Entrevista con Mons. Athanasius Schneider sobre Traditionis Custodes en The Remnant, Jul-23-2021, realizada por Diane Montagna. Traducción de Secretum Meum Mihi (con adaptaciones, hemos obviado la introducción del editor).
Diane Montagna: Excelencia, la nueva carta apostólica del Papa Francisco, emitida motu proprio el 16 de Julio de 2021, se llama “Traditionis Custodes” (Guardianes de la Tradición). ¿Cuál fue su impresión inicial de la elección de este título?
Monseñor Schneider: Mi impresión inicial fue la de un pastor que, en lugar de tener el olor de sus ovejas, las golpea furiosamente con un palo.
¿Cuáles son sus impresiones generales del Motu Proprio y de la Carta que lo acompaña del Papa Francisco a los obispos del mundo, en la cual explica su razón para restringir la Misa Tradicional en Latín?
En su Exhortación apostólica programática, Evangelii Gaudium, el Papa Francisco aboga por “ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena” (n. 165). Sin embargo, al leer el nuevo Motu Proprio y la carta que lo acompaña, uno tiene la impresión opuesta, a saber, que el documento, en su conjunto, muestra una intolerancia pastoral e incluso una rigidez espiritual. El Motu Proprio y la Carta que lo acompaña comunican un espíritu crítico y hostil. En el documento sobre la fraternidad humana (firmado en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019), el Papa Francisco abraza la “diversidad de religiones”, mientras que en su nuevo Motu Proprio resueltamente rechaza la diversidad de las formas litúrgicas en el rito romano.
Qué contraste evidente en actitud presenta este Motu Proprio, en comparación con el principio rector de pontificado Francisco, es decir, la inclusión y el amor preferencial por las minorías y los de las periferias de la vida de la Iglesia. Y qué actitud asombrosamente estrecha de mente se descubre en el Motu Proprio, en contraste con las propias palabras del Papa Francisco: “Sabemos que desde varios lados somos tentados para vivir en esta lógica del privilegio que nos aparta-apartando, que nos excluye-excluyendo, que nos encierra-encerrando los sueños y la vida de tantos hermanos nuestros” (Homilía de Vísperas, 31 de Diciembre de 2016). Las nuevas normas del Motu Proprio degradan la forma milenaria de la lex orandi de la Iglesia romana y, al mismo tiempo, cierran “los sueños y la vida de tantas” familias católicas, y especialmente de jóvenes y sacerdotes jóvenes, cuya vida espiritual y amor por Cristo y la Iglesia han crecido y se han beneficiado enormemente de la forma tradicional de la Santa Misa.
El Motu Proprio establece un principio de rara exclusividad litúrgica, afirmando que los nuevos libros litúrgicos promulgados son la única [unica] expresión de la lex orandi del rito romano (Art. 1). Qué contraste esta posición, también, está con estas palabras de Francisco: “Es verdad, el Espíritu Santo suscita los diferentes carismas en la Iglesia; en apariencia, esto parece crear desorden, pero en realidad, bajo su guía, es una inmensa riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad”(Homilía del Papa Francisco en la Catedral Católica del Espíritu Santo, Estambul, Sábado, 29 de Noviembre de 2014).
¿Cuáles son sus mayores preocupaciones sobre el nuevo documento?
Como obispo, una de mis principales preocupaciones es que, en lugar de fomentar una mayor unidad mediante la coexistencia de diversas formas litúrgicas auténticas, el Motu Proprio crea una sociedad de dos clases en la Iglesia, es decir, católicos de primera y católicos de segunda. Los privilegiados de primera son aquellos que se adhieren a la liturgia reformada, es decir, el Novus Ordo, y los católicos de segunda, que ahora apenas serán tolerados, incluyen un gran número de familias católicas, niños, jóvenes y sacerdotes que, en las últimas décadas, han crecido en la liturgia tradicional y han experimentado, con gran beneficio espiritual, la realidad y el misterio de la Iglesia gracias a esta forma litúrgica, que las generaciones anteriores consideraron sagrada y que formó a tantos santos y destacados católicos a lo largo de la historia.
El Motu Proprio y la carta que acompaña cometen una injusticia contra todos los católicos que se adhieren a la forma litúrgica tradicional, acusándolos de ser divisivos y de rechazar el Concilio Vaticano II. De hecho, una parte considerable de estos católicos se mantiene lejos de las discusiones doctrinales en relación con el Vaticano II, la Misa del Nuevo Orden (Novus Ordo Missae), y otros problemas que afectan la política eclesiástica. Ellos sólo quieren dar culto a Dios en la forma litúrgica a través del cual Dios ha tocado y transformado sus corazones y vidas. El argumento invocado en el Motu Proprio y la carta que lo acompaña, es decir, que la forma litúrgica tradicional crea división y pone en peligro la unidad de la Iglesia, es refutada por los hechos. Por otra parte, el tono despectivo tomado en estos documentos contra la forma litúrgica tradicional llevaría a cualquier observador imparcial a la conclusión de que tales argumentos son más que un pretexto y un engaño, y que algo más está en juego aquí.
¿Qué tan convincente encuentra la comparación del Papa Francisco (en la carta acompañante a los obispos) entre sus nuevas medidas y las adoptadas por San Pío V en 1570?
La época del Concilio Vaticano II y de la llamada Iglesia “conciliar” se ha caracterizado por una apertura a la diversidad e inclusión de espiritualidades y expresiones litúrgicas locales, junto con un rechazo del principio de uniformidad en la praxis litúrgica de la Iglesia. A lo largo de la historia, la verdadera actitud pastoral ha sido de tolerancia y respeto hacia una diversidad de formas litúrgicas, siempre que expresen la integridad de la Fe Católica, la dignidad y el carácter sagrado de las formas rituales, y que den un verdadero fruto espiritual en la vida de los fieles. En el pasado, la Iglesia Romana reconoció la diversidad de expresiones en su lex orandi. En la constitución apostólica que promulgó la Liturgia Tridentina, Quo Primum (1570), el Papa Pío V, al aprobar todas aquellas expresiones litúrgicas de la Iglesia Romana que tenían más de doscientos años, las reconoció como una expresión igualmente digna y legítima de la lex orandi de la Iglesia Romana. En esta bula, el Papa Pío V declaró que de ninguna manera rescinde otras expresiones litúrgicas legítimas dentro de la Iglesia Romana. La forma litúrgica de la Iglesia romana que fue válida hasta la reforma de Pablo VI no surgió con Pío V, pero se mantuvo sustancialmente sin cambios incluso siglos antes del Concilio de Trento. La primera edición impresa del Missale Romanum data de 1470, es decir, cien años antes del misal publicado por Pío V. El orden de la Misa de ambos misales es casi idéntico; la diferencia radica más en elementos secundarios, como el calendario, número de prefacios y normas más precisas de rúbricas.
El nuevo Motu Proprio del Papa Francisco también es profundamente preocupante porque manifiesta una actitud de discriminación contra una forma litúrgica de casi mil años de la Iglesia Católica. La Iglesia nunca ha rechazado aquello que, a lo largo de muchos siglos, ha expresado santidad, precisión doctrinal y riqueza espiritual, y ha sido exaltado por muchos papas, grandes teólogos (por ejemplo, Santo Tomás de Aquino) y numerosos santos. Los pueblos de Europa Occidental y, en parte, de Europa Oriental, del Norte y del Sur de Europa, de América, África y Asia fueron evangelizados y formados doctrinal y espiritualmente por el Rito Romano tradicional, y estos pueblos encontraron en ese rito su hogar espiritual y litúrgico. El Papa Juan Pablo II dio un ejemplo de una sincera apreciación de la forma tradicional de la Misa, cuando dijo: “En el Misal Romano, llamado ‘de San Pío V’, como en varias Liturgias Orientales, hay hermosas oraciones con las que el sacerdote expresa el sentido más profundo de humildad y reverencia ante los santos misterios: revelan la sustancia misma de cualquier liturgia”(Mensaje a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 21 de Septiembre de 2001).
Iría en contra del verdadero espíritu de la Iglesia de todas las épocas expresar ahora desprecio por esta forma litúrgica, etiquetarla como “divisiva” y como algo peligroso para la unidad de la Iglesia, y emitir normas destinadas a hacer desaparecer esta forma en el tiempo. Las normas consagradas en el Motu Proprio del Papa Francisco buscan arrancar sin piedad de las almas y vidas de tantos católicos la liturgia tradicional, que en sí misma es santa y representa la patria espiritual de estos católicos. Con este Motu Proprio, los católicos que hoy han sido alimentados espiritualmente y formados por la liturgia tradicional de la Santa Madre Iglesia, ya no experimentarán la Iglesia como una madre sino como una “madrastra”, en consonancia con la descripción del propio Papa Francisco: “Una mamá que critica, que habla mal de sus hijos no es madre. Creo que se dice «matrigna» en italiano... No es madre”. (Discurso a los consagrados y consagradas de la diócesis de Roma, 16 de Mayo de 2015).
La carta apostólica del Papa Francisco se emitió en la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, patrona de los Carmelitas (como Santa Teresa de Lisieux), que rezan especialmente por los sacerdotes. A la luz de las nuevas medidas, ¿qué les diría a los seminaristas diocesanos y sacerdotes jóvenes que esperaban celebrar la Misa Tradicional Latina?
El cardenal Joseph Ratzinger habló sobre la limitación de los poderes del Papa en cuanto a la liturgia, con esta esclarecedora explicación: “el papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley, sino más bien el custodio de la auténtica Tradición y, por tanto, el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que quiera, y precisamente por ello puede oponerse a los que pretenden hacer lo que quieren. La ley que debe seguir no es el actuar ad libitum, sino la obediencia a la fe. Por eso, en lo relativo a la liturgia, tiene el cometido de un jardinero y no el de un técnico que construye máquinas nuevas y tira las viejas. El “rito”, es decir, la forma de celebración y de oración que madura en la fe y en la vida de la Iglesia, es forma condensada de la Tradición viva, en la que la esfera del rito expresa el conjunto de su fe y de su oración, haciendo experimentable, al mismo tiempo, la comunión entre las generaciones, la comunión con los que rezaron antes que nosotros y rezarán después de nosotros. Así el rito es como un don hecho a la Iglesia, una forma viva de parádosis”. (Prólogo a “El desarrollo orgánico de la liturgia. Los principios de la reforma litúrgica y su relación con el movimiento litúrgico del siglo XX antes del Concilio Vaticano II” por Dom Alcuin Reid, San Francisco 2004).
La Misa tradicional es un tesoro que pertenece a toda la Iglesia, ya que ha sido celebrada y profundamente apreciada y amada por sacerdotes y santos durante al menos mil años. De hecho, la forma tradicional de la Misa fue casi idéntica durante siglos antes de la publicación del Misal del Papa Pío V en 1570. Un tesoro litúrgico válido y muy estimado de casi mil años no es propiedad privada de un Papa, del cual puede disponer libremente. Por tanto, los seminaristas y sacerdotes jóvenes deben pedir el derecho a utilizar este tesoro común de la Iglesia, y si se les niega este derecho, pueden hacerlo de todos modos, quizás de forma clandestina. Esto no sería un acto de desobediencia, sino de obediencia a la Santa Madre Iglesia, que nos ha dado este tesoro litúrgico. El firme rechazo de una forma litúrgica de casi mil años por parte del Papa Francisco representa, de hecho, un fenómeno efímero frente al espíritu y la praxis constante de la Iglesia.
Su Excelencia, ¿cuál ha sido su impresión hasta el momento de la aplicación de “traditionis Custodes”?
En unos pocos días, obispos diocesanos e incluso toda una conferencia episcopal ya han comenzado una supresión sistemática de cualquier celebración de la forma tradicional de la Santa Misa. Estos nuevos “inquisidores de la liturgia” han mostrado un clericalismo asombrosamente rígido, similar a ese descrito y lamentado por el Papa Francisco, cuando dijo: “Hay aquel espíritu de clericalismo en la Iglesia, que uno siente: los clérigos se sienten superiores, los clérigos se apartan del pueblo, los clérigos siempre dicen: ‘esto se hace así, así, así, ¡y Ustedes se van!’” (Meditación diaria en la Santa Misa del 13 de Diciembre de 2016).
El Motu Proprio antitradicional del Papa Francisco comparte algunas similitudes con las decisiones litúrgicas fatídicas y extremadamente rígidas tomadas por la Iglesia Ruso-Ortodoxa bajo el Patriarca Nikon de Moscú entre 1652 y 1666. Esto finalmente condujo a un cisma duradero conocido como los “Viejos Ritualistas” (en ruso: staroobryadtsy), quien mantenía las prácticas litúrgicas y rituales de la Iglesia rusa tal como estaban antes de las reformas del Patriarca Nikon. Resistiendo la acomodación de la piedad rusa a las formas contemporáneas del culto ortodoxo griego, estos viejos ritualistas fueron anatematizados, junto con su ritual, en un Sínodo de 1666-1667, produciendo una división entre los antiguos ritualistas y aquellos que siguieron a la iglesia estatal en su condena del Antiguo Rito. Hoy la Iglesia Ruso-Ortodoxa lamenta las drásticas decisiones del Patriarca Nikon, pues si las normas que implementó hubieran sido verdaderamente pastorales y hubieran permitido el uso del antiguo rito, no habría habido un cisma de siglos, con muchos sufrimientos innecesarios y crueles.
En nuestros días asistimos a cada vez más celebraciones de la Santa Misa, que se han convertido en una plataforma para promover el estilo de vida pecaminoso de la homosexualidad, las llamadas “Misas LGBT”, una expresión que en sí misma ya es una blasfemia. Estas misas son toleradas por la Santa Sede y muchos obispos. Lo que se necesita con urgencia es un Motu Proprio con normas estrictas que repriman la práctica de tales “Misas LGBT”, ya que son un ultraje a la majestad divina, un escándalo para los fieles (los pequeños) y una injusticia hacia las personas homosexuales sexualmente activas, que por tales celebraciones son confirmadas en sus pecados, y cuya salvación eterna está por ello en peligro.
Y sin embargo, varios obispos, particularmente en los Estados Unidos pero también en otros lugares, como en Francia, han apoyado a los fieles de su diócesis que están apegados a la Misa Tradicional en Latín. ¿Qué diría Usted para animar a estos sus hermanos obispos? ¿Y qué actitud deben tener los fieles hacia sus obispos, muchos de los cuales fueron ellos mismos sorprendidos por el documento?
Estos obispos han mostrado una verdadera actitud apostólica y pastoral, como los que son “pastores con olor a oveja”. Animaría a estos y muchos otros obispos a continuar con una actitud pastoral tan noble. Que ni las alabanzas de los hombres ni el temor de los hombres los conmuevan, sino sólo la mayor gloria de Dios, y el mayor beneficio espiritual de las almas y su salvación eterna. Por su parte, los fieles deben demostrar hacia estos obispos gratitud y filial respeto y amor.
¿Qué efecto cree tendrá el Motu Proprio?
El nuevo Motu Proprio del Papa Francisco es, en última instancia, una victoria pírrica y tendrá un efecto boomerang. Las numerosas familias católicas y el número cada vez mayor de jóvenes y sacerdotes, en particular sacerdotes jóvenes, que asisten a la Misa tradicional, no podrán permitir que su conciencia sea violada por un acto administrativo tan drástico. Decir a estos fieles y sacerdotes que simplemente deben ser obedientes a estas normas finalmente no funcionará con ellos, porque entienden que una llamada a la obediencia pierde su poder cuando el objetivo es suprimir la forma tradicional de la liturgia, el gran tesoro litúrgico de la Iglesia Romana.
Con el tiempo, seguramente surgirá una cadena mundial de misas catacumbales, como sucede en tiempos de emergencia y persecución. De hecho, podemos ser testigos de una era de misas tradicionales clandestinas, similar a la que Aloysius O'Kelly describió de manera tan impresionante en su pintura, “Misa en Connemara (Irlanda) durante Tiempos Penales”. O quizás vivamos una época similar a la descrita por San Basilio Magno, cuando los católicos tradicionales fueron perseguidos por un episcopado arriano liberal en el siglo IV. San Basilio escribió: “La boca de los verdaderos creyentes está muda, mientras que toda lengua blasfema se mueve libremente; las cosas santas son holladas; los mejores laicos evitan las iglesias como escuelas de impiedad; y alzan sus manos en los desiertos con suspiros y lágrimas a su Señor en el cielo. Incluso usted debe haber escuchado lo que está sucediendo en la mayoría de nuestras ciudades, cómo nuestra gente con esposas e hijos e incluso nuestros ancianos fluyen ante los muros y ofrecen sus oraciones al aire libre, soportando todos los inconvenientes de la clima con mucha paciencia y esperando la ayuda del Señor” (Carta 92).
La difusión admirable, armoniosa y bastante espontánea y el crecimiento continuo de la forma tradicional de la Misa, en casi todos los países del mundo, incluso en las tierras más remotas, es sin duda obra del Espíritu Santo, y un verdadero signo de nuestro tiempo. Esta forma de celebración litúrgica da verdaderos frutos espirituales, especialmente en la vida de los jóvenes y conversos a la Iglesia católica, ya que muchos de estos últimos se sintieron atraídos por la fe católica precisamente por el poder irradiante de este tesoro de la Iglesia. El Papa Francisco y los demás obispos que ejecutarán su Motu Proprio deben considerar seriamente el sabio consejo de Gamaliel y preguntarse si realmente están luchando contra una obra de Dios: “Ahora os digo: Dejad a estos hombres, dejadlos; porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá; pero si viene de Dios, no podréis disolverlo, y quizá algún día os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios” (Hechos 5: 38-39). Que el Papa Francisco reconsidere, de cara a la eternidad, su acto drástico y trágico, y retraiga con valentía y humildad este nuevo Motu Proprio, recordando sus propias palabras: “En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo”. (Homilía en la Catedral Católica del Espíritu Santo, Estambul, Sábado 29 de Noviembre de 2014).
Por el momento, muchas familias católicas, jóvenes y sacerdotes de todos los continentes lloran ahora, porque el Papa, su padre espiritual, los ha privado del alimento espiritual de la Misa tradicional, que tanto ha fortalecido su fe y su amor por Dios, por la Santa Madre Iglesia y por la Sede Apostólica. Es posible que, por un tiempo, “[salgan] llorando, llevando la semilla para sembrar, pero volverán a casa con gritos de alegría, trayendo sus gavillas con ellos” (Salmo 126, 6).
Estas familias, jóvenes y sacerdotes podrían dirigir al Papa Francisco estas u otras palabras similares: “Santísimo Padre, devuélvanos ese gran tesoro litúrgico de la Iglesia. No nos trate como a sus hijos de segunda clase. No viole nuestra conciencia forzándonos a una forma litúrgica única y exclusiva, Usted que siempre proclamó al mundo entero la necesidad de la diversidad, el acompañamiento pastoral y el respeto de la conciencia. No escuche a esos representantes de un clericalismo rígido que le aconsejaron llevar a cabo una acción tan despiadada. Sea un verdadero padre de familia, que “saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo” (Mt 13,52). Si escucha nuestra voz, en el día de su juicio ante Dios, seremos sus mejores intercesores”.