Es cierto que hemos extractado la información de que posiblemente se cree una agencia informativa que tentativamente se llamaría Vatican News Agency de una entrada de Abr-18-2021, del blog Vatican Reporting de Andrea Gagliarducci, pero es injusto no decir que dicha información aparece en el marco de un muy buen análisis que hace del status quæstionis de la reforma de las comunicaciones en el Vaticano, bajo el título “¿En qué punto está la reforma de la comunicación vaticana?”, el cual hemos traducido haciéndole algunas adaptaciones y presentamos a continuación. Recomendamos su lectura por lo pedagócico del mismo y porque uno de los ingredientes que en los últimos ocho años ha contribuido ampliamente al estado de confusión en la Iglesia, en nosotros los fieles, es justamente el fondo y las formas con que el Vaticano comunica. El análisis en mención fue publicado previamente en polaco por la agencia católica de informaciones KAI bajo el título “Co dalej z reformą watykańskich mediów?”.
El próximo acto de la reforma de la comunicación del Vaticano podría ser el lanzamiento de una agencia, Vatican News Agency, vinculada a la Santa Sede, que debería transformar las noticias sobre el Papa en takes de agencia. Y la idea de una agencia, en discusión desde hace algún tiempo, responde a dos criterios. El primero: cubrir todo el panorama informativo, también lo de los takes de agencia que hasta ahora nunca ha sido cubierto por la comunicación vaticana. El segundo: presentar un proyecto de desarrollo de medios que resulte atractivo para nuevos donantes.
El nodo más importante es obviamente el segundo. La reforma de la comunicación del Vaticano se encuentra ahora en su sexto año de gestación. Durante estos años, se estableció una comisión para la reforma, luego un comité para la reforma. Ha habído dos prefectos de la Secretaría de Comunicación (más tarde dicasterio para la Comunicación), cuatro directores (tres efectivos y uno ad interim) de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y dos directores de L’Osservatore Romano, dos directores de la Librería Editorial Vaticana. No ha habido un director editorial durante algún tiempo, y solo fue identificado en 2018, cuando se llamó al vaticanista de largo tiempo Andrea Tornielli para el puesto.
Para que se entienda, el compartimento de medios del Vaticano consiste de una serie de diferentes medios de comunicación, que se han desarrollado de forma independiente a lo largo del tiempo: Radio Vaticano, que nació hace 90 años, un proyecto futurista que llevó la voz del Papa al mundo y la voz de la Iglesia a los lugares más inaccesibles de la tierra; L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, fundado en 1861 después de que las tropas italianas pusieran fin abruptamente al Estado Pontificio, para dar una voz al Papa contra lo que Pío IX llamó “un complot de la historia contra la verdad”; luego, el Centro Televisivo Vaticano, el medio más reciente, fundado en 1983; la Librería Editorial Vaticano, con la Tipografía Políglota, nacida en 1926 con la idea de dar voz a la Iglesia también en el sector editorial.
A estos medios se sumó el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, nacido después del Concilio Vaticano II como parte de la reflexión de la Iglesia sobre los medios de comunicación. Y no se olvide la Oficina de Prensa de la Santa Sede, nacida como Oficina de Prensa de L’Osservatore Romano ya en la Segunda Postguerra, que sirvió para dar “casa” a los periodistas que se ocupaban del Vaticano, y para distribuir informaciones oficiales.
Todo esto, ha confluido en el gran proyecto Vatican News, dentro de un Dicasterio más grande que es el Dicasterio de la Comunicación. En lugar de tantos medios independientes, un solo medio, con distintas voces, pero todos más o menos bajo la misma línea editorial. Menos independencia interna, más coordinación. La gestión de la información también ha cambiado. Siempre ha sido la Secretaría de Estado la que gestiona los boletines de la Oficina de Prensa, porque es la Secretaría del Papa, y de hecho Juan Pablo II incluyó la Oficina de Prensa bajo el control de la Secretaría de Estado. Pero ahora, es el Dicasterio de la Comunicación el que controla la Oficina de Prensa, mientras que la Secretaría de Estado sigue siendo la encargada de filtrar la información, aunque no toda.
Visto desde fuera, parece que no hay un propio y verdadero diseño, en el plan para reformar la comunicación del Vaticano. Entre otras cosas, también suele haber una falta de coordinación interna con los departamentos de comunicación de los dicasterios, todavía no hay sala de control y no parece anticiparse que la haya.
O mejor dicho, hay un plan, y es el primario: racionalizar los gastos de la Santa Sede, o, mejor dicho, recortar gastos. Porque el sector mediático es el que más le cuesta a la Santa Sede, y el que menos beneficios genera.
Que el primer propósito de la reforma de la comunicación fuese económico, se tuvo que entender por el hecho de que para anunciar la primera comisión de comunicación, presidida por Lord Christopher Patton, fue el cardenal George Pell, entonces prefecto de la Secretaría de Economía, quien hizo parte del gran plan de reforma de la economía del Vaticano.
¿Cuáles han sido las líneas guía de la reforma hasta ahora? La primera fue la de modernizarlo todo: fuera Radio Vaticano, reemplazada por un portal como Vatican News, más moderno en su diseño y también integrado con canales de video que permiten seguir la transmisión en vivo del Papa; fuera el periodismo tradicional, espacio a la convergencia digital, con artículos escritos y enviados a radio, en video, incluso a L’Osservatore Romano; y luego, espacio para los libros “promocionales” del pontificado, porque la idea principal es aprovechar la marca [lit. en el original ‘brand’. N de T.], que es precisamente el Papa Francisco.
Por supuesto, todo esto se refleja sobre todo en las noticias en italiano. Las noticias de Vatican News en otros idiomas deben lidiar inevitablemente con la reducción de filas y los difíciles horarios de trabajo. Son más libres, a veces, porque pocos pueden controlar lo que está escrito en otros idiomas. Son, al mismo tiempo, menos visibles, más limitados.
La lucha por la modernidad también ha acabado con la transmisión de onda corta y onda media de Radio Vaticano, cerrada desde el 30 de noviembre de 2015. Un golpe al corazón, para la radio del Papa, porque a través de las ondas media y corta la Radio Vaticano también había llegado a lugares donde la Santa Sede era casi maldita, como los lugares al otro lado de la Cortina de Hierro.
Se ha tratado, en el fondo, de signos de una discontinuidad improvisa y casi violenta. Un cambio de época, más que una racionalización debida a problemas financieros.
En efecto, la comunicación vaticana siempre se había manejado con sentido común, con personal contratado y luego instruido paso a paso según la visión de la Santa Sede y el conocimiento del mundo vaticano.
La decisión de nombrar a Joaquín Navarro-Valls como director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede en 1984, había marcado el ingreso de la profesionalización en el campo de la comunicación dentro de las murallas del Vaticano. Pero fue una profesionalización realizada con sentido común, mirando primero a la Santa Sede y luego a las necesidades de la comunicación. Navarro-Valls también hacía marketing (es famosa su descripción del encuentro de Juan Pablo II con la Premio Nobel guatemalteca Rigoberta Menchù, que en realidad nunca se llevó a cabo), pero su primer pensamiento fue dar voz a la fe. No la noticia, sino sobre todo el significado de aquello que estaba pasando.
Era un modo, para la Santa Sede, de estar en el mundo, pero no ser del mundo. Bajo Benedicto XVI, la llegada de Greg Burke como consultor ad hoc de la Secretaría de Estado sobre la comunicación tuvo un impacto mínimo, porque las estrategias ciertamente no cambiaron.
Hoy, el director de la oficina de prensa del Vaticano ya no es considerado el “portavoz” oficioso del Papa. Navarro Valls tenía una relación directa con Juan Pablo II, el padre Lombardi con la Secretaría de Estado, Greg Burke, mientras tanto convertido en “portavoz”, se ha encuentrado trabajando en una situación completamente diferente, perdiendo paso a paso las prerrogativas del director de la Oficina de Prensa. En el Sínodo de los Jóvenes de 2018, Greg Burke ni siquiera fue incluido en la comisión de comunicación del Sínodo, como había sucedido con todos los directores de la Oficina de Prensa antes que él, y los briefings informativos siempre fueron realizados por Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio de la Comunicación. Era el signo de un cambio de época.
Ahora, la reforma de las comunicaciones del Vaticano ha adoptado un enfoque completamente similar al del marketing. Es cierto que las noticias ponen gran énfasis en la actividad de las Iglesias locales, y son concebidas como si se estuviera frente al diario de una gran aldea que es la Iglesia. Pero es igualmente cierto que la forma en que se empaqueta la noticia da la idea de la necesidad de hacer un producto atractivo, un diario que todos quieran leer y que tenga informaciones exclusivas.
Es fácil para los medios del Vaticano obtener información con antelación, porque los discursos y los nombramientos se preparan con anticipación. Más difícil, desde una perspectiva institucional, dar sentido a todo esto manteniendo un lenguaje neutral.
Así, la comunicación vaticana se encuentra aplanada sobre la actividad y la imagen del Papa, con un esbozo de noticias locales pero sin relacionarse. Esto crea varios problemas: de gestión de noticias, de jerarquía de noticias, incluso de relación con las fuentes.
A esto, se añade el problema de un Papa que realiza entrevistas sin advertir al Dicasterio, que luego se ve obligado a proseguir en la divulgación de sus palabras. Por lo tanto, no solo no hay un diseño, sino que ni siquiera hay un marco institucional que pueda ayudar a tomar una dirección.
El tema principal, sin embargo, se refiere a la difusión de las noticias y de la información. A menudo, se saluda la nueva era de la información vaticana como un momento en el cual las noticias se difundirían con mayor transparencia. No ha sido así.
Algunos ejemplos. En el último año y medio, la Santa Sede se ha visto sacudida por diversos escándalos financieros, por tanto también se ha hecho necesario mostrar claramente el compromiso con la transparencia financiera que también fuera abordada dentro de los Sagrados Muros. Los estados financieros de la Santa Sede no se habían publicado durante cinco años. Sólo se publicó el presupuesto de la Curia, pero no el de la gobernación, y se publicó con un comunicado y una entrevista “institucional” con el prefecto de la Secretaría de Economía, padre Juan Antonio Guerrero Alves, sin posibilidad de contradicción con los periodistas.
Lo mismo sucedió cuando la Secretaría para la Economía publicó las previsiones presupuestarias para 2021. Pero también sucedió con el informe de la Autoridad de Información Financiera, que incluso en años anteriores siempre se había presentado en la Oficina de Prensa. Si bien nunca ha existido la posibilidad de un diálogo abierto con los periodistas sobre la publicación de los informes del Instituto de Obras de Religión, el llamado “Banco Vaticano”: desde 2013, se publican directamente en el sitio web del Instituto, sin presentación, con un magro comunicado de prensa y, en los últimos años, incluso por la tarde, cuando la Oficina de Prensa de la Santa Sede ya no está abierta a los periodistas.
No se trata de una cuestión relacionada con las nuevas restricciones COVID, sino de una especie de tendencia que se ha vuelto cada vez más creciente. Ya ni siquiera hay briefings sobre los trabajos del Consejo de Cardenales, protagonistas de una discusión sobre la reforma de la Curia que parece no tener fin. Hay pocas conferencias de prensa y casi siempre sobre temas marginales.
Cuando se trata de decisiones del Papa que tienen un impacto serio, estas simplemente son comentadas por un editorial o una entrevista con el director editorial del Dicasterio de la Comunicación, que de alguna manera marca la línea.
Un enfoque del tipo marketing, que por tanto está ligado a una cierta ansiedad por controlar la opinión pública, y que sin embargo conduce a reticencias y silencios que alimentan las ideas de un complot o de querer ocultar algo.
Esto se ve contrarrestado por la actividad del Papa, muy presente en los medios más “populares” (dos libros-entrevistas ya a principios de este año, más varias entrevistas también con medios pop como Vanity Fair y el diario deportivo La Gazzetta dello Sport) e incluso en televisión con ciclos de retransmisión de entrevistas en los que comenta libremente temas como el Padre Nuestro, el Credo, las virtudes. Sin embargo, hasta ahora, han sido raras las entrevistas con el Papa Francisco sobre temas candentes, con preguntas reales.
¿Es esto un resultado de la reforma de la Curia o simplemente la necesidad de ir tras un papado informal y casi no institucional? ¿Y cuándo se encontrará un equilibrio?
Al Papa Francisco le gusta decir que las reformas están en camino, y esto es lo que sucedió con la reforma de la comunicación del Vaticano. Después de seis años, esta reforma aún está incompleta. Y sin embargo, en estado incompleto, se piensa agregar otra pieza, incluir una agencia. Con la confianza de que todos los límites de este sistema de reforma puedan llegar a un punto crítico y resolverse.
Sin embargo, esto difícilmente será posible de forma natural. Será necesaria una reforma de la reforma. Pero probablemente lo hará el próximo Papa, también llamado a restaurar las buenas prácticas dejadas de lado, volviendo también a correr el riesgo de hablar abiertamente con los medios. Pero esto solo puede hacerse en un marco institucional válido, serio y bien definido. No será banal recrearlo.