A raíz de la reciente reunión privada de Francisco con el Superior General de la FSSPX/SSPX, Bernard Fellay, el secretario de la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», Mons. Guido Pozzo, ha contestado tres preguntas que le formula la agencia Zenit, Abr-08-2016. Traducción de Secretum Meum Mihi.
¿Excelencia, se puede decir que el encuentro de monseñor Fellay con el Santo Padre es un paso adelante en las discusiones hacia la plena comunión?
La audiencia concedida por el Santo Padre a monseñor Fellay ha sido una audiencia de carácter privado, no oficial. Ciertamente creo que se pueda decir que se sitúa provechosamente en el contexto del camino de la FSSPX hacia la plena reconciliación que sucederá con el reconocimiento canónico del Instituto. En este momento es importante sobre todo contribuir para crear un clima cada vez más de confianza y de respeto para superar las rigideces y desconfianzas, que pueden ser comprensibles después de tantos años de distancia y fractura pero, en esta etapa, tenemos la intención de disipar, recuperando las razones de la unidad y de la promoción de la integridad de la fe católica y de la tradición de la Iglesia.
¿Cuáles son los requisitos fundamentales pedidos a la FSSPX, para su plena comunión con la Iglesia de Roma?
Antes que todo, es necesario reiterar que el ser católico requiere la adhesión a la Profesión de Fe, el vínculo de los sacramentos y la comunión jerárquica con el Romano Pontífice, Cabeza del Colegio de los Obispos en comunión con él. La Declaración Doctrinal, que será sometida a la adhesión a la FSSPX en el momento oportuno, contendrá estos tres puntos esenciales y necesarios.
Sobre el Concilio Vaticano II y su aceptación, ¿qué se puede pedir a la FSSPX?
En cuanto respecta al Concilio Vaticano II, el camino cumplido en las conversaciones de estos años recientes ha conducido a una importante aclaración: el Concilio Vaticano II puede ser entendido adecuadamente sólo en el contexto de toda la Tradición de la Iglesia y de su constante Magisterio. Las afirmaciones de verdad de fe y de doctrina católica cierta, contenidas en los documentos del Vaticano II, deben ser acogidas según el grado de adhesión requerido. En los Decretos o Declaraciones (Unitatis Redintegratio, Nostra Aetate, Dignitatis Humanae) están presentes directrices para la acción pastoral u orientaciones y sugerencias o exhortaciones de carácter práctico-pastoral, que constituirán —incluso después del reconocimiento canónico— objeto de discusión, de profundización, de una mejor precisión, útil para evitar cualquier malentendido o equivoco, que por desgracia sabemos se difunden en el mundo eclesial actual. De manera más general, podemos decir que a la FSSPX se le pide aceptar únicamente al Magisterio de la Iglesia le ha sido confiado el depósito de la fe para ser custodiado, defendido e interpretado (cfr. Pío XII, encíclica Humani Generis) y que el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, enseñando solamente lo que ha sido transmitido (Dei Verbum, 10). El Magisterio Supremo es a su vez el auténtico intérprete también de los textos precedentes del Magisterio —incluidos los del Vaticano II— a la luz de la perenne Tradición que se desarrolla en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, no con una novedad contraria sino con una mejor comprensión del depósito de la fe, “siempre en la misma doctrina, en el mismo sentido y en la misma interpretación”, como enseña el Concilio Vaticano I, Dei Filius 4 y el Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 8.
Esta aclaración creo que podría constituir un punto fijo también para la FSSPX. Las dificultades planteadas por la FSSPX sobre las cuestiones de la relación Estado-Iglesia y de la libertad religiosa, de la práctica del ecumenismo y del diálogo con las religiones no cristianas, de algunos aspectos de la reforma litúrgica y de su aplicación concreta, siguen siendo objeto de discusión y aclaración, pero no constituyen obstáculo para el reconocimiento canónico y jurídico de la FSSPX.