“Cuando nosotros veamos propuestas rígidas, inmediatamente pensemos: esto es un ídolo, no es Dios, nuestro Dios no es así”, una de las frases pronunciadas hoy por Francisco durante su homilía en la Misa para el “Domingo de la Palabra de Dios” en la Basílica vaticana. Ya no sabemos cuántas veces ha regresado Francisco con el mismo tema ese de los “rígidos”, la “rigidez”, y expresiones asimilables; puede ser que esté preparando algo próximo que atribuirá al tal “Dios de las sorpresas” y está abonando terreno para que cuando se alcen voces que hagan lío, inmediatamente sean identificables con esos tales “rígidos” a los cuales se refiere intencionalmente de forma ambigüa, tal como lo ha hecho hoy con mayor énfasis.
Hermanos, hermanas, preguntémonos: ¿llevamos en el corazón esta imagen liberadora de Dios, del Dios cercano, compasivo y tierno o pensamos que sea un juez riguroso, un rígido aduanero de nuestra vida?
[...]
En el momento en el que en la Iglesia están las tentaciones de la rigidez, que es una perversión, y se cree que encontrar a Dios es hacerse más rígido, con más normas, las cosas justas, las cosas claras… no es así. Cuando nosotros veremos propuestas rígidas, inmediatamente pensemos: esto es un ídolo, no es Dios, nuestro Dios no es así.
Hermanas y hermanos, la rigidez no nos cambia solo nos esconde, la Palabra de Dios nos cambia.
[...]
Hablé de rigidez, de ese pelagianismo moderno, que es una de las tentaciones de la Iglesia.
[...]
¡Volvamos a poner la Palabra de Dios en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia! Así nos libraremos de todo pelagianismo rígido, de toda rigidez, y nos libraremos también de la ilusión de una espiritualidad que nos pone "en órbita" sin cuidar de nuestros hermanos y hermanas. Volvamos a poner la Palabra de Dios en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia. Escuchémosla, recemos con ella, pongámosla en práctica.