Ya saben Uds. que dentro de pocos días Francisco viaja a Chile y Perú, y conforme se acerca la fecha en esos países va aumentando la información relacionada. El periódico La Tercera de Chile presenta hoy un artículo de doble página sobre lo que llaman “Visiones cruzadas sobre el Papa Francisco”, compuesto de una entrevista al vaticanista Andrea Tornielli y otra al vaticanista Sandro Magister. El artículo sirve bien a los católicos del común chilenos, aquellos que se limitan a ir Misa los Domingos pero no están al tanto de lo que de verdad está sucediendo con la Iglesia, toman hoy su copia del periódico más popular del país y encuentran que por allá lejos en Roma la cosa no es como la pintan con su próximo visitante.
No vamos a publicar la parte correspondiente a la entrevista de Tornielli, llena de edulcoradas expresiones hacia el Pontífice y en la que no niega nunca ser visitante habitual de la Domus Sanctæ Marthæ, nos concentraremos en la entrevista de Magister, porque en ella se amplía lo que Magister escribe hoy en su propia columna de la revista L'Espresso.
Tras casi cinco años de pontificado, podemos hablar de un Papa reformador. ¿Cuáles son los mayores cambios que ha impulsado?
Yo excluiría que este Pontificado pueda ser definido como revolucionario, porque ha sido más importante el método que los resultados que ha concretado Bergoglio. Los resultados son bastante modestos. Son eficaces desde el punto de vista de la imagen, en el sentido que es un pontificado que ha recuperado rápidamente una imagen positiva en la opinión pública mundial fuera de la Iglesia Católica. En cuanto al interior de la Iglesia, el elemento central de este pontificado es el proceso que puso en acción más que los resultados. Es un Papa al que le encanta decir que el tiempo es superior al espacio y, con ello, pretende decir que los procesos que se desarrollan en el tiempo son los que importan. Utiliza, además, una forma expresiva que caracteriza a su magisterio, la de no ser nunca claro, no ser nunca definitivo, sino abierto a las interpretaciones.
¿Por qué cree usted que ha optado por esa estrategia, es algo deseado?
Es una estrategia deseada, no es el fruto de su incapacidad sino que es algo que él quiere. Si no es claro no es porque no logra ser claro sino porque no quiere ser claro. Está convencido que la Iglesia es un cuerpo tan sólido que puede ser aggiornato solamente a través de este procedimiento.
¿Estos cambios de estilo cómo son vistos al interior de la Curia?
Al interior de la Curia todos notan la diferencia impresionante del Papa mientras está con la gente y cuando está solo y toma decisiones y tiene encuentros. Los dos son muy distintos. Siempre amigable y sonriente en público y muchas veces serio, duro, en privado.
Más similar entonces al cardenal Bergoglio de Buenos Aires
Sí, el Bergoglio argentino. Todos los que lo conocieron en Buenos Aires no tienen en la cabeza un Bergoglio popular. No era popular en Argentina.
¿Por qué cree que ha cambiado?
El tiene una habilidad extraordinaria. Es un hombre que tiene unas capacidades extraordinarias de trabajo y también tácticas. En efecto su imagen está completamente construida sobre el Bergoglio público. El hace gestos que no son casuales, no es un Papa espontáneo, es extremadamente calculador. Una de sus imágenes típicas es cuando sube al avión llevando una maleta negra. La maleta la toma en la bajada de la escalera y la entrega sobre la escalera. La tiene solo para subir la escalera. Es un Papa de una habilidad extraordinaria y sabe muy bien gobernar el funcionamiento de los medios. Aquí también hay un cambio total. En Argentina no daba entrevistas, era muy reservado, aquí da entrevistas a toneladas y a las personas más extrañas.
Pero hay un riesgo en eso.
Sí, hay un riesgo, pero es un riesgo calculado. El pone en la balanza los beneficios y lo que considera elementos negativos y considera que los beneficios son mayores.
Hay quienes también han asegurado que en su estilo hay un componente peronista. ¿Qué opina de eso?
El dato más interesante de este Pontificado es que tiene una visión política bastante clara, porque él la ha descrito en una serie de discursos que ha dado a los movimientos populares. Los movimientos populares son su criatura. Ya se han encontrado tres veces, dos en Roma y una en Bolivia y después hubo un encuentro regional en Estados Unidos y él, en todos esos casos, ha desarrollado una visión política que es típicamente populista, que presupone que en el pueblo hay una inocencia preliminar. El pueblo es el que él cree ver representado en estos movimientos reunidos en un modo aproximativo, pero que reflejan movimientos como los de Porto Alegre, de Seattle, todos antiglobalización, anticapitalistas, que están fuera de los sindicatos normales. El Papa ha apostado por estos grupos. Él hace esas denuncias contra la economía que mata, contra el poder financiero internacional, denuncias muy vagas que logran un consenso fácil. Es algo que no tiene nada que ver con la doctrina social clásica, pero que hace referencia a un cierto peronismo argentino.
Hace algunas semanas, el cardenal Gerhard L. Muller habló de un peligro de cisma en la Iglesia Católica. ¿Cree que existe ese riesgo?
Están relativamente aislados los grupos que se manifiestan contra el Papa sobre este punto, pero son el indicio de una molestia que es mucho más amplia y que de nuevo tiene que ver con el método con el que él introduce una novedad. Una novedad como la comunión a los divorciados vueltos a casar, la introdujo con el sistema de pequeños pasos ambiguos que es su estilo. (En Amoris Laetitia) hizo solo alusiones que fueron interpretadas por los innovadores en términos abiertos y en términos conservadores por los otros, porque se prestaban para ambas interpretaciones aunque todos saben que la intención del Papa es abrir y no cerrar. Todo esto pone en acción algo que antes no existía y que es que hoy en la Iglesia Católica cada uno hace lo que quiere y el Papa Francisco está convencido de que así las novedades entran.