Sunday, May 31, 2020

Cardenal António Marto, obispo de Fátima, en contra de quienes en tiempo de pandemia pretenden cumplir con la norma vigente de recibir la Sagrada Comunión en la boca


Información de Observador.pt May-29-2020. Traducción de Secretum Meum Mihi.

El cardenal António Marto critíca a quienes exigen la comunión en la boca a pesar de la pandemia. “Jesús dijo ‘toma y come’. No dijo ‘abre la boca’”

En una entrevista con un podcast de la Compañía de Jesús, el cardenal D. António Marto defendió que las manos son dignas de recibir hostia, al mismo tiempo que “a veces hay tanta suciedad en la boca”.


El cardenal D. António Marto, obispo de Leiria-Fátima y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, dejó esta semana duras críticas al ala más conservadora de la Iglesia Católica, sobre todo a aquellos que se oponen a las normas de higiene para el regreso de las misas comunitarias, nominalmente a la prohibición de recibir la comunión directamente en la boca.

“El propio Jesús dijo ‘toma y come’. Tóma. No dijo “abre la boca”. ‘Toma y come, toma y bebe’. El gesto de Cristo es expresivo”, dijo el cardenal en una entrevista con el podcast Ponto de Viragem, del portal de los Jesuitas, Ponto SJ.

Las declaraciones de D. António Marto surgen en la misma semana en que se conoció un llamamiento, firmado por 500 católicos, entre laicos y sacerdotes, enviado a los obispos portugueses, pero también al Vaticano, en el sentido de que se levantar la prohibición de recibir la comunión en la boca.

En opinión de los suscriptores de la petición, la prohibición —determinada por la Conferencia Episcopal para evitar el contagio de Covid-19 en las masas católicas— “atenta gravemente contra las normas de la Iglesia Católica y, por consiguiente, contra la reverencia debida al santísimo sacramento”.

La petición también recuerda posiciones anteriores de la Iglesia Católica, nominalmente en el momento del brote de H1N1, según la cual la regla de no negar, a los fieles que tienen la intención de recibir la hostia en sus bocas, esa posibilidad nunca debe quebrantarse, “ni siquiera en tiempos de epidemia, similar a lo que sucedió con el H1N1, cuando dicha Congregación para el Culto Divino lo confirmó en respuesta a múltiples cartas que los fieles de todo el mundo le dirigieron”.

Para el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, sin embargo, este argumento no tiene en cuenta la excepcionalidad del momento actual. Al enfatizar que, aunque 500 suscriptores no representan una realidad “muy significativa” en la Iglesia, esos católicos “tienen derecho a tener su opinión”, D. António Marto lamenta que haya más fieles tradicionalistas que cuestionen “la propia fe de los obispos”.

Friday, May 29, 2020

Primer encuentro entre Francisco y el card. Philippe Barbarin, luego de su absolución

Artículo de agencia ANSA, May-29-2020. Traducción de Secretum Meum Mihi.

CIUDAD DEL VATICANO, 29 MAYO (ANSA) - El papa Francisco recibió al ex-arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, en el Vaticano este viernes (29), informó la Santa Sede. El cardenal estaba en una delegación de la Comunidad Lázaro que hizo una visita al Pontífice y el tema de conversación no fue revelado.

El cardenal Barbaron, desde 2018, fue involucrado en una serie de acusaciones por haber supuestamente encubierto los abusos sexuales del ex-sacerdote Bernard Preynat entre 1971 y 1991. Acusación que él habría omitido, entre los años 2014 y 2015, cuando una víctima lo buscó para relatar los crímenes del sacerdote. En enero de este año, la Corte de Apelaciones de Lyon absolvió a Barbarin de la acusación, previamente sentenciado en primera instancia a seis meses de prisión en libertad condicional. En marzo de este año, Francisco aceptó la renuncia del entonces arzobispo.

¡Prepárate Pell, vendrá tu turno!

Wednesday, May 27, 2020

Obispos de Colombia acreditan ante gobierno protocolos en vistas a reapertura de lugares de culto. ¿Y qué dicen los tales protocolos?



Los países vecinos de patio ya han venido haciéndolo antes los respectivos gobiernos, ahora ha sido la Conferencia Epicopal la que anuncia que ha propuesto unos protocolos ante el gobierno nacional, para ver el modo en que se reabran los templos y sitios de culto. Lo ha hecho mediante un comunicado de cuatro páginas, de fecha May-27-2020.

Lo que hubiera sido lo conducente, tal como lo hicieron sus vecinos, es que los obispos colombianos al tiempo que dicen que existen unos protocolos, los hubiera dado a conocer, como dicen ahora, socializado. ¿No será que en esos protocolos estos obispos han ofrecido y garantizado la Comunión en la mano, tal como lo han hecho sus homólogos vecinos? Alguien que sepa lo que dicen los tales protocolos que por favor diga e informe. Gracias.

Ahora, esta es la parte del comunicado aludido que habla de los procolos.

4. En días pasados, el Gobierno designó una comisión para acompañar el proceso de estudio de la solicitud y de revisión de los protocolos propuestos, la cual, ayer 26 de mayo, entró en contacto con la Presidencia de la CEC.

5. Los obispos haremos el debido seguimiento al proceso que se ha abierto para que, en este clima de diálogo con el Gobierno Nacional, se avance a buen ritmo en el análisis de los protocolos de bioseguridad y se puedan reabrir los templos lo más pronto posible.

Enzo Bianchi, ¿el hombre que se está cayendo para arriba?


Es probable que Ud. ya haya visto la información aquella por la cual se anuncia que Enzo Bianchi fue echado de la comunidad que él mismo ayudó a fundar.

Por si no lo ha visto, esto es lo que dice Vatican News, May-27-2020.

Enzo Bianchi tendrá que dejar el monasterio de Bose

La Comunidad anuncia los resultados de la visita apostólica. También a otros tres miembros se les pidió que se transfirieran a un lugar diferente. Los motivos de la decisión están relacionados con el ejercicio de la autoridad del fundador.

Vatican News

Enzo Bianchi, fundador de la Comunidad de Bose, y otros tres miembros de la misma Comunidad, tendrán que dejar y mudarse a otro lugar, dejando todos sus encargos. Lo establece un decreto firmado por el Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, aprobado específicamente por el Papa Francisco, que viene después de un "prolongado y cuidadoso discernimiento" y después de que el pasado mes de enero se concluyera la visita apostólica. Así se lee en un comunicado que apareció en el sitio web de la Comunidad de Bose.

"Como lo anunciamos en su momento, a raíz de las graves preocupaciones – se lee en la nota – que han llegado de diferentes partes de la Santa Sede, que indicaban una situación tensa y problemática en nuestra Comunidad en relación con el ejercicio de la autoridad del fundador, la gestión del gobierno y el clima fraterno", el Papa Francisco ha dispuesto una visita apostólica. Esta visita fue realizada por el Padre Guillermo León Arboleda Tamayo, Abad Presidente de la Congregación Benedictina Sublacense-Casinense, el Padre Amedeo Cencini, Consultor de la Congregación para los Religiosos, y la Madre Anne-Emmanuelle Devéche, Abadesa de Blauvac.

"Teniendo en cuenta la importancia eclesial y ecuménica de la Comunidad de Bose, tanto a nivel nacional como internacional, y la importancia de que esta siga desempeñando el papel que se le reconoce, superando graves dificultades y malentendidos que podrían debilitarla o incluso anularla, con la visita apostólica el Santo Padre se propuso ofrecer a la misma Comunidad una ayuda en forma de un tiempo de escucha por parte de algunas personas de probada confianza y sabiduría". La visita apostólica tuvo lugar del 6 de diciembre de 2019 al 6 de enero de 2020 y, al final, "los visitadores presentaron a la Santa Sede su informe, elaborado sobre la base de la contribución de los testimonios libremente dados por cada miembro de la Comunidad".

"Después de un prolongado y cuidadoso discernimiento y oración – explica la nota – la Santa Sede ha llegado a conclusiones en forma de un decreto singular del 13 de mayo de 2020, firmado por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de Su Santidad y aprobado en forma específica por el Papa". Las decisiones fueron comunicadas a los interesados en los últimos días por el Padre Amedeo Cencini, nombrado Delegado Pontificio con plenos poderes ad nutum Sanctae Sedis, quien estaba acompañado por el Secretario de la Congregación para los Religiosos, Monseñor José Rodríguez Carballo, y el Arzobispo de Vercelli, Monseñor Marco Arnolfo.

La comunicación de la decisión, informa la Comunidad de Bose, "tuvo lugar con el mayor respeto posible al derecho a la confidencialidad de los interesados. Sin embargo, a partir de la notificación del decreto, el rechazo anunciado de las medidas por parte de algunos de los destinatarios ha provocado una situación de mayor confusión e incomodidad", por ello, se ha considerado necesario precisar que las medidas conciernen al Hermano Enzo Bianchi, al Hermano Goffredo Boselli, al Hermano Lino Breda y a la Hermana Antonella Casiraghi, quienes "deberán separarse de la Comunidad monástica de Bose y trasladarse a otro lugar, renunciando a todos los cargos que ocupan actualmente".

Con una carta del Secretario de Estado al Prior y a la Comunidad, además, "la Santa Sede ha trazado un camino de futuro y esperanza, indicando las líneas principales de un proceso de renovación, que confiamos dará un nuevo impulso a nuestra vida monástica y ecuménica. En este tiempo que nos prepara para Pentecostés – concluye el comunicado – invocamos una renovada efusión del Espíritu sobre cada corazón, para que doble lo que es rígido, caliente lo está helado, levante lo que está desviado y ayude a todos a hacer prevalecer no el sentimiento personal sino su acción".

No le hemos visto en ningún reporte, lo que vamos a decir seguidamente es nuestra propia percepción.

Es la oportunidad perfecta para que Francisco siente un nuevo ejemplo, de esos que tanto le gusta dar creando un clima de confrontación. Lo decimos basados, por ejemplo, en el caso de Mons. Dario Edoardo Viganò, quien se cayo para arriba, dejando de ser prefecto para las comunicaciones pero al mismo tiempo nombrado en un cargo inexistente de asesor, creado especialmente por Francisco para él, y con cierta figuración. Más recientemente, nombrado vicecanciller de la Pontificia Academia para las Ciencias. Es decir, nunca abandonó su carrera curial, ni fue remitido a su diócesis de origen, ni alejado de los sacros palacios. Se cayó para arriba.

¿Y en el caso que nos ocupa de Enzo Bianchi, cómo aplicaría la caída hacia arriba? Bueno, si tenemos en cuenta que Francisco quería en 2017 que la persona aludida fuera el primer cardenal laico, no es difícil inferir que algo —mejor para su interés— le estará deparado. ¿Y si esta echada de su comunidad es una luz verde para que, como suele decir Francisco, el Espíritu Santo nos sorprenda?...

Monday, May 25, 2020

Tiempos pandémicos: Los católicos reducidos al nivel de una asociacioón de consumidores

Esta es una traducción al español de Secretum Meum Mihi de un artículo aparecido en Il Messaggero, May-13-2020.

El politólogo Olivier Roy, “La Iglesia se ha reducido a una especie de sindicato”

Miércoles 13 de mayo de 2020
por Franca Giansoldati


Ante la epidemia y el cierre impuesto por los gobiernos, la Iglesia se movió como si fuera una especie de “sindicato de creyentes”, incapaz de hacer entender a los políticos que el derecho a la libertad de culto es mucho más importante que la necesidad de ir al partido de fútbol o a comer una hamburguesa de McDonald's. Olivier Roy, politólogo, entre los más importantes de Europa, experto en religiones, ha abierto un acalorado debate que desde Francia se ha extendido a otras partes, preguntándose —después del cierre de todos los lugares de culto— si los creyentes no se han convertido en consumidores como los demás.

Roy publicó su reflexión en Le Nouvel Observateur. En el ensayo, hace notar que la Iglesia Católica (junto con los otros cultos) nunca ha hablado “nunca en forma religiosa sobre esta epidemia”. “En todo caso, habla de conciliar la racionalidad médica y el derecho de los creyentes, como si presentar un enfoque religioso de la epidemia en términos de sentido (lo que significa la epidemia para la humanidad) fuese inaudito. Pero esto, al final, solo reduce el discurso y su acción universal. Y la Iglesia termina comportándose como una especie de sindicato de católicos”.

El análisis de Roy parte de una pregunta que se adapta bien al caso italiano e incluye otros credos. Los rabinos, los imanes, los obispos, la federación de protestantes, budistas e hindúes aceptaron sin reserva alguna la consigna del gobierno y las instrucciones que de hecho sometieron a los fieles, hasta la reducción de feriados esenciales como la Pascua, el Ramadán el Pesaḥ. No faltaron los incidentes y las protestas, pero fueron muy limitadísimos, algunas misas clandestinas, algunas reuniones celebradas en los márgenes. Alrededor de Pascua, algunos católicos se preguntaban por qué era necesario controlar que las iglesias permanecieran cerradas.

Roy deduce que este marco conduce a reforzar que el estado no considera la práctica religiosa como una necesidad esencial. La Iglesia Católica ha “notado con horror esta laicidad que pretende respetar e integrar un pasaje contrario, no en la confrontación, sino peor, en la ignorancia y en la indiferencia hacia las religiones”. Un debate que naturalmente se desarrolló también en Alemania.

¿Por qué no confesar con Skype y recibir la hostia consagrada para Amazon? “Las reglas de los gobiernos —explicó Roy— ponen a McDonald’s al nivel de la iglesia, la mezquita o la sinagoga. En Italia, el gobierno abrió los museos antes que iglesias como si la religión viniera después de la cultura, o peor aún, no tendría nada que ver con la cultura”. Macron y Merkel hicieron lo mismo.

“El problema más grave es que la práctica religiosa es vista por los políticos y por la opinión pública como opcional, individual y no concierne a una comunidad de individuos. Los cristianos se ven privados de las misas como los fanáticos del fútbol se ven privados de los partidos. Esta indiferencia está muy cercana a la persecución.

Sunday, May 24, 2020

Primer sacerdote descabezado por no someterse al neodogma: ¡Distribuyes la Comunión con guantes y en la mano o te largas!


Información de agencia EFE, May-21-2020.

El cura italiano Leonardo Ricotta renunció a su parroquia, en el municipio siciliano de Villabate (sur), al estar en desacuerdo con la obligación de usar guantes durante la comunión como medida para evitar contagios de coronavirus.

La decisión de renunciar a su parroquia, la iglesia de Sant'Agata, ha sido estrictamente «personal», según confirmó a Efe Pino Grasso, portavoz del Arzobispado de Palermo.

En los próximos días, la Archidiócesis nombrará a un administrador a la espera de que se designe a un sucesor de Ricotta al frente de la parroquia de Villabate.Desde el 18 de mayo, y tras más de dos meses de suspensión, en Italia se permiten las misas, aunque con una serie de medidas de seguridad acordadas entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal.

Entre estas disposiciones se señala que durante el rito de la comunión el sacerdote deberá usar guantes monouso, además de mascarilla cubriendo boca y nariz, y deberán dar la hostia consagrada sin entrar en contacto con las manos de los fieles.

La Archidiócesis de Palermo emitió un comunicado para explicar que la renuncia de Ricotta se hizo efectiva ayer, 21 de mayo, y que no ha sido expulsado por el arzobispo, monseñor Corrado Lorefice.

El sacerdote estaba en desacuerdo con impartir la hostia con guantes y en la mano de los fieles, si bien la Archidiócesis de Palermo recordó que hacerlo en la mano y no en la boca respeta las normas de la Congregación para el Culto Divino del Vaticano. «Por lo tanto las convicciones personales presentadas por particulares como doctrina auténtica no pueden ser impuestas a los fieles», zanja la nota del obispo palermitano

Sobraría decirlo, pero el comunicado de la arquidiócesis es engañoso y fraudulento, visto que está en la conciencia de cada fiel si desea recibir la Comunión en la boca y eso ningún entrometido obispo tiene el poder para revocarlo.

Saturday, May 23, 2020

“Una ligereza” (?!). Sacerdote recibe llamada telefónica de Francisco en mitad de la Misa


Como es apenas obvio, lo que aparece en el video está claramente coreografiado para que saliera así como salió. Vida Nueva ha conseguido un cierto liturgista que ha minimizado la cosa como una mera “ligereza” del sacerdote Miguel Domínguez de Jalostotitlán, Jalisco, México, quien decidió abandonar la Misa para recibir una llamada telefónica “de Francisco”, la cual se reprodujo por los altavoces del templo y por pura coincidencia quedó grabado todo en video.

¡Dejaste al jefe para prestarle atención al segundo de abordo, padrecito!

Friday, May 22, 2020

Obispos panameños anuncian que las Misas regresan: “La Sagrada Comunión se distribuirá solo bajo la especie de pan y se recibirá en la mano”

Información de la Conferencia Episcopal Panameña, May-21-2020.

Obispos establecen Normas generales para la apertura de los templos católicos y las celebraciones litúrgicas

Los obispos de la Conferencia Episcopal Panameña en asamblea plenaria realizada en Penonomé, este miércoles 20 de mayo, establecieron las Normas Generales para la reapertura de los templos católicos y las celebraciones litúrgicas, las que permitirán que las parroquias se puedan preparar adecuadamente, siguiendo las medidas de seguridad para mitigar y controlar el contagio del COVID-19.

Además de advertir que la reapertura de los templos para las celebraciones está sujeta a las indicaciones que establezcan las autoridades competentes, los obispos solicitan a los fieles católicos –por su bienestar y el de los demás– acatar estas normativas de la CEP y de cada diócesis, porque han sido producto del discernimiento de la Iglesia, y de su preocupación por la salud espiritual, mental y física de todos.

También han recalcado los obispos que estas Normas Generales para la reapertura gradual de los espacios físicos de la vida eclesial, sobre todo para el aspecto sacramental, pueden ser adecuadas según la realidad urbana y rural, y las mismas deben ser aplicadas con el menor costo posible para las parroquias.

Uno de los primeros pasos que se debe realizar es la conformación del Comité Diocesano de Salud e Higiene COVID-19, y el Comité Parroquial de Salud e Higiene COVID-19, responsables de preparar, organizar y orientar a la comunidad para la reapertura de los templos, y el retorno a las celebraciones.

Entre las normativas se contempla: La participación de fieles en las celebraciones estará limitada al 25% de la capacidad del templo; se prorroga la dispensa del Precepto Dominical, y se invita a las personas en riesgo y niños a que sigan las celebraciones litúrgicas a través de las plataformas digitales y medios de comunicación; en el saludo de la paz se evitará el contacto físico; la comunión se dará en la mano, y solo en la especie del Pan Eucarístico.

Los otros sacramentos que se impartirán, siguiendo las medidas de seguridad establecidas, son el de la confesión y la unción de los enfermos.

Panamá, 21 de mayo de 2020.

Pues bien, el protocolo que se inventaron estos pastores, dice en su punto 4f: “La Sagrada Comunión se distribuirá solo bajo la especie de pan y se recibirá en la mano”.

Vencida por el miedo de la pandemia, la Iglesia se ha transformado en una ONG


Este es un artículo firmado por Ettore Gotti Tedeschi y Mons. Nicola Bux, publicado en el periódico La Verità, May-19-2020, págs. 1 y 11. Traducción de Secretum Meum Mihi.

Vencida por el miedo de la pandemia, la Iglesia se ha transformado en una ONG

por Ettore Gotti Tedeschi - Nicola Bux


El miedo a perder la vida gracias a la pandemia y al aislamiento forzado para evitar contagios, habrían podido ser dos grandes oportunidades para que nuestra amada Iglesia nos haga reflexionar sobre el valor y el significado de la vida y el valor de la libertad. Esta es una tarea primaria de la Iglesia, como lo indica claramente la primera encíclica de este pontificado, Lumen Fidei. De hecho, la Iglesia debería imitar a Cristo: “Yo estoy entre ustedes, como el que sirve” (Lc, 22-27).

Después de haberlo hecho tan discretamente, y con tal “respeto humano”, que pocos han notado, nuestra Iglesia ha perdido una gran oportunidad para confortar espiritualmente a quienes lo necesitaban, también arriesgando perder credibilidad en su misión sobrenatural.

La Autoridad Moral en este período parecería querer comunicar al exterior una tibia “neutralidad moral”. No se captó una propuesta fuerte y heroica de querer ser útil para el sufrimiento espiritual, reafirmando la Verdad en todas las maneras y ocasiones. No se ha notado un deseo heroico de querer aprovechar esta ocasión para proponer efectivamente la búsqueda de la conversión personal y el deseo de Dios. No se ha notado un grande y oportuno esfuerzo para tratar de explicar en estas circunstancias lo que es moralmente verdadero o falso, moralmente justo, injusto, bueno o malo.

Por otro lado, se han hecho intentos para trivializar la ciencia y la razón, cuando se intentó explicar las causas de la pandemia. Por supuesto, debido a nuestra falta de diligencia o prejuicio, no percibimos indicaciones espirituales para beneficiarnos de estos momentos de miedo y aislamiento. En cambio, intensos auspicios por una misteriosa “fraternidad” humana (sin referencias a Dios que los justificara) y solicitudes de un no definido diálogo interreligioso, con vagas indicaciones de un Dios único para todas las religiones, acompañado de una igualmente vaga oración universal. ¡Pero, cuidado!, estos son los conceptos fundacionales del sincretismo religioso entre religiones anteriormente irreconciliables, en miras a formar una unidad religiosa más allá de los dogmas de la fe.

También tuvimos la intención del anuncio de una propuesta de ‹nuevo humanismo›. “Nuevo porque se piensa considerar superado el antiguo humanismo cristiano fundado sobre la naturaleza humana hecha de alma, cuerpo, intelecto, herida por el pecado original, redimida por Dios encarnado. ¿Cómo puedes pensar en humanizar a alguien o algo si primero no se reconoce quién es el creador de lo que es humano?

Pero hay un hecho más misterioso que debe entenderse. Si la Iglesia ahora se presenta y propone como institución que opera en la esfera social, y de hecho deja intuir que la Santa Misa, en lugar del “santo sacrificio divino” es solo una “asamblea”, como tal debe ser regulada por las disposiciones del gobierno para las reuniones públicas . ¿Por qué lamentarse entonces? Por estas razones tememos que el mayor cambio post-Covid pueda referirse justo a la Autoridad Moral.

La Autoridad Moral corre el riesgo de hecho de ser desintermediada no solo por las religiones pragmáticas, sino incluso por el filantropismo. El filantropismo (o caridad sin Verdad) quisiera ser precisamente el competidor laico de la caridad cristiana.

Gracias a las tentaciones y la influencia del filantropismo, la Autoridad Moral corre el riesgo de convertirse en el abanderado de la nueva religión universal, el ambientalismo, destinado a unir a todas las culturas hacia un único valor universal. A veces la Iglesia parece haber sido profética para el post-Covid, incluso había anticipado el reconocimiento de un papel dominado por el estado, buscando apoyo geopolítico fuera de las tradiciones occidentales, permitiendo imaginar fusiones entre religiones (como si fueran empresas), permitiendo que se debiliten los obstáculos a esta transformación (dogmas, familia, soberanía, tradición ...).

Hasta hace poco, la Iglesia no estaba preocupada por la economía, de la ciencia y de la política, se limitaba a pensar solo en las conciencias. Hoy se le impone a la Iglesia ocuparse de economía, ciencia, política, pero no de conciencias. Y ella parece haber aceptado. Su consiguiente desintermediación es inevitable.

Hoy, en esta situación, la Iglesia debe esforzarse en proponer y explicar “el misterio trascendente” de lo que sucedió y podrá suceder, no por proponer soluciones que prescindan de Cristo y se engañen a sí mismas. La Iglesia hoy debe reavivar y dar esperanza a todos y puede hacerlo dialogando, pero dialogando para encontrar a Cristo, evangelizando, porque hoy el hambre y la sed verdaderas son ante todo de Dios. La verdadera solución está en encontrar a Dios. Solamente así, “todo estará bien”, en este mundo y en el otro.

Apostilla de Mons. Nicola Bux a panfleto que ataca la Comunión en la boca

“La última comunión de San José de Calasanz”, Francisco de Goya. Iglesia Colegio Escolapios de San Antón de Madrid


Un ataque a la norma actualmente en vigor en el rito latino de la Comunión en la boca, escrito en español, fue publicado hace unos días en el sitio antieclesial y pro-Bergoglio, Religión Digital. En esencia lo que decía era que —al mejor estilo de la mentalidad masónica de no desaprovechar una gran crisis— había que «aprovechar esta crisis para dejar atrás “la comunión en la boca”» (sic), se refiere obviamente el autor del ataque a la pandemia de la Covid-19. Dejamos claro que no vamos a reproducir el ataque, el que quiera que vaya y lo lea en donde originalmente fue publicado, total está en español.

Alguien en Italia que se identificó con ese ataque se tomó el trabajo de traducirlo al italiano y otro alguien se tomó el trabajo de convertirlo en un panfleto, uno de los cuales se encontró en las bancas de un templo de la provinvia de Milán.

Mons. Nicola Bux se ha tomado la molestia de apostillar el tal panfleto, a él gracias. El comentario de Mons. Bux lo publicó Aldo María Valli en su blog y esta es la traducción al español de Secretum Meum Mihi.

Comentario de monseñor Nicola Bux

Daremos cuenta a nuestro Señor Jesucristo del escándalo, o del obstáculo que muchísimos ministros sagrados plantean a los fieles, con sus actitudes desacralizantes e incluso sacrílegas hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, un síntoma de la grave crisis de fe que estamos atravesando (crisis de fe = falta de reconocimiento de la presencia de Dios en la liturgia, que por esto se llama sagrada).

Cierto, la causa principal es la secularización, determinada sobre todo por clérigos, según Charles Peguy, por el énfasis excesivo en el simbolismo litúrgico, pero aún más por la pérdida del sentido de lo sagrado, siempre a causa de la crisis de la fe.

De esta crisis hace parte la reducción de la Eucaristía a una expresión de solidaridad humana. Así, en el folleto que se encuentró en los bancos de una parroquia milanesa, se afirma que “la comunión en la boca es un hábito que se debe abandonar”, porque ni siquiera es “cristiana” y no es sagrada, y también porque no se remontaría al cristianismo primitivo y a los Padres : regresa la herejía arqueologista, por la cual de la antigüedad se toma lo que se quiere y se deja lo que no es conveniente (por ejemplo, la orientación ad Deum de sacerdotes y fieles durante la celebración, de origen apostólico).

Entre otras cosas, la abolición se propone en nombre de una presunta mayor contagiosidad de la boca que de la mano, en la que no pocos expertos disienten.

El “partir el pan”, del cual el nombre dado a la Misa por los Hechos de los Apóstoles, no significa que el Sacramento hay sido dado en la mano a los discípulos, sino, como atestigua Juan (cf 13, 26-27), fue como llevó un bocado Jesús a Judas, uso todavía utilizado por los orientales, que todavía hacen la Comunión llevando el bocado a los fieles. No se puede dar un bocado de pan mojado en la mano, sino solo en la boca.

Por otra parte, apoyamos el códice purpureo de Rossano del siglo V, por lo tanto, mucho antes de la época carolingia, e interpretamos la invitación de San Cirilo, obispo de Jerusalén, de hacer de las manos como un trono, con la exigencia de extenderlas bajo nuestra boca, para que, recibiendo el “bocado” eucarístico, ningún fragmento se pierda.

Véase también el tema de la Comunión de los Apóstoles, en la iconografía bizantina, que no se basa ex post, como todos los testimonios orientales, hasta los occidentales del Beato Angelico, Tintoretto, etc.

Por tanto, la atribución del gesto, por parte del jesuita Schatz, a la infiltración entre los fieles de “un sentido mágico de la religión”, que tiene la Comunión en la boca, es evidentemente ideológica.

El autor del folleto no puede ignorar que, en nuestros días, no es la comunión en la boca la que está en riesgo de profanación —puesto que siempre distingue lo sagrado de lo profano— sino la de la mano: ¿no sabe que hay fieles que, habiendo recibido la partícula en la mano, la llevan con ellos? ¿Para cuáles usos? ¿No sabe que incluso se ha comprobado el uso para ritos satánicos? Por lo tanto el sentido, por así llamarlo, mágico, del cual se acusa a la Comunión en la boca, no ha desaparecido, y regresa con la de la mano.

En la conclusión, el autor del folleto se contradice a sí mismo, por cuanto, después de haber afirmado que la práctica de la Comunión en la boca no estaba en el cristianismo primitivo, afirma que tal “práctica nació en una manera más arcaica” e insiste de nuevo en la reducción de la Eucaristía al servicio de los hermanos. En verdad, el autor no quiere reconocer que Cristo instituyó el sacramento para que pudiéramos convertirnos en un solo cuerpo con él, precisamente a través de la Comunión con su cuerpo y su sangre; solo así nos convertimos en sus miembros y, en la medida en que otros lo hacen, nos reconocemos como hermanos. Este es el agàpe (griego) y la charitas (latín) de los cristianos, el verdadero nombre de la solidaridad. No hay necesidad de ningún Alto comité para la fraternidad humana, porque esta surge como consecuencia solo del reconocimiento del único Señor Jesucristo, de cuyo cuerpo y sangre se nutren, por medio de la iniciación cristiana, aquellos que se convierten y son bautizados. También se entiende así el conocido axioma: “Es la Eucaristía la que hace a la Iglesia” y, en consecuencia, la Iglesia puede hacer la Eucaristía (cf. Juan Pablo II, encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 26).

Por lo tanto, no obstante la crisis de la fe, es el sentido irreprimible de lo sagrado —que el Verbo, con su Encarnación, no ha cancelado del corazón del hombre, sino hecho avanzar— el que empuja a muchos sacerdotes y fieles a no aceptar administrar y respectivamente recibir la comunión mediante un guante profano. Es necesaria fe para reconocer el Cuerpo y la Sangre de Cristo verdaderamente, realmente, sustancialmente presente bajo las especies del pan y del vino —apariencias que Santo Tomás con término aristotélico llama “accidentes”— tanto que cuando una partícula eucarística cae por tierra el celebrante no la usa para la Comunión, sino que la pone en un vaso, el “purificador”, donde se disuelve, luego termina la presencia real.

En el contagio actual, si se considera insuficiente el lavabo de las manos antes de la Misa y después del ofertorio, quizás con la adición de detergente, se podría recurrir a las pinzas o a lo que acontece en el antiguo rito romano, en la Misa celebrada por el obispo: usa los chirothecae, o sea los guantes de tela preciosa, adornados con cruces; los usa durante la Misa, pero se los quita para hacer el Ofertorio, la Consagración y la Comunión. En resumen, lo contrario de lo que se está haciendo ahora, tocar con las manos desnudas todo lo que se necesita (misal, micrófono, etc.) y poniéndose los guantea para la Comunión. ¡Es paradójico! Son sobre todo las ofrendas sagradas las que el ministro sagrado debe tocar con manos puras, en lugar de protegerlas a través de las chirotecae para el resto de la celebración. No sólo los obispos usaban chirotecae, sino también los sacerdotes de los Capítulos canónicos los tenían entre sus insignias. ¿Por qué no volver a proponer esta modalidad de uso de estos guantes litúrgicos por los sacerdotes, no solo por los obispos, al menos en este tiempo excepcional?

Quién sabe por qué esos sacerdotes, tan ecuménicos con los ortodoxos orientales, que se mantienen firmes en la administración de la comunión con la cuchara y en la boca, omiten afirmar que debemos aprender de ellos, y se vuelven arrogantes e inflexibles con sus fieles latinos (romanos y ambrosianos) que desean comulgar de rodillas y en la lengua, u ofrecer un lino pequeño para recibir la Eucaristía en la palma de la mano y ponerla directamente en la boca. ¿No son estas las disposiciones de la Iglesia? No queda más que reafirmar con valentía frente a sacerdotes y a obispos, conscientes de lo que afirmaba Juan Pablo II: “Quien tiene temor de Dios no tiene miedo de los hombres”.

Nicola Bux

Thursday, May 21, 2020

No fumigarás...los templos


Información de agencia Europa Press, May-21-2020.

El Consejo Pontificio de la Cultura ha publicado un documento con orientaciones para proceder a la limpieza y desinfección de los espacios litúrgicos en el que ha desaconsejado la pulverización o fumigación de las iglesias para eliminar el coronavirus ante el riesgo de dañar el patrimonio.

El documento, que está disponible en la página web del organismo de la Santa Sede que se ocupa entre otros asuntos de la promoción las relaciones de la Iglesia con el mundo de la cultura, ha alertado de los "daños irreversibles" que un mal uso de los productos desinfectantes puede provocar en el patrimonio artístico.

"Ante cualquier duda sobre los procesos de limpieza y desinfección, es mejor no aplicar ningún tratamiento, ya que se pueden causar daños irreversibles al patrimonio cultural. Lo más recomendable es crear un consenso sobre todas las medidas con profesionales en el campo de la conservación y restauración", afirma el documento del Vaticano.

El organismo vaticano que preside el cardenal italiano Gianfranco Ravasi pide que se evite el contacto directo de los fieles con los bienes culturales "para evitar el contagio" y así eliminar la obligación de "aplicar soluciones desinfectantes" en las obras para evitar el contagio.

"El patrimonio cultural es un activo no renovable, por lo tanto, cada acción que pueda afectar su estado de conservación debe ser conocida, evaluada, documentada y sujeta a consenso con los expertos", se puede lee en el texto con orientaciones.

Así el Vaticano alerta también del uso de productos que generan desechos nocivos, como la lejía, el amoníaco y algunos detergentes, al advertir sobre su impacto en edificios y objetos de culto. La alternativa propuesta es el uso, de acuerdo con las recomendaciones de las autoridades sanitarias, de soluciones hidroalcohólicas diluidas y jabones neutros, pero siempre aplicadas "de manera controlada y bajo la supervisión de un técnico de bienes culturales".

Wednesday, May 20, 2020

Santa Sede preocupada por planes del estado de Israel para anexarse nuevos territorios ocupados

Este es un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, May-20-2020.

Hoy, S.E. Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, ha recibido una llamada telefónica del Excmo. Sr. Saeb Erekat, Jefe de las Negociaciones y Secretario General de la Organización de Liberación de Palestina. Este último deseaba informar a la Santa Sede sobre los recientes acontecimientos en los territorios palestinos y la posibilidad de que la soberanía israelí se aplicque unilateralmente a parte de esas zonas, lo que comprometería todavía más el proceso de paz.

La Santa Sede reitera que el respeto del derecho internacional y de las relevantes resoluciones de las Naciones Unidas es un elemento indispensable para que los dos pueblos puedan vivir lado a lado en dos Estados, con las fronteras internacionalmente reconocidas antes de 1967.

La Santa Sede sigue con atención la situación y expresa su preocupación por los eventuales actos que podrían comprometer aún más el diálogo, esperando que los israelíes y los palestinos vuelvan a encontrar, y pronto, la posibilidad de negociar un acuerdo directamente, con la ayuda de la comunidad internacional, y que la paz pueda finalmente reinar en Tierra Santa, tan amada por judíos, cristianos y musulmanes.

Se Reanudan las Misas Públicas en Italia, pero no sin Controversia


Esta es una traducción de Secretum Meum Mihi de una entrada de May-18-2020, del blog de Edward Pentin, en la cual se aborda la controversia surgida una vez que se han reanudado en Italia las Misas con participación de los fieles, en especial por la arbitraria imposición de la Comunión en la mano.

Se Reanudan las Misas Públicas en Italia, pero no sin Controversia

La cabeza de los obispos de Italia y el primer ministro italiano firmaron un protocolo conjunto el 7 de Mayo que permite que se reanuden las Misas públicas.

Edward Pentin

ROMA —
Muchos de los fieles de Italia acogieron con beneplácito la reanudación de las Misas públicas en Roma y el resto de Italia hoy, dos meses después de que se suspendieran las celebraciones públicas de la Eucaristía en todo el país debido al coronavirus.

Pero algunos católicos continúan teniendo fuertes reservas sobre las restricciones para la “Fase 2” del encierro de la Covid-19, mientras que otros han acusado a los obispos de Italia de usar la pandemia como una excusa para “desmantelar la liturgia”.

En muchas de las basílicas más grandes, como la de San Pedro o el Duomo de Milán, los fieles fueron sometidos a pruebas térmicas antes de ingresar. Se permite el ingreso de un número limitado a una iglesia dependiendo de su tamaño, las máscaras son obligatorias y se aconseja el distanciamiento social a través de carteles en los bancos. Para garantizar que no se exceda la cuota del número de fieles, se ponen a disposición reservas en línea.

“Es real, estoy feliz, incluso emocionada”, dijo Sonia Mauro mientras asistía a Misa en el Duomo de Milán. “Extrañé la Eucaristía a pesar de que la seguí en la televisión”, dijo al periódico de los obispos italianos Avvenire. “También es necesario sentirse Iglesia físicamente”.

El 7 de mayo, la cabeza de la conferencia de obispos de Italia, el cardenal Gualtiero Bassetti, y el primer ministro italiano Giuseppe Conte firmaron un protocolo conjunto que permite que se reanuden las misas públicas. Entre las estipulaciones del decreto se encuentra que los sacerdotes y los ministros extraordinarios de la Comunión distribuyan la Sagrada Comunión con máscaras y guantes desechables.

El artículo 3.4 del protocolo, firmado después de largas conversaciones con el gobierno, establece:

“La distribución de la comunión se llevará a cabo después de que el celebrante y el posible ministro extraordinario se hayan encargado de la higiene de sus manos y de usar guantes desechables; la misma persona, con la máscara puesta, cuidando de cubrirse la nariz y la boca y manteniendo una distancia de seguridad adecuada, se ocupa de ofrecer la hostia sin entrar en contacto con las manos de los fieles”.

“¿Las máscaras y los guantes? Casi no te das cuenta”, dijo Mauro. “Después de unos minutos desaparecen de tu mente, ya no lo notas”.

Pero la visión de los sacerdotes que distribuían la Sagrada Comunión con guantes y máscaras desechables causó cierta consternación en las redes sociales y en otros lugares. Unos pocos lo apoyaron, dando la bienvenida a las nuevas medidas como “maravillosas” y agregando que era “tan bueno recibir los sacramentos mientras se garantizaban protecciones para la vida”.

Pero otros se han opuesto firmemente. “¡Qué triste!” comentó uno. “Esto es una falta total de respeto y desconfianza en Nuestro Señor”, dijo otro. Otros escribieron para recordarle a la Iglesia en Italia que la “Eucaristía es Dios” y que es “¡una visión tan espantosa! Que Dios nos perdone”.

Simona, ciudadana de Roma, expresó su desaprobación y preguntó por qué la regla se aplica para recibir la hostia, pero “la misma regla no se aplica en las tiendas de comestibles o en la pasticcerie [pastelería]”. Se hicieron argumentos similares sobre la suspensión de Misas públicas, mientras que se permitió que los supermercados estuvieran abiertos durante todo el cierre.

Ella le dijo a National Catholic Register que probablemente era porque estaban “pensando en las precauciones que los médicos toman debido a su contacto con los cuerpos”. Pero aplicadas aquí, ella dijo que “tal precaución niega efectivamente la sacralidad de la Eucaristía, niega su Cuerpo y Sangre”.

Sacerdotes en Roma han dicho en privado que están muy descontentos con la regla de los guantes desechables, pero les preocupa ir en contra de ella por temor a las sanciones de la policía. De particular preocupación es lo que sucede con los guantes desechables después de haber tocado al Señor en la Sagrada Hostia.

Los obispos italianos también sugieren que se usen pinzas, pero una posible alternativa y, posiblemente, una sugerencia más aceptable que se está proponiendo es cortar en tiras hostias grandes preconsagradas en lugar de distribuir los habituales hostias en forma de disco, y hacer que el comulgante reciba la Comunión en el lengua. Esto evitaría que tanto el ministro de la Comunión entrara en contacto con el comulgante, como evitaría que el comulgante tenga que tocarse las manos o la boca y la cara.

La comunión en la mano está volviendo a la discusión después de que se planteó al principio durante la pandemia como una posible solución para evitar el contagio.

Andrea Zambrano, periodista del diario católico en línea La Nuova Bussola Quotidiana, dijo que la evidencia sugiere que la pandemia se está utilizando como “excusa para desmantelar la liturgia”, comenzando con la “prohibición de la comunión en la lengua”, que dijo no estaba en el protocolo conjunto con el gobierno pero que los obispos italianos “agregaron más tarde” en cada decreto episcopal para las diócesis individuales. La noticia se informó por primera vez en el sitio web MiL - Messainlatino.

El sitio web explicó que los ortodoxos, en sus protocolos firmados con el gobierno el 15 de mayo, se aseguraron de que pudieran recibir la Comunión como antes, siempre y cuando tomaran precauciones para no entrar en contacto con los fieles.

El protocolo relevante, Artículo 2.4, es casi idéntico al Artículo 3.4 para la Iglesia Católica, pero sin ninguna mención de entrar en contacto con las “manos” de los fieles. Simplemente establece que el ministro debe “cuidar de ofrecer la Eucaristía al final de la Divina Liturgia sin entrar en contacto con los fieles”.

Lo mismo se aplica a los protocolos de los Luteranos y los Metodistas, pero a los ortodoxos se les permite continuar recibiendo la Sagrada Comunión a su manera y en la lengua, algunos también de una cuchara común.

Según Avvenire, los comulgantes ahora deben recibir la hostia consagrada “exclusivamente en las manos” y tampoco deben decir la palabra “Amén” después de haber recibido la Eucaristía. Otros informes en otras publicaciones católicas italianas junto con diócesis en todo el país también insisten en la comunión en la mano, incluida la arquidiócesis metropolitana de Milán.

“Uno ve que para ciertas confesiones, la Comunión en la lengua no conlleva ningún riesgo de contagio”, escribió Zambrano sardónicamente. “O tal vez uno ve que ciertas confesiones no son, para usar otra palabra mágica en estos días, responsables”.

La Comunión en la mano ha sido el foco de un debate apasionado y de larga data dentro de la Iglesia, con la preocupación de que sea un acto de irreverencia a la presencia real de Cristo en la Eucaristía. El problema llegó a un punto crítico en Marzo cuando los obispos comenzaron a insistir en recibirla en la mano para evitar el contagio, a pesar de que los estudios mostraron que la Comunión en la lengua no presentaba un mayor riesgo si se realizaba correctamente.

En comentarios a National Catholic Register, el portavoz de la conferencia de obispos italianos, Vincenzo Corrado, dijo que el protocolo del 7 de mayo “no especifica una forma de recibir la Eucaristía, sino más bien una preocupación ‘de no entrar en contacto con las manos de los fieles’”.

Después de recitar ayer la Regina Caeli, el Papa Francisco dijo por segunda vez en menos de dos semanas que los fieles deberían aceptar los protocolos. “Por favor, sigamos con las reglas, las prescripciones que nos dan, para salvaguardar la salud de todos y de las personas”, dijo en comentarios fuera del guión preparado con antelación.

Tuesday, May 19, 2020

Primera Misa de Francisco después del desconfinamiento italiano fue versus Deum

Obviamente hemos titulado de forma que los progresistas, liberales, et al., se incomoden y rechinen los dientes de rabia.

Como ya saben, a partir de ayer se reiniciaron en Italia las celebraciones de la Misa con asistencia de fieles (aunque con unas restricciones algunas de ellas absurdas), también se había dicho que ayer sería la última Misa de Francisco transmitida vía streaming, y ella sería en la tumba de Juan Pablo II en la Basílica Vaticana.

Evidentemente la antecitada Misa se realizó según lo presupuestado. Pero no es la primera vez que Francisco celebra Misa en la tumba de Juan Pablo II (ejemplo), aunque sí fue la primera a la que los medios masivos de comunicación le prestaron atención. Estas son tres fotos de dicha Misa, proporcionadas por Vatican Media vía AFP.



Y como pueden ver, fue una Misa con orientación versus Deum o ad Orientem. Los arriba aludidos van a argumentar que es una perogrullada decirlo, porque por razones arquitectónicas no existiría otra manera de celebrarla, sin embargo, podría decirse también que hubieran podido hacer lo que en infinidad de casos parecidos hacen, agregar un altar móvil, el ejemplo más claro de ello fueron los 27 y tantos años que el difunto recordado en esta ocasión, i.e., Juan Pablo II, celebró en la Capilla Sixtina en el altar móvil y nunca en el altar original, con la obligada orientación litúrgica.

Monday, May 18, 2020

El virus, la fe y el sufrimiento. “Atentos a no transformar la misa en un espectáculo”. Reflexión del cardenal Robert Sarah

El siguiente es un artículo —más bien una reflexión— publicada en el sitio de internet de Il Foglio, May-07-2020. Traducción de Secretum Meum Mihi (con algunas adaptaciones).

El virus, la fe y el sufrimiento. “Atentos a no transformar la misa en un espectáculo”

“La mentalidad occidental ha querido hacer de la liturgia una obra educativa. Hemos buscado hacer las celebraciones amigables y atractivas”. Pero esto está mal. Una reflexión del cardenal Sarah

por Robert Sarah , 7 de mayo de 2020

En muchos países, la práctica del culto cristiano se interrumpió por la pandemia de Covid-19. Los fieles no pueden reunirse en las iglesias, no pueden participar sacramentalmente en el sacrificio eucarístico.

Esta situación es fuente de gran sufrimiento. También es una oportunidad que Dios ofrece para comprender mejor la necesidad y el valor del culto litúrgico. Como cardenal prefecto de la congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos, pero sobre todo en comunión profunda en el humilde servicio de Dios y de su Iglesia, deseo ofrecer esta meditación a mis hermanos en el episcopado y en el sacerdocio y al pueblo de Dios para tratar de aprender algunas lecciones de esta situación.

A veces se ha dicho que debido a la epidemia y al confinamiento ordenado por las autoridades civiles, se suspendió el culto público. Esto es incorrecto. El culto público es el culto hecho a Dios por todo el cuerpo místico, la cabeza y los miembros, como lo recuerda el Concilio Vaticano II: “Efectivamente para realizar una obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y Él tributa culto al Padre eterno. Con razón, pues, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (Sacrosanctum Concilium 7). “Este culto se tributa cuando se ofrece en nombre de la Iglesia por las personas legítimamente designadas y mediante aquellos actos aprobados por la autoridad de la Iglesia” (Código de Derecho Canónico, c 834).

Por lo tanto, cada vez que un sacerdote celebra la misa o la liturgia de las horas, incluso si está solo, ofrece el culto público y oficial de la Iglesia en unión con su Cabeza, Cristo y en nombre de todo el Cuerpo. Para empezar, es necesario recordar esta verdad. [Ello] Nos permitirá disipar mejor algunos errores.

Naturalmente, para encontrar su expresión plena y manifiesta, es preferible que este culto se pueda celebrar con la participación de una comunidad de fieles del pueblo de Dios. Pero puede suceder que esto no sea posible. La ausencia física de la comunidad no impide la realización del culto público, incluso si interrumpe parte de su realización. Por lo tanto, sería un error esperar que un sacerdote se abstenga de celebrar misa en ausencia de los fieles. Por el contrario, en las circunstancias actuales en las que se le impide al pueblo de Dios unirse sacramentalmente a esta adoración, el sacerdote está más ligado a la celebración diaria. De hecho, en la liturgia, el sacerdote actúa in persona Ecclesiae, en nombre de toda la Iglesia y in persona Christi, en nombre de Cristo, Cabeza del cuerpo, para adorar al Padre. Es el embajador, el delegado de todos aquellos que no pueden estar allí.

Por lo tanto, es comprensible que ninguna autoridad secular pueda suspender el culto público de la Iglesia. Esta adoración es una realidad espiritual sobre la cual la autoridad temporal no tiene control alguno. Esta adoración continúa donde quiera que se celebre una misa, incluso sin la presencia de las personas reunidas allí. Por otro lado, corresponde a esta autoridad civil prohibir las reuniones que serían peligrosas para el bien común en vista de la situación sanitaria. También es responsabilidad de los obispos colaborar con las autoridades civiles con la máxima franqueza. Por lo tanto, probablemente era legítimo pedirles a los cristianos que se abstuvieran de reunirse por un período breve y limitado. Por otro lado, sin embargo, es inaceptable que las autoridades encargadas del bien político se permitan juzgar la naturaleza urgente o no urgente del culto religioso y prohibir la apertura de iglesias, lo que permitiría a los fieles orar, confesarse y comulgar, siempre que se respeten las normas sanitarias. Como “promotores y tutores de toda la vida litúrgica”, corresponde a los obispos pedir con firmeza y sin demora el derecho a reunirse tan pronto como sea razonablemente posible. En este caso, el ejemplo de San Carlos Borromeo puede iluminarnos. Durante la peste de Milán, aplicó en las procesiones las severas medidas sanitarias recomendadas por la autoridad civil de su tiempo que se parecían a las medidas de distanciamiento de nuestro tiempo. Los fieles cristianos también tienen el derecho y el deber de defender su libertad de culto con firmeza y sin compromiso. Una mentalidad secularizada considera los actos religiosos como actividades secundarias al servicio del bienestar de las personas, como las actividades recreativas y culturales. Esta perspectiva es radicalmente falsa. La alabanza y la adoración se deben objetivamente a Dios. Le debemos esta adoración porque es nuestro Creador y nuestro Salvador. La expresión pública del culto católico no es una concesión del estado a la subjetividad de los creyentes. Es un derecho objetivo de Dios. Es un derecho inalienable de toda persona. “El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2105). Esta es “la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de la sociedad para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo”, recuerda el Concilio Vaticano II, (Dignitatis Humanae, 1).

Quisiera entonces rendir homenaje a los sacerdotes y religiosos y religiosas que han garantizado la continuidad del culto católico público en los países más afectados por la pandemia. Celebrando en soledad han orado en nombre de toda la Iglesia, fueron la voz de todos los cristianos que ascendió al Padre. También quiero agradecer a todos los fieles laicos que se tomaron la molestia de asociarse a este culto público celebrando la liturgia de las horas en sus casas o uniéndose espiritualmente a la celebración del Santo sacrificio de la misa.

Algunos han criticado la transmisión de estas liturgias a través de comunicaciones como la televisión o Internet. No hay duda de que, como nos recordó el Papa Francisco, la imagen virtual no reemplaza la presencia física. Jesús vino a tocarnos en nuestra carne. Los sacramentos nos extienden su presencia. Debe recordarse que la lógica de la Encarnación, y por lo tanto de los sacramentos, no puede prescindir de la presencia física. Ninguna transmisión virtual reemplazará la presencia sacramental. A largo plazo, incluso podría ser perjudicial para la salud espiritual del sacerdote que, en lugar de mirar a Dios, mira y habla a un ídolo: a una cámara, alejándose de Dios que nos amó hasta el punto de liberar su Hijo único en la cruz para que podamos tener vida.

De todos modos, quiero agradecer a todos los que trabajaron en estas transmisiones. Han permitido que muchos cristianos se unan espiritualmente en la adoración pública ininterrumpida de la Iglesia. En esto han sido útiles y fructíferos. También ayudaron a muchas personas a buscar apoyo para sus plegarias. Quiero rendir homenaje a la inventiva y la imaginación de los cristianos que han mostrado en la emergencia.

Sin embargo, quiero llamar la atención de todos sobre ciertos riesgos. Los medios virtuales de transmisión podrían inducir a una lógica de búsqueda de éxito, imagen, espectáculo o pura emoción. Esta lógica no es el culto cristiano. El culto no mira a capturar a los espectadores a través de una cámara. Está dirigido y orientado hacia el Dios de la Trinidad. Para evitar este riesgo, esta transformación del culto cristiano en un espectáculo, es importante reflexionar sobre lo que Dios nos está diciendo a través de la situación actual. El pueblo cristiano se encontró en la situación del pueblo judío en el exilio, privado de culto. El profeta Ezequiel nos enseña el significado espiritual de esta suspensión del culto judío. Debemos releer este libro del Antiguo Testamento cuyas palabras son muy actuales. El pueblo elegido no sabía cómo ofrecer un culto verdaderamente espiritual a Dios, afirma el profeta. Se volvió hacia los ídolos. “Sus sacerdotes violaron mi ley y profanaron mis santuarios; entre lo sagrado y lo profano, no hicieron diferencia y no enseñaron a distinguir lo impuro y lo puro, ... y fui profanado en medio ellos” (Ez 22,26). Entonces la gloria de Dios abandonó el templo de Jerusalén (Ez 10,18).

Pero Dios no se venga. Si permite que los desastres naturales sucedan a su pueblo, la intención siempre es educarlos mejor y ofrecerles una gracia de alianza más profunda (Ez 33, 11). Durante el exilio, Ezequiel enseña a la gente los métodos de una adoración más perfecta, de una adoración más verdadera (Ez cap. 40-47). El profeta sugiere un nuevo templo del que fluye un río de agua viva (Ez 47, 1). Este templo simboliza, prefigura y anuncia el Corazón perforado de Jesús, el verdadero templo. Este templo es servido por sacerdotes que no tendrán herencia en Israel, ni tierras en propiedad privada. “La herencia en Israel no se les dará, yo seré su herencia” (Ez 44,28), dice el Señor.

Creo que podemos aplicar estas palabras de Ezequiel a nuestros tiempos. Además, tampoco hemos hecho una distinción entre lo sagrado y lo profano. A menudo hemos despreciado la santidad de nuestras iglesias. Las hemos transformado en salas de conciertos, restaurantes o dormitorios para pobres, refugiados o inmigrantes indocumentados. La Basílica de San Pedro y casi todas nuestras catedrales, expresiones vivientes de la fe de nuestros antepasados, se han convertido en grandes museos, pisoteados y profanados, ante nuestros ojos, por un desfile de turistas, a menudo no creyentes e irrespetuosos de los lugares santos y del Santo Templo del Dios viviente.

Hoy, a través de una enfermedad que no ha querido, Dios ofrece la gracia de sentir cuánto extrañamos nuestras iglesias. Dios ofrece la gracia de demostrar que necesitamos esta casa que está al centro de nuestras ciudades y pueblos. Necesitamos un lugar, un edificio sagrado, es decir, reservado exclusivamente para Dios. Necesitamos un lugar que no sea solo un espacio funcional para encuentros y entretenimiento cultural. Una iglesia es un lugar donde todo está orientado hacia la gloria de Dios, la adoración de su majestad. ¿No es tiempo, al leer el libro de Ezequiel, de recuperar el sentido de sacralidad? ¿Prohibir las manifestaciones profanas en nuestras iglesias? ¿Reservar el acceso al altar solo a los ministros del culto? ¿De prohibir gritos, aplausos, conversaciones mundanas, el frenesí de las fotografías de este lugar donde Dios viene a vivir? “La iglesia no es un lugar donde algo ocurre todas las mañanas, mientras que permanecería vacía y ‘fuera de funcionamiento’ por el resto del día. En ese lugar que es la iglesia siempre está la Iglesia, ya que el Señor siempre se da a sí mismo, ya que el misterio eucarístico permanece y porque avanzamos hacia este misterio, siempre estamos incluidos en el culto divino de toda la Iglesia creyente, orante y amante. Todos conocemos la diferencia entre una iglesia llena de oraciones y una iglesia que se ha convertido en un museo. Hoy corremos el gran peligro de que nuestras iglesias se conviertan en museos”. (Joseph Ratzinger, Eucaristía. Mitte der Kirche, Munich, 1978).

Podríamos repetir las mismas palabras sobre el domingo, el día del Señor, el santuario de la semana. ¿No lo hemos profanado haciéndolo un día de trabajo, un día de pura diversión mundana? Hoy falta mucho. Los días se suceden de manera similar entre sí.

Debemos escuchar la palabra del profeta que nos culpa por “haber violado el santuario”. Debemos permitir reemprender el culto en el espíritu y en la verdad. Muchos sacerdotes han descubierto la celebración sin la presencia de gente. Han experimentado que la liturgia es principalmente y sobre todo “el culto de la divina majestad”, según las palabras [concilio] Vaticano (SC 33). No es principalmente una enseñanza o un ejercicio misionero. O mejor, se vuelve verdaderamente misionero solo en la medida en la cual está enteramente ordenada “la perfecta glorificación de Dios” (SC 5). Celebrando solos, los sacerdotes no habiendo ya el pueblo cristiano frente a ellos, pero si tienen una nuez para dar la celebración de la misa está ahora directamente al Dios Uno y Trino. Dirigen la mirada hacia el este. Porque “es del este que viene la expiación. Este es el lugar de donde vino el hombre de nombre Oriente, quien se convierte en un mediador entre Dios y los hombres. Con esto, por lo tanto, estamos invitados a mirar siempre hacia el Oriente, donde sale el Sol de justicia, donde la luz siempre aparece para ustedes”, dice Orígenes en una homilía sobre Levítico. La misa no es un discurso largo dirigido a la gente, sino una alabanza y una súplica dirigida a Dios.

La mentalidad occidental contemporánea, modelada por la técnica y fascinada por los medios, a veces ha querido hacer de la liturgia una obra educativa eficaz y redituable. Con este espíritu, hemos tratado de hacer que las celebraciones sean amigables y atractivas. Los actores litúrgicos, animados por motivaciones pastorales, a veces han querido hacer un trabajo educativo al introducir elementos profanos o espectaculares en las celebraciones. ¿No hemos visto florecer los testimonios, las puestas en escena y los aplausos? Creemos, entonces, favorecer la participación de los fieles y reducir la liturgia a un juego humano. Existe un riesgo real de no dejar espacio para Dios en nuestras celebraciones. Corremos la tentación de los judíos en el desierto. Intentaron crear un culto a su medida y a su estatura humana, ¡no olvidemos que terminaron postrados frente al ídolo del becerro de oro que se habían fabricado!

Debemos estar atentos: la multiplicación de las misas filmadas podría acentuar esta lógica de espectáculo, esta búsqueda de emociones humanas. El Papa Francisco ha exhortado a los sacerdotes a no convertirse en hombres de espectáculo, maestros del espectáculo. Dios se encarnó para que el mundo pudiera tener vida: Dios no vino a nuestra carne por el placer de impresionarnos o para organizar un espectáculo, sino para compartir con nosotros la plenitud de su vida. Jesús, que es el Hijo del Dios viviente (Mt 16, 16) y a quien el Padre le ha dado el tener la vida en sí mismo (Jn 5, 26) no vino solo para aplacar la ira de su Padre o cancelar la deuda. Él vino para dar vida y para darla en abundancia. Y nos da esta plenitud de vida al morir en la cruz. Es por eso que en el momento en que el sacerdote, en una verdadera identificación con Cristo y con humildad, celebra la santa misa, debe poder decir: “Estoy crucificado con Cristo. Vivo, pero ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 19-20). Debe desaparecer detrás de Jesucristo y dejar que Cristo esté en contacto directo con el pueblo cristiano. Por lo tanto, el sacerdote debe convertirse en un instrumento que permita que Cristo brille.

No debe buscar la simpatía de la asamblea poniéndose al frente como el principal interlocutor. Por el contrario, entrar en el espíritu del Concilio supone dar un paso atrás, renunciar a ser el punto focal. La atención de todos debe volverse a Cristo, a la cruz, el verdadero centro de todo culto cristiano. Se trata de dejar que Cristo nos lleve y nos asocie con su sacrificio. La participación en el culto litúrgico debe entenderse como una gracia de Cristo “que se une a la Iglesia” (SC 7). Es él quien tiene iniciativa y primacía. “La Iglesia lo invoca como su Señor y por medio de él rinde culto al eterno Padre” (SC 7).

Del mismo modo, se debe prestar atención a la lógica de eficiencia generada por el uso de Internet. Es habitual juzgar las publicaciones con base en la cantidad de “visualizaciones” que generan. Esto induce la búsqueda de imprevistos, emociones, sorpresas.

El culto litúrgico es extraño a esta escala de valores. La liturgia realmente nos pone en presencia de la trascendencia divina. Participar en la verdad supone renovar en nosotros este “estupor” que San Juan Pablo II ha tenido en gran consideración (Ecclesia de Eucharistia, 6). Este sagrado estupor, este gozoso temor, requiere nuestro silencio delante de la majestad divina. A menudo olvidamos que el silencio sagrado es uno de los medios que el Concilio indica para alentar la participación. La participatio actuosa en la obra de Cristo, por lo tanto, presupone abandonar el mundo secular para entrar en la “acción sagrada por excelencia” (SC 7). A veces pretendemos, con cierta arrogancia, permanecer en el ser humano para entrar en el divino. Al contrario, en las últimas semanas hemos experimentado que para encontrar a Dios era útil dejar nuestras casas e ir a su casa, a su sagrada morada: la iglesia.

La liturgia es una realidad fundamentalmente mística y contemplativa, y por lo tanto más allá del alcance de nuestra acción humana, por lo tanto, la participación en su misterio es una gracia de Dios.

Finalmente, me gustaría insistir sobre la realidad sagrada entre todas: la santa Eucaristía. La pérdida de la comunión ha sido un profundo sufrimiento para muchos fieles. Lo sé y quiero decirles mi profunda compasión. Su sufrimiento es proporcional a su deseo. Lo creemos: Dios no dejará este deseo insatisfecho. También debe recordarse que ningún sacerdote debe sentirse impedido de confesar y dar comunión a los fieles en la iglesia o en hogares privados, con las precauciones de sanitarias necesarias. Pero la situación de la hambruna eucarística puede llevarnos a una conciencia saludable. ¿No hemos olvidado la santidad de la Eucaristía? Escuchamos historias de sacrilegio que roban el aliento: sacerdotes que envuelven las hostias consagradas en bolsas de plástico o de papel, para permitir a los fieles usar libremente las hostias consagradas y llevarlas a casa, o incluso otros que distribuyen la sagrada comunión observando la distancia correcta y usar, por ejemplo, pinzas para evitar el contagio. Cuán lejos estamos de Jesús, que se ha acercado a los leprosos y, extendiendo sus manos, los ha tocado para sanarlos, o del Padre Damian, que dedicó su vida a los leprosos de Molokai (Hawaii). Esta forma de tratar a Jesús como un objeto sin valor es una profanación de la Eucaristía. ¿No lo consideramos a menudo nuestra propiedad? Muchas veces nos comunicamos a través del hábito y la rutina, sin preparación ni agradecimiento. La comunión no es un derecho, es una gracia libre que Dios nos ofrece. Este tiempo nos recuerda que debemos temblar de gratitud y caer de rodillas antes de la Sagrada Comunión.

Aquí me gustaría recordar las palabras de Benedicto XVI: “En el pasado reciente, de alguna manera se ha malentendido el mensaje auténtico de la Sagrada Escritura. La novedad cristiana respecto al culto ha sufrido la influencia de cierta mentalidad laicista de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Es verdad, y sigue siendo siempre válido, que el centro del culto ya no está en los ritos y en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida, en su misterio pascual. Y, sin embargo, de esta novedad fundamental no se debe concluir que lo sagrado ya no exista, sino que ha encontrado su cumplimiento en Jesucristo, Amor divino encarnado. La Carta a los Hebreos, que hemos escuchado esta tarde en la segunda lectura, nos habla precisamente de la novedad del sacerdocio de Cristo, «sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hb 9, 11), pero no dice que el sacerdocio se haya acabado. Cristo «es mediador de una alianza nueva» (Hb 9, 15), establecida en su sangre, que purifica «nuestra conciencia de las obras muertas» (Hb 9, 14). Él no ha abolido lo sagrado, sino que lo ha llevado a cumplimiento, inaugurando un nuevo culto, que sí es plenamente espiritual pero que, sin embargo, mientras estamos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y ritos, que sólo desaparecerán al final, en la Jerusalén celestial, donde ya no habrá ningún templo (cf. Ap 21, 22). Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede con los mandamientos, también más exigente”. (Corpus Domini, 7 de junio de 2012).

En cuanto a nosotros los sacerdotes, ¿siempre hemos sido conscientes de ser apartados, consagrados como siervos, ministros del culto al Dios Altísimo? Como dice el profeta Ezequiel, ¿vivimos sin tener herencia en esta tierra que no sea Dios mismo? Por el contrario, muy a menudo hemos sido mundanos. Pedimos popularidad, éxito según los criterios del mundo. Nosotros también hemos profanado el santuario del Señor. Algunos de nosotros hemos llegado incluso a profanar este templo sagrado de la presencia de Dios: el corazón y el cuerpo de los más débiles, de los niños. Nosotros también debemos pedir perdón, hacer penitencia y reparar.

Una sociedad que pierde el sentido de lo sagrado corre el riesgo de regresar a la barbarie. El sentido de grandeza de Dios es el corazón de toda civilización. En efecto, si todo hombre merece respeto, es básicamente porque fue creado a imagen y semejanza de Dios. La dignidad humana es un eco de la trascendencia de Dios. Si ya no temblamos de alegría gozosa y reverente ante la majestad divina, ¿cómo reconoceremos en cada persona un misterio digno de respeto? Si ya no queremos arrodillarnos humildemente y como un signo de amor filial ante Dios, ¿cómo podríamos arrodillarnos ante la dignidad eminente de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios? Si ya no aceptamos arrodillarnos respetuosamente y en adoración ante la presencia más humilde, más débil e insignificante, pero más real y más viva que es la santa Eucaristía, ¿cómo dudaríamos en matar al feto, al más débil, al más frágil y legalizar el aborto, que es un crimen horrible y bárbaro? Porque ahora conocemos la verdad, gracias al progreso de la genética fundamental, que lo ha establecido científicamente de manera definitiva e irrefutable: el feto humano es desde el momento de su concepción un ser completamente humano. Si perdemos el sentido de adorar a Dios, las relaciones humanas se verán teñidas de vulgaridad y agresividad. Cuanto más respetuosos somos con Dios en nuestras iglesias, más podremos ser gentiles y corteses con nuestros hermanos y hermanas en el resto de nuestra vida.

Por lo tanto, los pastores deben, tan pronto como las condiciones sanitarias lo permitan, ofrecer al pueblo cristiano la oportunidad de adorar juntos y solemnemente la majestad divina en el santísimo sacramento. El Papa Francisco recientemente nos dio un ejemplo de esto en la Plaza de San Pedro. Será necesario alabar, agradecer a través de procesiones públicas. Será una oportunidad para que las personas se reúnan y experimenten que la comunidad cristiana nació del altar del sacrificio eucarístico. Animo, apenas sea posible, las manifestaciones de piedad popular, como el culto a las reliquias de los santos patronos de la ciudad. Es necesario que el pueblo de Dios manifieste ritual y públicamente su fe. Benedicto XVI dijo: “Lo sagrado tiene una función educativa, y su desaparición empobrece inevitablemente la cultura, en especial la formación de las nuevas generaciones. Si, por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y no necesitada ya de signos sacros, fuera abolida esta procesión ciudadana del Corpus Christi, el perfil espiritual de Roma resultaría «aplanado», y nuestra conciencia personal y comunitaria quedaría debilitada. O pensemos en una madre y un padre que, en nombre de una fe desacralizada, privaran a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad acabarían por dejar campo libre a los numerosos sucedáneos presentes en la sociedad de consumo, a otros ritos y otros signos, que más fácilmente podrían convertirse en ídolos. Dios, nuestro Padre, no obró así con la humanidad”. (Corpus Domini, 2012).

Estos eventos serán una ocasión para enfatizar el valor de la súplica, de la intercesión, de la reparación de las ofensas contra Dios y de la propiciación para el culto cristiano. Siempre que sea posible, sería bueno llevar a cabo nuevamente las procesiones de súplica, incluidas las letanías de los santos. Finalmente, me gustaría enfatizar la oración por el difunto. En muchos países, el difunto tuvo que ser enterrado sin que se celebraran funerales. Tenemos que reparar esta injusticia. Además, me gustaría aquí deplorar algunas prácticas recientes, que favorecen el desarrollo de nuevas formas de eliminación de restos mortales, entre los cuales la hidrólisis alcalina, en la que el cuerpo del difunto se coloca en un cilindro de metal y se disuelve en un baño químico, por el cual solo quedan unos pocos fragmentos óseos, similares a los derivados de la incineración. Los residuos se descargan en las alcantarillas. El proceso de hidrólisis alcalina no muestra respeto por la dignidad del cuerpo humano correspondiente a la ley proclamada por la Iglesia. Pero incluso si no tenemos fe, es absolutamente inhumano, cruel e irrespetuoso tratar a las personas que amamos y que nos han amado tanto. “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo” (1 Cor 3, 16-17; 6, 19). Por piedad filial, debemos rodear a todos los fallecidos con una ardiente oración intercesora por la salvación de sus almas. Animo a los pastores a celebrar misas solemnes por los difuntos. Existen aquellos casos en los que, según las costumbres de cada lugar, a la misa le sigue una absolución celebrada en presencia de una representación simbólica del difunto (túmulo, catafalco) y de una procesión hacia el cementerio con la bendición de la tumba. Así, la Iglesia, como una verdadera madre, cuidará de todos sus hijos vivos y fallecidos y presentará a Dios en nombre de todo un servicio de adoración, acción de gracias, propiciación e intercesión.

En efecto, “la Tradición recibida de los Apóstoles incluye todo lo que contribuye a llevar la vida del pueblo de Dios de una manera santa y a aumentar su fe; así, la Iglesia en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que es, todo lo que cree”, dice el Concilio Vaticano II (Dei Verbum, 8). El culto divino es el gran tesoro de la Iglesia. No pueden mantenerlo oculto, invita a todos los hombres porque sabe que en él “se recoge toda oración humana, todo deseo humano, toda verdadera devoción humana, la verdadera búsqueda de Dios, que finalmente se realiza en Cristo” (Benedicto XVI, reunión con el clero de Roma, 2 de marzo de 2010). Reitero mi profunda cercanía con todos en este tiempo de prueba. Renuevo mi aliento fraterno a los sacerdotes que se dedican en cuerpo y alma y sufren por no poder hacer más por su grey. Juntos nos damos cuenta de que la comunión de los santos no es una palabra vacía. Juntos, pronto, brindaremos de nuevo a los ojos de todos la adoración que retorna a Dios y que nos convierte en su pueblo.

Friday, May 15, 2020

Benedicto XVI: “Juan Pablo II no es un rigorista moral, como algunos lo intentan dibujar”


El 18 de Mayo se cumple el centenario del nacimiento de Juan Pablo II. Para conmemorar esta fecha Benedicto XVI, su colaborador durante casi 25 años, ha querido escribir una carta a los obispos polacos sobre el Pontífice, la cual fue presentada hoy.

Este es el texto completo en español de la carta, según Rome Reports.

Ciudad del Vaticano, 4 de mayo del 2020

Para el centenario del nacimiento
del Santo Papa Juan Pablo II
18 de mayo de 2020

El 18 de mayo, se cumplirán 100 años desde que el papa Juan Pablo II nació en la pequeña ciudad polaca de Wadowice.

Polonia, dividida durante más de 100 años por las tres grandes potencias vecinas – Prusia, Rusia y Austria –, había recuperado su independencia al final de la Primera Guerra Mundial. Fue una época llena de esperanza, pero también de dificultades, ya que la presión de las dos grandes potencias, Alemania y Rusia, siguió pesando sobre el Estado que se estaba reorganizando. En esta situación de angustia, pero sobre todo de esperanza, creció el joven Karol Wojtyla, que perdió muy pronto a su madre, a su hermano y, finalmente, a su padre, de quien había aprendido una piedad profunda y cálida. El joven Karol era particularmente apasionado de la literatura y el teatro, y después de estudiar para sus exámenes de secundaria, comenzó a dedicarse más a estas materias.

«Para evitar la deportación, en el otoño de 1940, comenzó a trabajar en una cantera que pertenecía a la fábrica química de Solvay» (cf. Don y Misterio). «En Cracovia, había ingresado en secreto en el Seminario. Mientras trabajaba como obrero en una fábrica, comenzó a estudiar teología con viejos libros de texto, para poder ser ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946» (cf. Ibid.). Por supuesto, no solo estudió teología en los libros, sino también a partir de la situación específica que pesaba sobre él y su país. Es una especie de característica de toda su vida y su trabajo. Estudia con libros, pero experimenta y sufre las cuestiones que están detrás del material impreso. Para él, como joven obispo – obispo auxiliar desde 1958, arzobispo de Cracovia desde 1964 – el Concilio Vaticano II se convirtió en una escuela para toda su vida y su trabajo. Las grandes preguntas que surgieron especialmente sobre el llamado Esquema 13 – luego Constitución Gaudium et Spes – fueron sus preguntas personales. Las respuestas desarrolladas en el Concilio le mostraron el camino a seguir para su trabajo como obispo y luego como Papa.

Cuando el cardenal Wojtyla fue elegido sucesor de San Pedro el 16 de octubre de 1978, la Iglesia estaba en una situación desesperada. Las deliberaciones del Concilio se presentaban al público como una disputa sobre la fe misma, lo que parecía privarla de su certeza indudable e inviolable. Un pastor bávaro, por ejemplo, comentando la situación, decía: «Al final, hemos acogido una fe falsa». Esta sensación de que no había nada seguro, de que todo estaba en cuestión, fue alimentada por la forma en que se implementó la reforma litúrgica. Al final, todo parecía factible en la liturgia. Pablo VI había cerrado el Concilio con energía y determinación, pero luego, una vez terminado, se vio confrontado con más asuntos, siempre más urgentes, lo que finalmente puso en tela de juicio a la Iglesia misma. Los sociólogos compararon la situación de la Iglesia en ese momento con la de la Unión Soviética bajo Gorbachov, cuando toda la poderosa estructura del Estado finalmente se derrumbó en un intento de reformarla.

Una tarea que superaba las fuerzas humanas esperaba al nuevo Papa. Sin embargo, desde el primer momento, Juan Pablo II despertó un nuevo entusiasmo por Cristo y su Iglesia. Primero lo hizo con el grito del sermón al comienzo de su pontificado: «¡No tengan miedo! ¡Abran, sí, abran de par en par las puertas a Cristo!» Este tono finalmente determinó todo su pontificado y lo convirtió en un renovado liberador de la Iglesia. Esto estaba condicionado por el hecho de que el nuevo Papa provenía de un país donde el Concilio había sido bien recibido: no el cuestionamiento de todo, sino más bien la alegre renovación de todo.

El Papa ha viajado por el mundo en 104 grandes viajes pastorales y proclamó el Evangelio en todas partes como una alegría, cumpliendo así su obligación de defender el bien, de defender a Cristo.

En 14 encíclicas, volvió a exponer completamente la fe de la Iglesia y su doctrina humana. Inevitablemente, al hacerlo, provocó oposición en las iglesias del Occidente llenas de dudas.

Hoy, me parece importante enfatizar sobre todo el verdadero centro desde el cual debe leerse el mensaje de sus diferentes textos. Este centro vino a la atención de todos nosotros en el momento de su muerte. El Papa Juan Pablo II murió en las primeras horas de la nueva fiesta de la Divina Misericordia. Permítanme agregar primero un pequeño comentario personal que revela un aspecto importante del ser y el trabajo del Papa. Desde el principio, Juan Pablo II se sintió profundamenteconmovido por el mensaje de Faustina Kowalska, una monja de Cracovia, que destacó la Divina Misericordia como un centro esencial de la fe cristiana y deseaba una celebración con este motivo. Después de todas las consultas, el Papa habíaescogido el domingo in albis. Sin embargo, antes de tomar la decisión final, le pidió a la Congregación de la Fe su opinión sobre la conveniencia de esta fecha. Dijimos que no porque pensamos que una fecha tan antigua y llena de contenido como la del domingo in albis no debería sobrecargarse con nuevas ideas. Ciertamente no fue fácil para el Santo Padre aceptar nuestro no. Pero lo hizo con toda humildad y aceptó el no de nuestro lado por segunda vez. Finalmente, hizo una propuesta dejando el histórico domingo in albis, pero incorporando la Divina Misericordia en su mensaje original. En otras ocasiones, de vez en cuando, me impresionó la humildad de este gran Papa, que renunció a las ideas de lo que deseaba porque no recibió la aprobación de los organismos oficiales que, según las reglas clásicas, había de consultar.

Mientras Juan Pablo II vivió sus últimos momentos en este mundo, la Fiesta de la Divina Misericordia acababa de comenzar tras la oración de las primeras vísperas. Esta celebración iluminó la hora de su muerte: la luz de la misericordia de Dios se presenta como un mensaje reconfortante sobre su muerte. En su último libro, Memoria e Identidad, publicado en la víspera de su muerte, el Papa resumió una vez más el mensaje de la Divina Misericordia. Señaló que la hermana Faustina murió antes de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, pero que ya había dado la respuesta del Señor a este horror insoportable. Era como si Cristo quisiera decir a través de Faustina: «El mal no obtendrá la victoria final. El misterio pascual confirma que el bien prevalecerá, que la vida triunfará sobre la muerte y que el amortriunfará sobre el odio».

A lo largo de su vida, el Papa buscó apropiarse subjetivamente del centro objetivo de la fe cristiana, que es la doctrina de la salvación, y ayudar a otros a apropiarse de ella. A través de Cristo resucitado, la misericordia de Dios es para cada individuo. Aunque este centro de la existencia cristiana solo nos lo da la fe, también es importante filosóficamente, porque si la misericordia de Dios no es un hecho, debemos encontrar nuestro camino en un mundo donde el poder último del bien contra el mal es incierto. Después de todo, más allá de este significado histórico objetivo, es esencial que todos sepan que, al final, la misericordia de Dios es más fuerte que nuestra debilidad. Además, en esta etapa actual, también se puede encontrar la unidad interior entre el mensaje de Juan Pablo II y las intenciones fundamentales del Papa Francisco: Juan Pablo II no es un rigorista moral, como algunos lo intentan dibujar en parte. Con la centralidad de la misericordia divina, nos da la oportunidad de aceptar el requerimiento moral del hombre, aunque nunca podemos cumplirlo por completo. Sin embargo, nuestros esfuerzos morales se hacen a la luz de la divina misericordia, que resulta ser una fuerza curativa para nuestra debilidad.

Cuando murió el Papa Juan Pablo II, la Plaza de San Pedro estaba llena de personas, especialmente jóvenes, que querían encontrarse con su Papa por última vez. No puedo olvidar el momento en que Mons. Sandri anunció el mensaje de la partida del Papa. Sobre todo, el momento en que la gran campana de San Pedro repicó, hizo que este mensaje resultara inolvidable. El día del funeral, había muchas pancartas diciendo «¡Santo subito!». Eso fue un grito que, de todos lados, surgió a partir del encuentro con Juan Pablo II. No solo en la plaza, sino también en varios círculos intelectuales, se discutió la idea de darle el título de «Magno» a Juan Pablo II.

La palabra «santo» indica la esfera de Dios y la palabra «magno» la dimensión humana. Según el reglamento de la Iglesia, la santidad puede ser reconocida por dos criterios: las virtudes heroicas y el milagro. Los dos criterios están estrechamentevinculados. La expresión «virtud heroica» no significa una especie de hazaña olímpica; al contrario, en y a través de una persona se revela algo que no proviene de él, sino que se hace visible la obra de Dios en y a través de él. No es una competencia moral de la persona, sino renunciar a la propia grandeza. El punto es que una persona deja que Dios trabaje en ella, y así el trabajo y el poder de Dios se hacen visibles a través de ella.

Lo mismo se aplica a la prueba del milagro: aquí tampoco se trata de un evento sensacional sino de la revelación de la bondad de Dios que cura de una manera que va más allá de las meras posibilidades humanas. El santo es un hombre abierto a Dios e imbuido de Dios. El que se aleja de sí mismo y nos deja ver y reconocer a Dios es santo. Verificar esto legalmente, en la medida de lo posible, es el significado de los dos procesos de beatificación y canonización. En los casos de Juan Pablo II, ambos procesos se hicieron estrictamente de acuerdo a las reglas aplicables. Por lo tanto, ahora se nos presenta como el padre que nos deja ver la misericordia y la bondad de Dios.

Es más difícil definir correctamente el término «magno». Durante los casi 2.000 años de historia del papado, el título «Magno» solo prevaleció para dos papas: León I (440-461) y Gregorio I (590-604). La palabra «magno» tiene una connotación política en ambos, en la medida en que algo del misterio de Dios mismo se hace visible a través de la actuación política. A través del diálogo, León Magno logró convencer a Atila, el Príncipe de los Hunos, para que perdonara a Roma, la ciudad de los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo. Desarmado, sin poder militar o político, sino por el solo poder de la convicción por su fe, logró convencer al temido tirano para que perdonara a Roma. El espíritu demostró ser más fuerte en la lucha entre espíritu y poder.

Aunque Gregorio I no tuvo un éxito tan espectacular, también logró proteger a Roma contra los lombardos, de nuevo al oponerse el espíritu al poder y alcanzar la victoria del espíritu.

Si comparamos la historia de los dos Papas con la de Juan Pablo II, su similitud es evidente. Juan Pablo II tampoco tenía poder militar o político. Durante las deliberaciones sobre la forma futura de Europa y Alemania, en febrero de 1945, seobservó que la opinión del Papa también debía tenerse en cuenta. Entonces Stalin preguntó: «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?». Es claro que el Papa no tiene divisiones a su disposición. Pero el poder de la fe resultó ser un poder que finalmente derrocó el sistema de poder soviético en 1989 y permitió un nuevo comienzo. Es indiscutible que la fe del Papa fue un elemento esencial en el derrumbe del poder comunista. Así que la grandeza evidente en León I y Gregorio I es ciertamente visible también en Juan Pablo II.

Dejamos abierto si el epíteto «magno» prevalecerá o no. Es cierto que el poder y la bondad de Dios se hicieron visibles para todos nosotros en Juan Pablo II. En un momento en que la Iglesia sufre una vez más la aflicción del mal, este es para nosotros un signo de esperanza y confianza.

Querido San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!

Benedicto XVI