Basílica de San Nicolás de Bari, 24 de Diciembre, un divorciado vuelto a casar civilmente se ha acercado al confesionario, después de muchos años (12) de no hacerlo, basado en la confusión arrojada por los pasados dos Sínodos sobre la Familia.
Le ha tocado en turno un confesor de edad avanzada, quien le ha dicho: “Estás en pecado y no estás en condiciones de recibir ninguna absolución”.
El hombre ha discutido con el confesor, enrostrándole: “Le he hecho notar cuáles son los propósitos (¡no digo de Cristo con el Evangelio!) sino del Papa Francisco, le he recordado la Misericordia y que la absolución se le debe dar a todos los que se confiesan”.
Encolerizado el hombre ha decidido señalar el hecho en una carta que envió a Gazzeta del Mezzogiorno, el principal diario de la región, el cual la publicó en su edición del 30 de Diciembre.
Regresando al relato de la experiencia del (im)penitente en cuestión, el confesor le ha replicado: “Sólo si se está arrepentido del pecado… Así que si quieres salir de la condición de pecado debes escuchar este pasaje contado por un monje: ¡dejar tu concubina actual y siendo soltero incluso si eres divorciado volver a entrar entre los que no están en una condición de pecado!”
Lo peor es que este hombre anteriormente ya se había acercado a la comunión eucarística, con la mentalidad de que el sínodo había permitido hacerlo a los divorciados, y en su carta argumenta que de pronto su confesor no estaba al tanto de lo que el sínodo había hecho (!)
Para aclarar la situación a este hombre y a todos los que tienen la misma mentalidad, Mons. Nicola Bux aclara en la edición dominical del mismo periódico la situación.
Traducción de Secretum Meum Mihi.
BARI - Nada ha cambiado en la relación entre los fieles y la Iglesia Católica. La historia de un hombre divorciado vuelto a casar, que fue a confesarse a San Nicolás en la víspera de Navidad, reavivó el debate sobre un concepto que con el Jubileo se ha convertido en mediático. En una carta, que Gazzeta del Mezzogiorno ha publicado el miércoles 30 de diciembre, el interesado ha narrado la propia descepción por la absolución negada. Y ha reivindicado la misericordia del Papa Francisco.
“Pero el sacerdote no es el notario que ratifica una decisión ya tomada por el penitente”, comenta don Nicola Bux, teólogo, consultor del Vaticano, autor entre los más citados a nivel internacional. Su último libro, “Cómo ir a Misa y no perder la fe”, ya ha sido traducido a cinco idiomas.
Pero la absolución, escribió nuestro lector, “se debe dar a todos los que van a la confesión”.
“Es una afirmación absurda. Aquí el perdón se confunde con la condonación. En la confesión, el sacerdote es a la vez juez y médico del alma. Absolver significa “disolver”, es decir, desatar al penitente del vínculo con el pecado. Es el sacerdote, no los fieles, el que evalúa si existen las condiciones para absolver o no”.
¿El arrepentimiento no basta?
“El verdadero arrepentimiento implica la disponibilidad del fiel para disolver el vínculo. En el Evangelio Jesucristo, dice: “Vete, y no peques más para que no te suceda algo peor”.
¿El sacerdote consideró que no estaban las condiciones de las que habla?
“Ciertamente. No se puede pretender la absolución sin el firme propósito de no pecar más”.
Y aquí entra en juego el Jubileo de la misericordia.
“Concepto mal entendido entre muchos, en los últimos tiempos. Las reglas no han cambiado y los sacerdotes se atienen a la doctrina de costumbre, todo del mismo modo, exactamente como todos los jueces se atienen a la ley, sin excepciones. ¿Por qué este concepto se da por descontado en el tribunal y queremos subvertirlo en las iglesias? ”.
Está claro de qué lado está Don Bux.
“De la parte de Jesucristo, obviamente. Nadie en esta tierra, tiene la autoridad para cambiar las reglas de su Iglesia. Tanto es así que desde el sínodo se dio a conocer un documento que no cambia absolutamente nada, en materia de disciplina de la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar”.
Pero el Papa Francisco, a muchos le parece dispuesto a cambiar de rumbo.
“Otro enorme malentendido. Así lo explicó muy claramente el cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, o sea el custodio de la fe católica, el cual afirma: ‘La doctrina no es una teoría construida por los hombres. El magisterio del Papa y de los obispos no es superior a la Palabra de Dios’”.
A juicio del sacerdote, nuestro lector sería aún más pecador por cuanto iba a la comunión, no obstante haberse divorciado y después haberse casado.
“¿Y queremos culpar al sacerdote? Es Jesucristo quien, en el Evangelio, decreta la indisolubilidad del matrimonio. Y San Pablo pone en guardia recibir el sacramento indignamente. ¿Cómo se puede pretender acceder a la Eucaristía, si ya no se está más en comunión con la propia esposa? Es una contradicción en los términos. Y otros surgen de esa carta”.
¿A qué se refiere?
“En primer lugar, el punto de partida. El lector se define “católico creyente”, pero también divorciado y vuelto a casar, el cual traiciona la indisolubilidad del vínculo conyugal. Después habla, textualmente, de una “idea loca” [lit. en italiano ‘schiribizzo’. N. de T.], que lo le habría llevado a confesarse después de doce años de ausencia del confesionario. Pero por lo menos una vez al año, los católicos están obligados a confesarse y recibir la comunión. Es un ejemplo típico de “Cristianismo hecho por usted mismo”, que debe adaptarse a nuestras exigencias. Un fenómeno del cual nos había advertido el Papa Benedicto XVI”.
Última pregunta. La Puerta Santa abierta en la Basílica, ¿no representa un camino penitencial especial?
“También sobre esto hay que hacer claridad. El pecado, un poco como el delito, implica la culpa y una pena. La confesión absuelve del pecado, no de la pena que será descontada a nivel sobrenatural. Es en este punto que entra en juego el Jubileo como una medida extraordinaria, sirve para absolver también de la pena. Las puertas de la misericordia, en la Iglesia, estuvieron, están y estarán siempre abiertas. Pero con las condiciones habituales. Y los sacerdotes saben que no deben ceder, no deben dejarse intimidar de las opiniones dominantes”.