Wednesday, September 26, 2018

Conferencia de prensa papal pilotada



No solamente los sínodos pueden ser pilotados, mucho más una conferencia de prensa papal. Para la muestra un botón, el de arriba es un trino de la cuenta de Twitter de Cindy Wooden, corresponsal de Catholic News Service, agencia de noticias de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Traducimos.

Derribada por el #Papa Francisco. Él solo quería preguntas sobre el viaje al Báltico. Dije que tenía preguntas que dejó sin respuesta en el camino de vuelta desde Dublín. Eran preguntas de viaje. Simplemente no de este viaje. #Frustrada de nuevo. #Viganò.

El tema Viganò no fue el único declarado tabú en esa conferencia de prensa. Marco tosatti, escribiéndo en La Nouva Bussola Quotidiana, dice que el Pontífice tampoco deseaba que se preguntara sobre el ex-cardenal McCarrick ni sobre una información reciente que indicaría que Francisco bloqueó una investigación sobre abusos del cardenal inglés Murphy-O'Connor, más recordado por ser incluido en el grupo autodenominado “Mafia de Saint-Gall/Sankt Gallen”, que ayudó a la elección de Francisco al solio pontificio.

Card. Joseph Zen dice que el acuerdo con el Vaticano traiciona a los fieles chinos y que el Vaticano abandonará a Taiwán


El card. Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, concedió hoy una conferencia de prensa en la Casa Salesiana de Estudios, lugar donde reside, de ella reproducimos dos informaciones.

Primera información proveniente de agencia EFE, Sep-26-2018.

Hong Kong, 26 sep (EFE).- El cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, advirtió hoy de que el histórico acuerdo firmado el sábado entre el Vaticano y China podría provocar la eliminación de la llamada iglesia clandestina en el país asiático, lo que supondría "una traición" a los fieles chinos.

"El Gobierno chino acabará eliminando a la iglesia clandestina -la que es fiel al Vaticano- con la ayuda de la Santa Sede", dijo Zen, conocido por su oposición a cualquier acuerdo entre la Iglesia Católica y las autoridades chinas, ante un grupo de periodistas.

En referencia al histórico encuentro que ambas partes mantuvieron hace cuatro días, Zen, que es además el clérigo católico más antiguo en China, señaló que todas aquellas personas "contentas" con el acuerdo "están del lado del gobierno y no del de la iglesia".

"Me temo que en la parte 'clandestina' la mayoría de las personas estarán muy tristes y preocupadas", agregó.

Unos 12 millones de católicos en China están divididos entre una afiliación estatal cuyo clero es elegido por el gobierno, dado que el Partido Comunista Chino es oficialmente ateo y los grupos religiosos están estrechamente controlados por el estado, y una iglesia no oficial, o clandestina, en el territorio que jura fidelidad al Papa.

"Existe preocupación y tristeza en la iglesia clandestina y teme ser traicionada con este acuerdo", subrayó Zen, aludiendo a comentarios que le habrían llegado desde China.

China y el Vaticano rompieron relaciones diplomáticas en 1951 y desde entonces han mantenido desacuerdos sobre la designación de obispos.

El acuerdo alcanzado el pasado sábado 22 de septiembre incluye el reconocimiento histórico por parte del papa Francisco de siete obispos vivos y uno fallecido nombrados por China que hasta ahora no eran admitidos "de forma oficial" por la Santa Sede.

"Estas personas (los obispos nombrados por China) han desafiado la autoridad del Papa, ¿cómo pueden estas personas pedir perdón ahora y ser nombrados obispos?", se preguntó Zen.

También mostró su sospecha de que todo el proceso ha estado guiado "bajo el control del Gobierno chino" desde un principio.

"No pueden hacer buenas elecciones, el Gobierno solo elige a personas en las que puede confiar, pero no entiende qué es un obispo, qué es un buen obispo", dijo con contundencia el cardenal.

El cardenal de la antigua colonia británica recordó además que es el Papa quien tiene que nombrar obispos, un apunte que llega un día después de que el Papa Francisco dijera que él tendría la última palabra en la elección de los candidatos.

La segunda información proviene de agencia AFP, Sep-26-2018.

HONG KONG (AFP) - El obispo emérito de Hong Kong, Joseph Zen, estimó este miércoles que el Vaticano, tras haber sellado un acuerdo con Pekín sobre el nombramiento de obispos, estaba dispuesto a renunciar a sus relaciones oficiales con Taiwán.

El cardenal Zen, antiguo obispo de la excolonia británica, es conocido por su defensa por las libertades políticas y las reformas democráticas.

Zen siempre se manifestó contra cualquier acuerdo entre la iglesia católica y Pekín, estimando que se trataría de una traición respecto a los miembros perseguidos de la iglesia no oficial en China.

Los 12 millones de católicos chinos, según estimaciones independientes, se encuentran divididos entre una iglesia "patriótica", supeditada a las autoridades, y una clandestina, fiel a Roma.

Según el acuerdo "preliminar" firmado el sábado, el papa reconoció a siete obispos chinos que habían sido nombrados por Pekín sin su aval, así como un octavo obispo a título póstumo. Hasta entonces estaban excomulgados de facto.

Para el cardenal Zen, este acuerdo indica que el Vaticano está dispuesto a romper los vínculos con Taiwán.

"La Santa Sede, el Vaticano, está dispuesto a abandonar a Taiwán", dijo a los periodistas en Hong Kong. "Temo que los taiwaneses no lo entiendan ya que se parece a la traición de un amigo".

La isla de Taiwán vive su propio destino desde 1949, cuando los nacionalistas del Kuomintang huyeron de la China continental tras ser derrotados por las tropas de Mao Zedong. Pero Pekín sigue considerándola parte integrante de su territorio.

China exige a sus aliados que rompan relaciones diplomáticas con Taipéi. El Vaticano es uno de los últimos 17 Estados del mundo que reconoce el gobierno de Taiwán.

El cardenal Zen añadió que el acuerdo provocó el "sufrimiento espiritual" dentro de la iglesia clandestina de China. "Sienten que la Santa Sede traiciona la fe y que quiere que participen en esta traición".

"En una situación de represión creciente de la religión, ¿cómo pensar que podemos tener un acuerdo?", se pregunta.

Dos obispos chinos participarían en Sínodo sobre los jóvenes

Dice Vatican Insider, Sep-26-2018.

Los obispos chinos podrán participar en el próximo Sínodo

Por primera vez, sucesores de los apóstoles originarios de China han recibido la autorización para participar en una asamblea de la institución permanente del Colegio Episcopal de la Iglesia católica, constituida por Pablo VI en 1965. Después de la firma del acuerdo provisional entre la Santa Sede sobre las modalidades para nombrar a los obispos chinos, la Iglesia procede por la «vía de la normalidad» en China


GIANNI VALENTE | 26/09/2018
CIUDAD DEL VATICANO


Son Giovanni Battista Yang Xaoting y Giuseppe Guo Jincai los dos primeros obispos católicos que podrían participar en una asamblea general del Sínodo de la Iglesia católica.

Fue Wang Zuo'an, actual “número dos” del “Frente Unido” (según indican fuentes chinas a Vatican Insider) quien comunicó, durante un encuentro con los representantes de la Asociación patriótica de los católicos chinos y de la Conferencia Episcopal, los nombres de los dos obispos que recibieron la autorización necesaria para dejar el país y dirigirse a Roma durante el mes de octubre, para participar (salvo sorpresas) en la asamblea sinodal sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, que comenzará el próximo 3 de octubre.

Wang Zuo’an fue durante muchos años director de la Administración estatal para asuntos religiosos (SARA).

Hasta ahora nunca había sucedido. Nunca antes sucesores de los apóstoles provenientes de China habían podido participar en un encuentro de la institución permanente del Colegio Episcopal de la Iglesia católica, constituida por Pablo VI en 1965. Después de la firma del acuerdo provisional entre la Santa Sede sobre las modalidades para nombrar a los obispos chinos, la participación de dos representantes del episcopado chino en el Sínodo de los obispos sería otra señal importante de que el camino de la Iglesia comienza a proceder por el camino de la normalidad, superando progresivamente todas las anomalías que han caracterizado la condición del catolicismo durante los últimos 70 años.

Algunos obispos chinos fueron invitados sin éxito en 1998, durante el Pontificado de Juan Pablo II (Mattia Duan Yinming y Giuseppe Xu Zhixuan, obispos de Wanxian), y en 2005, durante el Pontificado de Benedicto XVI (Antonio Li Duan de Xi'an, Aloysius Jin Luxian de Shanghái, Giuseppe Wei Jingyi Qiqihar y Lucas Li Jingfeng de Fengxiang).

Giovanni Battista Yang Xiaoting, de 54 años, fue ordenado sacerdote de Zhouzhi en 1991. Estudió en Italia a partir de 1993 y obtuvo el doctorado en Sagrada Escritura en la Universidad Urbaniana en 1999. De 2000 a 2002 siguió estudiando en Estados Unidos, en donde se licenció en Sociología. Fue nombrado por el Papa Benedicto XVI coadjutor de Yan’an en 2006, enseñó en el seminario de Xi’an desde 2002 hasta que fue consagrado obispo el 15 de julio de 2010 con el mandato pontificio y con el reconocimiento del gobierno. Fue el primer sacerdote chino que obtuvo un doctorado en una Universidad Pontificia después de los años setenta del siglo pasado. En marzo de este año, el obispo Yang participó en Roma en la Conferencia Internacional: “Cristianismo en China. Impacto e inculturación”, promovida por la Facultad de Misiología de la Pontificia Universidad Gregoriana, con el apoyo Yuan Dao Study Center, y presentó una disertación sobre las obras de caridad y sociales de la Iglesia católica en China.

Giuseppe Guo Jincai, de 50 años, oriundo de Chengde y actual Secretario general de la Conferencia de los obispos chinos (organismo todavía no reconocido por la Santa Sede) estudió en el seminario de Hebéi hasta 1992. Fue ordenado obispo de Chengde sin mandato pontificio en noviembre de 2010. La ordenación episcopal (la primera administrada ilegítimamente a partir de 2006) se llevó a cabo a pesar de las vivas protestas de la Santa Sede. Participaron en la ordenación 8 obispos chinos legítimos, algunos bajo presión de los aparatos gubernamentales.

Guo Jincai es uno de los siete obispos canónicamente legitimados y que han vuelto a ser recibidos en la comunión plena por el Papa Francisco, en el marco del diálogo que ha llevado al acuerdo sino-vaticano sobre los criterios para seleccionar a los futuros obispos chinos.

La diócesis de Chengde fue fundada en 2010 según indicaciones del gobierno, para que coincidieran las entidades eclesiales con las administrativas. El Papa acaba de instituir la diócesis de Chengde, reconocida en el sistema diocesano local como diócesis «sufragánea de Beijing, con sede episcopal en la Iglesia catedral de Jesús el Buen Pastor».


Entradas Relacionadas: Sínodo: interrogantes sobre la participación de dos obispos chinos. Card. Lorenzo Baldisseri confirma que dos obispos chinos participarán en el Sínodo de los jóvenes.

Acuerdo Vaticano-China: Tres recientes pronunciamientos de Francisco


En la acostumbrada conferencia de prensa en los vuelos de regreso de los viajes internacionales es la ocasión en la que Francisco hace las declaraciones más llamativas. No podía ser diferente en la que concedió en el vuelo de regreso de los países Bálticos a Roma el día de ayer. Nos concentramos en el reciente acuerdo Vaticano-China sobre el nombramiento de obispos.

Esta pregunta la tomamos de la traducción que proporciona Aciprensa. La versión oficial en italiano atribuye la pregunta al mismo periodista pero lo identifica como perteneciente a un medio de comunicación más aparte del que proporciona la traducción de Aciprensa.

Antonio Pelayo de Vida Nueva:

Santo Padre, hace tres días se firmó un acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República China. ¿Puede darnos alguna información sobre su contenido? Porque algunos católicos chinos, en particular el Cardenal Zen, lo acusan de haber vendido la Iglesia al gobierno de Pekín tras muchos años de sufrimiento. ¿Cómo responde a estas acusaciones?

Papa Francisco:

Este es un proceso de años. Un diálogo entre la comisión vaticana y la comisión china para sistematizar el nombramiento de obispos.

El equipo vaticano ha trabajado mucho. Quisiera nombrar a algunos como Monseñor Celli, que con mucha paciencia ha ido al diálogo que ha durado años. ¡Años! También el Padre Rota Graziosi, un humilde curial de 72 años que quiere servir como sacerdote, ir a la parroquia, pero que se ha quedado en la Curia para ayudar en este proceso.

Y luego el Secretario de Estado que es un hombre muy devoto, el Cardenal Parolin, pero que tiene también una especial devoción para la observación. Todos los documentos los estudia hasta en los puntos, comas y acentos. Esto a mí me da una seguridad muy grande. También este equipo con estas cualidades ha seguido adelante.

Ustedes saben que cuando se hace un acuerdo de paz o una negociación, las dos partes pierden algo. Esta es la ley. Las dos partes, y se sigue adelante. Y esto ha seguido adelante. Dos pasos adelante, uno atrás, dos adelante, uno atrás. Luego han pasado los meses sin hablarnos y luego llegó el tiempo de hablar, que parece al tiempo chino, lentamente. Esta es sabiduría, la sabiduría de los chinos.

Y sobre los obispos que estaban en dificultad han sido estudiados caso por caso. Por cada obispo han llegado al final los expedientes de cada uno a mi escritorio y he sido yo el responsable de firmar cada caso de los obispos. Luego el caso del acuerdo ha regresado, se ponían los borradores en mi escritorio, se conversaba, daba mis ideas, los otros discutían y se iba adelante.

Pienso en la resistencia, en los católicos que han sufrido. Es cierto, y ellos sufrirán. Siempre en un acuerdo hay sufrimiento, pero ellos tienen una gran fe, y ellos escriben, hacen llegar los mensajes. Lo que dice la Santa Sede, lo que dice Pedro es para ellos lo que dice Jesús. Si la fe martirial de esta gente hoy sigue adelante, ¡son grandes!

El acuerdo lo he firmado yo. Al menos las cartas plenipotenciarias para firmar ese acuerdo que yo he firmado. Yo soy el responsable. Los otros que he nombrado en todo han trabajado por más de diez años. No es una improvisación, sino que es un camino, un verdadero camino.

Y luego una anécdota sencilla y un dato histórico. Dos cosas. Cuando salió aquel famoso comunicado de un ex nuncio apostólico, los episcopados del mundo me han escrito, diciendo claramente que se sentían cercanos, que rezaban por mí... Los fieles chinos han escrito y la firma de este escrito era del obispo, digamos de la Iglesia tradicional católica y del obispo de la Iglesia Patriótica, los dos juntos y los fieles juntos con ellos. Para mí ha sido una señal de Dios.

Y la segunda cosa, una anécdota también. No olvidemos que en América Latina, gracias a Dios que se ha superado esto, no olvidemos que por 350 años fueron los reyes de Portugal y España quienes nombraban los obispos y el Papa solo les daba la jurisdicción- No olvidemos el caso del Imperio Austro-húngaro. María Teresa se encargaba de firmar el nombramiento de los obispos y daba la jurisdicción el Vaticano, eran otras épocas. ¡Gracias a Dios! Que no se repitan.

Pero esto no es (…) sino que es un diálogo sobre eventuales candidatos. La cosa se hace en diálogo pero nombra Roma, nombra el Papa. Esto es claro. Y rezamos por los sufrimientos de algunos que no entienden o que tienen en sus espaldas muchos años de clandestinidad.

Agradezco mucho esto. Nos dicen que la cena está lista y el vuelo no es muy largo. Gracias por todo su trabajo y recen por mí.


El segundo pronunciamiento es un “llamamiento” que ha hecho al final de la audiencia general de hoy Miércoles.

Llamamiento del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

El pasado sábado, 22 de septiembre se firmó en Beijing un Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China sobre el nombramiento de los obispos en China. El acuerdo es el fruto de un largo y reflexivo proceso de diálogo destinado a fomentar una colaboración más positiva entre la Santa Sede y las autoridades chinas para el bien de la comunidad católica en China y la armonía de toda la sociedad.

Con este espíritu, he decidido dirigir a los católicos chinos y a la entera Iglesia universal un mensaje de aliento fraterno, que se publica hoy. Con él espero que en China se pueda abrir una nueva fase, que ayude a sanar las heridas del pasado, a restablecer y mantener la plena comunión de todos los católicos chinos y a asumir con renovado compromiso el anuncio del Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, ¡tenemos una tarea importante! Estamos llamados a acompañar con oración ferviente y amistad fraterna a nuestros hermanos y hermanas de China. Saben que no están solos. Toda la Iglesia ora con ellos y por ellos. Le pedimos a Nuestra Señora, Madre de la Esperanza y Auxilio de los Cristianos, que bendiga y guarde a todos los católicos en China, mientras que para todo el pueblo chino invocamos de Dios el don de la prosperidad y de la paz.

En ese llamamiento se habla de un mensaje, el cual fue publicado al mediodía de Roma.

Este es el texto que ha sido identificado como “Mensaje del Papa Francisco a los católicos chinos y a la Iglesia universal”.

Mensaje del Papa Francisco a los católicos chinos y a la Iglesia universal, 26.09.2018

«Su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

(Salmo 100, 5).

Queridos hermanos en el episcopado, sacerdotes, personas consagradas y todos los fieles de la Iglesia católica en China: damos gracias al Señor, porque es eterna su misericordia y reconocemos que «él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 100,3).

En este momento resuenan en mi interior las palabras con las que mi venerado Predecesor os exhortaba en la Carta del 27 de mayo de 2007: «Iglesia católica en China, pequeña grey presente y operante en la vastedad de un inmenso Pueblo que camina en la historia, ¡cómo resuenan alentadoras y provocadoras para ti las palabras de Jesús: “No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” (Lc 12,32)! Por tanto, “alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro a Padre que está en el cielo” (Mt 5,16)» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 5).

1. En los últimos tiempos, han circulado muchas voces opuestas sobre el presente y, especialmente, sobre el futuro de la comunidad católica en China. Soy consciente de que semejante torbellino de opiniones y consideraciones habrá provocado mucha confusión, originando en muchos corazones sentimientos encontrados. En algunos, surgen dudas y perplejidad; otros, tienen la sensación de que han sido abandonados por la Santa Sede y, al mismo tiempo, se preguntan inquietos sobre el valor del sufrimiento vivido en fidelidad al Sucesor de Pedro. En otros muchos, en cambio, predominan expectativas y reflexiones positivas que están animadas por la esperanza de un futuro más sereno a causa de un testimonio fecundo de la fe en tierra china.

Dicha situación se ha ido acentuando sobre todo con referencia al Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China que, como sabéis, se ha firmado recientemente en Pekín. En un momento tan significativo para la vida de la Iglesia, y a través de este breve Mensaje, deseo, sobre todo, aseguraros que cada día os tengo presentes en mi oración además de compartir con vosotros los sentimientos que están en mi corazón.

Son sentimientos de gratitud al Señor y de sincera admiración —que es la admiración de toda la Iglesia católica— por el don de vuestra fidelidad, de la constancia en la prueba, de la arraigada confianza en la Providencia divina, también cuando ciertos acontecimientos se demostraron particularmente adversos y difíciles.

Tales experiencias dolorosas pertenecen al tesoro espiritual de la Iglesia en China y de todo el Pueblo de Dios que peregrina en la tierra. Os aseguro que el Señor, precisamente a través del crisol de las pruebas, no deja nunca de colmarnos de sus consolaciones y de prepararnos para una alegría más grande. Con el Salmo 126 tenemos la certeza de que «los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (v. 5).

Sigamos, entonces, con la mirada fija en el ejemplo de tantos fieles y pastores que no han dudado en ofrecer su “testimonio maravilloso” (cf. 1 Tm 6,13) al Evangelio, hasta el ofrecimiento de la propia vida. Se han de considerar como verdaderos amigos de Dios.

2. Por mi parte, siempre he considerado a China como una tierra llena de grandes oportunidades, y al Pueblo chino como artífice y protector de un patrimonio inestimable de cultura y sabiduría, que se ha ido acrisolando resintiendo a las adversidades e integrando las diferencias, y que tomó contacto, no por casualidad, desde tiempos remotos con el mensaje cristiano. Como decía con gran sutileza el P. Mateo Ricci, S.J., desafiándonos a vivir la virtud de la confianza, «antes de establecer una amistad, se necesita observar; después de tenerla, se necesita confianza mutua» (De Amicitia, 7).

Tengo también la convicción de que el encuentro solo será auténtico y fecundo si se realiza poniendo en práctica el diálogo, que significa conocerse, respetarse y “caminar juntos” para construir un futuro común de mayor armonía.

En este surco se coloca el Acuerdo Provisional, que es fruto de un largo y complejo diálogo institucional entre la Santa Sede y las Autoridades chinas, iniciado ya por san Juan Pablo II y seguido por el Papa Benedicto XVI. A lo largo de dicho recorrido, la Santa Sede no tenía —ni tiene— otro objetivo, sino el de llevar a cabo los fines espirituales y pastorales que le son propios; es decir, sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China.

Sobre el valor y finalidades de dicho Acuerdo, deseo proponeros algunas reflexiones, ofreciéndoos además alguna sugerencia de espiritualidad pastoral para el camino que, en esta nueva fase, estamos llamados a recorrer.

Se trata de un camino que, como la etapa precedente, «requiere tiempo y presupone la buena voluntad de las partes» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 4), pero para la Iglesia, dentro y fuera de China, no se trata solo de adherirse a valores humanos, sino de responder a una vocación espiritual: salir de sí misma para abrazar «el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. ap. Gaudium et spes, 1), así como los desafíos del presente que Dios le confía. Por tanto, es una llamada eclesial para que nos hagamos peregrinos en los caminos de la historia, confiando ante todo en Dios y en sus promesas, como hicieron Abrahán y nuestros padres en la fe.

Abrahán, llamado por Dios, obedeció partiendo hacia una tierra desconocida que tenía que recibir en heredad, sin conocer el camino que se abría ante él. Si Abrahán hubiera pretendido condiciones, sociales y políticas, ideales antes de salir de su tierra, quizás no hubiera salido nunca. Él, en cambio, confió en Dios y por su Palabra dejó su propia casa y sus seguridades. No fueron pues los cambios históricos los que le permitieron confiar en Dios, sino que fue su fe auténtica la que provocó un cambio en la historia. La fe, de hecho, «es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos» (Heb 11,1-2).

3. Como Sucesor de Pedro, deseo confirmaros en esta fe (cf. Lc 11,32) —en la fe de Abrahán, en la fe de la Virgen María, en la fe que habéis recibido—, para invitaros a que pongáis cada vez con mayor convicción vuestra confianza en el Señor de la historia, discerniendo su voluntad que se realiza en la Iglesia. Invoquemos el don del Espíritu para que ilumine la mente, encienda el corazón y nos ayude a entender hacia dónde nos quiere llevar para superar los inevitables momentos de cansancio y tener el valor de seguir decididamente el camino que se abre ante nosotros.

Con el fin de sostener e impulsar el anuncio del Evangelio en China y de restablecer la plena y visible unidad en la Iglesia, era fundamental afrontar, en primer lugar, la cuestión de los nombramientos episcopales. Todos conocéis que, lamentablemente, la historia reciente de la Iglesia católica en China ha estado dolorosamente marcada por las profundas tensiones, heridas y divisiones que se han polarizado, sobre todo, en torno a la figura del obispo como guardián de la autenticidad de la fe y garante de la comunión eclesial.

Cuando, en el pasado, se pretendió determinar también la vida interna de las comunidades católicas, imponiendo el control directo más allá de las legítimas competencias del Estado, surgió en la Iglesia en China el fenómeno de la clandestinidad. Dicha experiencia —cabe señalar— no es normal en la vida de la Iglesia y «la historia enseña que pastores y fieles han recurrido a ella sólo con el doloroso deseo de mantener íntegra la propia fe» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 8).

Quisiera daros a conocer que, desde que me fue confiado el Ministerio Petrino, he experimentado gran consuelo al constatar el sincero deseo de los católicos chinos de vivir su fe en plena comunión con la Iglesia universal y con el Sucesor de Pedro, que es «el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 23). De este deseo, he recibido durante estos años numerosos signos y testimonios concretos, también de parte de los que, incluso obispos, han herido la comunión en la Iglesia, a causa de su debilidad y de sus errores, pero, además, no pocas veces, por la fuerte e indebida presión externa.

Por lo tanto, después de haber examinado atentamente cada situación personal y escuchado distintos pareceres, he reflexionado y rezado mucho buscando el verdadero bien de la Iglesia en China. Finalmente, ante el Señor y con serenidad de juicio, en continuidad con las directrices de mis Predecesores inmediatos, he decidido conceder la reconciliación a los siete restantes obispos “oficiales” ordenados sin mandato pontificio y, habiendo remitido toda sanción canónica relativa, readmitirlos a la plena comunión eclesial. Al mismo tiempo, les pido a ellos que manifiesten, a través de gestos concretos y visibles, la restablecida unidad con la Sede Apostólica y con las Iglesias dispersas por el mundo, y que se mantengan fieles a pesar de las dificultades.

4. En el sexto año de mi Pontificado, que ya desde los primeros pasos puse bajo el amor misericordioso de Dios, invito por lo tanto a todos los católicos chinos a que se hagan artífices de reconciliación, recordando con renovado empuje apostólico las palabras de san Pablo: «Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18).

De hecho, como escribí al concluir el Jubileo Extraordinario de la misericordia, «no existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio. Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina. […] Incluso en los casos más complejos, en los que se siente la tentación de hacer prevalecer una justicia que deriva sólo de las normas, se debe creer en la fuerza que brota de la gracia divina» (Carta ap. Misericordia et misera, 20 noviembre 2016, 11).

Con este espíritu, y con las decisiones adoptadas, podemos iniciar un camino inédito, que confiamos en que ayudará a sanar las heridas del pasado, a restablecer la plena comunión de todos los católicos chinos y a abrir una fase de mayor colaboración fraterna, para asumir con renovado compromiso la misión de anunciar el Evangelio. En efecto, la Iglesia existe para dar testimonio de Jesús y del amor del Padre que perdona y salva.

5. El Acuerdo Provisional firmado con las Autoridades chinas, aun cuando está circunscrito a algunos aspectos de la vida de la Iglesia y está llamado necesariamente a ser mejorado, puede contribuir —por su parte— a escribir esta nueva página de la Iglesia católica en China. Por primera vez, se contemplan elementos estables de colaboración entre las Autoridades del Estado y la Sede Apostólica, con la esperanza de asegurar buenos pastores a la comunidad católica.

En este contexto, la Santa Sede desea hacer lo que le corresponde hasta el final, pero también vosotros, obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, tenéis un papel importante: buscar de forma conjunta buenos candidatos que sean capaces de asumir en la Iglesia el delicado e importante servicio episcopal. No se trata, en efecto, de nombrar funcionarios para la gestión de las cuestiones religiosas, sino de tener pastores auténticos según el corazón de Jesús, entregados con su trabajo generoso al servicio del Pueblo de Dios, especialmente de los más pobres y débiles, teniendo en cuenta las palabras del Señor: «El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,43-44).

En este sentido, es evidente que un Acuerdo no es nada más que un instrumento, y por sí solo no podrá resolver todos los problemas existentes. En realidad, este resultaría ineficaz y estéril si no fuera acompañado por un compromiso profundo de renovación de la conducta personal y del comportamiento eclesial.

6. A nivel pastoral, la comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles. Que todos los cristianos, sin distinción, hagan ahora gestos de reconciliación y de comunión. En este sentido, tomemos en serio la advertencia de san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor» (Palabras de luz y de amor, 1,60).

Que, en el ámbito civil y político, los católicos chinos sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su Patria y sirvan a su País con esfuerzo y honestidad, según sus propias capacidades. Que, en el plano ético, sean conscientes de que muchos compatriotas esperan de ellos un grado más en el servicio del bien común y del desarrollo armonioso de la sociedad entera. Que los católicos sepan, de modo particular, ofrecer aquella aportación profética y constructiva que ellos obtienen de su fe en el reino de Dios. Esto puede exigirles también la dificultad de expresar una palabra crítica, no por inútil contraposición, sino con el fin de edificar una sociedad más justa, más humana y más respetuosa con la dignidad de cada persona.

7. Me dirijo a todos vosotros, queridos hermanos obispos, sacerdotes y personas consagradas, que «servís al Señor con alegría» (Sal 100,2). Que nos reconozcamos como discípulos de Cristo en el servicio al Pueblo de Dios. Que vivamos la caridad pastoral como brújula de nuestro ministerio. Que superemos las contradicciones del pasado, la búsqueda de intereses personales y atendamos a los fieles, haciendo nuestras sus alegrías y sufrimientos. Que trabajemos humildemente por la reconciliación y la unidad. Que retomemos con fuerza y pasión el camino de la evangelización, como señaló el Concilio Ecuménico Vaticano II.

A todos vosotros os digo nuevamente con afecto: «Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 19 marzo 2018, 138).

Os ruego con convicción que pidáis la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante: «Pidamos el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. En todo caso, dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor» (ibíd., 139).

8. En este año, en el que toda la Iglesia celebra el Sínodo de los Jóvenes, deseo dirigirme especialmente a vosotros, jóvenes católicos chinos, que atravesáis las puertas de la Casa del Señor «con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre» (Sal 100,4). Os pido que colaboréis en la construcción del futuro de vuestro País con los dones personales que habéis recibido y con vuestra fe joven. Os animo a llevar a todos, con vuestro entusiasmo, la alegría del Evangelio.

Estad dispuestos a acoger como guía segura al Espíritu Santo, que indica al mundo de hoy el camino hacia la reconciliación y la paz. Dejaos sorprender por la fuerza renovadora de la gracia, también cuando os pueda parecer que el Señor os pide un compromiso superior a vuestras fuerzas. No tengáis miedo de escuchar su voz que os pide fraternidad, encuentro, capacidad de diálogo y de perdón, y espíritu de servicio, a pesar de tantas experiencias dolorosas del pasado reciente y de las heridas todavía abiertas.

Abrid el corazón y la mente para discernir el plan misericordioso de Dios, que nos pide superar los prejuicios personales y antagonismos entre los grupos y las comunidades, para abrir un camino valiente y fraterno a la luz de una auténtica cultura del encuentro.

Muchas son las tentaciones de hoy: el orgullo del éxito mundano, la cerrazón en las propias certezas, la supremacía dada a las cosas materiales como si Dios no existiese. Id contracorriente y permaneced firmes en el Señor: «Él solo es bueno», solo «su misericordia es eterna», solo su fidelidad dura «por todas las edades» (Sal 100,5).

9. Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia universal: todos debemos reconocer como uno de los signos de nuestro tiempo lo que está sucediendo hoy en la vida de la Iglesia en China. Tenemos una tarea importante: acompañar con la oración fervorosa y la amistad fraterna a nuestros hermanos y hermanas en China. De hecho, ellos deben experimentar que no están solos en el camino que en este momento se abre ante ellos. Es necesario que sean acogidos y ayudados como parte viva de la Iglesia: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sal 133,1).

Que cada comunidad católica local, en todo el mundo, se comprometa a valorizar y a acoger el tesoro espiritual y cultural específico de los católicos chinos. Ha llegado la hora en que probemos juntos los frutos genuinos del Evangelio sembrado en el seno del antiguo “Reino del Medio” y que elevemos al Señor Jesucristo el canto de la fe y de la acción de gracias, embellecido con auténticas notas chinas.

10. Me dirijo con respeto a los que guían la República Popular China y renuevo la invitación a continuar el diálogo iniciado hace tiempo con confianza, valentía y amplitud de miras. Deseo asegurar que la Santa Sede seguirá trabajando sinceramente para crecer en la auténtica amistad con el Pueblo chino.

Los contactos actuales entre la Santa Sede y el Gobierno chino se están revelando útiles para superar las contraposiciones del pasado, también reciente, y para escribir una página de colaboración más serena y concreta en la certeza de que «las incomprensiones no favorecen ni a las Autoridades chinas ni a la Iglesia católica en China» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 4).

De este modo, China y la Sede Apostólica, llamadas por la historia a una tarea difícil pero apasionante, podrán actuar más positivamente a favor del crecimiento ordenado y armonioso de la comunidad católica en tierra china, y se esforzarán en promover el desarrollo integral de la sociedad, asegurando un mayor respeto por la persona humana también en el ámbito religioso, trabajando de forma concreta en la protección del ambiente en el que vivimos y en la construcción de un futuro de paz y de fraternidad entre los pueblos.

Es de suma importancia que también en China, a nivel local, se profundicen cada vez más las relaciones entre los Responsables de las comunidades eclesiales y las Autoridades civiles, mediante un diálogo sincero y una escucha sin prejuicios que permita superar las actitudes recíprocas de hostilidad. Se tiene que aprender un estilo nuevo de colaboración sencilla y cotidiana entre las Autoridades locales y las eclesiásticas —obispos, sacerdotes, ancianos de las comunidades— de tal modo que se garantice el desarrollo ordenado de las actividades pastorales, armonizando las expectativas legítimas de los fieles y las decisiones que son competencia de las Autoridades.

Esto ayudará a comprender que la Iglesia en China no es ajena a la historia china, ni pide ningún privilegio: su finalidad en el diálogo con las Autoridades civiles es la de «llegar a una relación basada en el respeto recíproco y en el conocimiento profundo» (ibíd.).

11. En nombre de toda la Iglesia, pido al Señor el don de la paz, a la vez que os invito a todos a invocar conmigo la protección maternal de la Virgen María.

Madre del cielo, escucha la voz de tus hijos, que humildemente invocan tu nombre.

Virgen de la esperanza, a ti confiamos el camino de los creyentes en la noble tierra de China. Te pedimos que presentes al Señor de la historia las tribulaciones y las fatigas, las súplicas y las esperanzas de los fieles que te rezan, oh Reina del cielo.

Madre de la Iglesia, te consagramos el presente y el futuro de las familias y de nuestras comunidades. Protégelas y ayúdalas en la reconciliación fraterna y en el servicio hacia los pobres que bendicen tu nombre, oh Reina del cielo.

Consoladora de los afligidos, nos dirigimos a ti para que seas refugio de los que lloran en la hora de la prueba. Vela sobre tus hijos que alaban tu nombre, haz que lleven juntos el anuncio del Evangelio. Acompaña sus pasos por un mundo más fraterno, haz que todos lleven la alegría del perdón, oh Reina del cielo.

María, Auxilio de los cristianos, te pedimos para China días de bendición y de paz. Amén.


Vaticano, 26 de septiembre de 2018

FRANCISCO