¿Contestas mi abusivo magisterio vacunal?, ¡eres cismático! Un obispo mapeó a los protagonistas del ‘cisma en acto’
El obispo de Teano-Calvi, Caserta, Italia, Mons. Giacomo Cirulli, no se quedó con la espina de los reclamos presentados por su decreto del pasado Enero en el cual prohibía a los no vacunados distribuir la Sagrada Comunión. En una especie de carta abierta (¿ensayo?) que aparece en las páginas 14 y 15 de la edición de Junio de la revista Vita Pastorale, Cirulli contraataca a raíz de los “insultos y amenazas por una norma de prudencia y buen sentido”, mapeando, caracterizando y apuntando el misericordino dedo acusador sobre los protagonistas de lo que llama ‘cisma en acto’.
Presten atención a su diagnóstico (nuestra traducción).
Son los grupos de antivacunas católicos que tienen características bien delineadas. Están guiados por sacerdotes, a veces incluso por laicos, hipercarismáticos, a menudo exorcistas y curanderos abusivos, muchos de ellos ligados a lugares de presuntas apariciones, conservadores y tradicionalistas; en el campo político muchos de ellos son soberanistas y ávidos de gobiernos, por así decirlo, fuertes y socialmente defensores de la moral católica tradicional y del orden social de siempre; los nostálgicos del pasado de poder temporal de la Iglesia. Son anti Concilio Vaticano II y de todo lo que en el campo teológico, litúrgico, pastoral y moral tiene y se originó en él. Por eso son ferozmente y abiertamente enemigos —algunos con los que he tenido contacto lo odian y no exagero— del Papa Francisco, considerado un gobernante abusivo, fruto del fraude de los cardenales masones que quieren destruir la Santa Iglesia. Así que todo lo que él dice, escribe y establece no es tomado en consideración sino para impugnarlo, oponerlo y mostrar la maléfica erroneidad, debida a su mala fe.
Sí, porque no pocos lo consideran el Anticristo de los últimos tiempos, el profetizado por las Escrituras. ¿Cómo pensar diferente, argumentan, de un Papa que concede la comunión a los divorciados vueltos a casar, atacando la sacralidad de la indisolubilidad del matrimonio? Por eso son acérrimos defensores de los cuatro cardenales que elaboraron el documento sobre las “dubia” respecto de Amoris laetitia. Estos cardenales son sus héroes. Para ellos Francisco no puede ser el verdadero Papa, el que acoge e invita a acoger y no juzgar a quienes pertenecen a comunidades LGBT; quiere llenar nuestras naciones occidentales con emigrantes de todos los orígenes; si comprende el Islam y no toma posiciones claras contra él, sin combatirlo, sino dialogando y firmando juntos un documento de fraternidad universal; el que piensa y actúa como comunista; se vacuna y hace vacunar con vacunas obtenidas de fetos abortados; es pacifista porque dice que ninguna guerra es justa. Estos católicos dividen a los obispos en bergoglianos y no, despreciando a los primeros, y escuchando y leyendo como si fuera el verdadero Evangelio todo lo que procede de los segundos. Estos hermanos y hermanas nuestros no admiten ningún tipo de diálogo y confrontación, y estando convencidos de que ellos son la “verdadera Iglesia de Jesús” se acercan sólo para convencerlos de sus posiciones, que naturalmente son la verdad para ellos. Quizás ha llegado el momento de prestar atención y seguirlos con mayor cuidado; me refiero, sobre todo, a nosotros los obispos que por diversas razones, y sobre todo para evitar enfrentamientos y divisiones que podrían llegar a ser incurables y escandalosas para la gente sencilla, seguimos subestimando al no tomar posiciones oficiales y públicas que puedan ayudar a esclarecer, olvidando , sin embargo, que este ‘cisma en acto’ de su parte es querido y, por lo tanto, buscado con mucha determinación.
Por supuesto, estamos en tiempo de un camino sinodal, debemos buscar el diálogo y escuchar a todos, incluso a aquellos que contestan y no comparten, teniendo en cuenta que, además, sus posiciones anti-Vaticano II, aunque bajo la pista, en la práctica pastoral son compartidas por fieles no alineados (¿cuántos obispos? ¿cuántos sacerdotes?) que están muy alejados de todo lo que pertenece al Concilio Vaticano II.