Reporte en video de Rome Reports de la visita que hizo hoy Francisco con los neocardenales al Papa emérito, Benedicto XVI.
Saturday, November 19, 2016
Aparte de las particularidades que señalamos sobre el consistorio de hoy, otra ocurrida es que a diferencia de los dos consistorios anteriores del pontificado de Francisco, al de hoy no se hizo presente el Papa emérito, Benedicto XVI. Finalizada la ceremonia, Francisco junto con los nuevos cardenales se dirigieron al monasterio Mater Ecclesiæ, lugar donde reside Benedicto, para saludarlo. Estas son unas imágenes al respecto difundidas por L'Osservatore Romano (vía agencia AFP).
Tal como estaba anunciado, Francisco ha creado hoy 17 nuevos cardenales durante un consistorio ordinario público en la Basílica de San Pedro. Esta es la homilía pronunciada por el Pontífice para la ocasión.
Al texto del Evangelio que terminamos de escuchar (cf. Lc 6,27-36), muchos lo han llamado «el Sermón de la llanura». Después de la institución de los doce, Jesús bajó con sus discípulos a donde una muchedumbre lo esperaba para escucharlo y hacerse sanar. El llamado de los apóstoles va acompañado de este «ponerse en marcha» hacia la llanura, hacia el encuentro de una muchedumbre que, como dice el texto del Evangelio, estaba «atormentada» (cf. v. 18). La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas. De esta forma, el Señor les y nos revela que la verdadera cúspide se realiza en la llanura, y la llanura nos recuerda que la cúspide se encuentra en una mirada y especialmente en una llamada: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (v. 36).
Una invitación acompañada de cuatro imperativos, podríamos decir de cuatro exhortaciones que el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo cotidiano de la vida. Son cuatro acciones que darán forma, darán carne y harán tangible el camino del discípulo. Podríamos decir que son cuatro etapas de la mistagogia de la misericordia: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen. Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables. Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres.
El problema surge cuando Jesús nos presenta los destinarios de estas acciones, y en esto es muy claro, no anda con vueltas ni eufemismos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman (cf. vv. 27-28).
Y estas no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos «demonizarlos», a fin de tener una «santa» justificación para sacárnoslos de encima. En cambio, Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él.
Nos encontramos frente a una de las características más propias del mensaje de Jesús, allí donde esconde su fuerza y su secreto; allí radica la fuente de nuestra alegría, la potencia de nuestro andar y el anuncio de la buena nueva. El enemigo es alguien a quien debo amar. En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado. Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos (cf. Rm 5,10). El amor incondicionado del Padre para con todos ha sido, y es, verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. Saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos.
La nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial. Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos. Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder. Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad. Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia. Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia. Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio. Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas.
Queridos hermanos, Jesús no deja de «bajar del monte», no deja de querer insertarnos en la encrucijada de nuestra historia para anunciar el Evangelio de la Misericordia. Jesús nos sigue llamando y enviando al «llano» de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación. Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad.
Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación.
Querido hermano, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre, sabiendo que «si hay algo que debe inquietarnos santamente y preocupar nuestras conciencias es que tantos hermanos vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido que dé vida» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 49).
TV2000, que es el canal televisivo de los obispos italianos, anuncia hoy que con ocasión del cierre del año jubilar extraordinario de la Misericordia, entrevistó a Francisco. La entrevista será difundida mañana Domingo, Nov-20-2016, a las 21:00 horas (tiempo local de Roma) en simultanea con Radio InBlu, la cual también pertenece a la Conferencia Episcopal Italiana.
Nada raro que los interpretes del Pontífice salgan a decir que en esa entrevista también contesta a los 4 cardenales que le han solicitado formalmente claridad sobre algunos aspectos confusos de Amoris Lætitia.
Nos habíamos abstenido de referirnos a esta entrevista esperando a que la Oficina de Prensa de la Santa Sede hiciera algún pronunciamiento, como ocurría en la administración Lombardi, cuando de boca se desacreditaba, pero de facto se confirmaba. Ello en vista del entrevistador: Eugenio Scalfari.
Se trata de una nueva entrevista de Francisco, o artículo basado en una entrevista con él, aparecida originalmente en La Repubblica, Nov-11-2016, pero realizada en Nov-07-2016. La fecha es importante porque para ese entonces no se habían realizado las elecciones presidenciales en EEUU, y en el curso de la misma Francisco es preguntado por el Sr. Donald Trump, quien horas después se convirtió en el nuevo presidente. Los medios de comunicación publicaron estas opiniones de Francisco sobre Trump haciendo creer que fueron emitidas después de la elección. Eso un detalle, porque la entrevista no sólo se trató sobre el Sr. Trump, como es obvio.
Transcurrida una semana después de publicada la entrevista, no solamente no se desmintió su autenticidad, sino que fue replicada en la edición diaria en italiano de L’Osservatore Romano, Nov-12-2016, y ahora en la edición semanal en español, Nov-18-2016, de donde tomamos la traducción.
Entrevista al Pontífice del periódico italiano «la Repubblica»
Derribar muros
Publicamos las respuestas del Papa entrevistado por Eugenio Scalfari el pasado 7 de noviembre. La narración de la entrevista salió en «la Repubblica» el 11 de noviembre.
EUGENIO SCALFARI
Nos abrazamos después de mucho tiempo. «Le veo bien» me dijo:
Usted también está muy bien no obstante el continuo ajetreo de su vida.
«Es el Señor el que decide».
Y «sora nostra morte corporale».
«Sí, corporale».
Era la conversación que empezaba a entrar inmediatamente en lo profundo.
Santidad —le pregunté— qué piensa de Donald Trump?
«No hago juicios sobre las personas y sobre los políticos, solo quiero comprender cuáles son los sufrimientos que su manera de proceder causan a los pobres y a los excluidos».
¿Entonces cuál es su preocupación principal en este momento tan agitado?
«La de los refugiados y los inmigrantes. En pequeña parte cristianos, pero esto no cambia la situación en lo que nos respecta, su sufrimiento y malestar; las causas son muchas y nosotros hacemos lo posible para que desaparezcan. Desgraciadamente muchas veces son solamente medidas obstaculizadas por las poblaciones que temen verse arrebatado el trabajo y reducidos los salarios. El dinero está contra los pobres además de contra los inmigrantes y los refugiados, pero también están los pobres de los países ricos los cuales temen la acogida de sus símiles provenientes de países pobres. Es un círculo perverso y debe ser interrumpido. Debemos derribar los muros que dividen: intentar acrecentar el bienestar y difundirlo, pero para alcanzar este resultado debemos derribar esos muros y construir puentes que consientan hacer disminuir las desigualdades y acrecienten la libertad y los derechos. Mayores derechos y mayores libertades».
Pregunté al Papa Francisco si las razones que obligan a la gente a emigrar se agotarán antes o después. Es difícil entender por qué el hombre, una familia, y enteras comunidades y pueblos quieren abandonar la propia tierra, los lugares en los cuales han nacido, su lengua.
Usted, Santidad, a través de esos puentes que hay que construir favorecerá la agregación de esos desesperados pero las desigualdades han nacido en los Países ricos. Hay leyes que tienden a disminuir su alcance pero no surten mucho efecto ¿No finalizará jamás este fenómeno?
«Usted ha hablado muchas veces de este problema. Uno de los fenómenos que fomentan las desigualdades es el movimiento de muchos pueblos de un país a otro, de un continente a otro. Después de dos, tres, cuatro generaciones, esos pueblos se integran y su diversidad tiende a desaparecer del todo».
Yo lo llamo un mestizaje universal en el sentido positivo del término.
«Muy bien, es la palabra justa. No sé si será universal pero de todos modos será más difuso que hoy en día. Lo que nosotros queremos es la lucha contra las desigualdades, este es el mal mayor que existe en el mundo. Es el dinero el que las crea y está contra esas medidas que tienden a regular el bienestar y favorecer por consiguiente la igualdad».
Usted me dijo hace algún tiempo que el precepto «ama a tu prójimo como a ti mismo» tenía que cambiar, dados los tiempos oscuros que estamos atravesando, y convertirse en «más que a ti mismo». Usted entonces defiende una sociedad dominada por la igualdad. Esto, como Usted sabe, es el programa del socialismo marxista y después del comunismo ¿Entonces Usted piensa en una sociedad de tipo marxista?
«Se ha dicho más de una vez y mi respuesta ha sido siempre que, en todo caso, son los comunistas que piensan como los cristianos. Cristo habló de una sociedad en la que los pobres, los débiles, los excluidos, sean los que decidan. No los demagogos, no Barrabás, sino el pueblo, los pobres, que tengan fe en el Dios trascendente o no, son ellos a los que debemos ayudar para obtener la igualdad y la libertad».
Santidad, yo siempre he pensado y escrito que Usted es un revolucionario y además un profeta. Pero me parece entender que hoy desea que los movimientos populares y sobre todo el pueblo de los pobres entren directamente en la política de verdad.
«Sí, es así. No en el llamado “politiqueo”, las disputas por el poder, el egoísmo, la demagogia, el dinero, sino la alta política, creativa, las grandes visiones. Lo que escribió en su obra Aristóteles».
He visto que en su discurso a los «movimientos populares» del sábado pasado Usted citó al el Ku Klux Klan como un movimiento vergonzoso y así mismo el de ideología contraria pero análogo de las Panteras negras. Pero citó como admirable a Martin Luther King, ¿también él es un profeta, que impacta por lo que decía en la América libre?
«Sí, le cité porque le admiro». He leído esa citación; pienso que sea oportuno recordarlo también a quien lee este encuentro nuestro.
«Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar son los sistemas malignos. Amas a las personas atrapadas en ese sistema, pero tratas de derrotar ese sistema: odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y yo te devuelvo el golpe y tú me devuelves el golpe, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido común, y esa es la persona fuerte, capaz de romper la cadena del odio, la cadena del mal».
Y ahora volvamos a la política y a su deseo de que sean los pobres y los excluidos los que transformen la política en una democrática voluntad de realizar los ideales y la voluntad de los movimientos populares. Usted ha apoyado ese interés por la política porque es Cristo quien la desea. «Los ricos deberán pasar por el ojo de una aguja». Cristo la desea, no porque también es hijo de Dios, sino porque, sobre todo, es hijo del hombre. No obstante, se producirá un enfrentamiento de todos modos, está en juego el poder y el poder, Usted mismo lo ha dicho, conlleva una guerra. Entonces ¿los movimientos populares deberán apoyar una guerra, aunque sea política, sin armas y sin derramamiento de sangre?
«Nunca he pensado en guerra ni en armas. En la sangre sí, puede ser derramada, pero serán eventualmente los cristianos que sean martirizados como está ocurriendo en la mayor parte del mundo a manos de los fundamentalistas y terroristas, y verdugos del ISIS. Esos son horribles y los cristianos son víctimas».
Pero Usted, Santo Padre, sabe muy bien que muchos países también reaccionan con armas para derrotar a ISIS. Por lo demás, los judíos también usaron las armas contra los árabes, e incluso entre ellos.
«Pues bien, no es este tipo de conflicto el que llevan adelante los movimientos populares cristianos. Nosotros los cristianos siempre hemos sido mártires y sin embargo, a lo largo de los siglos, nuestra fe ha conquistado gran parte del mundo. Sin duda ha habido guerras apoyadas por la Iglesia contra otras religiones, e incluso ha habido guerras dentro de nuestra religión. La más cruel fue la masacre de San Bartolomé y, desgraciadamente muchas otras análogas. Pero ocurrían cuando las distintas religiones y la nuestra, como a veces más que las demás, anteponían el poder temporal a la fe y a la misericordia».
Sin embargo Usted, Santidad, incita ahora a los movimientos populares a entrar en política. Quien entra en política se enfrenta inevitablemente con los adversarios. Guerra pacífica, pero de todos modos de conflicto se trata y la historia nos dice que en los conflictos está en juego la conquista del poder. Sin el poder no se vence.
«Ahora usted olvida que existe también el amor. A menudo el amor convence y entonces vence también a los que somos ahora. Los católicos son un millardo y medio, los protestantes de las distintas confesiones ochocientos millones; los ortodoxos son trescientos millones, luego están las demás confesiones como los anglicanos, valdeses, coptos. Todos incluidos, los cristianos alcanzan los dos millardos y medio de creyentes o quizás más ¿Han sido necesarias armas y guerras? No ¿Mártires? Sí, y muchos».
Y así habéis conquistado el poder
«Hemos difundido la fe tomando como ejemplo a Jesucristo. Él fue el mártir entre los mártires y echó a la humanidad la semilla de la fe. Pero yo tengo mucho cuidado con pedir el martirio de quien se especializará en una política orientada hacia los pobres, para la igualdad y la libertad. Esta política es algo distinto de la fe y son muchos los pobres que no tienen fe. Pero tienen necesidades urgentes y vitales y nosotros debemos apoyarles como apoyaríamos a todos los demás. Como podamos y como sepamos».
Mientras le escucho, cada vez más me confirmo en lo que siento por Usted: pontificados como el suyo ha habido pocos. Por lo demás Usted tiene bastantes adversarios dentro de su Iglesia.
«Adversarios no diría. La fe nos une a todos. Naturalmente cada uno de nosotros individuos ve las mismas cosas de manera distinta; el cuadro objetivamente es el mismo pero subjetivamente es distinto. Nos lo hemos dicho más veces, usted y yo». Santidad, quizás le he entretenido demasiado tiempo y ahora le dejo. Llegados a este punto nos saludamos con un abrazo lleno de afecto. Le dije que descansase de vez en cuando y él me dijo:
También usted debe descansar porque un no creyente como usted debe estar lo más lejos posible de la «muerte corporal». Era el 7 de Noviembre.
Edward Pentin, corresponsal en el Vaticano de National Catholic Register, afirmó en la noche del Jueves en el programa “The World Over” de la cadena televisiva EWTN, que Francisco no está en lo absoluto contento con las Dubia dirigidas a él formalmente por 4 cardenales en Septiembre pasado, y de cuya existencia se supo recientemente.
“Entiendo de fuentes al interior de [la Casa] Santa Marta que el Papa no está feliz en absoluto. De hecho, está hirviendo de la rabia. Realmente él no está felíz en lo absoluto con esto”, dijo Pentin entrevistado por el conductor del programa, Raymond Arroyo (en el video ir al Min 28:32).
Al día siguiente, Pentin lanzó el siguiente trino en su cuenta de Twitter, reconfirmando lo dicho la noche anterior.
Santa Marta source has reconfirmed #Pope is "boiling with rage" because of the 4 Cardinals' #dubia
— Edward Pentin (@EdwardPentin) November 18, 2016
«Fuentes en [casa] Santa Marta han reconfirmado que el Papa está “hirviendo de la rabia” por las Dubia de los 4 cardenales»