A la persona a la que le dedicaremos atención, por desgracia hay que prestarle atención. Se trata del teólogo Andrea Grillo, quien fue el primero en sugerir la abolición de la Comisión «Ecclesia Dei» en una entrevista con RAI por allá en 2017. Su sueño logró llegar a Francisco y es así como hoy se le ha dado el puntillazo final a dicha comisión.
Pero, como hay apetitos que no se sacian con nada, el siguiente objetivo en el ánimo de esta casta progresista incrustada en el vértice eclesial es el “abrogar” lo contenido en la “Instrucción sobre la aplicación de la carta apostólica motu proprio data «Summorum Pontificum» de Su Santidad Benedicto XVI”. Si señores, así como lo acaban de leer, “abrogar”. Y lo ha manifestado abiertamente hoy el Sr. Grillo al congratularse de su desaparición, sobre el cadaver todavía tibio de la Comisión «Ecclesia Dei». Escribe el personaje, Ene-19-2019 (nuestra traducción, énfasis añadido).
Dicho en una palabra: una Comisión, que nació para responder y remediar una aflicción, se había convertido en cambio en una fuente de aflicción. En la historia de los 31 años de vida (1988-2019), los eventos de la Comisión habían tomado progresivamente aspectos completamente paradójicos. Nacida para remediar la fractura con el mundo de lefebvriano, se había convertido progresivamente en un sector de la Curia Romana en el que se construía una “identidad paralela” del catolicismo tradicionalista y con el pretexto de un imaginario “acuerdo con lefebvrianos”, se pretendía mover continuamente hacia ellos la barra de la identidad católica, sobre todo con un progresivo vaciamiento de la comprensión y de la eficacia del Concilio Vaticano II. Pero sobre todo desde 2007, con el Motu proprio “Summorum Pontificum”, la Comisión había conocido su mayor éxito, garantizado por haber centralizado en sí misma el “control universal” sobre el uso del “rito romano en forma extraordinaria”. Cuando después, dos años más tarde, la Instrucción “Universae Ecclesiae” había establecido en detalle el demasiado amplio margen de maniobra atribuido a la Comisión, era fácil imaginar que esta disposición abriría el camino a un proceso imparable de concesiones cada vez más amplias, hechas no por el Iglesia de Roma, sino por los tradicionalistas de la Curia romana, que habían obtenido una peligrosa y demasiado amplia autonomía. Será útil recordar solo un punto de esta locura tradicionalista instalada en la Curia Romana. De hecho, “Universae Ecclesiae” definió la entidad suficiente para determinar un “grupo” con derecho a solicitar una celebración en “rito antiguo”. Y lo estableció en el número de “tres solicitantes”, incluso si pertenecían a diferentes diócesis. Así, tres sujetos pertenecientes a tres diócesis diferentes podrían “abrir” tres grupos “válidamente constituidos” en tres diócesis. Pero las mentiras, como se sabe, hacen que la nariz se alargue y se acorten las piernas. Ahora, de acuerdo con el motu proprio que entra en vigencia hoy, todas las competencias de Ecclesia Dei se trasladan a una Sección de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sería lógico que, sobre todo, la Instrucción “Universae Ecclesiae”, siendo destinada a una Comisión que ya no existe, fuese abrogada. Para recuperar un poco de sentido común y honestidad en un mundo donde la ficción ha alcanzado, durante demasiado tiempo, niveles de guardia. De todos modos, este pasaje inaugura una nueva fase en la relación con los Lefebvrianos, pero sobre todo en la aplicación del Motu Proprio “Summorum Pontificum”, que está en la raíz de esta gran puesta en escena, que finalmente llegó hoy al telón final. Pero quizás sea solo el telón del primer acto de la comedia.
Y eso que no nos han contado a quién se van a sujetar ahora las que se llamaban comunidades Ecclesia Dei, ¿a la Congregación de Religiosos? El card. Braz de Aviz suponemos estaría gustoso de prácticar uno de sus deportes favoritos: El comisariamiento de todo lo que medio huela a conservador, para no decir tradi.