En una entrada de ayer ponderabamos la claridad meridiana con que Mons. Bruno Forte, Secretario Especial del Sínodo, responde cuando le preguntan sobre si el sínodo va dar la posibilidad de conceder acceso a la sagrada comunión para los divorciados vueltos a casar. Aquí una muestra más de ello. Está consignada en una entrevista publicada en Giornale Del Popolo, Jun-25-2015. Traducimos el aparte que nos concierne.
También en este Instrumentum —como ya en el del año pasado y en la Relación final del primer Sínodo, en conformidad con el resto hay una actitud no nueva en la historia de la Iglesia— que evidencia la necesidad de acoger plenamente en la comunidad eclesial a esas familias y esos fieles que se encuentran en situación irregular bajo el aspecto canónico. ¿Como se puede concretar la ‘acogida’ que —por lo que respecta al primer Sínodo y el período intersinodal— ha sido interpretada por muchos medios de comunicación como un simple “sí o no’ a la comunión para los divorciados vueltos a casar?
Esa es una interpretación muy reductiva. Nos parece más importante la capacidad de integrar en la comunidad eclesial a quien es frágil, porque está herido por experiencias dolorosas. Quien está en tal situación debe sentirse bien acogido en la Iglesia, sentir el abrazo, el acompañamiento de la misericordia de un Dios que los ama. Es una actitud pastoral que lleva a los involucrados a sentirse no objeto, sino sujeto en la vida eclesial.
¿Cómo se puede traducir en la vida cotidiana ese ser “sujetos” y no “objetos” en la vida eclesial?
Algunas limitaciones prescritas hoy por el derecho canónico podrían superarse ...
Denos un ejemplo...
¿Por qué un divorciado vuelto a casar no puede ser padrino de bautismo? Se podría hacer la hipótesis de que, porque es divorciado y vuelto a casar creyente y participando en un proceso de reflexión y penitencia, da un testimonio también de sus propios errores, invitando a vivir con fidelidad el sacramento del matrimonio.
¿La integración de los divorciados vueltos a casar en la comunidad implica necesariamente la posibilidad de la comunión eucarística?
No, porque se puede ser partícipe de la vida comunitaria, también de la Liturgia Eucarística en un espíritu penitencial, pero sin acceder a la Comunión, cuando no existan las condiciones para poder hacerlo. Naturalmente, el discernimiento de estas condiciones no se debe considerar sólo a la luz de una norma abstracta, sino que debe ser valorado —con la guía espiritual de un presbítero— caso por caso, para que la persona pueda ser ayudada a madurar la conciencia de la propia verdad ante Dios.
¿Vieron? Habría que pensar en ese tal acompañamiento por parte de un presbítero a los divorcados vueltos a casar. Por ejemplo, los párrocos rebeldes austriacos (ya Uds. saben que no solamente son austriacos sino también hay alemanes, belgas, suizos, franceses y algunos en norteamérica que los secundan), que se viven quejando de que binan y/o trinan los Domingos, que no confiesan, ¿estarían esos tales dispuestos a dedicar el tiempo que dicen no tener para ejercitar ese tal acompañamiento caso por caso en ese proceso de reflexión y penitencia? ¡Por Favor!...