Monday, July 19, 2021

Obispos costarricenses se pronuncian en conjunto sobre Traditionis Custodes


Siempre es más fácil diluir responsabilidades cuando se actúa en grupo, y esto es lo que hoy han hecho los obispos de Costa Rica al aplicar en forma draconiana el motu proprio Traditionis Custodes. El pasaje sintético, «en adelante no se autoriza el uso del Missale Romanum de 1962 ni de ninguna otra de las expresiones de la liturgia anterior a 1970». Por otra parte, y en una muestra de ignorancia supina, afirman en otro pasaje que en Costa Rica “nunca hemos contado con un grupo de fieles que se «[...] adhirieron y siguen adhiriéndose con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían impregnado su cultura y su espíritu de manera tan profunda»”, cosa completamente errónea, por no decir falsa, porque, por ejemplo, en el propio sitio de internet de la diócesis de Alajuela aparece un documento de hace dos años en donde se explica las dificultades que existieron para la implementación de Summorum Pontificum, y la creación de una asociación que lleva el mismo nombre, Summorum Pontificum, la celebración de la Misa Tridentina “con el conocimiento del obispo diocesano” y al final se subraya claramente que no abrazan ninguna de las posisiones que ahora, dos años después, Francisco alega lo han llevado a publicar Traditionis Custodes. La nota está firmada por el canciller de la diócesis.

Entonces, ¿el obispo de Alajuela no sabía que en su diócesis existiera esa asociación y que se celebrara con cierta regularidad la Misa Tridentina según las disposiciones del motu proprio Summorum Pontificum?, ¿sabía y no le informó a sus hermanos de la conferencia episcopal, provocando que afirmaran por escrito semejante burrada?

Aquí el documento completo publicado hoy por la Conferencia Episcopal de Costa Rica, el cual llaman “mensaje”.

“Iglesia cerrada”, el efecto contrario de Traditionis Custodes


La siguiente es la traducción al español de Secretum Meum Mihi de un artículo de Matteo Matzuzzi publicado en Il Foglio, Jul-20-2021 (con adaptaciones).

Iglesia cerrada

Caos después del motu proprio. Obispos divididos, tradicionalistas amenazantes. ¿Y el diálogo? No hay

Matteo Matzuzzi


Roma. Si de verdad el objetivo del motu proprio Traditionis custodes era el de favorecer la unidad de la Iglesia, después de tres días se puede afirmar que el resultado es el opuesto. Como era previsible, después de todo. También porque la adhesión al Concilio Vaticano II impuesta por decreto a los sospechosos no puede funcionar. Tres días en los que, legítimamente y según el articulado del motu proprio papal, obispos de todo el globo han comunicado vía Twitter si algo cambiaría o no en sus respectivas diócesis. Así, si los ultraconservadores dejaron en claro de inmediato que en su casa el Summorum Pontificum se mantiene vigente como está y con todos los permisos del caso, el obispo liberal de Mayagüez (Puerto Rico) no solo prohibió inmediatamente las misas en latín sino —dejándose llevar— también ha prohibido casullas, dalmáticas, birretas y todo ese ajuar antiguo por así decirlo que nadie ha soñado consignar a los museos. Ni el Papa. El cardenal Robert Sarah, no precisamente un advenedizo, ya que hasta hace unos meses era prefecto del Culto divino y la disciplina de los sacramentos, tuiteó amenazadoramente que el 7 de julio de 2007 Benedicto XVI había dicho que “lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Entonces, ¿qué hacer? ¿Sigue siendo sagrado o debe quedar relegado a los libros de historia? ¿Qué pueden pensar los pobres fieles? En cualquier caso, lo que deriva no es precisamente la imagen de esa unidad tan invocada por Francisco y por quienes elaboraron materialmente el documento que ciertamente no brilla por el espíritu dialogante. Todo lo contrario. Al desplazarse por las disposiciones previstas, es lícita la pregunta: ¿de verdad se busca la unidad? ¿Por qué motivo se impide a los fieles utilizar las parroquias para el rito previsto por Benedicto XVI, cuando las mismas parroquias también se conceden para eventos que de litúrgicos o espirituales poco o nada tienen que ver, como conciertos, recitales, conferencias, debates e incluso oraciones de algún imán? ¿Y a los que quieran rezar según el rito de Pío V, no? Como era de prever, la galaxia tradicionalista está alborotada, hay quienes invocan una especie de guerra santa contra el Vaticano, quienes juran que se refugiarán con los lefebvrianos de Ecône, quienes se autodenominan mártires y aún quien asegura oraciones por el Pontífice reinante. El problema es, una vez más, el Vaticano II: es cierto que en algunas realidades —especialmente las estadounidenses— sedevacantistas, anticonciliaristas y sectarios se esconden detrás de la pantalla de la misa en vetus ordo. Sin embargo, igualmente cierto es que este no es el caso en todo el mundo. Eran dos los caminos que enfrentaba el Papa: dialogar e intentar arreglar o imponer manu militari una declaración de fidelidad. A diferencia de lo que sucedía en una época, se eligió la segunda vía. Con todo lo que vendrá después. Quizás, lectura alternativa, se ha buscado la claridad. Ya no es momento de negociaciones y vacilaciones: se obedece. Los fieles al rito antiguo son de hecho marginados en nombre de la obra de rescate de sectores no alineados y —en algunos casos— opositores internos a la Iglesia conciliar. Cuesta creer que una disposición como la publicada el viernes devolverá la calma a una Iglesia que abre nuevos frentes un día sí y al siguiente también: el Sínodo alemán, los muros de Estados Unidos, China, los procesos con los cardenales investigados. Faltaba solo la misa en latín.

“No puedo aceptar una cosa y la contraria”


No sabemos si el reputado columnista del periódico ABC de Madrid, Juan Manuel de Prada, haya hablado anteriormente sobre esa particular característica, a la cual nosotros nos hemos referido aquí varias veces, que tiene Francisco de afirmar una cosa y su contrario al mismo tiempo. Si no lo ha hecho, hoy lo hace en su columna publicada en dicho diario, y con referencia a una afirmación que Francisco ha hecho en su reciente motu proprio Traditores Traditionis Custodes.

Por mi fe me he quitado muchas veces el sombrero, aguantando un chaparrón de cancioncitas grimosas, morcillitas cursis, feligresas empoderadas y sermones delicuescentes. Sin embargo, mi fe no puede exigirme que me quite la cabeza; y esto, exactamente esto, es lo que me acaba de pedir Bergoglio. Hace apenas unos años, Benedicto XVI explicaba en un ‘motu proprio’ que «el Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la ‘lex orandi’ de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma ‘lex orandi’». Y ahora Bergoglio afirma en otro ‘motu proprio’ que «los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la ‘lex orandi’ del rito romano».

Soy católico, pero no puedo ser irracional. No puedo aceptar una cosa y la contraria; no puedo dividir en dos mi cabeza. No puedo obedecer indicaciones contradictorias, como si fuese un cadáver o un robot que responde a impulsos eléctricos.