En ocasiones anteriores hemos denotado cómo extrañamante cada vez más nos encontramos consultando The New York Times, y no porque ese periódico haya abandonado su matriz anticatólica, sino porque sin abandonarla se muestra favorable a Francisco, su imágen y/o algunas de sus posiciones. Lo mismo puede decirse de otros grandes medios otrora hostiles con recientes Pontífices como Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Bueno, nos ha vuelto a ocurrir. En una columna de opinión publicada hace dos días y titulada “La Reforma Católica Empieza con los Obispos” (“Catholic Reform Starts With the Bishops”, original en inglés; The New York Times, Nov-15-2018. pág. A29), firmada por John Gehring (no nos ocupamos de su biografía aquí, si desean pueden hacer una búsqueda en internet sobre él), que trata sobre el aumento de la crisis referente a los abusos sexuales cometidos por miembros del clero y la perdida de credibilidad de la Iglesia, se lee (nuestra traducción):
Esta crisis no es solo producto de la depredación sexual. Los líderes católicos deberían estar más abiertos para por lo menos discutir una serie de temas espinosos. La cultura patriarcal de la iglesia —que se ejemplifica en su mayor parte al excluir a las mujeres del sacerdocio— y sus enseñanzas sobre la sexualidad humana y el género son rechazadas no solo por muchos estadounidenses, sino también por una proporción considerable de los fieles católicos.
¿Cómo espera la iglesia influir en la cultura más amplia cuando los pastores son ignorados por muchos en sus propios rebaños?
En esta oscura encrucijada para la Iglesia Católica, hay una oportunidad para que el Papa Francisco y los obispos echen un nuevo vistazo a la Iglesia y comiencen un orante discernimiento acerca de los límites del patriarcado, [sobre los] derechos humanos para las personas L.G.B.T. y [sobre] la exclusión de las mujeres del clero.
¡Vaya coincidencia!, cuando hoy Francisco pronunciando su discurso en la audiencia concedida a los miembros de la “Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI”, para la entrega del Premio Ratzinger 2018, ha dicho en un pasaje las siguientes palabras.
...es muy importante que se reconozca cada vez más la contribución de las mujeres en el campo de la investigación teológica científica y de la enseñanza de la teología, considerados durante mucho tiempo territorios casi exclusivos del clero. Es necesario que esta contribución sea estimulada y encuentre un espacio más amplio, de manera coherente con la creciente presencia de mujeres en los diversos campos de responsabilidad de la Iglesia, en particular, y no solo en el campo cultural. Desde que Pablo VI proclamase doctoras de la Iglesia a Teresa de Ávila y Catalina de Siena, no se puede permitir duda alguna de que las mujeres puedan alcanzar las cimas más altas en la inteligencia de la fe. Juan Pablo II y Benedicto XVI también lo confirmaron incluyendo en la serie de doctoras los nombres de otras mujeres, Santa Teresa de Lisieux y Hildegard de Bingen.
Y no es que Francisco, como sugerimos en el titular de esta entrada, esté contestando la columna arriba aludida de The New York Times, así sus expresiones vayan en el mismo sentido, no. Se trata, como dijimos y queremos creer, de una simple coincidencia.