¿Y en donde estará quedando la Iglesia del “quién-soy-yo-para-juzgar”?
El P. Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, y uno de tantos que han tomado la iniciativa para contestar en lugar de Francisco las Dubia presentadas al Pontífice en Septiembre pasado, en las cuales le pedían aclaración sobre ciertos aspectos confusos de Amoris Lætitia, ha escrito una pieza especialmente para CNN, en la cual aborda el tema en concreto. La estrategia de los que quieren responder por Francisco parece ser la de juzgar —negativamente, por supuesto— las motivaciones de los 4 cardenales, para después atacarlas. Ello es lo que hace Spadaro.
Esta es una traducción de Secretum Meum Mihi (hemos obviado la contextualización editorial que la precede).
P. Antonio Spadaro: Un debate abierto e interesante
Creo que Amoris Laetitia ha creado un debate abierto e interesante dentro de la Iglesia Católica gracias a Francisco, un Papa que nunca bloquea el diálogo si es leal y motivado por el bien de la Iglesia.
El caso, sin embargo, de aquellos que utilizan la crítica para otros propósitos o hacen preguntas para crear dificultad y división, sería diferente, por supuesto.
Las interesantes preguntas de los cuatro cardenales, en realidad, ya se plantearon durante el Sínodo, donde el diálogo fue profundo, extenso y sobre todo, franco. Amoris Laetitia es sólo el fruto maduro de la reflexión de Francisco después de escuchar a todos y leer el documento final del Sínodo.
Es el resultado de un Sínodo y no sólo una idea personal del Pontífice, como algunos podrían pensar.
Durante el Sínodo, se dieron todas las respuestas necesarias y más de una vez. Desde entonces, muchos otros pastores, entre ellos muchos obispos y cardenales, continuaron y profundizaron la discusión, incluyendo recientemente. El Papa incluso indicó al cardenal Schönborn como fiel intérprete del documento.
Así, creo que una conciencia dudosa puede fácilmente encontrar todas las respuestas que busca, si las busca con sinceridad.
En este caso, sin embargo, como en otros, todo lo que toca la vida de las personas no debe ser resuelto en abstracto, sino que debe tratarse —como afirmaron los cuatro cardenales— continuando “la reflexión y la discusión, tranquilamente y con respeto”.