El pasado Domingo, Abr-16-2017, en su edición dominical, Corriere Della Sera publicó la traducción al italiano del prefacio que escribió Benedicto XVI para la edición en ruso del volumen de su Opera Omnia dedicado a la liturgia, el que en español se llama “Teología de la Liturgia”.
Pasados varios días desde entonces, y dada la magnitud del personaje y la rareza de la circunstancia, cabe recordar el silencio que ha tratado de observar desde su renuncia Benedicto, hubiéramos esperado que prontamente se hubiera divulgado este texto en español. Pero nos equivocamos, porque salvo por un breve párrafo que hemos visto, el texto no parece generar interés, por lo menos no tanto como para que alguien se haya dado a la labor de traducirlo a nuestra lengua.
No contando por ahora con una mejor, seguidamente nuestra mediocre traducción del aludido texto.
Nihil Operi Dei praeponatur — Nada se anteponga al Culto Divino. Con estas palabras San Benito, en su Regla (43,3), estableció la prioridad absoluta del Culto Divino respecto a cualquier otra tarea de la vida monástica. Esto, incluso en la vida monástica, no resultó inmediatamente realizado porque para los monjes era tarea esencial también el trabajo en la agricultura y en la ciencia.
Ya sea en la agricultura, como también en la artesanía y en el trabajo de formación podían ciertos ejercicios de las urgencias temporales aparecer más importante que la liturgia. Frente a todo esto Benito, con la prioridad señalada a la liturgia, de manera inequívoca pone de relieve la prioridad de Dios mismo en nuestras vidas: «A la hora del oficio divino, tan pronto como se oye la señal, dejado todo lo que se trae en las manos, se acude con la máxima solicitud” (43,1).
En la conciencia de los hombres de hoy las cosas de Dios y con ello la liturgia no aparecen en absoluto urgentes. Hay una urgencia para cada cosa posible. La cosa de Dios nunca parece ser urgente. Ahora, se podría afirmar que la vida monástica es en cualquier caso algo diferente de la vida de los hombres en el mundo, y esto es ciertamente correcto. Y sin embargo, la prioridad de Dios que hemos olvidado vale para todos. Si Dios no es más importante, se mueven los criterios para establecer lo que es importante. El hombre, dejando de lado a Dios, se somete a sí mismo a las constricciones que lo hacen que esclavo de fuerzas materiales y que así son opuestas a su dignidad.
En los años que siguieron al Concilio Vaticano II he vuelto a ser consciente de la prioridad de Dios y de la Liturgia Divina. La falta de comprensión de la reforma litúrgica que se ha extendido ampliamente en la Iglesia Católica llevó a poner siempre cada vez más en el primer plano el aspecto de la instrucción y de la propia actividad y creatividad. El hacer de los hombres hizo casi olvidar la presencia de Dios. En una tal situación se hace cada vez más claro que la existencia de la Iglesia vive de la correcta celebración de la liturgia y que la Iglesia está en peligro cuando el primado de Dios ya no aparece más en la liturgia y así en la vida. La causa más profunda de la crisis que ha envuelto la Iglesia reside en el oscurecimiento de la prioridad de Dios en la liturgia. Todo esto me llevó a dedicarme al tema de la liturgia más ampliamente que en el pasado porque sabía que la verdadera renovación de la liturgia es una condición fundamental para la renovación de la Iglesia. Sobre la base de esta convicción nacieron los estudios que se han recogido en este volumen 11 de la Opera omnia. Pero al final, a pesar de todas las diferencias, la esencia de la liturgia en Oriente y Occidente es única y la misma. Y así espero que este libro pueda ayudar también a los cristianos de Rusia a comprender en modo nuevo y mejor el gran regalo que es donado en la Santa Liturgia.
Ciudad del Vaticano, en la Fiesta de San Benito
11 de julio de 2015