Tuesday, February 16, 2021

China controlará el nombramiento del clero católico chino sin la participación del Vaticano [introducir aplausos en este espacio]


Esta es una traducción al español (con algunas adaptaciones) de Secretum Meum Mihi de un informe de Daily Caller, Feb-16-2021.

China controlará el nombramiento del clero católico chino sin la participación del Vaticano: INFORME

MARY MARGARET OLOHAN
REPORTERA DE ASUNTOS SOCIALES
FEBRERO 16, 2021


• Las nuevas reglas del gobierno chino indican que China ejercerá control sobre el nombramiento del clero católico sin ninguna participación del Vaticano.

• Las reglas llegan a pesar de un acuerdo negociado en 2018 entre el Papa Francisco y el gobierno chino que puso fin a una lucha de poder de una década sobre si el gobierno chino tiene el poder de nombrar obispos católicos.

• Bajo las condiciones del acuerdo, el Papa Francisco reconoció la legitimidad de siete obispos seleccionados y nombrados por el gobierno autoritario chino, aunque el gobierno chino continúa persiguiendo a los cristianos.


Las nuevas reglas del gobierno chino indican que China ejercerá control sobre el nombramiento del clero católico sin ningún aporte del Vaticano.

Las “Medidas administrativas para el clero religioso”, que entrarán en vigor el 1 de Mayo, aclararon que la Asociación Patriótica Católica China (CCPA), administrada por el estado, seleccionará candidatos para el clero que luego serán “aprobados y consagrados por la Conferencia de Obispos Católicos de China”.

Las reglas, traducidas por la publicación sobre persecución religiosa Bitter Winter, no mencionan el papel del Vaticano en el nombramiento de obispos, a pesar de un acuerdo negociado entre el Papa Francisco y el gobierno chino por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin. El acuerdo de 2018 puso fin a una lucha de poder de una década entre el gobierno chino y la Iglesia católica sobre si el gobierno chino tiene el poder de nombrar obispos católicos.

Bajo las condiciones del acuerdo, el Papa Francisco reconoció la legitimidad de siete obispos seleccionados y nombrados por el gobierno autoritario chino, aunque el gobierno chino ha perseguido a los cristianos durante décadas, particularmente después de que los comunistas tomaron el control de China en 1949.

Los católicos chinos han practicado su fe a través de iglesias clandestinas para evitar el arresto, dirigidas por obispos católicos nombrados por papas anteriores. El gobierno chino continúa hostigando, deteniendo y arrestando a los católicos, sacerdotes y religiosas chinos.

El acuerdo del Vaticano con China provocó una confusión generalizada entre los católicos fieles y los líderes católicos, muchos de los cuales rápidamente denunciaron el acuerdo. El ex arzobispo de Hong Kong, el cardenal Joseph Zen, calificó el acuerdo como “una traición increíble”, y agregó que “una iglesia esclavizada por el gobierno no es una verdadera Iglesia católica”.

“Si yo fuera un dibujante, dibujaría al Santo Padre de rodillas ofreciendo las llaves del reino de los cielos al presidente Xi Jinping y diciendo: ‘Por favor, reconózcame como Papa’”, escribió Zen en Octubre de 2018 en una columna de opinión en The New York Times.

Según Zen, el Papa Francisco viene de Argentina, donde los gobiernos militares y los ricos oprimían juntos a los pobres. Los comunistas “salieron a defender a los pobres”, y Zen dijo que esto pudo haber causado que Francisco sintiera una simpatía natural por estos comunistas. Pero Zen dice que Francisco no los conoce como los “perseguidores en los que se convierten una vez en el poder, como los comunistas en China”.

The Daily Caller News Foundation habló con varios autores y teólogos católicos en Enero de 2020 sobre el silencio de Francisco sobre la persecución china y por qué el Papa alineó a la Iglesia católica con el gobierno chino en primer lugar. El autor y comentarista católico Phil Lawler le dijo al DCNF en ese momento que “tratar con Beijing es peligroso, porque están decididos a controlar la Iglesia”.

“El Papa le dio al cardenal Parolin un mandato para llegar a un acuerdo. Así que excluyó a aquellos (como Zen) que expresaron reservas que retrasarían el progreso hacia un acuerdo”, explicó el autor.

“El Papa Francisco quiere que la Iglesia Católica opere libremente en China, lo cual será posible solo si el régimen lo permite”, dijo Lawler a la DNCF. “Está dispuesto a sacrificar la claridad doctrinal, algo que nunca ha sido importante para él, con ese fin. Entonces eso es lo que está sucediendo ahora. Los católicos que se aferran a la doctrina están siendo reprimidos; el régimen está consiguiendo lo que quiere”.

Lawler advirtió a DCNF que los tratos de Francisco con China son otra ilustración de cómo el Papa Francisco no tolerará la disidencia.

“A pesar de todo su discurso sobre la discusión franca y la descentralización de la autoridad, en la práctica, el Papa Francisco exige que se adhiera a su propia línea política, y cualquiera que exprese sus reservas es tratado como un enemigo”, dijo Lawler.

El Papa Francisco aún no ha comentado sobre las nuevas reglas del gobierno chino, aunque puede hacerlo en su audiencia semanal el Miércoles. El Vaticano no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios de DCNF.

Otro día, otro motu proprio


Ya hemos perdido la cuenta de cuántos motu proprio ha emitido Francisco en ocho años y, como solemos decir sobre este tipo de documentos, poca sinodalidad demuestran porque, como lo indica su nombre, se emiten por iniciativa propia de quien lo firma, sin contar para nada con nadie.

En esta ocasión, sin ningún nombre específico, y menos en latín, su título es “Carta apostólica en forma de Motu Proprio del Sumo Pontífice Francisco que establece modificaciones en materia de justicia, 8 de febrero de 2021”, y parece haber sido preparada muy rapidamente, o tal vez sin mucha preparación, al punto que no existe sino el texto original en italiano y no les dio tiempo de preparar ninguna traducción (si tiene curiosidad, puede revisar este enlace, al momento de escribir estas líneas vacío, para ver cuándo aparece la traducción al español).

Este es un despacho de agencia ANSA, Feb-16-2021.

(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO 16 FEB - La justicia penal del Vaticano se actualiza y "remodula" sus normas para adecuarse a las necesidades de hoy, con el objetivo de una pena tendiente a la recuperación del condenado.

Así lo prevé el "motu proprio" del papa Francisco promulgado hoy, que establece "modificaciones en materia de justicia" en la legislación del pequeño Estado.

Entre las modificaciones hay reducciones de pena, posibilidad de pactar un plan de trabajos de utilidad pública y actividad de voluntariado, suspensión del debate en caso de "legítimo impedimento" de parte del imputado.

"Siguiendo en el proceso de continua actualización dictada por las cambiadas sensibilidades de los tiempos", el papa establece tres nuevos artículos de ley, modificando e integrando normas del Código Penal, del Procesal y de la ley n. CCCLI sobre el ordenamiento judicial de la Ciudad del Vaticano.

El primero introduce un descuento de pena de 45 a 120 días por cada año de pena restrictiva ya cumplida al condenado que "haya tenido una conducta tal como para hacer presumir su arrepentimiento, y haya participado provechosamente en el programa de tratamiento y reinserción".

En el momento en que la pena se vuelve ejecutiva, el condenado elabora -de acuerdo con el juez- "un programa de tratamiento y reinserción con las indicaciones de compromisos específicos que asume también con el fin de elidir o atenuar las consecuencias del delito, considerando para tal fin el resarcimiento del daño, las conductas reparatorias y las restituciones".

El condenado puede proponer "el desempeño de trabajos de utilidad pública, actividades de voluntariado de relieve social y conductas tendientes a promover, cuando sea posible, la mediación con la persona ofendida".

La legislación precedente no preveía nada de todo esto. El segundo artículo, en clave garantista, suprime el "proceso en contumacia" que aún estaba presente en el código vaticano: en el caso de que el imputado no se hubiera presentado, el juicio se daba sobre la base de la documentación reunida sin la admisión de testigos de la defensa.

Ahora en cambio, si el imputado se niega a asistir a la audiencia sin que se demuestra un impedimento legítimo, se procede con el proceso normal, considerándolo representado por su defensor.

Si en cambio el imputado no se presenta a la audiencia y se demuestra la imposibilidad de comparecer "por legítimo y grave impedimento, o bien si por incapacidad mental no puede encargarse de su defensa", el tribunal o el juez único debe suspender el debate.

El tercer artículo introduce, entre otras cosas, una modificación importante sobre el segundo y tercer grado de juicio, estableciendo que "la oficina del promotor de justicia ejerce con autonomía e independencia, en los tres grados de juicio, las funciones de fiscalía y las otras que le asigna la ley".

Hasta ahora se preveía que en caso de recurso en apelación y luego en casación, la fiscalía estuviera representada por un magistrado distinto al que la había llevado a cabo en el primer proceso, con un encargo expreso para los juicios de segundo y tercer grado.

Ahora en cambio se establece que también en apelación y en Casación, como ya ocurre en el primer grado, las funciones de la fiscalía pueden ser desempeñadas por un magistrado de la oficina del promotor de justicia, designado por el propio promotor.

Será distinto, obviamente, el colegio llamado a juzgar.

"Una normativa -explicó el sitio de la Santa Sede, Vatican News- que tiende a acelerar los procedimientos, dado que de ahora en adelante será la misma oficina que sostuvo la acusación de primera instancia aquella que la sostenga también en las otras eventuales instancias del juicio".

Todos tienen el deber de luchar contra la mentira en la Iglesia, por el cardenal Raymond Leo Burke


Este es un ensayo firmado por el cardenal Raymond Leo Burke, a quien matricularon hace ocho años como enemigo de Francisco, publicado por La Nouva Bussola Quotidiana (énfasis originales).

Todos tienen el deber de luchar contra la mentira en la Iglesia

Cardenal Raymond L. Burke | 16-02-2021


El mejor término para describir el estado actual de la Iglesia es confusión, que tiene su origen en la falta de respeto a la verdad. Cada uno de nosotros, según su vocación en la vida y sus dones particulares, tiene la obligación de disipar la confusión y manifestar la luz que sólo proviene de Cristo. Existe una confusión sobre la propia naturaleza de la Iglesia y su relación con el mundo. Sólo mediante el Bautismo se llega a ser hijo de Dios, y no es cierto que Dios quiera una pluralidad de religiones.

El mejor término para describir el estado actual de la Iglesia es confusión; confusión que a menudo roza el error. La confusión no se limita a una u otra doctrina o disciplina o aspecto de la vida de la Iglesia: afecta a la identidad misma de la Iglesia.

La confusión tiene su origen en una falta de respeto a la verdad, o en la negación de la verdad, o en la pretensión de no conocer la verdad, o en la falta de declaración de la verdad conocida. En su confrontación con los escribas y fariseos en la Fiesta de los Tabernáculos, Nuestro Señor habló claramente de aquellos que promueven la confusión, negándose a reconocer la verdad y a decir la verdad. La confusión es obra del Maligno, como enseñó Nuestro Señor mismo, cuando dijo estas palabras a los escribas y fariseos: “¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis” (Jn 8, 43-45).

La cultura de la mentira y la confusión que genera no tiene nada que ver con Cristo y su Esposa, la Iglesia. Recuerda la advertencia de Nuestro Señor en el Sermón de la Montaña: “Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5,37).

¿Por qué es importante que reflexionemos sobre el estado actual de la Iglesia, marcado por tanta confusión? Cada uno de nosotros, como miembro vivo del Cuerpo Místico de Cristo, está llamado a librar el buen combate contra el mal y el Maligno, y a mantener la carrera del bien, la carrera de Dios, con Cristo. Cada uno de nosotros, según su vocación en la vida y sus dones particulares, tiene la obligación de disipar la confusión y manifestar la luz que sólo proviene de Cristo, que está vivo para nosotros en la Tradición viva de la Iglesia.

No debería sorprender que en el estado actual de la Iglesia, los que se aferran a la verdad, que son fieles a la Tradición, sean tachados de rígidos y de tradicionalistas porque se oponen a la agenda de confusión imperante. Los autores de la cultura de la mentira y la confusión los presentan como si fueran pobres y deficientes, como enfermos que necesitan una cura.

En realidad, sólo queremos una cosa, y es poder declarar, como San Pablo al final de sus días terrenales: “Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido la buena batalla, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el Juez justo; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su manifestación” (2 Tim 4, 6-8).

Es por amor a nuestro Señor y a su presencia viva con nosotros en la Iglesia que luchamos por la verdad y la luz que siempre trae a nuestras vidas.

Además del deber de combatir la falsedad y la confusión en nuestra vida cotidiana, como miembros vivos del Cuerpo de Cristo, tenemos el deber de dar a conocer nuestras preocupaciones por la Iglesia a nuestros pastores: el Romano Pontífice, los obispos y los sacerdotes que son los principales colaboradores de los obispos en el cuidado del rebaño de Dios. El canon 212, uno de los primeros cánones del Título I, “De las obligaciones y derechos de todos los fieles”, del Libro II, “Del pueblo de Dios”, del Código de Derecho Canónico dice:

“§ 1. Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad, están obligados a seguir, por obediencia cristiana, todo aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo, declaran como maestros de la fe o establecen como rectores de la Iglesia.

§ 2. Los fieles tienen derecho a manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente las espirituales, y sus deseos.

§ 3. Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas.

Las fuentes del canon 212, que es nuevo en el Código de Derecho Canónico, son las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano II, especialmente el n. 37 de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, y el n. 6 del Decreto sobre el Apostolado de los Laicos, Apostolicam Actuositatem.

Como señala la legislación canónica, los fieles laicos están llamados a dar a conocer sus preocupaciones por el bien de la Iglesia, incluso haciéndolas públicas, respetando siempre el oficio pastoral tal y como fue constituido por Cristo en la fundación de la Iglesia a través de su ministerio público, especialmente por su Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión y el Envío del Espíritu Santo en Pentecostés. En efecto, las intervenciones de los fieles laicos con sus pastores para la edificación de la Iglesia no sólo no disminuyen el respeto por el oficio pastoral, sino que, de hecho, lo confirman (cf. Lumen Gentium n. 37). Desgraciadamente, hoy, por parte de algunos en la Iglesia, la expresión legítima de la preocupación por la misión de la Iglesia en el mundo por parte de los fieles laicos se juzga como una falta de respeto al oficio pastoral.

El de por sí enorme desafío que presenta una secularización cada vez más creciente y agresiva se hace aún más enorme por varias décadas de falta de catequesis sólida en la Iglesia. Sobre todo, en nuestro tiempo, los fieles laicos esperan que sus pastores expongan claramente los principios cristianos y su fundamento en la tradición de la fe, tal como se transmite en la Iglesia en una línea ininterrumpida.

Una manifestación alarmante de la actual cultura de la mentira y la confusión en la Iglesia es la confusión sobre la propia naturaleza de la Iglesia y su relación con el mundo. Hoy escuchamos cada vez más a menudo que todos los hombres son hijos de Dios y que los católicos tienen que relacionarse con las personas de otras religiones y de ninguna religión como si fueran hijos de Dios. Ésta es una mentira fundamental y fuente de una de las confusiones más graves.

Todos los hombres han sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero desde la caída de nuestros primeros padres, con la consiguiente herencia del pecado original, los hombres sólo pueden llegar a ser hijos de Dios en Jesucristo, Dios Hijo, a quien Dios Padre envió al mundo para que los hombres volvieran a ser sus hijos por medio de la fe y el Bautismo. Sólo a través del sacramento del Bautismo nos convertimos en hijos de Dios, en hijos adoptivos de Dios en su Hijo unigénito. En nuestras relaciones con las personas de otras religiones o sin religión ninguna debemos mostrarles el respeto que merecen quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero, al mismo tiempo, debemos dar testimonio de la verdad del pecado original y de la justificación por el Bautismo. De lo contrario, la misión de Cristo, su encarnación redentora y la continuación de su misión en la Iglesia carecen de sentido.

No es cierto que Dios quiera una pluralidad de religiones. Envió a su único Hijo al mundo para salvar al mundo. Jesucristo, Dios Hijo Encarnado, es el único Salvador del mundo. En nuestras relaciones con los demás, debemos dar siempre testimonio de la verdad sobre Cristo y la Iglesia, para que los que siguen una religión falsa o no tienen religión alguna reciban el don de la fe y busquen el Sacramento del Bautismo.