Monday, November 05, 2018

La inquisición catoprogresista prentede crear el Indice de sitios de internet prohibidos


La denominada “Iglesia de la ternura”, refractaria a cualquier voz disidente, constantemente habla de “escuchar” pero solamente quiere el incienso de la adulación, no soporta a los que no rinden culto a la personalidad, quiere exclusivamente vasallos que hagan meramente una adhesión acrítica y sine glossa a la neodoctrina hegemónica. Por ello pretende crear el Indice de sitios de internet prohibidos.

Esta es la traducción de Secretum Meum Mihi de una columna aparecida en Il Giornale, Nov-04-2018, pág. 17, y firmada por el director de La Nuova Bussola Quotidiana, Riccardo Cascioli.

El Papa mete en el Indice a los sitios «incomodos»: «Demasiadas fake news»

Después del choque sobre el dossier Viganò aparece la Oficina para “certificar los sitios católicos”

por Riccardo Cascioli


Una oficina para “administrar sistemas de certificación de sitios católicos para contrarrestar la difusión de noticias falsas con respecto a la Iglesia”. Es el inquietante pedido contenido en el documento final del Sínodo sobre los jóvenes. Parece la última pieza de una guerra subterránea contra los sitios acusados de criticar al Papa Francisco y a algunos de sus colaboradores, particularmente activos en promover cambios en la doctrina.

Ni siquiera una idea particularmente nueva, ya que está idealmente vinculada a una tradición de la Iglesia, o sea el Indice —lista de libros prohibidos— que ha estuvo vigente desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XX. Con una diferencia fundamental: el Indice se justificaba con la necesidad de preservar al pueblo católico de las herejías que se difundían más fácilmente con la invención de la imprenta. Hoy en cambio la censura afectaría a aquellos que apelan a la ortodoxia y no se alinean con el “nuevo curso de la Iglesia”, hecho de “sorpresas” que contradicen lo que se ha creído y vivido durante dos mil años.

No por nada el origen de esta “guerra a los sitios” se puede hacer remontar a la exhortación apostólica Amoris Laetitia (Marzo de 2016) que varios episcopados han interpretado como la luz verde para la comunión de los divorciados y vueltos a casar, con el consentimiento de la corte del Papa Francisco. La gravedad de la cuestión —se trata poner en discusión, con el matrimonio, toda la moral católica— había empujado a cuatro cardenales (Caffarra, Meisner, Burke, Brandmüller) a formular cinco preguntas dirigidas al Papa (las llamadas Dubia). Al no recibir ninguna respuesta, los cardenales consignaron esas Dubia a algunas publicaciones en línea (en Italia La Nuova Bussola Quotidiana y Settimo Cielo, el blog de Sandro Magister). Elección no casual visto el conformismo de la prensa católica oficial, ya extendida en apoyo de cualquier revolución doctrinal. Otros sitios, en Julio de 2017, han publicado y sostenido una “corrección filial” firmada por teólogos, sacerdotes e intelectuales, en la cual se ponía en guardia al Papa de no permitir la difusión de herejías.

En septiembre de 2017 le tocó entonces al cardenal guineano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, confiar su importante documento a una publicación en línea —de nuevo La Nuova Bussola Quotidiana— para corregir las arriesgadas interpretaciones sobre la traducción de textos litúrgicos que siguieron al Motu Proprio del Papa, Magnum Principium. Pero un mes después, con un gesto sin precedentes, el Papa Francisco imponía al Cardenal Sarah que hiciera publicar en el mismo sitio de internet su respuesta que esencialmente rechazaba la interpretación del Cardenal. Precisamente, esta última disposición permite comprender cómo el trabajo de ciertos sitios en línea, que los vértices de la Iglesia no pueden controlar, perturba al maniobrador. En lugar de tomar nota de la confusión y el malestar que existe en los fieles y también en muchos consagrados por causa de las forzaduras doctrinales que un cierto progresismo quiere imponer, en el Vaticano se ha preferido tildarlos de “político”, hablando de focos de resistencia conservadora a una presunta primavera de la Iglesia que este pontificado está haciendo florecer.

Esta es la narrativa acreditada también por el Papa Francisco cuando se reunió con los jesuitas durante su viaje a Chile y Perú en Enero pasado, conversación publicada por Civiltà Cattolica: “Por salud mental no leo los sitios de internet de esta llamada ‘resistencia’. Sé quiénes son, conozco a los grupos, pero no los leo. Si hay algo muy serio, me dicen para que lo sepa”. Pero lo de los sitios que hacen resistencia es evidentemente una espina en el costado, tanto que se les ha reservado un nicho incluso en la última exhortación apostólica del Papa Francisco, Gaudete et exsultate, donde acusa a algunos cristianos de “formar parte de redes de violencia verbal a través de Internet”, y se afirma que“ aún en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena”.

Mientras tanto, la batalla se ha desplazado hacia el escándalo del abuso sexual y las cartas de Monseñor Carlo Maria Viganò, ex nuncio a los Estados Unidos, que ha llamado en causa a varios prelados y al mismo Papa Francisco por haber voluntariamente ignorado la gravedad de las acusaciones contra el cardenal Theodore McCarrick. La corte papal —que puede contar con el apoyo de los principales medios seculares además de Avvenire— intenta reducirlo todo a un problema de clericalismo, mientras que los sitios de Internet “incriminados” ofrecen un amplio espacio a quienes sostienen que la raíz del problema reside en la homosexualidad tolerada e incluso favorecida en los vértices de la Iglesia. Por lo tanto, la batalla se vuelve cada vez más dura y, por esta razón, los medios de comunicación que apoyan la revolución doctrinal buscan deslegitimar a los sitios independientes, a los que no por casualidad últimamente han comenzado a llamar “sedicentes católicos”. He aquí entonces lo qué explica mejor ese deseo de censura que ciertamente seguirá.