Como no es conveniente que sea un sitio antieclesial el que nos haga la síntesis de lo que sobre Amoris Lætitia dijo a Crux en una entrevista el cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, hemos traducido sus palabras textuales, contenidas en la primera parte de dicha entrevista.
Diferentes obispos y grupos de obispos están dando diferentes respuestas sobre lo que Amoris Laetitia significa en términos de Comunión para los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente. ¿La diversidad, la cual algunos ven como confusión, le preocupa?
En realidad no. La recepción es siempre un proceso largo, si es algo importante. La recepción del Concilio de Trento tomó por lo menos 200 años. La recepción del primer concilio ecuménico en Nicea tomó 300 o 400 años. La recepción es un proceso muy importante, porque es a través del debate en torno a una enseñanza que ella puede penetrar en el cuerpo de la Iglesia y puede convertirse en carne y hueso para la Iglesia. La recepción del Vaticano II está lejos de terminar, todavía no se ha hecho...
Se podría argumentar que el fermento alrededor de Amoris es una ilustración de eso, ¿no? ¿Que ello ilustra que el debate sobre la aplicación pastoral de la visión del concilio todavía es un trabajo en progreso?
Exactamente. Creo que la atención que Amoris Laetitia se centra en lo que el Papa Francisco llama las familias ‘como son realmente’ fue uno de los grandes enfoques del Vaticano II. Por supuesto, siempre existe una cierta tensión entre la expresión de la doctrina, la claridad de la doctrina y la integración de la enseñanza de la Iglesia en la vida de las personas y en nuestra propia vida.
Este proceso de recepción debe ser un momento de discusión. No tengo miedo en lo absoluto de que haya discusión. El Papa Francisco nos dijo al final del primer sínodo en 2014 que habría estado preocupado si todo fuera sereno y sin discusión. Él llama a esto, con Ignacio, la obra del Espíritu. Es el movimiento del Espíritu. Es como un embarazo, ¿sabe? Es un trabajo en progreso. Necesita discusión, y no temo que las voces de los obispos y de los laicos no sean totalmente concordantes.
Lo que Yo pido es paciencia. En la conferencia episcopal austriaca, dijimos que preferimos no elaborar directrices en este momento porque todavía estamos en el tiempo de recibir el documento. Después del Concilio Vaticano II, la mayoría de las conferencias episcopales tenían demasiada prisa para hacer sínodos locales y producir sus propias cosas.
La única excepción... probablemente hay otras, pero la que conozco personalmente... fue un cierto arzobispo de Cracovia. ¿Qué hizo el Cardenal [Karol] Wojtyla al final del Vaticano II? Publicó un pequeño libro con los textos clave del Vaticano II y breves comentarios. Ese libro fue impreso en miles de copias, y toda la arquidiócesis de Cracovia entró en un proceso sinodal de diez años de duración. El propósito no era producir documentos, sino estudiar el Vaticano II e interiorizar su enseñanza sobre la liturgia, sobre la Iglesia, sobre la divina revelación, sobre la libertad religiosa, etc. Ya era papa cuando, en su primer viaje a Polonia, cerró formalmente el sínodo. Creo que fue la manera correcta de hacerlo.
Lo que Yo traté de hacer en nuestra diócesis fue leer el texto de Amoris Laetitia con los sacerdotes y con los laicos, diciendo, ‘mire el texto que leen, está tan bellamente escrito’, no se apresure a sacar conclusiones prácticas inmediatas, una especie de aplicación casuística de Amoris Laetitia. Déjense llevar por este gran documento, y luego, poco a poco, se aclarará.
Algunas conferencias episcopales han publicado directrices, como Malta, Alemania, el Vicario de Roma, etc. Eso está bien, pero tienen que ser discutidas más, creo, todavía es demasiado pronto. Los obispos de la provincia de Buenos Aires han publicado directrices, y el Papa ha tomado una posición de que estas directrices están en conformidad con Amoris Laetitia. Pero en general, creo que necesitamos tiempo. Tenemos que ponernos en contacto con el espíritu de Amoris Laetitia antes de sacar todo tipo de conclusiones prácticas.
Usted está aconsejando paciencia, pero mientras tanto muchas personas están perplejas porque los obispos de Buenos Aires parecen dar una respuesta a si los católicos divorciados y civilmente casados pueden recibir la Comunión y los obispos de Alberta y el Territorio del Noreste dan otra. ¿Cuál es la respuesta correcta?
La respuesta correcta es discernir. Mire Familiaris Consortio 84... dejando de lado la cuestión de la Comunión, que es, como dijo una vez el Papa Francisco, una ‘trampa’. Todo el mundo mira primero a la pregunta, ‘¿se les permite o no?’ Pero el camino del discernimiento funciona diferentemente, y la indicación primaria fue dada por San Juan Pablo. En Familiaris Consortio, dice que ‘los pastores deben saber que, por el bien de la verdad, están obligados a ejercer un cuidadoso discernimiento de las situaciones’.
¿Qué significa eso? Significa que hay una diferencia moral en diferentes situaciones, y él da tres casos: Una persona que ha sido bruscamente abandonada por su cónyuge; la situación de aquellos cuyos matrimonios están ‘irreparablemente rotos’; y los que en conciencia están convencidos de que su primer matrimonio nunca fue válido. Esos tres ejemplos son ampliados por el Papa Francisco en el capítulo 8 de Amoris, dando otros y llamándonos a discernir y distinguir.
Eso debe hacerse, en primer lugar, por el propio pueblo. La primera pregunta no es si pueden tener acceso a los sacramentos, sino cómo manejaron el fracaso de su matrimonio.
En la Arquidiócesis de Viena, hemos tenido un programa para los divorciados y vueltos a casar durante muchos años llamado ‘Las Cinco Atenciones’. Me siento fuertemente confirmado por Amoris Laetitia en este método de discernimiento. Una de las primeras cosas que preguntamos, por ejemplo, es: ‘¿Cómo trataron a sus hijos?’ El Papa Francisco insiste en Amoris que los niños nunca deben ser obligados a llevar sobre sus hombros el peso del conflicto de sus padres. Hay una sección muy emotiva en la que el Papa Francisco dice, ‘Hago este llamado a los padres que están separados: ¡Nunca, tomen a su hijo como rehén!‘ (AL 245) Este es un grave, grave pecado.
Hay mucha ayuda que él da para el discernimiento. Él habla, por ejemplo, sobre la situación del cónyuge abandonado. ¿En el fracaso de su matrimonio cómo ha considerado la situación del cónyuge abandonado? ¿Cuál es el efecto de su divorcio en amigos, en otras familias, en la comunidad? ¿Ha considerado la cuestión del odio entre usted y la otra persona? Éstos son medios de discernimiento, y la pregunta primaria es cómo manejar una situación donde una promesa ha fallado.
El corazón de Amoris en muchos sentidos es este llamado al discernimiento. Lo que algunas personas oyen en la palabra ‘discernimiento’ es vaciar las normas morales. Así que, desde el punto de vista pastoral, ¿cómo puede usted estar seguro de que discernimiento no significa una falta de claridad?
Lea el capítulo 7 de Amoris Laetitia sobre la educación. Ahí tiene exactamente el marco de lo que es el verdadero discernimiento. ¿Qué hacen los padres por sus hijos y con sus hijos? ¿Qué es bueno, qué es malo para ellos? Dónde tienen que ser estrictos, dónde tienen que ser pacientes. Ese es el trabajo normal de los educadores, y debería ser el trabajo de cada situación pastoral, es el discernimiento.
Por lo tanto, el Papa Francisco no se detiene para repetir, “necesitamos un mejor entrenamiento en el discernimiento”. Hay reglas en el discernimiento. San Ignacio, en los ejercicios espirituales, da las reglas del discernimiento. Y finalmente, en la última dimensión, el discernimiento es escuchar la voz de Dios en su vida. Es la cuestión de conciencia.
¿No le preocupa que esto pueda debilitar el respeto por el Sacramento del Matrimonio, o desvirtuar nuestro compromiso con la idea de la permanencia del matrimonio?
Creo que el discernimiento, en el sentido de Amoris Laetitia, conduciría en algunas áreas de la Iglesia a una actitud más estricta. En Occidente, por lo general, estamos más bien tentados por la laxitud. En algunas áreas, algunas personas están tentadas por el rigorismo. Y el Papa Francisco dijo algo muy importante: Ni los rigoristas ni los laxistas hacen el trabajo de discernimiento. El rigorista lo sabe todo de antemano y los laxos lo sueltan todo.
Ambos comienzan con a prioris...
Sí. Y una educación laxa es tan mala como la educación rigorista.
¿Está usted diciendo que sobre el terreno, en términos de realidad pastoral, si tomamos Amoris Laetitia seriamente en Occidente realmente seríamos más duros sobre el divorcio y el nuevo matrimonio civil?
Yo diría que estaríamos más atentos, sí. Más cuidadosos.
¿Más cautelosos quizás?
Más cautelosos en el sentido de formar nuestra propia conciencia. Sí. Pero tengo que añadir un elemento muy importante. En Amoris Laetitia, sólo hay un pasaje en el que el Papa Francisco habla de la Santa Comunión. Esto no está en el contexto del divorcio. Está en el contexto de la realidad social (AL 186). Él cita a San Pablo a los Corintios, cuando habla sobre discernir el cuerpo y ¿cuál es el reproche de San Pablo a los Corintios? Que los ricos comen y beben para emborracharse, y los pobres tienen hambre. Y esto no es discernir el cuerpo.
Creo que la invitación al discernimiento es algo que toca a todos. No sólo a los divorciados. Toca a todo el mundo: ¿Cómo es mi discernimiento cuando trato a mi gente, a mi personal, de una manera brutal e inhumana y voy el Domingo a la Comunión? ¿Es ese discernimiento del cuerpo?
Por lo tanto, creo que el Papa Francisco nos invita a ampliar la cuestión. Y finalmente, con las palabras de San Pablo, todo el mundo tiene que discernir si come para su juicio o su beneficio.