Friday, March 25, 2016

La Vía Dolorosa el Viernes Santo

Algunas postales de cómo se vió el Viernes Santo la Vía Dolorosa en la antigua ciudad de Jerusalén (a menos que se indique diferente, todas la fotos son de agencia AFP).

Estos son católicos árabes.



Católicos de Costa de Marfil.



Católicos de India.



Católicos de Sri Lanka.



Y, por supuesto, los frailes Franciscanos que están permanentemente en Tierra Santa, esta vez escoltados por la policia israelí.



Casi, casi alcanza a decirlo...¡pero no!

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Francisco
Oración al final del Via Crucis
Coliseo Romano
Mar-25-2016


Muy notorio como para que pasara por alto. Tal ha ocurrido con estas dos agencias noticiosas, las cuales ponemos de ejemplo, pero no son sólo ellas.

Agencia Notimex, Mar-25-2016, en una nota firmada por Andrés Beltramo.

Ciudad del Vaticano, (Notimex).- El Papa Francisco clamó hoy contra los terroristas “seguidores de cierta religión” que profanan el nombre de Dios “para justificar su inaudita violencia”, los corruptos que se “venden en el miserable mercado de la inmoralidad” y los “ministros infieles” que no logran despojarse de sus ambiciones.

Las declaraciones del pontífice formaron parte de una larga oración que escribió y pronunció al final del rezo del Vía Crucis, junto a miles de personas congregadas en el Coliseo Romano para participar en la ceremonia más importante del Viernes Santo.

En lugar de dirigir un mensaje improvisado, el líder católico prefirió leer la larga imploración que lamentó la suerte de los cristianos perseguidos, decapitados, quemados vivos y degollados, “por las bárbaras espadas y el silencio infame”.

“Oh cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, ícono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria”, indicó Francisco en italiano.

Siguió comparando a la cruz con los rostros de los niños, mujeres y personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, que con frecuencia sólo encuentran la muerte y “a tantos Pilatos que se lavan las manos”.

Refiriéndose a los refugiados habló de los mares Mediterráneo y Egeo, convertidos en un “insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada”.

Desde lo más alto de la explanada del Palatino, el Papa siguió la procesión dentro del Coliseo. Con varios latinoamericanos que llevaron la cruz: el mexicano Rubén Guillén Soto, la paraguaya Nieves Masala, la boliviana Susana Mamani y la familia Ecuatoriana Silva Jaramillo. Con ellos, se alternaron fieles de Estados Unidos, China, Rusia, Uganda, Kenia y Siria.

En la primera y la última estación, la cruz fue cargada el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, luego varias familias, jóvenes, discapacitados y voluntarios. Ellos acompañados, en todo momento, por dos grandes candelas llevadas por Giuseppe Bonfatti y Anna Flis.

En su oración, el Papa habló de la cruz en la Iglesia. Encarnada, dijo, en “los doctores de la letra y no del espíritu”, “de la muerte y no de la vida”, que en vez de enseñar la misericordia, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.

Fustigó a los “ministros infieles”, que en vez de despojarse de sus ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su dignidad.

También lamentó la persistencia de los corazones endurecidos de quienes “juzgan cómodamente a los demás”, dispuestos a condenar incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.

“Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista. Aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos”, acotó.

Más adelante criticó a los destructores de la “casa común” que, con egoísmo, arruinan el futuro de generaciones. Yevocó a los ancianos abandonados por sus propios familiares, los discapacitados, los niños desnutridos y descartados por una sociedad egoísta e hipócrita.

No sólo advirtió la presencia de la cruz en todos estos males, también –como vía de la resurrección- en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.

También destacó a los ministros fieles y humildes, a las religiosas y consagrados que acompañan en la pobreza y injusticia, a las personas sencillas, a las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.

Fueron prácticamente los mismos temas desarrollados por el cardenal Gualterio Bassetti, arzobispo de Peruggia, autor de las reflexiones del Vía Crucis que se titularon “Dios es misericordia”.

Esas meditaciones se refirieron al “miedo al distinto, del extranjero, del migrante”, a los sufrimientos que no parecen tener sentido, a las víctimas de toda persecución, a los niños que son esclavizados en el trabajo, a los inocentes que mueren en las guerras.

También habló sobre las mujeres objeto de explotación y de violencia; los millones de migrantes, refugiados y desplazados que huyen desesperadamente de las guerras; los hombres, mujeres y niños que sufren por las familias rotas, la falta de trabajo y la precariedad.

Agencia AFP, Mar-25-2016.

El papa Francisco fustigó este viernes "la conciencia anestesiada" de Europa ante el drama de los refugiados al término del Vía Crucis nocturno en el Coliseo de Roma, en un nuevo llamamiento para que se resuelva esa grave crisis humanitaria.

"¡Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro Mediterráneo y en el mar Egeo, convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada!", clamó el papa en una clara crítica al cierre de fronteras y al rechazo hacia los inmigrantes y refugiados en el Viejo Continente.

Francisco denunció también las guerras, el terrorismo, la corrupción y reconoció que "todavía hoy" hay curas pedófilos, que "han despojado a los inocentes de su propia dignidad".

"¡Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia", lamentó el papa al referirse a los ataques yihadistas.

Tras enumerar los grandes males que azotan a la humanidad y comparar sus sufrimientos con los padecidos por Jesús en la cruz, Francisco condenó también a los "tantos Pilatos que se lavan las manos", dijo.

En su oración a la cruz, el papa argentino volvió a acusar a los "traficantes de la muerte", que "alimentan los hornos de la guerra", dijo.

El tradicional rito alrededor del monumento romano se celebró este año en un clima particular, marcado por las fuertes medidas de seguridad adoptadas desde los atentados de noviembre en París y mantenidas tras los recientes ataques de Bruselas, que costaron la vida a 31 personas.

- El Coliseo, blindado -

Toda la zona estaba vigilada por patrullas de la policía y el ejército, además de cuerpos especiales de inteligencia, que controlaron los documentos de cada una de las personas que ingresaba a la zona.

El sumo pontífice llegó hacia las 21H00 locales al monumento romano, en el corazón de la Ciudad Eterna, en donde miles de personas, turistas y religiosos, la mayoría con antorchas, lo esperaban.

Francisco, de 79 años, vestido con un abrigo blanco, asistió como el año pasado al rito desde la terraza del Palatino, bajo un toldo rojo instalado frente al imponente anfiteatro romano, donde soplaba una brisa fría, y no recorrió a pie las 14 estaciones.

Este año, el papa Francisco pidió al cardenal italiano Gualtiero Bassetti, entre los purpurados más amigos, que escribiera las meditaciones que tradicionalmente se leen en cada una de las 14 estaciones del calvario padecido por Cristo.

El texto abordó la situación de los refugiados por las guerras, de los desplazados y perseguidos.

"¿Cómo no ver el rostro del Señor en aquellos de los prófugos, refugiados, desplazados, que huyen desesperados del horror de la guerra, las persecuciones, las dictaduras?", se interrogó Bassetti.

En cada estación del Vía Crucis se abordó un tema específico que preocupa al mundo, mientras la cruz fue cargada por fieles de numerosas nacionalidades, entre ellos latinoamericanos de Paraguay, Ecuador, Bolivia y México.

La cruz en las últimas estaciones fue llevada por los sirios Hadad Rana y Yusef Saghir y los hermanos franciscanos de Tierra Santa, en representación de regiones azotadas por los conflictos.

En la primera estación, que relata el momento en que Jesús es condenado a muerte, se reflexionó sobre la exclusión, la pérdida de bienes y seguridad, como ocurre a miles de desplazados que huyen de Oriente Medio y África.

"¡Cuánto miedo hay en nuestra vida! Tenemos miedo del diferente, del extranjero, del emigrante", reconoció el cardenal.

En la tercera estación, que hace referencia a la primera caída de Jesús, el texto habla sobre los campos de exterminio, el trabajo infantil esclavo.

"Te rogamos, Señor, por todos esos sufrimientos que parecen no tener sentido", pide el autor.

El Vía Crucis, que duró menos de dos horas, fue transmitido en directo por televisión a numerosos países.

La víspera, Jueves Santo, Francisco volvió a llevar su mensaje de solidaridad a un centro de refugiados cerca de Roma, donde lavó los pies a doce migrantes, entre ellos varias mujeres y musulmanes.

El domingo culminará las celebraciones de Semana Santa con la misa de Resurrección y el mensaje "Urbi et orbi", a la ciudad y al mundo.

Lo que los Cristianos le salimos a deber a Lutero, según el P. Cantalamessa


Existe el peligro de que uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín ya lo había explicado claramente: “La ‘justicia de Dios’, escribía, es aquella por la cual él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como ‘la salvación del Señor’ (Sal 3,9) es aquella por la cual él nos salva”. En otras palabras, la justicia de Dios es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer justos.

Lutero tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido y es esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma, la cual el próximo año cumple el quinto centenario. “Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que se me abrieran de par en par las puertas del paraíso” (Martin Lutero, Prefación a las obras en latín, ed . Weimar, 54, p.186.)

P. Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap.
Predicador de la Casa Pontificia
Homilía durante la Celebración de la Pasión del Señor
Basílica de San Pedro en el Vaticano
Mar-25-2016
[Traducción: Agencia Zenit]