Entró en el cielo empíreo nuestro Redentor JESÚS con la purísima alma de su Madre á su diestra. Y sola ella entre todos los mortales no tuvo causa para pasar por el juicio particular, y así no le tuvo, ni se le pidió cuenta del recibo, ni se le hizo cargo; porque así se lo prometieron cuando la hicieron exenta de la comun culpa, como elegida para Reina y privilegiada de las leyes de los hijos de Adan. Por esta misma razon en el juicio universal, sin ser juzgada como los otros, vendrá tambien á la diestra de su Hijo santísimo, como conjúdice de todas las criaturas. Y si en el primer instante de su concepcion fue aurora clarísima y refulgente, retocada con los rayos de el sol de la Divinidad sobre las luces de los mas ardientes Serafines, y despues se levantó hasta tocar con ella misma en la union del Verbo con su purísima sustancia y humanidad de Cristo, consiguiente era que por toda la eternidad fuera compañera suya, con la similitud posible entre Hijo y Madre, siendo él Dios y Hombre, y ella pura criatura. Con este título la presentó el mismo Redentor ante el trono de la Divinidad ; y hablando con el eterno Padre en pre-sencia de todos los bienaventurados, que estaban atentos á esta maravilla, dijo la Humanidad santísima estas palabras: Eterno Padre mio, mi amantísima Madre, vuestra Hija querida y Esposa regalada del Espíritu Santo, viene á recibir la posesion eterna de la corona y gloria que para premio de sus méritos la tenemos preparada. Esta es la que nació entre los hijos de Adan, como rosa entre las espinas, intacta, pura y hermosa, digna de que la recibamos en nuestras manos y en el asiento á donde no llegó alguna de nuestras criaturas, ni pueden llegar los concebidos en pecado. Esta es nuestra escogida, única y singular, á quien dimos gracia y participacion de nuestras perfecciones sobre la ley comun de las otras criaturas; en la que depositamos el tesoro de nuestra divinidad incomprehensible y sus dones; y la que fidelísimamente le guardó y logró los talentos que la dimos; la que nunca se apartó de nuestra voluntad, y la que halló gracia y complacencia en nuestros ojos. Padre mio, rectísimo es el tribunal de nuestra misericordia y justicia, y en él se pagan los servicios de nuestros amigos con superabundante recompensa. Justo es que á mi Madre se le dé el premio como á Madre: y si en toda su vida y obras fue semejante á mí en el grado posible á pura criatura, ltambien lo ha de ser en la gloria y en el asiento en el trono de nuestra Majestad, para que donde está la santidad por esencia, esté tambien la suma por participacion.
Este decreto del Verbo humanado aprobaron el Padre y el Espíritu Santo. Y luego fue levantada aquella alma santísima de María á la diestra de su Hijo y Dios verdadero, y colocada en el mismo trono real de la beatísima Trinidad, á donde hombres, ni Ángeles, ni Serafines llegaron, ni llegarán jamás por toda la eternidad. Esta es la mas alta y excelente preeminencia de nuestra Reina y Señora estar en el mismo trono de las divinas personas, y tener lugar en él como Emperatriz, cuando los demás lo tienen de siervos y ministros del sumo Rey. Y a la eminencia ó majestad de aquel lugar, para todas las demás criaturas inaccesible, corresponden en María santísima los dotes de gloria, comprehension, vision y fruicion; porque de aquel objeto infinito, que por innumerables grados y variedad gozan los bienaventurados, ella goza sobre todos, y mas que todos. Conoce, penetra, entiende mucho mas del ser divino y de sus atributos infinitos; ama y goza de sus misterios y secretos ocultísimos, mas que todo el resto de los bienaventurados. Y aunque entre la gloria de las divinas Personas y la de María santísima hay distancia infinita; porque la luz de la Divinidad (como dice el Apóstol) es inaccesible, y en sola ella habita la inmortalidad y gloria por esencia: y tambien la alma santísima de Cristo excede sin medida á los dotes de su Madre; pero comparada la gloria de esta gran Reina con todos los Santos, se levanta sobre todos como inaccesible, y tiene una similitud con la de Cristo, que no se puede entender en esta vida, ni declararse.
Mística ciudad de Dios:
milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia: historia divina y vida de la Vírgen Madre de Dios
Reina y Señora Nuestra, María Santísima, Restauradora de la Culpa de Eva, Y Medianera de la Gracia:
manifestada en estos últimos siglos por la misma Señora a su esclava Sor María de Jesús,
abadesa del convento de la Inmaculada Concepción de la Villa de Ágreda, de la Provincia de Búrgos, de la regular observancia de nuestro seráfico padre San Francisco
Tercera Parte, Libro VIII, Cap. XXI
Sor María de Jesús de Ágreda, 1602-1665
Librería Religiosa – Imprenta de Pablo Riera
Barcelona, 1860