La Iglesia de antes de Mar-13-2013 era un caos, no conocía la justicia social, no se entendía de los pobres ni quería saber nada de ellos, era dictatorial, llena de normas y reglas que parecían más bien una camisa de fuerza; dicho mejor, antes no había nada, pero ahora...
Bueno, obviamente no es ese nuestro parecer —¡Dios nos libre!—, más bien es la opinión de muchos que ahora enseñan solapadamente esa especie de adamismo, es decir, que ahora es cuando las cosas han comenzado, lo de atrás es para olvidarse. Nosotros particularmente no tragamos ese anzuelo y nos parece injusto con los 2000 y tantos años de existencia de la Iglesia. Para complacer los apetitos de esa inmensa mayoría que busca quién les diga lo que quieren oir, les dejamos este ejemplo de lo anteriormente dicho proveniente del teólogo rodillístico, a quien le publican hoy un artículo en el periódico de los obispos italianos, Avvenire, con el título de “Misericordia, empatía del mundo”, en el cual se lee (ver resaltado en la imágen):
El Papa Francisco ha entendido el desafío y sabe interpretar los signos de los tiempos. Él tiene el deseo, incluso el sueño, de una Iglesia pobre para los pobres. Un programa que ha presentado ya en los primeros días de su Pontificado y que ha repetido a menudo; de hecho, no sólo repetido, sino subrayado con gestos fuertes: la visita a Lampedusa, en Cerdeña, en Albania. Y con su estilo de vida simple. Él ya no es el papa-emperador, el papa-rey, el papa-príncipe del pasado. Ha cerrado la época de Constantino e iniciado una nueva era en la historia de la Iglesia.