Saturday, February 09, 2019

— Padre, acúsome de haber violentado a la Pacha Mama

La dimensión ecológica es un componente esencial de la responsabilidad de cada persona y de cada nación. Me hace reflexionar el hecho de que cuando administro la Reconciliación – también cuando lo hacía antes- raramente alguno se acusa de haber hecho violencia a la naturaleza, a la tierra, a la creación. Todavía no somos conscientes de este pecado.

Francisco
Discurso durante la audiencia concedida a los profesores
y estudiantes de la Academia Alfonsiana-Instituto Superior de Teología
Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano
Feb-09-2019

“El don de la adopción filial”, Mons. Athanasius Schneider sobre “la única religión válida y querida por Dios”


Traducción al español de Adelante la Fe, Feb-09-2019 (con algunas adaptaciones).

El don de la adopción filial

La Fe Cristiana: La única religión válida y querida por Dios

“La verdad de la filiación divina en Cristo, que es intrínsecamente sobrenatural, es la síntesis de toda la revelación divina. La filiación divina es siempre un don gratuito de la gracia, el don más sublime de Dios para la humanidad. Este don se obtiene, sin embargo, sólo a través de la fe personal en Cristo y la recepción del bautismo, como enseñó el mismo Señor:

“En verdad, en verdad os digo si uno no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido del espíritu es espíritu. No se sorprendan si le dije: ustedes deben nacer de lo alto “(Juan 3, 5-7).

En décadas pasadas oía a menudo, incluso de boca de algunos representantes de la jerarquía de la Iglesia – declaraciones sobre la teoría de los «cristianos anónimos». Esta teoría dice lo siguiente: la misión de la Iglesia en el mundo consistiría en última instancia, en suscitar la conciencia de que todos los hombres deben tener de su salvación Cristo y por lo tanto de su filiación divina. Ya que, según la misma teoría, cada ser humano tendría ya la filiación divina en la profundidad de su persona. Sin embargo, tal teoría contradice directamente la revelación divina, tal como Cristo la enseñó y como sus apóstoles y la Iglesia la han transmitido siempre por dos mil años inmutablemente y sin sombra de duda.

En su ensayo “La Iglesia de los Judíos y los Gentiles” (Die Kirche aus Juden und Heiden) Erik Peterson, el conocido converso y exégeta, hace ya tiempo (en 1933) advirtió contra el peligro de tal teoría, al afirmar que no puede reducirse el ser cristiano (“Christsein”) al orden natural, en el que los frutos de la redención obrada por Jesucristo, serían imputados generalmente a cada ser humano como una especie de herencia, sólo porque ellos comparten la naturaleza humana con el Verbo Encarnado. Por el contrario, la filiación divina no es un resultado automático, garantizado a través de la pertenencia a la raza humana.

San Atanasio (cf. Oratio contra Arianos [Discurso contra los Arrianos], II, 59) nos dejó una sencilla y a la vez precisa explicación de la diferencia entre el estado natural de los hombres como criaturas de Dios y la gloria de ser hijos de Dios en Cristo. San Atanasio desarrolla su pensamiento a partir de las palabras del Santo Evangelio de San Juan, quien dice: “Él ha dado poder para llegar a ser hijos de Dios a los que creen en su nombre, los cuales ni por la sangre ni por la voluntad de la carne ni por el deseo del hombre, sino por Dios han sido engendrados” (Juan 1, 12-13). San Juan usa la expresión “han sido engendrados” para decir que el hombre se convierte en el hijo de Dios no por naturaleza sino por adopción. Este hecho demuestra el amor de Dios, porque Aquel que es su Creador se convierte también en su Padre. Esto sucede, como dice el apóstol, cuando los hombres reciben en sus corazones el Espíritu del Hijo Encarnado, que clama en ellos: “¡Abba, Padre!” San Atanasio continúa en su reflexión diciendo: como seres creados los hombres pueden convertirse en hijos de Dios exclusivamente a través de la fe y el bautismo, recibiendo el Espíritu del verdadero y natural Hijo de Dios. Precisamente por esta razón la Palabra se hizo carne, para hacer a los hombres capaces de la adopción filial y participación en la naturaleza divina. Por lo tanto, por naturaleza Dios, estrictamente hablando, no es el Padre de los seres humanos. Sólo aquel que acepte conscientemente a Cristo y sea bautizado, podrá gritar en verdad: “Abba, Padre” (Rom. 8, 15; Gal. 4, 6).

Desde el principio de la Iglesia había una afirmación, como testifica Tertuliano: “Ningún cristiano nace, cristiano se hace” (Apol., 18, 5). y San Cipriano de Cartago ha formulado esta verdad, diciendo: “No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre” (De Unit., 6).

La tarea más urgente de la Iglesia en nuestros días consiste en ocuparnos del cambio del clima espiritual y del clima de migración espiritual, a saber, que desde el clima de no-fe en Jesucristo y el clima de rechazo de la realeza de Cristo se produzca un traslado hacia un clima de fe explícita en Jesucristo y de la aceptación de Su realeza, y que los hombres puedan migrar desde la miseria de la esclavitud espiritual de la no-fe a la felicidad de ser hijos de Dios, y de la vida en pecado migrar al estado de la gracia santificante. Estos son los migrantes de los que debemos ocuparnos urgentemente.

El cristianismo es la única religión querida por Dios. Por lo tanto, el cristianismo nunca puede ser puesto de manera complementaria junto a otras religiones. Quien apoyase la tesis de que Dios querría la diversidad de religiones, violaría la verdad de la Revelación Divina, como se halla inconfundiblemente afirmada en el primer mandamiento del Decálogo. De acuerdo con la voluntad de Cristo, la fe en Él y en su enseñanza divina debe sustituir a otras religiones, sin embargo no con fuerza, sino con una persuasión amorosa, como expresa el himno de Alabanzas (Laudes) de la fiesta de Cristo Rey: “Non Ille regna cladibus, non vi metuque subdidit: alto levatus stipite, amore traxit omnia” (“No por la espada, la fuerza y el temor que somete a los pueblos, sino exaltado en la Cruz atrae amorosamente a todas las cosas hacia Sí “).

Sólo hay un camino a Dios, y éste es Jesucristo, pues Él mismo dijo: “Yo soy el camino” (Juan 14, 6). Sólo hay una verdad, y éste es Jesucristo, porque él mismo dijo: “Yo soy la verdad” (Juan 14, 6). Sólo hay una vida verdaderamente sobrenatural, y éste es Jesucristo, porque Él mismo dijo: “Yo soy la vida” (Juan 14, 6).

El hijo de Dios Encarnado enseñó que fuera de la fe en Él no puede haber una verdadera religión que agrade a Dios: “Yo soy la puerta: Si uno entra a través de mí, será salvado” (Juan 10, 9). Dios mandó a todos los hombres, sin excepción, que escucharan a su Hijo: “Éste es mi hijo muy amado: ¡Escúchenlo!” (Mc. 9, 7). Dios no dijo: “Puedes escuchar a mi Hijo u otros fundadores de las religiones, ya que es mi voluntad que haya religiones diferentes”. Dios ha prohibido reconocer la legitimidad de la religión de otros dioses: “No tendrás otros dioses delante de mí” (Ex. 20, 3) y ¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas ¿Qué acuerdo entre Cristo y Belial, o qué colaboración entre creyente y no creyente? ¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? (2 Cor. 6, 14-16).

Si las otras religiones correspondieran igualmente a la voluntad de Dios, no habría habido condenación divina de la religión del becerro de oro en tiempos de Moisés (cf. Ex. 32, 4-20); entonces, los cristianos de hoy podrían, con impunidad, cultivar la religión de un nuevo becerro de oro, ya que todas las religiones, según esta teoría, serían igualmente agradables a Dios.

Dios dio a los apóstoles y a través de ellos a la Iglesia para todos los tiempos la orden solemne de enseñar a todas las naciones y a los seguidores de todas las religiones la única fe verdadera, enseñándoles a observar todos sus mandamientos divinos y bautizarlos (cf. Mt. 28, 19-20). Desde el comienzo de la predicación de los Apóstoles y desde el primer Papa, el Apóstol San Pedro, la Iglesia siempre ha proclamado que en ningún otro nombre está la salvación, es decir, no hay otra fe bajo el cielo, en la que los hombres pueden ser salvos, que en el Nombre y fe en Jesucristo (cf. Hch. 4, 12).

En palabras de San Agustín la Iglesia enseñó en todo momento: “Sólo la religión cristiana indica el camino abierto a todos para la salvación del alma. Sin ella no se salvará ninguna. Esta es la vía regia, porque sólo ella conduce no a un reinado vacilante para la altura terrenal, sino a un reino duradero en la eternidad estable “(De Civitate Dei, 10, 32, 1).

Las siguientes palabras del gran Papa León XIII dan testimonio de la misma enseñanza inmutable del Magisterio en todo momento, cuando afirma: “El gran error moderno del indiferentismo religioso y la igualdad de todos los cultos es el camino oportunísimo para aniquilar todas las religiones, y en particular a la católica que, única verdadera, no puede sin una enorme injusticia ser puesta en un pie de igualdad junto a las demás”(Encíclica Humanum Genus, no. 16).

En los últimos tiempos, el magisterio ha presentado sustancialmente la misma enseñanza inmutable en el documento “Dominus Iesus” (6 de agosto de 2000), del que citamos algunas afirmaciones relevantes:

“A menudo se identifica la fe teologal, que es la recepción de la verdad revelada por Dios uno y el Trino, y la creencia en otras religiones, que es experiencia religiosa todavía en busca de la verdad absoluta y privada aún del acceso a Dios que se revela. Esta es una de las razones por las que se tiende a reducir, a veces hasta anularlas, las diferencias entre el cristianismo y otras religiones” (n. 7). “Serían contrarias a la fe cristiana y católica esas propuestas de solución, que contemplan una acción salvífica de Dios fuera de la única mediación de Cristo”(n. 14). “No pocas veces se propone evitar en teología términos como “unidad”, “universalidad”, “absoluto”, cuyo uso daría la impresión de un énfasis excesivo en el significado y valor del evento salvífico de Jesucristo en relación con las otras religiones. En realidad, este lenguaje simplemente expresa la fidelidad al dato revelado” (n. 15). “Sería contrario a la fe católica considerar a la Iglesia como un camino de salvación junto a los constituidos por otras religiones, que serían complementarios a la Iglesia, de hecho sustancialmente equivalentes a ella, aunque convergiendo con esto hacia el Reino escatológico de Dios”(n. 21). “La verdad de la fe excluye radicalmente esa mentalidad indiferentista “marcada por un relativismo religioso que conduce a la creencia de que “una religión es lo mismo que la otra “(Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, 36)” (n. 22).

Los apóstoles y los innumerables mártires cristianos de todos los tiempos, especialmente los de los tres primeros siglos, habrían evitado el martirio si hubieran dicho: “La religión pagana y su culto es una manera que también corresponde a la voluntad de Dios”. No habría habido, por ejemplo, una Francia cristiana, “la primogénita hija de la Iglesia”, si San Remigio le hubiera dicho a Clovis, rey de los Francos: “no debes abandonar tu religión pagana; puedes practicar con tu religión pagana la religión de Cristo”. De hecho, el santo obispo habló de manera diferente, aunque de forma bastante abrupta: “¡Adora lo que has quemado y quema lo que has adorado!”

La verdadera hermandad universal sólo puede existir en Cristo, es decir, entre los bautizados. La gloria plena de la filiación divina sólo se logrará en la visión bienaventurada de Dios en el cielo, como lo enseña la Sagrada Escritura: “¡Mira qué gran amor nos ha dado el Padre para ser llamado hijos de Dios, y nosotros lo somos de hecho! Es por eso que el mundo no nos conoce: porque no lo ha conocido a Él. Queridos míos, somos hijos de Dios a partir de ahora, pero lo que vamos a ser no se ha revelado todavía. Sabemos, sin embargo, que cuando se manifieste, estaremos como Él, porque lo veremos tal como es” (1 Juan 3, 1-2).

Ninguna autoridad en la tierra – ni siquiera la autoridad suprema de la Iglesia – tiene el derecho de dispensar a cualquier seguidor de otra religión de la fe explícita en Jesucristo, es decir, de la fe en el Hijo de Dios encarnado y en el único Redentor de los hombres asegurándoles que las diferentes religiones son como tales, deseadas por Dios mismo. Indeleble -porque están escritas con el dedo del Dios y cristalinas en su significado- permanezcan, por el contrario, las palabras del Hijo de Dios: “Quien cree en el Hijo de Dios no está condenado, pero quién no cree ha sido condenado ya, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios” (Juan 3, 18). Esta verdad fue válida hasta ahora en todas las generaciones cristianas y seguirá siendo válida hasta el fin de los tiempos, independientemente de si algunas personas en la Iglesia de nuestro tiempo tan inestable, cobarde, sensacionalista y conformista, reinterpretan esta verdad en un sentido contrario al tenor de las palabras, planteando así esta reinterpretación como continuidad en el desarrollo de la doctrina.

Fuera de la fe cristiana, ninguna otra religión puede ser un verdadero camino y ser querido por Dios, porque esta es la voluntad explícita de Dios, que todos los hombres crean en su Hijo: “Esta es efectivamente la voluntad de mi Padre: que quien ve al Hijo y cree en Él tenga la Vida eterna” (Juan 6, 40).

Fuera de la fe cristiana ninguna otra religión es capaz de transmitir la verdadera vida sobrenatural: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo” (Juan 17, 3).

8 de febrero de 2019

+ Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Maria Santisima en Astana

“¡No se turbe vuestro corazón!”, declaración de Fe del card. Gerhard Ludwig Müller “ante la creciente confusión en la enseñanza de la doctrina de la fe”


Rayos y centellas le han llovido desde los medios progresistas, liberales, anti-Iglesia y, principalmente, pro-Bergloglio, al antigüo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, card. Gerhard Ludwig Müller, quien ayer publicó una “declaración de Fe” —en esos medios la caracterizan como ‘manifiesto’— “ante la creciente confusión en la enseñanza de la doctrina de la fe”, la cual tituló “¡No se turbe vuestro corazón!”, citando el pasaje de la Biblia Jn 14,1.

Por tomar un ejemplo, ¡y eso que de los mas benignos!, reproducimos un despacho de la agencia Associated Press, Feb-09-2019 (original en inglés).

Cardenal conservador denuncia “confusión” en la Iglesia

Por NICOLE WINFIELD

CIUDAD DEL VATICANO (AP) —
El ex director de asuntos doctrinarios del Vaticano ha publicado un “manifiesto de la fe” en que le recuerda a los católicos de las reglas básicas de la religión y denuncia “una creciente confusión” en la Iglesia Católica.

El cardenal Gerhard Mueller no mencionó por nombre al papa Francisco en su manifiesto de cuatro páginas divulgado el viernes. Pero el documento refleja la crítica de los sectores conservadores hacia el papado de Francisco por su énfasis en misericordia y en ayudar a los pobres, en vez de inculcar los principios morales católicos como lo habían hecho los dos papas anteriores.

La negativa de un líder católico de enseñar las verdades de la religión es la mayor decepción, escribió cardenal, calificando esa actitud como “el fraude del anticristo”.

Francisco destituyó a Mueller como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe en el 2017, negándole un segundo período de cinco años.

En el documento, publicado por medios de prensa católicos y conservadores que han sido críticos de Francisco, Mueller reitera la creencia católica de que un católico debe estar libre de pecado antes de recibir comunión. Menciona a las personas divorciadas y casadas en segundas nupcias, clara referencia a la propuesta de Francisco de permitir que esos católicos reciban comunión según cada caso individual, tras un proceso de acompañamiento y reflexión con sus pastores.

Mueller también reitera que las mujeres no pueden ser sacerdotes y que los curas deben ser célibes. Francisco ha ratificado la prohibición a las mujeres como sacerdotes pero ordenó un estudio sobre la existencia de mujeres decanas en los primeros años de la Iglesia. Francisco también ha ratificado la promesa del celibato pero ha argumentado que podrían haber excepciones si existe “la necesidad pastoral” que justifique ordenar a un sacerdote casado de probada virtud.

Según nuestro modo de ver, una declaración de Fe como la que ha publicado el card. Müller hubiera sido muy oportuna y propicia en los tiempos aquellos en los que todavía no era cardenal ni prefecto de nada y escribía sobre, por ejemplo, la transubstanciación, o sobre la virginidad de la Santísima Virgen María. Pero estamos destacando lo bueno del acto, aunque tardío en el tiempo.

Inicialmente, la declaración de Fe fue publicada en LifeSiteNews, donde además han publicado una petición para que todo el que quiera firme en respaldo. La petición va acompañada con la traducción de la declaración en siete idiomas.

Luego de ello, muy prontamente otros sitios y blogs la han divulgado en diferentes lenguas.

Este es el texto completo en español de la dicha declaración publicada por Infovaticana.


Declaración de fe
"¡No se turbe vuestro corazón!" (Juan 14,1)

Ante la creciente confusión en la enseñanza de la doctrina de la fe, muchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia Católica, me han pedido dar testimonio público de la verdad de la Revelación. Es tarea de los pastores guiar a los que se les ha confiado por el camino de la salvación. Esto sólo puede tener éxito si se conoce este camino y ellos mismos siguen adelante. Acerca de esto la palabra del apóstol nos indica: "Porque sobretodo os he entregado lo que yo también recibí" (1 Co 15,3). Hoy en día muchos cristianos ya no son conscientes ni siquiera de las enseñanzas básicas de la fe, por lo que existe un peligro creciente de apartarse del camino que lleva a la vida eterna. Pero sigue siendo tarea propia de la Iglesia conducir a las personas a Jesucristo, luz de las naciones (cf. LG 1). En esta situación se plantea la cuestión de la orientación. Según Juan Pablo II, el Catecismo de la Iglesia Católica es una "norma segura para la doctrina de la fe" (Fidei Depositum IV). Fue escrito con el objetivo de fortalecer a los hermanos y hermanas en la fe, cuya fe es ampliamente cuestionada por la "dictadura del relativismo"¹.

1. El Dios uno y trino, revelado en Jesucristo

La personificación de la fe de todos los cristianos se encuentra en la confesión de la Santísima Trinidad. Nos hemos convertido en discípulos de Jesús, hijos y amigos de Dios por el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La diferencia de las tres personas en la unidad divina (254) marca una diferencia fundamental con respecto a otras religiones en la creencia en Dios y en la imagen del hombre. En la confesión a Jesucristo los espíritus se dividen. Él es verdadero Dios y verdadero hombre, engendrado según su naturaleza humana por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen María. El Verbo hecho carne, el Hijo de Dios, es el único redentor del mundo (679) y el único mediador entre Dios y los hombres (846). En consecuencia, la Primera Carta de san Juan describe como Anticristo al que niega su divinidad (1 Juan 2,22), ya que Jesucristo, el Hijo de Dios, es desde la eternidad un ser con Dios, su Padre (663). La recaída en antiguas herejías, que veían en Jesucristo sólo a un buen hombre, a un hermano y amigo, a un profeta y a un moralista, debe ser combatida con clara determinación. Él es ante todo el Verbo que estaba con Dios y es Dios, el Hijo del Padre, que asumió nuestra naturaleza humana para redimirnos y que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Lo adoramos sólo a Él como el único y verdadero Dios en unidad con el Padre y el Espíritu Santo (691).

2. La Iglesia

Jesucristo fundó la Iglesia como signo visible e instrumento de salvación, que subsiste en la Iglesia Católica (816). Dio una constitución sacramental a su Iglesia, que surgió "del costado de Cristo dormido en la Cruz" (766), y que permanece hasta su consumación (765). Cristo Cabeza y los fieles como miembros del Cuerpo son una persona mística (795), por eso la Iglesia es santa, porque el único mediador la ha establecido y mantiene su estructura visible (771). A través de ellos, la obra de la redención de Cristo se hace presente en el tiempo y en el espacio en la celebración de los santos sacramentos, especialmente en el sacrificio eucarístico, la Santa Misa (1330). La Iglesia transmite en Cristo la revelación divina que se extiende a todos los elementos de la doctrina, "incluida la doctrina moral, sin la cual las verdades de la salvación de la fe no pueden ser salvaguardas, expuestas u observadas" (2035).

3. El orden sacramental

La Iglesia en Jesucristo es el sacramento universal de salvación (776). Ella no se refleja a sí misma, sino a la luz de Cristo que brilla en su rostro. Esto sucede sólo cuando no la mayoría ni el espíritu de los tiempos sino la verdad revelada en Jesucristo se convierte en el punto de referencia, porque Cristo ha confiado a la Iglesia católica la plenitud de la gracia y de la verdad (819): Él mismo está presente en los sacramentos de la Iglesia.

La Iglesia no es una asociación fundada por el hombre cuya estructura es votada por sus miembros a voluntad. Es de origen divino. "El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad" (874). La amonestación del apóstol sigue siendo válida hoy en día para que cualquiera que predique otro evangelio sea maldecido, "aunque seamos nosotros mismos o un ángel del cielo" (Gal 1,8). La mediación de la fe está indisolublemente ligada a la credibilidad humana de sus mensajeros, que en algunos casos han abandonado a los que les fueron confiados, los han perturbado y han dañado gravemente su fe. Aquí la palabra de la Escritura va dirigida a aquellos que no escuchan la verdad y siguen sus propios deseos, que adulan a los oídos porque no pueden soportar la sana enseñanza (cf. 2 Tim 4,3-4).

La tarea del Magisterio de la Iglesia es "proteger al pueblo de las desviaciones y de las fallas y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica" (890). Esto es especialmente cierto con respecto a los siete sacramentos. La Eucaristía es "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (1324). El sacrificio eucarístico, en el que Cristo nos implica en su sacrificio de la cruz, apunta a la unión más íntima con Cristo (1382). Por eso, las Sagradas Escrituras, con respecto a la recepción de la Sagrada Comunión, advierten: "’El que come del pan y bebe de la copa del Señor indignamente, es reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor’ (1 Co 11,27). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar" (1385). De la lógica interna del sacramento se desprende que los fieles divorciados por lo civil, cuyo matrimonio sacramental existe ante Dios, los otros Cristianos, que no están en plena comunión con la fe católica como todos aquellos que no están propiamente dispuestos, no reciben la Sagrada Eucaristía de manera fructífera 1457) porque no les trae la salvación. Señalar esto corresponde a las obras espirituales de misericordia.

La confesión de los pecados en la confesión por lo menos una vez al año pertenece a los mandamientos de la iglesia (2042). Cuando los creyentes ya no confiesan sus pecados ni reciben la absolución, entonces la redención cae en el vacío, ya que ante todo Jesucristo se hizo hombre para redimirnos de nuestros pecados. El poder del perdón que el Señor Resucitado ha conferido a los apóstoles y a sus sucesores en el ministerio de los obispos y sacerdotes se aplica también a los pecados graves y veniales que cometemos después del bautismo. La práctica actual de la confesión deja claro que la conciencia de los fieles no está suficientemente formada. La misericordia de Dios nos es dada para cumplir sus mandamientos a fin de convertirnos en uno con su santa voluntad y no para evitar la llamada al arrepentimiento (1458).

"El sacerdote continúa la obra de redención en la tierra" (1589). La ordenación sacerdotal "le da un poder sagrado" (1592), que es insustituible, porque a través de él Jesucristo se hace sacramentalmente presente en su acción salvífica. Por lo tanto, los sacerdotes eligen voluntariamente el celibato como "signo de vida nueva" (1579). Se trata de la entrega en el servicio de Cristo y de su reino venidero. En cuanto a la recepción de la consagración en las tres etapas de este ministerio, la Iglesia se reconoce a sí misma "vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación" (1577). Asumir esto como una discriminación contra la mujer sólo muestra la falta de comprensión de este sacramento, que no se trata de un poder terrenal, sino de la representación de Cristo, el Esposo de la Iglesia.

4. La ley moral

La fe y la vida están inseparablemente unidas, porque la fe sin obras está muerta (1815). La ley moral es obra de la sabiduría divina y conduce al hombre a la bienaventuranza prometida (1950). En consecuencia, "el conocimiento de la ley moral divina y natural es necesario para hacer el bien y alcanzar su fin" (1955). Su observancia es necesaria para la salvación de todos los hombres de buena voluntad. Porque los que mueren en pecado mortal sin haberse arrepentido serán separados de Dios para siempre (1033). Esto lleva a consecuencias prácticas en la vida de los cristianos, entre las cuales deben mencionarse las que hoy se oscurecen con frecuencia: (cf. 2270-2283; 2350-2381). La ley moral no es una carga, sino parte de esa verdad liberadora (cf. Jn 8,32) por la que el cristiano recorre el camino de la salvación, que no debe ser relativizada.

5. La vida eterna

Muchos se preguntan hoy por qué la Iglesia está todavía allí, aunque los obispos prefieren desempeñar el papel de políticos en lugar de proclamar el Evangelio como maestros de la fe. La visión no debe ser diluida por trivialidades, pero el proprium de la Iglesia debe ser tematizado. Cada persona tiene un alma inmortal, que es separada del cuerpo en la muerte, esperando la resurrección de los muertos (366). La muerte hace definitiva la decisión del hombre a favor o en contra de Dios. Todo el mundo debe comparecer ante el tribunal inmediatamente después de su muerte (1021). O es necesaria una purificación o el hombre llega directamente a la bienaventuranza celestial y puede ver a Dios cara a cara. Existe también la terrible posibilidad de que un ser humano permanezca en contradicción con Dios hasta el final y, al rechazar definitivamente su amor, "condenarse inmediatamente para siempre" (1022). "Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti" (1847). El castigo de la eternidad del infierno es una realidad terrible, que -según el testimonio de la Sagrada Escritura- atrae hacia sí a todos aquellos que "mueren en estado de pecado mortal" (1035). El cristiano pasa por la puerta estrecha, porque "ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella" (Mt 7,13).

Ocultar estas y otras verdades de fe y enseñar a la gente en consecuencia, es el peor engaño del que el Catecismo advierte enfáticamente. Representa la prueba final de la Iglesia y lleva a la gente a un engaño religioso de mentiras, al "precio de su apostasía de la verdad" (675); es el engaño del Anticristo. "Él engañará a los que se pierden por toda clase de injusticia, porque se han cerrado al amor de la verdad por la cual debían ser salvados" (2 Tesalonicenses 2,10).

Invocación

Como obreros de la viña del Señor, tenemos todos la responsabilidad de recordar estas verdades fundamentales adhiriéndonos a lo que nosotros mismos hemos recibido. Queremos animar a la gente a caminar por el camino de Jesucristo con decisión para alcanzar la vida eterna obedeciendo sus mandamientos (2075).

Pidamos al Señor que nos haga saber cuán grande es el don de la fe católica, que abre la puerta a la vida eterna. "Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles" (Mc 8, 38). Por lo tanto, estamos comprometidos a fortalecer la fe, en la que confesamos la verdad, que es el mismo Jesucristo.

Estas palabras también se dirigen en particular a nosotros, obispos y sacerdotes, cuando Pablo, el apóstol de Jesucristo, da esta amonestación a su compañero de armas y sucesor Timoteo: "Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio." (2 Tim 4,1-5).

Que María, la Madre de Dios, nos implore la gracia de aferrarnos a la verdad de Jesucristo sin vacilar.

Unido en la fe y en la oración

[firmado]
Gerhard Cardinal Müller
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde 2012-2017

¹ Los números que aparecen en el texto corresponden al Catecismo de la Iglesia Católica.


Entradas Relacionadas: Card. Walter Kasper ataca al card. Gerhard Müller: Su declaración de Fe crea confusión.