Orazio La Rocca, escribiéndo para la más reciente edición de la revista semanal Panorama, Feb-16-2017, se refiere a “un fantasma que se agita entre las estancias de los palacios vaticanos y quita el sueño al Papa Francisco”, es decir, el de un cisma. Y no lo plantea como una mera inferencia o como una hipótesis, como recientemente se ha dicho, cuando se reportó que Francisco en privado habría dicho que “podría pasar a la historia como el que dividió la Iglesia”, sino más bien recavando versiones al interior (se entiende al interior de dónde). Dice La Rocca en un aparte (énfasis en el original):
Sin transcurrir la reforma de los dicasterios pontificios y poner en marcha una vasta obra de limpieza a la sombra del Cupolone [término coloquial para indicar la Basílica de San Pedro, N. de T.] para lo cual, sin embargo, ha tenido que lidiar con resistencias y críticas incluso entre los que contribuyeron a su elección. Y a Francisco lo afecta, aunque en público parezca no darle importancia.
El Santo padre —se rumorea, de hecho, en la curia— teme que a larga estas críticas puedan dividir la Iglesia. Su mayor preocupación es mantener unidos a los católicos y conjurar cualquier peligro cismático. Preocupaciones y temores que, aprendemos en el Vaticano, comenzaron a asomarse a raíz de iniciativas públicas que de algunos cardenales, como la famosa carta abierta en la cual los purpurados Burke, Caffarra, Müller [sic, debería decir Brandmüller] y Meisner han pedido al Papa «aclaraciones» sobre dudas (Dubia) surgidas, dicen, de la admisión a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
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La verdad, pensamos que La Rocca pretende situar a Francisco como el Papa sufriente, atacado, pobre víctima, que es la estrategia asumida (ya saben Uds. que el grueso de los medios comunicacionales seculares está con Francisco, para no hablar del aparato comunicacional vaticano) posteriormente a la aparición en inmediaciones del Vaticano de los carteles críticos que cuestionaban de forma satírica su misericordia, y de la aparición de una versión satírica de un falso L'Osservatore Romano. Porque no es creíble que si se teme un cisma, entonces se intente acallar a los supuestos críticos, alejándolos, sitiándolos (1, 2), comisariándolos, enviándoles “visitas fraternas”, etc. Es decir, se asume la actitud del enfermo aquel que pelea con el termómetro porque le dice que está teniendo fiebre, en lugar de hacer algo con la fiebre.
Dudamos pues de que Francisco tenga esta preocupación, menos cuando dice tener “un sano menefreghismo”, más o menos “un sano meimportaunbledismo”, y duerme bien, seis horas.