Artículo de La Croix en español, Feb-07-2018.
Un sacerdote portugués padre de una niña, autorizado a conservar su ministerio
La Iglesia portuguesa ha reconocido la existencia de varios sacerdotes con hijos.
La paternidad entre los sacerdotes es una cuestión delicada y tabú para la que no existe un dispositivo canónico válido para toda la Iglesia.
El obispo de Funchal, en la isla portuguesa de Madeira, autorizó a uno de sus sacerdotes, que reconoció la paternidad de una niña nacida el verano de 2017, a continuar ejerciendo su ministerio sacerdotal “en las condiciones exigidas por la Iglesia”. Una decisión que ha provocado numerosas reacciones en el país.
El padre Giselo Andrade, sacerdote de Nuestra Señora del Monte, reconoció el pasado mes de noviembre la paternidad de una niña nacida en el mes de agosto anterior. Tras una investigación, la diócesis de Funchal destacó que, si bien la Iglesia es un “lugar de misericordia y que Dios lo perdona todo”, no podía permitir una doble vida.
Después de una fase de discernimiento, el obispo de Funchal, Mons. António José Cavaco Carrilho, decidió, de acuerdo con el padre Andrade, que el sacerdote sería relevado de su puesto de sacerdote, pero que podría conservar su ministerio sacerdotal en el marco de otras actividades, especialmente en el ámbito de las comunicaciones. Entendiéndose en todo caso que asume también sus responsabilidades como padre.
Numerosos casos en el mundo
En su comunicado, la diócesis reconoce que esta situación ha sido una ocasión para debatir y reflexionar sobre la disciplina actual de la Iglesia en cuanto al celibato sacerdotal. “La Iglesia no es estática, es dinámica; tiene una historia que le permite reconocer y evaluar sus valores y sus defectos, lo positivo y lo negativo de su presencia en la sociedad. Estos cambios no se realizan por simple popularidad o por opinión mayoritaria”, insiste la diócesis.
El comunicado destaca, sin embargo, que los sacerdotes católicos aceptan y se comprometen, en plena libertad, a vivir en el celibato su ministerio de servicio.
Ya en noviembre, los obispos portugueses reconocieron que existían otros casos similares a los del padre Andrade en el país. El patriarca de Lisboa declaró que en los casos de infidelidad, debían asumirse las responsabilidades, pero que la vida sacerdotal o conyugal podía continuar cuando existía la voluntad de arrepentimiento.
Esta reflexión está extendiéndose y la Iglesia portuguesa no es, evidentemente, la única en enfrentarse a este tipo de situación, como cuenta una investigación publicada en el Boston Globe a mediados de agosto de 2017.
Tras los procedimientos de un psicólogo irlandés de 34 años para encontrar a su padre biológico, un documento publicado por la Conferencia Episcopal de Irlanda, en primavera de 2017, recuerda cierto número de principios para los sacerdotes que son padres durante su sacerdocio, en particular la necesidad de asumir sus responsabilidades con el niño y la madre.
Lo que opinaba el futuro papa Francisco
Otros responsables de la Iglesia, en especial el papa Francisco cuando todavía era arzobispo de Buenos Aires, van más allá y consideran que estos sacerdotes deben abandonar su ministerio.
“Si un sacerdote viene a verme y me dice que ha dejado embarazada a una mujer, le hago comprender, poco a poco, que el derecho natural está antes que su derecho como sacerdote”, escribe el futuro Papa en un libro de entrevistas con el rabino Abraham Skorka, “Sobre el cielo y la tierra”. “Y como consecuencia, debe dejar el ministerio y hacerse cargo del hijo, incluso en el caso de que decida no casarse con la mujer. Porque de la misma forma que aquel niño tiene derecho a tener una madre, también tiene derecho a tener un padre con una cara. Me comprometo a regularizar todos esos documentos en Roma, pero debe dejarlo todo. Ahora, si un sacerdote me dice que se ha dejado llevar por la pasión, que ha cometido un error, lo ayudo a corregirse. (Es decir) hacer penitencia, respetar el celibato. Porque la doble vida no nos hace bien”. Ser sacerdote y padre de uno o varios niños sigue siendo un tema tabú en la Iglesia católica, donde los sacerdotes hacen voto de celibato desde la Edad Media – a diferencia de sus homólogos orientales que pueden casarse y tener hijos.