Friday, May 22, 2020

Obispos panameños anuncian que las Misas regresan: “La Sagrada Comunión se distribuirá solo bajo la especie de pan y se recibirá en la mano”

Información de la Conferencia Episcopal Panameña, May-21-2020.

Obispos establecen Normas generales para la apertura de los templos católicos y las celebraciones litúrgicas

Los obispos de la Conferencia Episcopal Panameña en asamblea plenaria realizada en Penonomé, este miércoles 20 de mayo, establecieron las Normas Generales para la reapertura de los templos católicos y las celebraciones litúrgicas, las que permitirán que las parroquias se puedan preparar adecuadamente, siguiendo las medidas de seguridad para mitigar y controlar el contagio del COVID-19.

Además de advertir que la reapertura de los templos para las celebraciones está sujeta a las indicaciones que establezcan las autoridades competentes, los obispos solicitan a los fieles católicos –por su bienestar y el de los demás– acatar estas normativas de la CEP y de cada diócesis, porque han sido producto del discernimiento de la Iglesia, y de su preocupación por la salud espiritual, mental y física de todos.

También han recalcado los obispos que estas Normas Generales para la reapertura gradual de los espacios físicos de la vida eclesial, sobre todo para el aspecto sacramental, pueden ser adecuadas según la realidad urbana y rural, y las mismas deben ser aplicadas con el menor costo posible para las parroquias.

Uno de los primeros pasos que se debe realizar es la conformación del Comité Diocesano de Salud e Higiene COVID-19, y el Comité Parroquial de Salud e Higiene COVID-19, responsables de preparar, organizar y orientar a la comunidad para la reapertura de los templos, y el retorno a las celebraciones.

Entre las normativas se contempla: La participación de fieles en las celebraciones estará limitada al 25% de la capacidad del templo; se prorroga la dispensa del Precepto Dominical, y se invita a las personas en riesgo y niños a que sigan las celebraciones litúrgicas a través de las plataformas digitales y medios de comunicación; en el saludo de la paz se evitará el contacto físico; la comunión se dará en la mano, y solo en la especie del Pan Eucarístico.

Los otros sacramentos que se impartirán, siguiendo las medidas de seguridad establecidas, son el de la confesión y la unción de los enfermos.

Panamá, 21 de mayo de 2020.

Pues bien, el protocolo que se inventaron estos pastores, dice en su punto 4f: “La Sagrada Comunión se distribuirá solo bajo la especie de pan y se recibirá en la mano”.

Vencida por el miedo de la pandemia, la Iglesia se ha transformado en una ONG


Este es un artículo firmado por Ettore Gotti Tedeschi y Mons. Nicola Bux, publicado en el periódico La Verità, May-19-2020, págs. 1 y 11. Traducción de Secretum Meum Mihi.

Vencida por el miedo de la pandemia, la Iglesia se ha transformado en una ONG

por Ettore Gotti Tedeschi - Nicola Bux


El miedo a perder la vida gracias a la pandemia y al aislamiento forzado para evitar contagios, habrían podido ser dos grandes oportunidades para que nuestra amada Iglesia nos haga reflexionar sobre el valor y el significado de la vida y el valor de la libertad. Esta es una tarea primaria de la Iglesia, como lo indica claramente la primera encíclica de este pontificado, Lumen Fidei. De hecho, la Iglesia debería imitar a Cristo: “Yo estoy entre ustedes, como el que sirve” (Lc, 22-27).

Después de haberlo hecho tan discretamente, y con tal “respeto humano”, que pocos han notado, nuestra Iglesia ha perdido una gran oportunidad para confortar espiritualmente a quienes lo necesitaban, también arriesgando perder credibilidad en su misión sobrenatural.

La Autoridad Moral en este período parecería querer comunicar al exterior una tibia “neutralidad moral”. No se captó una propuesta fuerte y heroica de querer ser útil para el sufrimiento espiritual, reafirmando la Verdad en todas las maneras y ocasiones. No se ha notado un deseo heroico de querer aprovechar esta ocasión para proponer efectivamente la búsqueda de la conversión personal y el deseo de Dios. No se ha notado un grande y oportuno esfuerzo para tratar de explicar en estas circunstancias lo que es moralmente verdadero o falso, moralmente justo, injusto, bueno o malo.

Por otro lado, se han hecho intentos para trivializar la ciencia y la razón, cuando se intentó explicar las causas de la pandemia. Por supuesto, debido a nuestra falta de diligencia o prejuicio, no percibimos indicaciones espirituales para beneficiarnos de estos momentos de miedo y aislamiento. En cambio, intensos auspicios por una misteriosa “fraternidad” humana (sin referencias a Dios que los justificara) y solicitudes de un no definido diálogo interreligioso, con vagas indicaciones de un Dios único para todas las religiones, acompañado de una igualmente vaga oración universal. ¡Pero, cuidado!, estos son los conceptos fundacionales del sincretismo religioso entre religiones anteriormente irreconciliables, en miras a formar una unidad religiosa más allá de los dogmas de la fe.

También tuvimos la intención del anuncio de una propuesta de ‹nuevo humanismo›. “Nuevo porque se piensa considerar superado el antiguo humanismo cristiano fundado sobre la naturaleza humana hecha de alma, cuerpo, intelecto, herida por el pecado original, redimida por Dios encarnado. ¿Cómo puedes pensar en humanizar a alguien o algo si primero no se reconoce quién es el creador de lo que es humano?

Pero hay un hecho más misterioso que debe entenderse. Si la Iglesia ahora se presenta y propone como institución que opera en la esfera social, y de hecho deja intuir que la Santa Misa, en lugar del “santo sacrificio divino” es solo una “asamblea”, como tal debe ser regulada por las disposiciones del gobierno para las reuniones públicas . ¿Por qué lamentarse entonces? Por estas razones tememos que el mayor cambio post-Covid pueda referirse justo a la Autoridad Moral.

La Autoridad Moral corre el riesgo de hecho de ser desintermediada no solo por las religiones pragmáticas, sino incluso por el filantropismo. El filantropismo (o caridad sin Verdad) quisiera ser precisamente el competidor laico de la caridad cristiana.

Gracias a las tentaciones y la influencia del filantropismo, la Autoridad Moral corre el riesgo de convertirse en el abanderado de la nueva religión universal, el ambientalismo, destinado a unir a todas las culturas hacia un único valor universal. A veces la Iglesia parece haber sido profética para el post-Covid, incluso había anticipado el reconocimiento de un papel dominado por el estado, buscando apoyo geopolítico fuera de las tradiciones occidentales, permitiendo imaginar fusiones entre religiones (como si fueran empresas), permitiendo que se debiliten los obstáculos a esta transformación (dogmas, familia, soberanía, tradición ...).

Hasta hace poco, la Iglesia no estaba preocupada por la economía, de la ciencia y de la política, se limitaba a pensar solo en las conciencias. Hoy se le impone a la Iglesia ocuparse de economía, ciencia, política, pero no de conciencias. Y ella parece haber aceptado. Su consiguiente desintermediación es inevitable.

Hoy, en esta situación, la Iglesia debe esforzarse en proponer y explicar “el misterio trascendente” de lo que sucedió y podrá suceder, no por proponer soluciones que prescindan de Cristo y se engañen a sí mismas. La Iglesia hoy debe reavivar y dar esperanza a todos y puede hacerlo dialogando, pero dialogando para encontrar a Cristo, evangelizando, porque hoy el hambre y la sed verdaderas son ante todo de Dios. La verdadera solución está en encontrar a Dios. Solamente así, “todo estará bien”, en este mundo y en el otro.

Apostilla de Mons. Nicola Bux a panfleto que ataca la Comunión en la boca

“La última comunión de San José de Calasanz”, Francisco de Goya. Iglesia Colegio Escolapios de San Antón de Madrid


Un ataque a la norma actualmente en vigor en el rito latino de la Comunión en la boca, escrito en español, fue publicado hace unos días en el sitio antieclesial y pro-Bergoglio, Religión Digital. En esencia lo que decía era que —al mejor estilo de la mentalidad masónica de no desaprovechar una gran crisis— había que «aprovechar esta crisis para dejar atrás “la comunión en la boca”» (sic), se refiere obviamente el autor del ataque a la pandemia de la Covid-19. Dejamos claro que no vamos a reproducir el ataque, el que quiera que vaya y lo lea en donde originalmente fue publicado, total está en español.

Alguien en Italia que se identificó con ese ataque se tomó el trabajo de traducirlo al italiano y otro alguien se tomó el trabajo de convertirlo en un panfleto, uno de los cuales se encontró en las bancas de un templo de la provinvia de Milán.

Mons. Nicola Bux se ha tomado la molestia de apostillar el tal panfleto, a él gracias. El comentario de Mons. Bux lo publicó Aldo María Valli en su blog y esta es la traducción al español de Secretum Meum Mihi.

Comentario de monseñor Nicola Bux

Daremos cuenta a nuestro Señor Jesucristo del escándalo, o del obstáculo que muchísimos ministros sagrados plantean a los fieles, con sus actitudes desacralizantes e incluso sacrílegas hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, un síntoma de la grave crisis de fe que estamos atravesando (crisis de fe = falta de reconocimiento de la presencia de Dios en la liturgia, que por esto se llama sagrada).

Cierto, la causa principal es la secularización, determinada sobre todo por clérigos, según Charles Peguy, por el énfasis excesivo en el simbolismo litúrgico, pero aún más por la pérdida del sentido de lo sagrado, siempre a causa de la crisis de la fe.

De esta crisis hace parte la reducción de la Eucaristía a una expresión de solidaridad humana. Así, en el folleto que se encuentró en los bancos de una parroquia milanesa, se afirma que “la comunión en la boca es un hábito que se debe abandonar”, porque ni siquiera es “cristiana” y no es sagrada, y también porque no se remontaría al cristianismo primitivo y a los Padres : regresa la herejía arqueologista, por la cual de la antigüedad se toma lo que se quiere y se deja lo que no es conveniente (por ejemplo, la orientación ad Deum de sacerdotes y fieles durante la celebración, de origen apostólico).

Entre otras cosas, la abolición se propone en nombre de una presunta mayor contagiosidad de la boca que de la mano, en la que no pocos expertos disienten.

El “partir el pan”, del cual el nombre dado a la Misa por los Hechos de los Apóstoles, no significa que el Sacramento hay sido dado en la mano a los discípulos, sino, como atestigua Juan (cf 13, 26-27), fue como llevó un bocado Jesús a Judas, uso todavía utilizado por los orientales, que todavía hacen la Comunión llevando el bocado a los fieles. No se puede dar un bocado de pan mojado en la mano, sino solo en la boca.

Por otra parte, apoyamos el códice purpureo de Rossano del siglo V, por lo tanto, mucho antes de la época carolingia, e interpretamos la invitación de San Cirilo, obispo de Jerusalén, de hacer de las manos como un trono, con la exigencia de extenderlas bajo nuestra boca, para que, recibiendo el “bocado” eucarístico, ningún fragmento se pierda.

Véase también el tema de la Comunión de los Apóstoles, en la iconografía bizantina, que no se basa ex post, como todos los testimonios orientales, hasta los occidentales del Beato Angelico, Tintoretto, etc.

Por tanto, la atribución del gesto, por parte del jesuita Schatz, a la infiltración entre los fieles de “un sentido mágico de la religión”, que tiene la Comunión en la boca, es evidentemente ideológica.

El autor del folleto no puede ignorar que, en nuestros días, no es la comunión en la boca la que está en riesgo de profanación —puesto que siempre distingue lo sagrado de lo profano— sino la de la mano: ¿no sabe que hay fieles que, habiendo recibido la partícula en la mano, la llevan con ellos? ¿Para cuáles usos? ¿No sabe que incluso se ha comprobado el uso para ritos satánicos? Por lo tanto el sentido, por así llamarlo, mágico, del cual se acusa a la Comunión en la boca, no ha desaparecido, y regresa con la de la mano.

En la conclusión, el autor del folleto se contradice a sí mismo, por cuanto, después de haber afirmado que la práctica de la Comunión en la boca no estaba en el cristianismo primitivo, afirma que tal “práctica nació en una manera más arcaica” e insiste de nuevo en la reducción de la Eucaristía al servicio de los hermanos. En verdad, el autor no quiere reconocer que Cristo instituyó el sacramento para que pudiéramos convertirnos en un solo cuerpo con él, precisamente a través de la Comunión con su cuerpo y su sangre; solo así nos convertimos en sus miembros y, en la medida en que otros lo hacen, nos reconocemos como hermanos. Este es el agàpe (griego) y la charitas (latín) de los cristianos, el verdadero nombre de la solidaridad. No hay necesidad de ningún Alto comité para la fraternidad humana, porque esta surge como consecuencia solo del reconocimiento del único Señor Jesucristo, de cuyo cuerpo y sangre se nutren, por medio de la iniciación cristiana, aquellos que se convierten y son bautizados. También se entiende así el conocido axioma: “Es la Eucaristía la que hace a la Iglesia” y, en consecuencia, la Iglesia puede hacer la Eucaristía (cf. Juan Pablo II, encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 26).

Por lo tanto, no obstante la crisis de la fe, es el sentido irreprimible de lo sagrado —que el Verbo, con su Encarnación, no ha cancelado del corazón del hombre, sino hecho avanzar— el que empuja a muchos sacerdotes y fieles a no aceptar administrar y respectivamente recibir la comunión mediante un guante profano. Es necesaria fe para reconocer el Cuerpo y la Sangre de Cristo verdaderamente, realmente, sustancialmente presente bajo las especies del pan y del vino —apariencias que Santo Tomás con término aristotélico llama “accidentes”— tanto que cuando una partícula eucarística cae por tierra el celebrante no la usa para la Comunión, sino que la pone en un vaso, el “purificador”, donde se disuelve, luego termina la presencia real.

En el contagio actual, si se considera insuficiente el lavabo de las manos antes de la Misa y después del ofertorio, quizás con la adición de detergente, se podría recurrir a las pinzas o a lo que acontece en el antiguo rito romano, en la Misa celebrada por el obispo: usa los chirothecae, o sea los guantes de tela preciosa, adornados con cruces; los usa durante la Misa, pero se los quita para hacer el Ofertorio, la Consagración y la Comunión. En resumen, lo contrario de lo que se está haciendo ahora, tocar con las manos desnudas todo lo que se necesita (misal, micrófono, etc.) y poniéndose los guantea para la Comunión. ¡Es paradójico! Son sobre todo las ofrendas sagradas las que el ministro sagrado debe tocar con manos puras, en lugar de protegerlas a través de las chirotecae para el resto de la celebración. No sólo los obispos usaban chirotecae, sino también los sacerdotes de los Capítulos canónicos los tenían entre sus insignias. ¿Por qué no volver a proponer esta modalidad de uso de estos guantes litúrgicos por los sacerdotes, no solo por los obispos, al menos en este tiempo excepcional?

Quién sabe por qué esos sacerdotes, tan ecuménicos con los ortodoxos orientales, que se mantienen firmes en la administración de la comunión con la cuchara y en la boca, omiten afirmar que debemos aprender de ellos, y se vuelven arrogantes e inflexibles con sus fieles latinos (romanos y ambrosianos) que desean comulgar de rodillas y en la lengua, u ofrecer un lino pequeño para recibir la Eucaristía en la palma de la mano y ponerla directamente en la boca. ¿No son estas las disposiciones de la Iglesia? No queda más que reafirmar con valentía frente a sacerdotes y a obispos, conscientes de lo que afirmaba Juan Pablo II: “Quien tiene temor de Dios no tiene miedo de los hombres”.

Nicola Bux