Nuevamente ejemplificamos aquello dicho por Nuestra Señora en las apariciones aprobadas de Akita, Japón, de que habría cardenales opuestos a cardenales y obispos opuestos a obispos. El ejemplo que proponemos se trata del caso de que sobre una misma materia un obispo auxiliar opina diametralmente opuesto a lo que otro obispo auxiliar opina. ¡Adivinen nuestra posición con la de cuál de los dos coincide!
El obispo Robert Barron, Auxiliar de Los Ángeles, EEUU, muy conocido especialmente en el mundo angloparlante, debido a su actividad en los medios sociales, de hecho fundador de Word On Fire, recientemente se ha mostrado favorable a la implantación de una especie de Nihil Obstat de los obispos o certificado de aprobación ‘católico’ para todos aquellos que hagan uso de esos mismo medios —los cuales él mismo utiliza—con la disculpa de que existen posiciones que difunden eso que ahora llaman ‘discurso de odio’ o se alejan de la teología de la Iglesia. Entrevistado por Peter Jesserer Smith de National Catholic Register, ha dicho Mons. Barron (nuestra traducción; fuente: Word On Fire, Ene-29-2020; una versión editada de esa misma entrevista fue publicada en Ene-29-2020 en el blog de Peter Jesserer Smith):
Peter Jesserer Smith: ¿Cree Usted que la Iglesia necesita desarrollar su visión y enseñanza social con respecto a las redes sociales? Por ejemplo, Facebook y otras compañías de medios sociales dependen de ejércitos de personas que están expuestas a lo peor de la humanidad para mantener fuera de estas plataformas contenido violento y horrible. Algunas de estas plataformas son acusadas de censurar puntos de vista o facilitar propaganda que condujo al genocidio. ¿Hay responsabilidades morales que necesitamos cultivar con las redes sociales que abarquen nuestro propio uso, pero también para asegurar que la dignidad de los seres humanos esté protegida y no sea violada por las redes sociales?
Obispo Barron: Me gustaría hacer una propuesta a este respecto, sabiendo muy bien que, como humilde miembro en la conferencia episcopal, no tengo autoridad para hacer que suceda. Pero así como Juan Pablo II, en Ex corde ecclesiae, pidió a los obispos que ejerzan una mayor supervisión de las universidades que operan bajo los auspicios de la Iglesia, recomendaría que los obispos ejerzan cierta autoridad sobre aquellos que afirman enseñar por la Iglesia en el espacio de los medios sociales. Hay, para ser franco, un número desconcertante de esas personas en los medios sociales que intercambian discursos odiosos y divisivos, a menudo profundamente en desacuerdo con la teología de la Iglesia y que, lamentablemente, están teniendo un poderoso impacto en el pueblo de Dios. Creo que los pastores de la Iglesia, aquellos encargados de supervisar el oficio de enseñanza, pueden y deberían señalar cuándo las personas en los medios sociales están dañando el cuerpo de Cristo. Me pregunto si es hora de introducir algo así como un mandatum para aquellos que afirman enseñar la fe católica en línea, mediante el cual un obispo afirma que la persona está enseñando dentro de la comunión plena de la Iglesia.
Eso lo correspondiente a Mons. Barron. Ahora pasamos a citar un aparte del capítulo ocho de un libro que habíamos citado anteriormente en otra ocasión, “Christus Vincit. El Triunfo de Cristo sobre la Oscuridad de la Época”, de Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, en entrevista con Diane Montagna, que trata sobre el mismo tema y en el cual, curiosamente, se expresa en sentido totalmente contrario al expresado por el obispo Barron (nuestra traducción):
¿Es la internet una importante herramienta para que los laicos defiendan la fe?
Sí, seguro. Veo la internet y los medios sociales como herramientas providenciales que dan a los laicos que quieren defender la fe una posibilidad única de estar unidos. Eso no sería posible hace treinta años. Ahora veo hombres y mujeres laicos que tienen el valor de decir a su párroco, u obispo, o incluso a la Santa Sede: “Por favor, estamos preocupados sobre estos hechos. Esto no corresponde con la fe de nuestros padres. Queremos defender la fe de nuestra Madre, la Iglesia”. Sin embargo, el establecimiento eclesiástico liberal — Yo los llamo la “nomenklatura eclesiástica”*— ahora está acusando a las personas laicas de interferencia, diciendo “esta no es su tarea, ¡cállense!”
Huele a clericalismo, ¿no diría Usted?
Sí, tal actitud de estos clérigos hacia los fieles laicos es una demostración de enorme clericalismo. Pero los fieles laicos tienen que responder a estos clérigos arrogantes. Eso es lo que el [Concilio] Vaticano II enseña sobre el deber de los laicos de testimoniar y de defender la fe. Ellos pueden decir a estos clérigos: “Si ustedes aman el Vaticano II tanto, ¡ustedes deberían permitirnos criticarlos! Levantémonos y hablemos libremente en la Iglesia defendiendo la fe de nuestros padres. Tenemos el derecho de expresar nuestras preocupaciones incluso al papa, porque somos una familia”. En esta nueva y valiente actitud de muchas personas laicas, veo una realización de la intención del Concilio Vaticano Segundo. Dios permitió los males después del Concilio y los usa para sacar un bien mayor de ellos.
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* La “nomenklatura” eran los burócratas Comunistas que retenían varias posiciones administrativas claves y conducían todas las esferas de la vida pública.