Eminencia, se ha hecho una idea de por qué el Papa ha decidido removerlo de la guía de la congregación para la Doctrina de la Fe? “No, no lo sé, porque el Santo Padre no me lo ha dicho. Sólo me ha informado de que el mandato no sería renovado. Ha habido muchas especulaciones en los medios masivos de comunicación en los últimos tiempos, y yo diría que el nombramiento del nuevo secretario de la congregación (Mons. Giacomo Morandi, ndr) anunciada el martes pasado es un poco la clave para comprender estas maniobras”.
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Sin embargo, de su licenciamiento se hablaba desde hace tiempo, incluso había sido sugerida por los medios de comunicación eventuales destinaciones diocesanas para el curador de la opera omnia de Joseph Ratzinger. “Siempre he estado tranquilo”, responde sin embargo Müller: “Creo haber cumplido todas mis tareas, e incluso más de lo necesario. De mi competencia teológica nadie tenía dudas. Siempre he sido leal con el Papa, como es requerido por nuestra fe católica, nuestra eclesiología. Esta lealtad siempre ha estado acompañada de competencia teológica, por lo que nunca se ha tratado de lealtad reducida a la pura adulación”. Y esto porque “el magisterio tiene necesidad de competentes consejos teológicos, como está bien descrito en la Lumen Gentium, n. 25 y como lo prevé de forma clara el carisma del Espíritu Santo a través de los cuales actúan los obispos y el Papa mismo como cabeza del colegio episcopal . Pero todos somos hombres y necesitamos consejo y los contenidos de la fe no pueden explicarse sin un claro fundamento de estudios bíblicos. Lo mismo vale para el desarrollo del dogma. Nadie puede elaborar un documento magisterial sin conocer los Padres de la Iglesia, las grandes decisiones dogmáticas sobre la teología moral de los diversos concilios. Para esto existe la congregación para la Doctrina de la fe, que es la más importante congregación de la curia romana. Cuenta con dos comisiones teológicas, además de consultores. En pocas palabras, tiene una tarea clara y una gran responsabilidad sobre la ortodoxia de la Iglesia”.
¿Pero es cierto que como se ha leído en alguna parte, su última conversación con Francisco fue tensa y fría? “Son reconstrucciones totalmente falsas. El Papa simplemente me ha informado de su decisión de no renovarme el mandato. Nada más. Fue una audiencia de trabajo, normal, al final de la cual el Santo Padre me comunicó la elección. El día siguiente, fui despedido”.
Una hipótesis, sin embargo, se ha hecho sobre las razones de la ruptura, y además de la presunta lentitud en el procesamiento de los casos de abuso del clero en los diversos órganos de información clero han escrito de una excesiva exposición mediática, a menudo en contraposición con el Papa. Un modus operandi diferente respecto al de sus predecesores inmediatos. El cardenal Müller sonríe: “Creo poder decir que la presencia mediática del cardenal Ratzinger fue muy evidente, incluso con sus grandes libros- entrevista. Y esto hace parte del encargo de prefecto, que no es un mero trabajo burocrático. Yo, entonces, era también conocido antes como teólogo, contando numerosas publicaciones. De todos modos, si me lo permite, incluso el Papa utiliza el medio de las entrevistas. El hecho es que hoy debemos utilizar los instrumentos de la comunicación moderna, los jóvenes no siempre leen libros y periódicos. Utilizan las redes sociales, Internet. Y si queremos promover la fe —que es, recuerdo, la tarea principal de la congregación— debemos entrar en diálogo con ellos en estas plataformas. Nunca hablé de mi pensamiento de mi persona, en estas entrevistas. ¡Sino de la fe! Y luego, recuerdo, yo soy un obispo y un obispo tiene la obligación de difundir el Evangelio y no sólo en sus homilías, sino también a través de discusiones científicas con los contemporáneos”. Nosotros, añade, “no somos una religión restringida a un club. Somos una Iglesia dialogante, la religión de la Palabra de Dios, que Cristo mismo dio a sus apóstoles, exhortando a enseñarla y a predicarla por todo el mundo”.
Está bien, pero alguna tensión intraeclesial hay, se puede constatar fácilmente. Tomemos, por ejemplo Amoris laetitia, el documento producto del doble Sínodo sobre la moralidad de la familia. El eminentísimo Christoph Schönborn, teólogo puro e inspirador de la solución aperturista, ha recientemente confirmado cómo su posición es opuesta respecto a la de Müller. ¿Entonces? “Puede darse que el cardenal Schönborn tenga una visión opuesta a la mía, pero tal vez tiene también una opuesta a la que él tenía antes, visto que ha cambiado su posición. Creo que las palabras de Jesucristo deben ser siempre el fundamento de la doctrina de la Iglesia. Y nadie, hasta ayer, podía decir que esto no era verdad. Es claro: tenemos la revelación irreversible de Cristo. Y la Iglesia está confiado el depositum fidei, es decir, todo el contenido de la verdad revelada. El magisterio tiene la autoridad para corregir a Jesucristo. Es Él, en todo caso, el que nos corrige. Y estamos obligados a obedecerle; debemos ser fieles a la doctrina de los apóstoles, claramente desarrollada en el espíritu de la Iglesia”.
Perdone, ¿pero entonces por qué Ud. también votó la relación del circulo menor de lengua alemana, escrita por el mismo Schönborn y aprobada por Walter Kasper? “El Sínodo ha claramente dicho que los obispos son responsables de este camino, para llevar a la gente a la plena gracia sacramental,… Esta interpretación está, sin duda, pero yo mi posición —privada y subjetiva— nunca la he cambiado. Pero como obispo y cardenal la representa la doctrina de la Iglesia, que conozco también en sus desarrollos fundamentales, desde el Concilio de Trento a la Gaudium et spes, que representan las dos líneas guías. Esto es católico, el resto pertenece a otras creencias. No entiendo cómo se puedan concordar diferentes posiciones de interpretación teológica y dogmática con las claras palabras de Jesús y de san Pablo. Ambos han dejado claro que no puede esposarse una segunda vez si el legítimo cónyuge sigue vivo”.
¿Comprende las razones que llevaron a los cardenales Burke, Brandmüller, Caffara y al fallecido Meisner a presentar al Papa cinco dubia sobre la exhortación? “No comprendo el motivo por cuál no ha habido un diálogo con la calma y serenidad. No entiendo dónde están los obstáculos. ¿Por qué hacer surgir sólo tensiones, incluso públicas? ¿Por qué no organizar una reunión y hablar abiertamente sobre estos temas, que son esenciales? Hasta ahora he oído sólo invectivas y ofensas contra estos cardenales. Pero esto no es ni el modo ni el tono para seguir adelante. Todos somos hermanos en la fe y yo no puedo aceptar discursos sobre las categorías de ‘amigo del Papa’ o ‘enemigo del Papa’. Para un cardenal es absolutamente imposible estar en contra del Papa. No obstante nosotros los obispos tenemos el derecho diría divino de discutir libremente. Quisiera recordar que en el primer concilio todos los discípulos hablaron en modo franco, también favoreciendo controversias. Al final, Pedro dio su explicación dogmática, que es válida para toda la Iglesia. Pero sólo después, al término de una larga discusión animada. Los concilios no han sido nunca reuniones armoniosas”.
El punto es si Amoris laetitia representa o no una forma de discontinuidad con respecto al magisterio precedente. ¿Es así o no? “El papa muchas veces ha declarado que no hay un cambio en la doctrina dogmática de la Iglesia, y esto es evidente, también porque no sería posible. Francisco quería atraer de nuevo a estas personas que se encuentran en situaciones irregulares respecto al matrimonio, es decir, cómo hacerlos acercar a las fuentes de la gracia sacramental. Están los medios, incluso canónicos. De todos modos, quien quiera recibir la comunión y se encuentra en estado de pecado mortal debe recibir siempre el sacramento de la reconciliación, que consiste en la contrición corazón, en el propósito de no pecar más, en la confesión de los pecados y en la convicción de que actuar según la voluntad de Dios. Y nadie puede modificar esta orden sacramental, que fue establecida por Jesucristo. Podemos, en todo caso, cambiar los ritos externos, pero no este núcleo sustancial. ¿Ambigüedades en Amoris Laetitia? Pueden darse y no sé si son voluntarias. Si las hay, las ambigüedades tienen que ver con la complejidad de la materia y de la situación en la que se encuentren los hombres de hoy, en la cultura en la que estén inmersos. Casi todos los fundamentos y los elementos esenciales, hoy día, para poblaciones que superficialmente se definen cristianas, ya no son comprensibles. A partir de aquí nacen los problemas. Tenemos dos desafíos por delante, en primer lugar: aclarar cuál es la voluntad salvífica de Dios e interrogarse sobre cómo ayudar pastoralmente a estos nuestros hermanos a caminar el camino indicado por Jesús”.
La reacercarmiento a la comunión de los divorciados vueltos a casar era una vieja demanda del episcopado alemán. “Es cierto, fueron tres obispos alemanes, Kasper, Lehmann y Saier, que a principios de los años noventa lanzaron la propuesta. Pero la Congregación para la Doctrina de la Fe la rechazó definitivamente. Todos estaban de acuerdo en que era necesario discutir, más hasta ahora nadie ha abrogado ese documento”.
A propósito de la Iglesia alemana: desde allí, durante los últimos tres años, han llegado a los vientos más fuertes de cambio, con el cardenal Marx que decía frente a los micrófonos que “Roma nunca podrá decirnos qué hacer o no hacer en Alemania”. Pero, ¿cómo es la situación actual en esa tierra? “Dramática. La participación activa y actuosa está muy disminuida, también la transmisión de la fe no como una teoría sino como un encuentro con Jesucristo vivo ha caído. Y así las vocaciones religiosas. Estas son señales, factores de los que se ve la situación de la Iglesia. Pero en toda Europa que ahora vive un proceso de descristianización forzada, que va mucho más allá de la simple secularización. Y la descristianización de toda la base antropológica, con el hombre estrictamente definido sin Dios y sin la trascendencia. La religión es vista como un sentimiento, pero no como adoración a Dios creador y Salvador. En este panorama general, tales factores no son buenos para la transmisión de la fe cristiana vivida y por esto es necesario no perder nuestras energías en luchas internas, en encuentros del uno contra el otro, con los llamados progresistas que buscan la victoria cazando de todos los llamados conservadores. Si se razona así se da una idea de la Iglesia como de algo muy fuertemente politizado. Lo nuestro a priori no es el ser conservador o progresista. Lo nuestro a priori es Jesús. ¿Creer en la resurrección, la ascensión o en el regreso de Cristo en el último día es fe tradicionalista o progresista? No, esta es simplemente la Verdad. Nuestras categorías deben ser la verdad y la justicia, no las categorías que van según el espíritu del tiempo”.
El cardenal define “grave” la situación actual, porque “se ha reducido la praxis sacramental, la oración, la plegaria. Todos los elementos de la fe vivida, de la fe popular, han colapsado. Y el drama es que ya no siente la necesidad de Dios, de la palabra sagrada y visible de Jesús. Se vive como si Dios no existiera. Responder a todo esto es nuestro gran desafío. No somos agentes propagandistas de nuestras propias verdades, sino testigos de la verdad salvífica. No de una idea de la fe, sino de la realidad vivida de la presencia de Cristo en el mundo”.
¿Eminencia, cree que hay incluso dentro de la Iglesia una cierta conformidad al Zeitgeist, al espíritu del tiempo? “El Papa emérito habló del espíritu del tiempo, pero ya san Pablo había argumentado sobre en el espíritu de Dios y el espíritu del mundo. Este contraste es muy importante y debe ser conocido. La afirmación por la fe, la Iglesia y los obispos, no es dada por el aplauso de una masa desinformada. Y más: nuestro trabajo es apreciado y aprobado cuando podemos convencer a una persona para de ofrecerse totalmente a Jesucristo, poniendo la propia existencia en las manos de Jesús. En su primera carta, San Pedro habla de Jesucristo pastor de las almas. Hoy se habla de la responsabilidad por la cultura y el ambiente. Sí, pero tenemos muchos laicos competentes para esto. Gente que tienen responsabilidad en la política. Tenemos los gobiernos y los parlamentos, y así sucesivamente. A los apóstoles, Jesús no les ha confiado el gobierno secular del mundo. Los obispos- príncipes existieron hace siglos, y no ha sido un bien para la Iglesia”.
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Una última pregunta, sobre un tema que vio a Müller en un papel de primer plano, a saber, la teorizada reconciliación con la Fraternidad de San Pío X, la comunidad fundada por el obispo francés Marcel Lefebvre. “La reconciliación de este grupo con la Iglesia católica es absolutamente necesaria. Jesús no ha querido separaciones. ¿Pero cuáles son las condiciones para vivir una plena comunión? Creo que las condiciones deben ser iguales para todos. Tenemos la profesión de fe, no se puede elegir qué aceptar y qué no. Todos deben profesarla. Todos los concilios ecuménicos deben ser aceptados, así como el magisterio vivo de la Iglesia. Entender el Vaticano II como una refundación de la iglesia es un absurdo. Los abusos, las ideologías y malos entendidos no son ciertamente consecuencia del Vaticano II”.