Saturday, November 25, 2017

Funcionarios amenazan a monaguillos por denunciar abusos


Esta es la versión en español de un artículo previamente aparecido en inglés en agencia Associated Press, Nov-24-2017.

Funcionarios amenazan a monaguillos por denunciar abusos

Por NICOLE WINFIELD

CIUDAD DEL VATICANO (AP) — Funcionarios católicos en Italia han amenazado a exmonaguillos del papa con acusarlos de difamación penal por haber denunciado públicamente a un seminarista por mala conducta sexual cuando convivían en el seminario juvenil dentro del Vaticano.

Abogados de la diócesis de Como advirtieron a un programa de TV de investigaciones periodísticas que no debe informar sobre las denuncias de los jóvenes y aparentemente presionaron a un jerarca de la Iglesia para que se retracte de su insinuación de que hubo un encubrimiento.

La reacción es indicativa del nerviosismo que provocan las denuncias de sexo gay entre los monaguillos del Vaticano en la Santa Sede y en la Iglesia italiana. La reacción ha sido particularmente fuerte en la pequeña asociación católica Opera Don Folci, que regenta el seminario juvenil San Pío X en un palazzo a pocos pasos de la residencia del papa Francisco.

Una decena de niños, algunos de 13 años, viven en la residencia y sirven de monaguillos en las misas papales en la Basílica de San Pedro.

Las acusaciones implican a un exseminarista, ahora un joven cura de la diócesis de Como y miembro de la Opera Don Folci. Un antiguo estudiante dijo al periodista Gaetano Pecoraro que el seminarista entraba a su dormitorio por la noche para exigir sexo oral, desde que tenía 13 años y hasta que cumplió los 18.

El seminarista era un año mayor y tenía una posición de autoridad sobre los demás estudiantes, según el exestudiante, identificado como “Marco”.

El compañero de cuarto del estudiante, Kamil Jarzembowski, dijo que presenció decenas de incidentes. Los denunció a las autoridades del seminario, luego por escrito a varios cardenales y finalmente al papa en 2014. Funcionarios eclesiásticos dijeron que se realizaron investigaciones, aunque al principio sin tomar declaración a los niños y se determinó que las denuncias eran falsas.

El seminarista acusado fue ordenado sacerdote a principios de este año. Ninguno de los acusadores ingresó al sacerdocio.

Los exestudiantes han publicado sus denuncias en un libro y en el programa de TV “Le iene” (las hienas).

El Vaticano anunció el 18 de noviembre que reabría la investigación debido a la aparición de “elementos nuevos” y que quería “echar plena luz sobre lo que realmente sucedió“.

Anteriormente, la Opera Don Folci en su sitio web calificó las acusaciones de “violento ataque a la iglesia” y meras “calumnias y falsificaciones”.

Un abogado de Don Folci, Riccardo Rolando Riccardi, escribió a un estudiante en una carta del 17 de noviembre, a la que tuvo acceso The Associated Press, que se presentara a declarar, amenazándolo con acusarlo de difamación. Riccardi no respondió a los pedidos de declaraciones y los teléfonos en la página web de su firma no estaban en servicio.


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Francisco a la Rota: Sean próximos a la soledad


Información de agencia ANSA, Nov-25-2017. Traducción de Secretum Meum Mihi

(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO, 25 NOV – “En vuestro servicio, estáis llamados a estar cerca de la soledad y el sufrimiento de los fieles que esperan de la justicia eclesial la ayuda competente y fáctica para recuperar la paz de sus conciencias y la voluntad de Dios sobre la readmisión en la Eucaristía”. Lo dijo el Papa Francisco al recibir en el Vaticano a los participantes del curso promovido por el Tribunal de la Rota Romana sobre el tema “El nuevo proceso matrimonial y el procedimiento Super Rato”. Hablando del nuevo proceso matrimonial, Bergoglio ha dicho que es “expresión de la Iglesia que es capaz de acoger y cuidar a los que han sido heridos, de diversas formas, por la vida, y al mismo tiempo es una llamada al compromiso por la defensa de la sacralidad del vínculo matrimonial”. “Cuando regreséis a vuestras comunidades, esforzaos por ser misioneros y testigos del espíritu sinodal que está en el origen de las mismas, así como del consuelo pastoral, que es el fin de esta nueva normativa matrimonial”.

El discurso completo de Francisco se puede leer en el boletín diario de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Nov-25-2017.

“Enfoque rígido, alimentado por la ideología y el legalismo”, así define el Card. Stella la enseñanza inmemorial de la Iglesia sobre la Comunión para los divorciados vueltos a casar


El bergoglianísimo Andrea Tornielli prosigue en Vatican Insider su campaña en defensa de la interpretación del estabishment de Amoris Lætitia. En esta ocasión entrevista al prefecto de la Congregación para el Clero, el card. Beniamino Stella, haciéndo énfasis en el papel que correspondería a los sacerdotes en aquello del “discernimiento”.

¿Podría explicar qué significa «discernir» como pide “Amoris laetitia"?

Para retomar una imagen utilizada por el Papa Francisco, diría que significa no encerrar la vida ni la realidad en la fórmula «o blanco o negro». Este enfoque rígido, alimentado por la ideología y el legalismo, es insuficiente para «leer» verdaderamente la existencia en su complejidad. Claro, es más fácil encerrarse en una jaula y estar, de esta manera, protegidos de los peligros que vemos a nuestro alrededor; pero si prevalece solamente el miedo nos quedamos inmóviles y, aunque en algunos momentos pueda servirnos, quedarse siempre en la seguridad de la jaula al final significa no vivir. Se comprende que algunos quisieran evitar el esfuerzo de tratar de interpretar las cosas profundamente, conformándose con soluciones fáciles y cómodas. Sin embargo, tanto en la vida cotidiana como en la fe, nos damos cuenta de que existen muchas “zonas grises”, situaciones que no pueden ser clasificadas rígidamente en el “o blanco o negro”. A propósito de “Amoris laetitia” y de los llamados “dubia”, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, en el prefacio al último libro del filósofo Rocco Buttiglione, recordó precisamente esta tensión entre la objetividad de la norma, que sigue siendo fundamental e ilumina sobre la verdad del matrimonio, y las «situaciones existenciales que son muy diferentes y complejas» y que, en ciertos casos, pueden atenuar la culpa o, como sea, hacer que surja una sincera búsqueda de Dios. Para evitar tanto una fácil adaptación al espíritu del relativismo como una fría aplicación de los preceptos, afirma el cardenal, «se necesita una particular capacidad de discernimiento espiritual». Me viene a la memoria el Concilio de Jerusalén, descrito en los Hechos de los Apóstoles: para resolver una cuestión práctica de la vida de la Iglesia, los Apóstoles no se refieren inmediatamente a la ley o a la tradición, sino que abren de par en par los ojos y los corazones a la experiencia de la gracia del Espíritu Santo. Un poco como decía el cardenal Canestri, un pastor que acaba de fallecer recientemente: lo importante es estar en el río de la Iglesia; si uno está un poco a la derecha o a la izquierda, no importa, solamente es lícita la variedad y no debe ser forzada. Entonces, creo que el discernimiento es el arte de ver, con los ojos de la fe, cómo se encuentra obrando el Espíritu Santo incluso en situaciones de vida complejas o aparentemente alejadas de Dios, para apreciar todas las posibilidades humanas, espirituales y pastorales, pero siempre permaneciendo «dentro del río».

“Amoris laetitia” pone una responsabilidad bastante considerable sobre los hombros de los sacerdotes. ¿Están formados y preparados para ello?

Tenemos ante nosotros un gran desafío, que se relaciona particularmente con la formación sacerdotal. Me sorprendió mucho, en la conversación del Papa Francisco con Antonio Spadaro, publicada en el libro “Ahora hagan sus preguntas”, la alusión a los planes de formación sacerdotal que corren el peligro de educar con ideas demasiado claras y según límites y normas definidas, sin importar las situaciones concretas de la vida; por el contrario, necesitamos que el sacerdote sea «hombre de discernimiento». Pero para ello se requiere apostar especialmente por la formación humana de los sacerdotes. Con la nueva “Ratio Fundamentalis” se ha tratado de desanimar una formación orientada y organizada con una insistencia, diría excesiva, en el ámbito de los estudios académicos o basada en una espiritualidad abstracta, casi ajena a la persona. Se necesitan, si se me permite decirlo, sacerdotes plenamente humanos, es decir personas resueltas interiormente, que han podido reconocer las propias sombras y trabajar sobre los propios conflictos, personas que se han dejado ayudar para integrar las propias fragilidades en un proceso de maduración integral, que sean afectiva y psíquicamente estables y serenas.

¿Qué sucede si falta este equilibrio?

Cuando falta esta profunda humanidad equilibrada, el sacerdote corre el riesgo de asumir posturas de rigidez o de distancia, incluso por el temor de no saber ocuparse de los desafíos cotidianos del ministerio. La inseguridad, de hecho, se casa siempre con cierta inflexibilidad. Un sacerdote plenamente humano, en cambio, camina entre la gente, se deja conmover por sus heridas, anima sus alegrías y vive una cordialidad del trato que lo hace exquisito en las relaciones; acompañando a los hermanos, estará cada vez menos centrado en sí mismo y se preocupará por que lleguen a todos la caricia de Dios y el perfume de su gracia. Un sacerdote así no ve a los demás desde lo alto de la cátedra, sino, plenamente consciente de ser un pecador perdonado él mismo, se encuentra en la misma barca con sus hermanos y lleva a cabo la travesía de la conversión a Cristo con ellos. Con compasión y paternal cercanía, sabrá acoger la historia de cada uno, como un hombre que sabe bien que cada historia y cada persona es diferente de las demás, y que no existen manuales o prontuarios confeccionados. Es un hombre que sabe proponer una fe y una vida cristiana hecha de relaciones, más que de reglas abstractas.

En noviembre de 2015, el Papa Francisco indicó a la Iglesia italiana, reunida en Florencia, el modelo de don Camilo di Guareschi. ¿Por qué cree usted que lo hizo?

El congreso en Florencia estaba dedicado al humanismo cristiano, que no es un concepto abstracto, sino un modelo para ser hombres que podemos contemplar en Jesús y llevar a cabo gracias a Él. Aunque las historias de Guareschi y la figura de don Camilo se encuentran bastante lejos en el tiempo, y retratan un contexto italiano que ya no existe, el Papa quiso referirse a la imagen “humana” de aquel párroco: un hombre humilde y en cierta medida exuberante que se definía como un «pobre cura de campo», pero que estaba en medio de la gente y se dedicaba por completo a ella, mostrando fuerza, determinación y valentía profética cuando se trataba de defender a los más débiles, de educar, de intervenir en las situaciones. Se trata de una figura de sacerdote que es, diría, “esencial”, que concentra toda su vida sacerdotal en Jesús. ¿Cómo no recordar la famosa escena de la película? «Don Camilo, monseñor… pero no demasiado», en la que el párroco dialoga con el Crucifijo, justo después de haber recibido el nombramiento de monseñor; en la conversación, el Cristo desenmascara con ternura algunas mentiras de don Camilo, quien, entre la ironía y el embarazo, responde: «Señor, tenía tantas ganas de volver a verte…». Una figura de sacerdote dotada, pues, también de un sano sentido del humor, que lo ayuda a no «tomarse demasiado en serio» y, de esta manera, a ser profundamente humano. Es decir, no se trata de un “funcionario de sacristía”, sino de un pastor que sabe conmoverse y que llora por el pueblo.

Entonces, ¿qué quiere decir ser sacerdote en una sociedad como la nuestra, cada vez más secularizzada?

También esta situación cultural requiere un atento y prudente discernimiento. Hay que tener cuidado con las generalizaciones que, acaso, partiendo de una reflexión sobre la realidad actual, nos hacen retroceder y volvernos, como afirma la “Evangelii gaudium”, «pesimistas y con caras oscuras». Claro, hoy vivimos en un mundo secularizado, en el que faltan algunas certezas consolidadas; han cambiado profundamente algunos contextos favorables para la transmisión de la fe. Sin embargo, esta puede ser una bendición.

¿Por qué una bendición?

La historia nos enseña que, cuando el cristianismo no ha debido ni luchar ni hacer esfuerzos para anunciar su mensaje, ha corrido el riesgo de volverse demasiado tibio, de acomodarse en la seguridad social o, mucho peor, de estrechar vínculos ambiguos con el poder político para mantener la garantía de los propios privilegios. En cambio, en la actualidad, tenemos la posibilidad de recuperar el espíritu profético del Evangelio y de anunciar su mensaje alternativo y contracorriente; en un mundo que cambia velozmente, a menudo marcado por la incapacidad de amarse y escucharse, y que reduce la vida en la lógica del consumismo y del mercado, el sacerdote puede ser testimonio de una Palabra nueva, capaz de hacer que las personas reflexionen y que inauguren estilos y modelos de vida diferentes. Para hacerlo, diría simplemente: ¡debemos volver a ser sacerdotes! Volver, es decir, a lo esencial del ministerio: dar tiempo a las personas para que puedan encontrar, por lo menos, un espacio de escucha y de diálogo, estar disponibles para las confesiones, rezar con la gente, ser testimonio de alegría, de servicio y de gratuidad. Nuestro punto de referencia no puede ser más que el Evangelio: cuando Jesús encuentra a las personas, cansadas, heridas o caídas, les dirige una mirada amorosa, se conmueve, las lleva en su corazón y las vuelve a levantar. Precisamente esta, en la actualidad, debe ser la misión de cada sacerdote.