Tuesday, January 15, 2019

Directiva de la Arquidiócesis de Santa Fe, Nuevo México, instiga a los sacerdotes a convertirse en barras-bravas de la comunión en la mano


Recurrentemente viene: Invierno, influenza, prohibiciones de diferentes diócesis de la comunión en la boca.

El turno toca ahora a la Arquidiócesis de Santa Fe, Nuevo México, EEUU, la cual mediante una directiva publicada en Facebook, Ene-14-2019, y mediante un engañoso lenguaje y, aunque no lo dice explícitamente, implica la prohibición de la recepción de la Sagrada Comunión en la boca. Se lee en la truculenta directiva:

El celebrante de cualquier Misa en la Arquidiócesis de Santa Fe animará la recepción de la Hostia Consagrada en las manos. Por favor note, muchos liturgistas creen que la recepción de la Hostia Consagrada en las manos está considerada más apropiada litúrgicamente que recibir la Hostia Consagrada en la lengua. Esta directiva busca limitar contacto con la saliva, limitando pues la propagación del virus de la gripe.

[The celebrant of any Mass in the Archdiocese of Santa Fe is to encourage the reception of the Consecrated Host in the hands. Please note, many liturgists believe the reception of the Consecrated Host in the hands is considered more appropriate liturgically than receiving the Consecrated Host on the tongue. This directive is aimed at limiting contact with saliva, thus limiting the spread of the flu virus.]

Como pueden observar, no se prohibe directamente, pero en la práctica es lo que se desea ocurra. Peor aún, se apoya en el inexistente magisterio de “muchos liturgistas”. Con el respeto merecido, lo que digan esos “muchos liturgistas” nos debe tener sin cuidado, que digan lo que les venga en gana.

Primero, el documento por el que se aprobó la recepción de la Comunión en la mano se llama Memoriale Domini, el cual dice claramente que existe una forma más reverente de recibir la Sagrada Comunión, ¡y no es en la mano, es en la boca!:

Este modo de distribuir a la santa comunión, considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos, sino principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía. Este uso no quita nada a la dignidad personal de los que se acercan a tan gran Sacramento, y es parte de aquella preparación que re requiere para recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso. Esta reverencia significa la comunión no de “pan y bebida común” sino del Cuerpo y la Sangre del Señor, por la cual “el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueve la alianza entre Dios y los hombres sellada de una vez para siempre con la sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre”.

Por lo demás, con este modo de obrar, que se ha de considerar ya común, se garantiza, con mayor eficacia, la distribución de la sagrada comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas, en las que “de modo singular el Cristo total e íntegro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y permanentemente”, y para tener, finalmente, con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre: “Porque si dejas caer algo, piensa que es como si lo perdieses de tus propios miembros”.

Y esa instrucción iba acompañada de una carta en francés con fecha May-29-1969 (AAS 61 [1969] 546-547) en la que en su primer punto se lee que la —entonces— nueva forma no se puede imponer, ni se puede excluir en ningún caso —así sea con la disculpa de una gripe— la forma tradicional de recibirla en la boca.

La nueva manera de comulgar no deberá ser impuesta de modo que excluya el uso tradicional. Lo importante es que cada fiel tenga la posibilidad de recibir la comunión sobre la lengua, al modo tradicional, y al mismo tiempo otras personas puedan recibir la hostia en la mano.

Esta es la carta tal como aparece en las AAS.



Hay un inepto burócrata arquidiocesano que le está mintiendo a la feligresía de Santa Fe. Peor aún, se ha dado mañas de que su particularísima mentalidad quiera ser impuesta a los demás vía una directiva oficial que convierte en barras-bravas de la comunión en la mano a los sacerdotes de la jurisdicción.

Quiera Dios que a esta hora el Sr. Arzobispo ya se haya dado cuenta y revoque la tiránica imposición.