“Basta de mentiras, el problema de la Iglesia es la crisis de fe”
“Me dolió la indecencia con la que fue tratado Benedicto XVI. Hasta ahora se ha hablado de aspectos ridículos. En el libro no hay una sola frase, una sola palabra contra el Papa Francisco”. El tema central es el sacerdocio: “¿Realmente creemos que la ordenación de hombres casados resolverá de veras la crisis de las vocaciones?” Entrevista exclusiva al cardenal Robert Sarah
De Matteo Matzuzzi
Roma. “Se ha hablado mucho de aspectos secundarios del todo ridículos. Polémicas absurdas, vulgares mentiras y humillaciones horribles siguieron contra Benedicto XVI y contra mí mismo. Lo que me rompe el corazón y me hiere profundamente es la brutalidad, la irreverencia, la falta de consideración y la indecencia con la cual fue tratado Benedicto XVI”. El cardenal Robert Sarah, coautor del libro Desde lo más profundo de nuestros corazones, en las librerías italianas desde el 30 de Enero por [editorial] Cantagalli, reconstruye en exclusiva con Il Foglio lo que sucedió en las últimas semanas, después del anuncio del lanzamiento del ensayo, inmediatamente transformado por la vulgata dominante en un libelo contra Francisco. De ahí los reclamos sobre la firma del Papa emérito, sobre su verdadero o presunto consentimiento para su publicación. Con muchos insultos a Sarah que habría engañado a Ratzinger y lástima por este último, ahora incapaz de escribir nada, dada la edad. Chismes sobre nada, visto que al final el libro tendrá los nombres de ambos autores en la portada, con la introducción y conclusión “leída y compartida” por Benedicto XVI. Durante unos días se ha hablado sobre el esquema, las firmas y las portadas, evitando cuidadosamente entrar respecto de lo que está escrito en el libro.
Las polémicas han sido varias, eminencia. “Nosotros —responde el prefecto de la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos— sin animosidad, sin atacar a nadie, ofrecimos nuestras reflexiones con claridad, rigor y fidelidad a la verdad sobre una cuestión esencial: el sacerdocio católico y el celibato. ¿Por qué entonces decir que me habría opuesto al papa Francisco? ¿Por qué? ¿Hay una sola frase en el texto, una sola palabra, una sola actitud que exprese esta oposición? ¿Por qué estoy constantemente cubierto de calumnias y humillaciones? Alguien ha llegado al delirio hablando de ‘fakebook’. La casa editorial Fayard dará respuestas adecuadas a esta difamación. Benedicto XVI me ha confirmado personalmente que acoge este libro y está feliz de su publicación. Por lo tanto, todo el texto permanece sin cambios, excepto la introducción y la conclusión, como lo ha explicado la editorial Cantagalli. Ahora pido que termine esta polémica estéril. Debemos interesarnos en lo que escribió el Papa emérito. Esto es esencial. Continuar hablando del resto es una desviación. Mi invitación es leer el libro en lugar de hablar sobre él”.
¿Cuál es el mensaje esencial que este libro quiere transmitir?
“Lo resumo en una frase: el celibato de los sacerdotes no es una simple disciplina canónica. Si la ley del celibato se debilita, incluso para una sola región, se abre una brecha, una herida en el misterio de la Iglesia. Existe un vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato. Este vínculo recuerda que la Iglesia es un misterio, un don de Dios que no nos pertenece. No podemos crear un sacerdocio para hombres casados sin dañar el sacerdocio de Jesucristo y su esposa, la Iglesia”.
Pero ¿por qué no se pueden ordenar sacerdotes a hombres casados? ¿Cuál sería el obstáculo?
“El sacerdote está a cargo de perpetrar sacramentalmente la presencia de Cristo. No es solamente ‘Alter Christus’, otro Cristo, sino que es verdaderamente ‘Ipse Christus’, Cristo mismo. Los sacerdotes son verdaderamente una extensión de Jesucristo. ‘El sacramento del Orden los configura con Cristo Sacerdote para permitirles actuar en nombre de Cristo, Cabeza de la Iglesia’ (Presbyterorum Ordinis n. 2). Esta es una óptima lección del Vaticano II. El sacerdote es, por lo tanto, el esposo exclusivo de la Iglesia. No puede ser un hombre compartido. Cuando regresa a casa, no está de vacaciones. Sigue siendo una persona consagrada. Toda su vida pertenece a la Iglesia porque todo su ser está dedicado a Cristo. Creo que los fieles lo saben por intuición. ¿Irían a confesarse con un sacerdote casado? Si un sacerdote se entrega por completo a la Iglesia, ¿qué lugar quedará para la esposa y los hijos? ¿Qué haremos cuando enfrentemos el divorcio de un sacerdote? Porque debemos esperar tales casos”.
Uno de los grandes puntos de discusión se refiere al hecho de que esta disciplina eclesiástica no es realmente antigua, sino reciente. ¿No es cierto entonces?
“¡Para nada!”, dice Sarah. “Desde un punto de vista histórico, las cosas están muy claras: desde el año 305, el Concilio de Elvira recuerda la ley, ‘recibida de los apóstoles’ sobre la continencia de los sacerdotes. Desde el momento que la Iglesia estaba saliendo justo en ese momento de la era de los mártires, una de sus primeras preocupaciones fue afirmar que los sacerdotes tenían que abstenerse de tener relaciones sexuales con sus esposas. De hecho, el Concilio estableció que ‘hemos decretado una prohibición general con respecto a los obispos, presbíteros y diáconos, es decir, todos los clérigos constituidos en el ministerio: no deben estar junto con sus esposas y no deben generar hijos. Quien se haga responsable de esto será expulsado del rango eclesiástico’ (can. 33). Si esta disposición fuera una novedad, no habría fallado en provocar una vasta protesta entre los sacerdotes. En cambio, en general fue aceptada muy pacíficamente. Los cristianos ya sabían que un sacerdote que celebra misa, es decir, la renovación del sacrificio de Cristo por el mundo, debe ofrecerse con todo el cuerpo y con toda el alma. Ya no se pertenece a sí mismo. Fue solo mucho más tarde, a causa de la corrupción de los textos, que Oriente evolucionó en su disciplina, sin renunciar nunca al vínculo entre el sacerdocio y la abstinencia. Somos víctimas de una profunda ignorancia histórica sobre este argumento. La Iglesia conoció sacerdotes casados en los primeros siglos. Pero después de la ordenación debían abstenerse de tener relaciones sexuales con sus esposas. Este es un dato confirmado por las más recientes investigaciones históricas. No se trata de rechazar la sexualidad, sino de afirmar que el sacerdote es el esposo exclusivo de la Iglesia, con cuerpo y alma. Él es completamente entregado como Cristo”.
En su opinión, ¿cuál es el mayor aporte del texto del Papa emérito?
“Benedicto XVI muestra claramente que el vínculo entre la abstinencia sexual y la vida sacerdotal se establece a partir del Antiguo Testamento. Este vínculo no tiene nada que ver con un tabú o un rechazo del cuerpo. Se basa en el don total de sí mismo, con alma y el cuerpo, solo a Dios. Creo que todos los sacerdotes deberían leer las conmovedoras frases en las que revela cómo estas páginas de las Escrituras han guiado toda su vida y lo han moldeado y estructurado profundamente como sacerdote. Se atreve a escribir: ‘En la base de la grave situación en la que se encuentra hoy el sacerdocio, hay un defecto metodológico en la aceptación de las Escrituras como la Palabra de Dios’. Creo que su texto es una lección magistral en Teología bíblica. También es una profunda meditación espiritual sobre el verdadero significado del sacerdocio: dar la vida entera siguiendo los pasos de Cristo. Ningún sacerdote puede leer lo que escribe sin conmoverse profundamente. El Papa emérito ha hecho un maravilloso regalo a toda la Iglesia y a todos los sacerdotes del mundo entero. Les ha abierto la parte más profunda de su corazón”.
¿Por qué hablar de una crisis del sacerdocio?
“El celibato nos recuerda que los sacerdotes son el fruto de una vocación, de un llamado personal e íntimo de Dios. Cuando Dios llama, pide dejar todo para él, renunciar a todo apoyo terrenal y donar la totalidad del propio cuerpo, del propio corazón y de la propia capacidad de amar. Benedicto XVI lo dice magníficamente en su contribución. Los sacerdotes no son funcionarios públicos. No hacen un trabajo, son consagrados a Dios. Me temo que estamos tentados de construir una iglesia humana, según los tiempos y según nuestras ideas. Pero la Iglesia no es nuestra. La recibimos de Dios, con su Credo y sus sacramentos. El sacerdocio no nos pertenece. No podemos hacer lo que queremos con él. Cuando siento que queremos crear ministerios femeninos, me pregunto si buscamos la fidelidad a Dios o si seguimos la moda. ¿Qué papel quería Dios para las mujeres en la Iglesia? San Juan Pablo II describió magníficamente la dignidad y la vocación de las mujeres en su carta apostólica Mulieris dignitatem: su lugar es central. Se trata de recordar a todos la necesidad de la santidad y de ‘ayudar a la humanidad a no caer’”. “Observemos cuidadosamente el papel de la Santísima Virgen María y de las santas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea (Mt 27, 55-56; Mc 15, 46-47). Recordemos que si el Papa vive hoy en Roma es gracias a la obstinación de Santa Catalina de Siena. No tenía un ministerio y no lo quería. ¡Pero no tenía miedo de hablar!”, agrega Robert Sarah.
Volviendo al celibato eclesiástico, ¿por qué no deberían permitirse excepciones para algunas regiones del mundo que sufren terriblemente por la falta de sacerdotes? La Amazonía es el caso-símbolo.
“¿Pero creemos que la ordenación de hombres casados realmente resolvería la crisis de las vocaciones? La experiencia de la falta de pastores en las comunidades protestantes que admiten el matrimonio de ministros de la religión demuestra lo contrario. ¡La crisis de las vocaciones es una crisis de fe! Donde se anuncia el Evangelio y se vive en todo su rigor y sus exigencias, abundan las vocaciones. ¿Por qué privar a los cristianos de la Amazonía del contacto con sacerdotes que viven plenamente su sacerdocio y su donación total a Dios y a él solo? ¿Es porque son pobres? Además, como hemos escribimos: ‘¿Quién sería lo suficientemente bueno para explicar por qué la necesidad pastoral de los fieles de las Islas del Pacífico no puede ser compartida por la de aquellos fieles que viven en un remoto valle de los Apeninos, o en medio de una ciudad europea densamente poblada, dónde desaparecieron los sacerdotes?’ He usado mi experiencia sacerdotal en África para demostrar en este libro que la evangelización tiene necesidad del celibato. Las personas en vía de cristianización deben encontrarse sacerdotes que han entregado toda su vida a Cristo. Yo mismo he tenido esta experiencia. ¿Sería sacerdote hoy si un hombre casado de mi pueblo en Guinea hubiera sido ordenado? No creo. Necesitamos laicos que, como dice el Papa Francisco, sean ‘discípulos misioneros’. Necesitamos cristianos que se tomen en serio el bautismo. La Iglesia necesita la radicalidad del Evangelio, no de alinearse con la tibieza del mundo”.
Resumiendo: ¿el significado general del libro, cuál es?
“¡Quisiera que fuese leído, más que resumirlo!”, responde el cardenal guineano. “He tratado de mostrar en esas páginas cómo la apertura de una brecha en el celibato habría creado una grave crisis para el sacerdocio. He usado la teología más clara del Concilio Vaticano II, de san Paulo VI, de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI para demostrar que una vida sacerdotal plenamente coherente requiere el celibato pero también cierta pobreza, la obediencia y una fidelidad a la oración. Una vida sacerdotal alimentada por la gracia de los sacramentos, por la confesión regular, por la asidua celebración de la Eucaristía y por la fidelidad al oficio divino y a la oración, así como por la lectura diaria de la vida de los santos. Creo que crear una herida en la ley del celibato, con el pretexto de una escasez de sacerdotes, causaría confusión sobre la naturaleza del papel de los bautizados y de los sacerdotes. Estoy convencido de que necesitamos más que nunca sacerdotes que sean santos. Esta es la razón por la que ofrecí este libro respetuosamente y de manera filial al Papa Francisco, pero también a los obispos, sacerdotes y fieles cristianos de todo el mundo para apoyarlos y alentarlos a profundizar la reflexión sin estar condicionados por la campaña mediática que ha circundado el último Sínodo y que ha conducido a soluciones apresuradas, ideológicas y puramente humanas. Lo he hecho después de hablar largamente ante Dios. Al final del libro, quise recordar la frase de la patrona de Italia, Santa Catalina de Siena, que reposa aquí en Roma: ‘¡Maldito seas porque has callado! ¡No calles nunca! ¡Grita en cien mil lenguas! Veo que, a fuerza de callar, el mundo está en ruinas’. Basta de chismes. Leamos este libro. Discutámoslo en paz y caridad. Llevemos a la Iglesia en la oración y dejémosla resplandecer de santidad en nuestra vida como sacerdotes y fieles cristianos en medio de un mundo cada vez más ateo, descuidado de la realidad de Dios”.