Monseñor Negri contesta los errores de la Iglesia
Artículo de Il Giornale, Mar-23-2018, págs. 01 y 32. Traducción de Secretum Meum Mihi.
Menos pastelillos y más hostias. Mons. Negri desafía la Iglesia
De Camillo Langone
Este libro de Monseñor Luigi Negri es justo un guante de desafío, arrojado a la cara de todos aquellos que, para hacer las paces con el mundo, en Comunión y liberación han traicionado a don Giussani y en la Iglesia han traicionado a Cristo.
Como sabemos, hay muchísimos y quizás solo un obispo emérito, más o menos retirado, podría darse la libertad de enfrentarse a la mitad del mundo católico: la mitad que detenta el poder, además. El viejo alumno del fundador de Comunión y Liberación, y el primer presidente diocesano del movimiento, nunca ha tenido pelos en la lengua. Esta vez, el entrevistador Giampiero Beltotto también está involucrado. En lugar de moderar, como uno esperaría de un miembro de Comunión y Liberación, provoca, ya que él también es un poco combativo en este momento.
El desafío infra-comunión y liberación es la parte menos necesaria del libro que se titúla El Desafío, porque la sigla nacida en 1969 (pero con raíces en los años cincuenta) me parece cada vez más irrelevante, como también piensa Negri: “La experiencia de los movimientos ya no resiste las crecientes responsabilidades”. Por lo tanto, no es esencial determinar si en el siguiente pasaje se refiere a Formigoni u otro dilapidador, entre presidencias y departamentos, del patrimonio ideal de CL: “En cierto punto, por propia naturaleza, los hombres que eligieron la política se sintieron autorreferenciales en todo”.
Mucho más importante es el desafío lanzado a todos en los niveles de una jerarquía católica que cada vez menos reconocible como tal. En primer lugar, los sacerdotes, que en este caso son de la diócesis de Ferrara, pero podrían pertenecer a cualquier otra diócesis europea: “En mi servicio episcopal he encontrado de todos los colores. Párrocos que sustituían el Evangelio con otro tipo de lecturas; párrocos que modificaban una determinada historia del Evangelio porque, en su opinión, la parábola en cuestión no debería haber terminado de la manera en que Jesús la había dicho; laicos que hacían la homilía en lugar del sacerdote; un matrimonio donde los cónyuges, al constatar que la mayoría de los participantes no iban a comulgar, lo solicitaron, obteniendo del párroco, permiso para distribuir sus pastelillos”.
Hasta los cardenales, obviamente no para todos pero para muchos, por ejemplo para todos aquellos que “insisten en esta rehabilitación de la homosexualidad”.
Y luego a dos personajes en particular, Martini y Kasper. El primero representaba “la Iglesia del compromiso con la mentalidad mundana” y de él Negri cuenta un episodio desolador: “Cuando Turoldo del presbiterio de la catedral de Milán tronó contra la devoción mariana, que había definido piedad de la Edad Media, el cardenal Giovanni Colombo le impidió la posibilidad de celebrar misa en la catedral. Desafortunadamente, su sucesor lo puso nuevamente en las filas, gratificándolo, con la ganga, de no recuerdo qué honor”. Naturalmente, el sucesor de Giovanni Colombo fue Martini. Viniendo en vivo el desafío de Negri a los prelados del norte de Europa, hipocreyentes y decadentes, que se atreven a ironizar “como hizo el cardenal Kasper” a los obispos africanos rigurosos. El cardenal alemán es un divorcista y por lo tanto un fan de Amoris laetitia, ambigua exhortación apostólica que a los divorciados parece conceder la comunión sin explicitarlo (tal vez porque en este caso Francisco sería acusado de herejía).
Desafío también lanzado al jefe de los jesuitas, que cree que el Evangelio no es vinculante porque en ese tiempo no existía la grabadora y quién sabe lo que Jesús realmente dijo: “Aquí estamos frente a un abismo de estupidez, exegéticamente repugnante. Espero que el Papa explicite su desacuerdo”. Pasta caballo [que la hierba crece]. Ha pasado más de un año y el pontífice jesuita no ha explicitado nada y el padre Arturo Sosa está tranquilamente en su puesto.
Negri, lo hemos entendido, es un obispo sin mancha y sin miedo, y no teme que se pueda escribir que también ha desafiado al hombre vestido de blanco. “El cambio de énfasis, para decirlo con [don Luigi] Giussani, desde la ontología a la ética, marca las diferencias entre los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el del Papa Bergoglio.
Este último ha decidido enfatizar de manera imponente, casi obsesivamente, las consecuencias sociopolíticas de la fe y no la naturaleza profunda de la fe”. No en vano, el subtítulo del libro es Un viaje de fe entre Giussani y Ratzinger. Como si dijera que con Carrón y Bergoglio, los líderes actuales de Comunión y Liberación y de la Iglesia, el viaje ha sido interrumpido.
¿Cuándo volveremos a partir de nuevo, si es que volvemos a partir? El viejo obispo reporta la profecía formulada por Joseph Ratzinger en 1969, la visión de una Iglesia mucho más pequeña y de iglesias mucho más vacías, punto cero desde el cual se deberá y se podrá partir de nuevo, despertando el nuevo interés de una humanidad ya por completo ignorante de Cristo y por lo tanto desesperada. La reporta y la hace propia, declarándose seguro de que “permanecerá una pequeña parte del resto del pueblo de Dios en caminar diariamente según la fe y no según la lógica del mundo”. Oramos por ese pequeño remanente y por el Obispo Negri.