Lo dijimos desde un comienzo, cuando apareció la primera entrevista con La Repubblica por allá en Octubre de 2013: Una nueva estrategia de comunicación de un Pontífice se había inaugurado con Francisco. Para el mismo Francisco estas entrevistas son parte de su Magisterio, “continuamente estoy haciendo declaraciones, dando homilías y eso es magisterio”, dijo en Diciembre de 2014 en una entrevista al periódico argentino La Nación.
Pues bien, el Pontífice continúa hoy este particular “magisterio”, porque es a este último medio nombrado al que le concede nuevamente una entrevista, base sobre la cual La Nación publica hoy un artículo, principalmente sobre temas de indole local. Aunque también hay otros temas que nos interesa al resto. Por ejemplo:
–¿Cómo se lleva con los ultraconservadores de la Iglesia?
–Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia abierta, comprensiva, que acompañe a las familias heridas. Ellos le dicen que no a todo. Yo sigo mi camino sin mirar al costado. No corto cabezas. Nunca me gustó hacerlo. Se lo repito: rechazo el conflicto. Y concluye con una sonrisa amplia: “Los clavos se sacan haciendo presión hacia arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la jubilación”.
Coincidencialmente, en la anterior respuesta y, refiriéndose a “los ultraconservadores”, Francisco hace alusión a la expresión “cortar cabezas”, tema de un reciente artículo del vaticanista Francesco Peloso, el cual tradujimos.
La entrevista se realizó en Jun-28-2016, fecha en la cual se hizo en la Sala Clementina del Vaticano un acto con ocasión del 65° aniversario de ordenación sacerdotal de Benedicto XVI, sobre quién también le indagó La Nación.
–¿Cómo está la salud del papa Benedicto?
–Tiene problemas para movilizarse, pero su cabeza y su memoria están intactas, perfectas.
–¿Qué opinión tiene de él?
–Fue un revolucionario. En la reunión que tuvo con los cardenales, poco antes del cónclave de marzo de 2013, nos dijo que uno de nosotros sería el próximo papa y que él no conocía su nombre. Su desprendimiento fue encomiable. Su renuncia expuso todos los problemas de la Iglesia. Su abdicación no tuvo que ver con nada personal. Fue un acto de gobierno, su último acto de gobierno.
Y el resto lo pueden leer en el enlace proporcionado.