“[N]adie puede ser condenado a vivir en soledad y soltería a causa de sus preferencias o inclinaciones y que, por tanto, también las uniones entre personas del mismo sexo y género deben ser vistas con respeto y aprecio por la sociedad y tuteladas por el Estado”. La lapidaria frase es de Mons. Miguel Angel Alba Díaz (imágen), Obispo de la Paz, Baja California Sur, México, publicada ayer en la página de Facebook de la diócesis.
Este el comunicado integral.
COMUNICADO DEL SEÑOR OBISPO
“NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO” (Génesis 2,18)
Como persona y como creyente estoy convencido de esta verdad bíblica y por tanto creo en el derecho que toda persona tiene a buscar, a dar y a recibir el apoyo moral, económico y afectivo de otra persona, independientemente de cualquier otra consideración, y que este derecho debe ser protegido y garantizado jurídicamente por el Estado y respetado por todos los entes sociales.
Sobre esta premisa creo que, aunque una complementariedad plena sólo puede darse entre hombre y mujer, nadie puede ser condenado a vivir en soledad y soltería a causa de sus preferencias o inclinaciones y que, por tanto, también las uniones entre personas del mismo sexo y género deben ser vistas con respeto y aprecio por la sociedad y tuteladas por el Estado.
Esta cuestión es la que con justicia preocupa a la Suprema Corte de la Nación y es, según mi parecer, la que las leyes deben establecer y defender con claridad y decisión para no vulnerar, ni permitir que se vulneren, derechos inalienables de todas las personas, sin discriminación.
Sin embargo, la pregunta que a muchos preocupa es si las uniones entre personas de distinto sexo y las uniones entre personas del mismo sexo pueden ser equiparadas totalmente ante la ley, si ambas deben ser designadas con un mismo vocablo y si pueden ser tuteladas por el mismo estatuto jurídico, pues las parejas heterosexuales poseen un plus por su capacidad para procrear hijos, capacidad que no poseen las parejas homosexuales.
De igual modo, preocupa que si todo ser humano sólo puede venir al mundo como fruto de la unión entre un hombre y una mujer, todo ser humano debe tener derecho a ser educado, en primer lugar, por sus padres naturales y, si esto no fuera posible, en un hogar constituido por un padre y/o una madre sustitutos y sólo excepcionalmente en uno constituido por personas del mismo sexo, ya que la educación de los niños, adolescentes y jóvenes no puede realizarse de la misma manera y con los mismos resultados en ambos tipos de hogares.
Estos dos puntos, a mi juicio, son los que pueden dar lugar a polémicas y, por tanto, deben ser tratados con mayor serenidad, tacto y prudencia a fin de evitar agravios y confrontaciones estériles y de buscar con toda honestidad el mayor bien posible de las nuevas generaciones, en especial, el de los niños y jóvenes más vulnerables y sin hogar.
Me abstengo intencionalmente de toda referencia a la moral o ética sexual, pues es un tema que corresponde a cada persona basada en sus propias convicciones y creencias y al Estado, si es verdaderamente laico, plural y democrático, sólo corresponde velar por que se respete el derecho que tienen todas las personas a pensar, expresarse y actuar libre, respetuosa y responsablemente a este respecto.
Por tanto, estamos de acuerdo en que se conserve la ley actual sobre familia y matrimonio, pero pensamos que se debe reflexionar y consultar más antes de determinar si dicha ley se modifica para tutelar también a las parejas homosexuales, o se crea un estatuto jurídico distinto para reconocer y tutelar los derechos de estas parejas y de la descendencia de cualquiera de sus integrantes.
+ Miguel Angel Alba Díaz
Obispo de La Paz