acontecimientos del pasado. Por lo tanto, conviene subrayar una vez más, por si fuera necesario, que el corazón del Acuerdo tiene ciertamente que ver con la consolidación de un buen diálogo institucional y cultural, pero se trata principalmente de bienes esenciales para la vida cotidiana de la Iglesia en China. Pienso, por ejemplo, en la validez de los sacramentos celebrados y en la certeza para millones de fieles chinos de poder vivir su fe en la plena comunión católica, sin que sean sospechosos de no ser ciudadanos leales al propio país.
En estos cuatro años se han producido 6 nuevas ordenaciones episcopales tras el Acuerdo Provisional. ¿No le parece que son pocas?
Son las primeras, mientras que otros procedimientos están en curso. Al mismo tiempo, somos conscientes de que todavía hay muchas diócesis vacantes y otras que tienen obispos muy mayores. También hay diócesis en las que el camino hacia la reconciliación, tan deseado por el Papa Francisco, está marcando el ritmo. Por último, hay diócesis en las que, a pesar de los esfuerzos y la buena voluntad, no se logra mantener un diálogo fructífero con las autoridades locales. Esperamos vivamente que en los próximos dos años podamos seguir identificando buenos candidatos al episcopado para la Iglesia en China según el procedimiento establecido. Obviamente, no ocultamos las no pocas dificultades que afectan a la vida concreta de las comunidades católicas, sobre las que ponemos nuestra máxima atención, y para cuya buena solución son necesarios nuevos pasos adelante en una relación de colaboración que tiene muchos protagonistas: la Santa Sede, las autoridades centrales, los obispos con sus comunidades, las autoridades locales.
A la luz de una gran confianza en la Providencia de Dios y confortados también por el sufrimiento y los luminosos testimonios de tantos cristianos chinos, los Sumos Pontífices de nuestro tiempo (San Juan Pablo II, Benedicto XVI, el Papa Francisco), han decidido emprender y continuar, más allá de toda contrariedad, el camino del diálogo constructivo con China, en el que el Acuerdo Provisional para el nombramiento de Obispos ocupa una parte limitada pero significativa. El objetivo último de este camino es que la "pequeña grey" de los católicos chinos avance en la posibilidad de vivir serenamente y libremente una vida cristiana, hecha de anuncio del Evangelio, de sólida formación, de celebración gozosa de la Eucaristía, así como de testimonio laborioso de caridad, para estar cerca de quienes tienen más dificultades para afrontar la vida, como ocurrió en el difícil momento de la pandemia.
Entrevista con el cardenal Tagle. Esta entrevista se refiere en su mayor parte a la renovación del acuerdo Vaticano-China, pero al final hay preguntas sobre otros temas, ninguna de ellas relacionada con el coyuntural tema del centro comercial en el Vaticano que está próximo a inaugurarse y sobre lo cual le cabe responsabilidad.
-¿Cuáles son los criterios que llevan a la Santa Sede a perseverar en la decisión tomada hace cuatro años?
El acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno chino firmado en 2018 se refiere a los procedimientos de selección y nombramiento de los obispos chinos. Se trata de una cuestión específica, que toca un punto neurálgico en la vida de la comunidad católica en China. En ese país, los acontecimientos históricos habían provocado dolorosas laceraciones dentro de la Iglesia, hasta el punto de arrojar una sombra de sospecha sobre la misma vida sacramental. Por todo ello, estaban en juego cosas que afectan a la naturaleza íntima de la Iglesia y su misión de salvación.
Con el Acuerdo se intenta garantizar que los obispos católicos chinos puedan ejercer sus funciones episcopales en plena comunión con el Papa. El motivo es salvaguardar tanto que la sucesión apostólica sea válida como la naturaleza sacramental de la Iglesia católica en China. Y esto puede tranquilizar, consolar y alegrar a los católicos bautizados en China.
La Santa Sede siempre ha reiterado el carácter circunscrito del Acuerdo, que aborda una cuestión vital para la Iglesia y precisamente por ello no puede reducirse a un elemento cualquiera de una estrategia diplomática. Toda consideración que ignore u oscurezca esta singular fisonomía del Acuerdo, acabará por dar una falsa imagen del mismo.
-Todavía no es momento de hacer balance, ni siquiera provisional. Pero, desde su punto de vista, ¿cómo ve los progresos realizados y los efectos del Acuerdo?
Desde septiembre de 2018, han sido ordenados seis obispos nombrados según los procedimientos establecidos en el Acuerdo. Los canales y espacios de diálogo siguen abiertos, lo que ya es relevante en sí mismo, en la situación concreta. Escuchando al gobierno chino y también a los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, la Santa Sede se hace más consciente de esta realidad, en la que la fidelidad al Papa se ha mantenido incluso en tiempos y contextos difíciles, como dato intrínseco de la comunión eclesial. Escuchar los argumentos y las objeciones del gobierno también nos lleva a tener en cuenta los contextos y la “forma mentis” de nuestros interlocutores. Descubrimos que cosas que para nosotros son absolutamente claras y casi obvias, para ellos pueden ser nuevas y desconocidas. Esto también representa un reto ya que debemos encontrar nuevas palabras, nuevos ejemplos persuasivos y familiares a su sensibilidad, para ayudarles a entender más fácilmente lo que realmente nos importa.
-¿Y qué es lo que más importa realmente a la Santa Sede?
La intención de la Santa Sede es sólo fomentar la elección de buenos obispos católicos chinos que sean dignos e idóneos para servir a su pueblo. Pero fomentar la elección de obispos dignos e idóneos también interesa a los gobiernos y autoridades nacionales, incluidos los de China. Además, uno de los deseos de la Santa Sede ha sido siempre fomentar la reconciliación, y ver curadas las heridas y los contrastes abiertos dentro de la Iglesia debido a las tribulaciones que ha atravesado. Ciertas heridas necesitan tiempo y el consuelo de Dios para ser curadas.
-¿No se corre el riesgo de ocultar los problemas bajo el velo de un optimismo preconcebido?
Desde que comenzó este proceso, nadie ha manifestado nunca un triunfalismo ingenuo. La Santa Sede nunca ha hablado del acuerdo como la solución a todos los problemas. Siempre se ha percibido y afirmado que el camino es largo, puede ser agotador y que el propio acuerdo podría dar lugar a malentendidos y desorientación. La Santa Sede no ignora ni minimiza la divergencia de reacciones entre los católicos chinos ante el acuerdo, donde la alegría de muchos se entremezcla con la perplejidad de otros. Forma parte del proceso. Pero siempre hay que “ensuciarse las manos” con la realidad de las cosas tal y como son. Una gran cantidad de indicios atestan que muchos católicos chinos han captado la inspiración seguida por la Santa Sede en el proceso en curso. Se sienten agradecidos y reconfortados por un proceso que confirma ante todos su plena comunión con el Papa y la Iglesia universal.
- Las autoridades civiles intervienen en la elección de los obispos chinos. Pero esto no parece una novedad o algo exclusivo de la situación china...
La intervención de las autoridades civiles en la elección de los obispos se ha manifestado varias veces y de diversas formas en la historia. En Filipinas, mi país, estuvieron vigentes durante mucho tiempo las normas del “Patronato Real”, por las que la organización de la Iglesia estaba sometida al poder real español. San Francisco Javier y los jesuitas también llevaron a cabo su misión en la India bajo el patrocinio de la Corona portuguesa... Se trata evidentemente de cosas y contextos diferentes, ya que cada caso tiene su especificidad y su explicación histórica. Pero en estas situaciones, lo importante es que el procedimiento utilizado para los nombramientos episcopales garantice y salvaguarde lo que la doctrina y la disciplina de la Iglesia reconocen como esencial para vivir la comunión jerárquica entre el Sucesor de Pedro y los demás Obispos, sucesores de los Apóstoles. Y esto también se da con los procedimientos utilizados actualmente en China.
- El gobierno chino siempre exige a la Iglesia local que camine hacia la “sinización”...
A lo largo de la historia, el cristianismo siempre ha experimentado los procesos de inculturación como adaptación a los contextos culturales y políticos. El reto en China también puede ser el de atestar que pertenecer a la Iglesia no es un obstáculo para ser un buen ciudadano chino. No hay contradicción, no hay exclusión recíproca, y de hecho es precisamente el caminar en la fe de los Apóstoles lo que puede ayudar a que los buenos cristianos sean también buenos ciudadanos.
- En esta fase del proceso, y ante posibles retrasos y contratiempos, ¿en qué se puede apoyar la Santa Sede? ¿En qué puede depositar su confianza?
Lo que siempre reconforta es el sensus fidei del que dan testimonio tantos católicos chinos, un testimonio precioso, que a menudo no ha brotado en jardines bien cultivados y protegidos, sino en terrenos ásperos e irregulares. Cuando observo la historia del catolicismo en China en las últimas décadas, siempre me viene a la mente el pasaje de San Pablo en la Carta a los Romanos: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado». Muchos católicos chinos han experimentado en sus carnes lo que escribe San Pablo. Las tribulaciones, las angustias, pero también la victoria dada por el amor de Cristo hacia ellos.
- ¿Qué responder a los que dicen que la Santa Sede, con el fin de tratar con el gobierno chino, oculta e ignora el sufrimiento y los problemas de los católicos chinos?
Los sufrimientos y las dificultades pasadas y también recientes sobre los asuntos de la Iglesia en China están siempre ante la mirada de la Sede apostólica. Las decisiones actuales se toman precisamente desde este reconocimiento y gratitud por los que han confesado la fe en Cristo en tiempos de tribulación. En el diálogo, la Santa Sede adopta un estilo respetuoso en la comunicación con los representantes del gobierno chino, pero que nunca ignora y, por el contrario, siempre hace presente, las situaciones de sufrimiento de las comunidades católicas, que a veces surgen por presiones e injerencias indebidas.
-¿Qué podría favorecer el reconocimiento de los llamados obispos “clandestinos” por parte del aparato político chino?
Este es un punto que siempre se tiene en cuenta en el diálogo. Para favorecer la solución de este problema, tal vez sería útil tener en cuenta por todos que los obispos no pueden ser vistos como “funcionarios”: los obispos no son “funcionarios del Papa” o “del Vaticano”, porque son precisamente sucesores de los Apóstoles; tampoco pueden ser vistos como “funcionarios religiosos” de los aparatos políticos mundanos, o como dice el Papa Francisco, “clérigos de Estado”.
- La confusión sobre el ministerio episcopal y la relación entre los obispos y el Papa no parece existir sólo en China...
Una vez escuché a un guía turístico en San Pedro intentando explicar a los turistas la figura y el papel del Papa en la Iglesia, tratando de encontrar imágenes que les resultaran familiares: «la Iglesia», decía el guía, «es como una gran empresa, como Toyota o Apple. Y el Papa es como el director ejecutivo de esta ‘empresa’». Los turistas parecían satisfechos con esta explicación, y debieron irse a casa con esta idea, que no se ajusta del todo al verdadero papel del Papa como CEO y de la Iglesia como empresa económico-financiera...
- Usted, llamado a Roma por el Papa Francisco como Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ¿qué impresión tiene de las formas y la energía con que los católicos chinos viven su vocación misionera también hacia las multitudes de compatriotas que no conocen a Jesús?
Veo que las parroquias y las comunidades realizan con fervor e incluso con creatividad la labor pastoral y caritativa en toda China. Cada año hay muchos nuevos bautismos, también entre los adultos. Se trata de una labor apostólica llevada a cabo por las comunidades católicas chinas en el día a día, siempre en sintonía con las sugerencias del magisterio papal, a pesar de las limitaciones. En los últimos años, las comunidades católicas chinas han vivido con intensidad el Año de la Fe, el Jubileo de la Misericordia y muchas iniciativas de caridad durante el Covid. Cuando vivía en Manila, siempre me llamaba la atención el testimonio de los católicos chinos y de otras comunidades provenientes de países donde viven en minoría o en contextos difíciles. Los católicos chinos expatriados también siguen ayudando a la Iglesia en China de muchas maneras, por ejemplo, apoyando la construcción de iglesias y capillas. Las Iglesias locales tienen fronteras geográficas, pero existe un espacio humano de comunión eclesial que trasciende las fronteras.
- ¿Qué recuerdo tiene su madre de la fe de sus antepasados chinos?
Mi madre nació en Filipinas y creció en un contexto más filipino que chino. Mi abuelo materno se había hecho cristiano y se había bautizado. Era un católico chino muy concreto y “pragmático”. En el aniversario de la muerte de su madre, ofrecía incienso y comida delante de la imagen de su madre y nos decía a los nietos: “¡que nadie toque esta comida! Primero debe probarlo la bisabuela, en el cielo, y luego nos tocará a nosotros...”. Su recuerdo, en cierto modo, también me ayuda ahora a considerar lo que puede ser más útil en el diálogo con el gobierno chino.
- ¿A qué se refiere?
Cuando le confié a mi abuelo mi deseo de entrar en el seminario, me dijo: “No me imaginaba que me iba a encontrar con un nieto sacerdote... ¡No entiendo este mundo de curas!” Me sentí un poco mortificado, así que añadió: “No lo entiendo, pero sigo queriendo que seas un buen sacerdote”. Ahora, cuando me planteo el diálogo con el gobierno chino sobre cuestiones eclesiásticas, creo que a veces es mejor buscar argumentos sencillos y directos, para acercarnos al enfoque concreto y pragmático de nuestros interlocutores. No podemos esperar que capten en profundidad el misterio de la Iglesia, vivificada por el Espíritu Santo. A mí también me resultó difícil explicar a mi abuelo el origen de mi vocación sacerdotal... Y aun así fue importante para mí tener en cuenta su simple deseo de que yo fuese un buen sacerdote.
- Este año se celebra el 400 aniversario de Propaganda Fide, una institución que ha desempeñado un importante papel en el camino de la Iglesia en China. ¿Cómo debemos contemplar este aniversario? ¿Marca el final de una historia?
Desde el Palacio de la Propaganda Fide se ha ejercido a menudo una visión profética del cristianismo en China. Sólo hay que pensar en el papel de Celso Costantini, que había sido el primer delegado apostólico en la China post-imperial y que luego fue también secretario de Propaganda Fide. En cuanto al presente y al futuro, la gran historia de Propaganda Fide no será liquidada ni caerá en el olvido. Muchas cosas pueden cambiar y, de hecho, el contexto actual ya no es aquel en el que se estableció Propaganda Fide. Pero el flujo de fe, esperanza y caridad que ha pasado por Propaganda Fide no se ha perdido. Y muchas ideas que surgieron en épocas pasadas pueden sugerir soluciones y enfoques muy actuales y adecuados a la situación actual. El Papa Francisco repite que la Tradición no es un museo de cosas antiguas, sino el recorrido de una realidad viva en la fe. Las estructuras y las formas nacen como respuestas a las necesidades de tiempos concretos, pero cuando las estructuras cambian, la vida que las animaba no desaparece. Esto también se aplica a Propaganda Fide. Es una institución que nació en determinadas condiciones históricas, pero dentro de la cual ha pasado esa vitalidad apostólica reconocida y confirmada también en el Concilio Vaticano II, donde se repitió que toda la Iglesia está llamada a ser misionera en cada bautizado. Es hora de reconocer que toda realidad y estructura eclesial está llamada a la conversión misionera. Esto se aplica a cada párroco, a cada obispo. La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco también ha mostrado cómo en la condición actual de la Iglesia, cualquier oposición dialéctica entre lo que es “pastoral” y lo que es “misionero” parece haber sido superada. Cada obra, cada iniciativa pastoral debe ser vivida con un corazón misionero.
- Octubre, mes misionero. El domingo 23 de octubre es la Jornada Mundial de las Misiones. En su opinión, ¿en qué deberíamos centrarnos para honrar adecuadamente esta fecha tradicional, en China y en todo el mundo?
Este año, el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones se titula “Para que sean mis testigos”. El título toma un versículo de los Hechos de los Apóstoles. Y el testimonio al que se refiere es el de la vida evangélica de los cristianos. La que puede brillar en la vida cotidiana, en la perseverancia fiel y alegre de las personas cambiadas y sanadas por el encuentro con Jesús.
- A veces se oye decir que existe el riesgo de “reducir” la misión a obras sociales. Y que es necesario anunciar el Evangelio de forma clara y nítida para dar fundamento a las “obras”...
En la dinámica del testimonio y la confesión de la fe cristiana, no me parece percibir una dialéctica tan marcada entre el anuncio del Evangelio y los actos de caridad. Una vez me encontré acompañando a personas que llevaban ayuda a un campo de refugiados donde no había cristianos. Uno de los refugiados preguntó: ¿por qué os preocupáis los cristianos por nosotros? ¿Por qué habéis viajado tan lejos para venir hasta aquí, sin ni siquiera conocernos? Le respondí que sólo estábamos siguiendo a Nuestro Señor Jesús, porque Él nos ha enseñado a amar y servir a todos. En ese momento una chica dijo: Me gustaría conocer a ese Jesús. En esa ocasión, un gesto de caridad había suscitado preguntas. Y pensé que en la curiosidad de quienes preguntaban, el Espíritu Santo ya estaba actuando. Así es como los corazones pueden abrirse al anuncio del Evangelio. El testimonio ciertamente puede hacerse repitiendo palabras verdaderas que proclamen la salvación prometida por Cristo. Pero el testimonio vivo de la caridad es ya en sí mismo un anuncio de la Palabra de Dios.