Entrevista en Il Messaggero, presumiblemente por Franca Giansoldati, con el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Nuestra traducción obviando la introducción.
¿Piensa que Zen ha sido abandonado a su suerte por ser un personaje embarazante, dado que defiende a los católicos chinos pertenecientes a la Iglesia clandestina no alineada con el Partido Comunista o hay algo más debajo?
«Espero que no sea abandonado. El consistorio extraordinario habría sido una oportunidad para declarar la plena solidaridad con Zen por parte de todos los cardenales del Colegio».
¿Y qué pasó en su lugar?
«Nada de nada. Obviamente existen razones políticas por parte de la Santa Sede que impiden iniciativas de tal género. Me refiero al acuerdo para la renovación de obispos firmado recientemente con el gobierno de Xi. Siento decir esto, pero no podemos someter los intereses de la Santa Sede y del Estado Vaticano a la dimensión eclesial y a la verdad».
¿En qué sentido?
«Quizás la Iglesia debería ser más libre y menos vinculada a las lógicas del poder, mundanas, en consecuencia más libre para intervenir y, si es necesario, para criticar a aquellos políticos que acaban suprimiendo los derechos humanos. En este caso, me pregunto por qué no criticar a Beijing. Zen es un símbolo y fue arrestado con un pretexto, no hizo nada, es un personajes con autoridad, valiente y muy temido por el gobierno. Tiene más de 80 años y lo hemos dejado solo».
El Vaticano ha renovado recientemente el acuerdo con China para los nombramientos episcopales, quizás haya mucho en juego y quizás sea mejor usar la diplomacia...
«Si es necesario la Iglesia también debería criticar a los poderosos de este mundo. Y entonces el ejemplo de Pío XII debería habernos enseñado algo, la verdad no siempre se puede sacrificar».
¿Podría el Papa Francisco hacerlo?
«Eso espero. Del silencio de este consistorio sobre el caso Zen tengo temores. Un poco como sucede con la cuestión relativa a Putin. Está claro que el nombre del representante de la Federación Rusa no se pronuncia en público porque se teme el efecto que podría tener sobre la minoría católica en Rusia. Un sacerdote alemán que vive en Siberia lo explicó justamente hace poco. Putin puede expulsar a todos los católicos de la noche a la mañana o hacerles pasar un mal rato. La situación no es fácil».
Mejor ahora el silencio y tal vez trabajar detrás de escena, ¿no le parece?
«Siempre se debe evidenciar la verdad ante las persecuciones. Para el zen no hubo ni siquiera una propuesta de una oración colectiva».
Disculpe, pero había más de 200 cardenales en el consistorio: ¿no podrían tomar de forma autónoma la iniciativa de un documento común de solidaridad?
“No hubo la ocasión, no encaja en la tradición y quizás con este clima interno nadie lo siente. Ha habido algunos intercambios, eso sí, pero solo entre algunos de nosotros. Lamentablemente no pudimos hacer nada más porque había tiempos ligados a los grupos de trabajo, el tiempo disponible no era tanto. Y tal vez estaban demasiado ocupados cantando las alabanzas de una constitución apostólica ya en vigencia y ahora inmodificable, un texto que nunca ha sido sometido al escrutinio del colegio cardenalicio. Lo digo irónicamente, con un toque de amargura. Es como si nos trataran como a estudiantes de primer semestre, como si necesitáramos ser adoctrinados pero no quiero hacer polémicas».
Volvamos Zen...
«El miedo a intervenir sobre un tema así que tiene que ver con las relaciones con China es evidente, en mi opinión. La situación con Beijing es compleja, las informaciones que llegan aquí son parciales y, lamentablemente, no todo es bueno y triunfal. La Iglesia clandestina es actualmente perseguida en muchas zonas y se enfrenta a obispos patrióticos más obedientes al Estado ateo de Pekín que al Papa. El silencio sobre Zen encontrado en el consistorio no quisiera que sea indicativo del hecho de que este cardenal anciano está siendo consagrado, sacrificado sobre el altar de la razón de estado, para defender y llevar a cabo el acuerdo diplomático con Pekín. Veo este riesgo y siento dolor».
¿Podría realmente ser sacrificado?
«Lamentablemente para mí esta duda avanza. Además, no es la primera vez en la historia de la Iglesia que se sacrifican cristianos ejemplares. A veces el cinismo de la política prevalece sobre la libertad que enseña el Evangelio. Que vuestro hablar sea sí sí, no no».