Friday, March 20, 2015

Secretario de Comisión «Eccesia Dei» confirma reexcomunión del obispo Richard Williamson

Mientras esperamos una declaración formal oficial de la correspondiente autoridad respecto de la consagración en Brasil de un obispo por parte de Richard Williamson, citamos este aparte de un despacho de agencia AFP (vía 20 Minutes.ch).

“Cuando un obispo consagra otro obispo sin mandato pontificio, es excomulgado latae sententiae, es decir, por el simple hecho del acto cumplido”, informó el Viernes Monseñor Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei a la agencia especializada sobre el Vaticano I.Media.

Por allá en julio de 1988, cuando ocurrió un hecho similar con las consagraciones de los 4 obispos de la FSSPX/SSPX, el Vaticano tardó dos días en emitir una decaración (las consagraciones fueron un Sábado y el Lunes siguiente ya se conocía la declaración). Suponemos que ahora con lo avanzado de las comunicaciones, se tomarán un tiempo igual. Aquí la dificultad radica en el reconcimiento de la validez de la consagración del nuevo obispo. Ironicamente, y es a lo que nosotros le apuntamos, el Vaticano podría esgrimir un argumento tradi para desconcerla, como es el hecho de que para asegurar la sucesión es recomendable que otros obispos se asocien al consagrante principal. Como ello no ocurrió en el caso presente, podría dudarse de la validez de dicha consagración.

Una mera especulación mientras quedamos a la espera.

Fe y Cultura Frente al Matrimonio, intervención del Card. Carlo Caffarra en congreso organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz

Recientemente se llevó a cabo el congreso “Matrimonio y Familia. La Cuestión Antropológica y la Evangelización de la Familia”, organizado en Roma por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. De ella, ha tenido cierta circulación la intervención (por ej., el periódico de los obispos italianos, Avvenire, publicó unos extractos y después Il Foglio publicó la intervención en su totalidad) que en la mañana de Mar-11-2015 hizo el Arzobispo de Bolonia, Card. Carlo Caffarra (imágen), conocido en los últimos tiempos por ser uno de los opositores de la doctrina Kasper.

Seguidamente presentamos una traducción en español (con algunas adaptaciones) contenida en un artículo de Sandro Magister en Chiesa On Line, Mar-20-2014.


FE Y CULTURA FRENTE AL MATRIMONIO

de Carlo Caffarra

Creo necesario aclarar los términos, para así poder indicar con rigor conceptual cuál es exactamente el tema de mi reflexión.

Fe: entiendo la fides quae acerca del matrimonio. Es sinónimo de “evangelio del matrimonio”, tanto en el sentido objetivo - lo que el Evangelio propone sobre el matrimonio -, como en el sentido subjetivo - el Evangelio, la buena nueva que es el matrimonio -. Quiero subrayar que mi reflexión no trata sobre la doctrina de la fe acerca del matrimonio considerada per se, sino acerca de su modo de ser comunicada en un ámbito cultural concreto, el occidental. En resumen: reflexionaré sobre la comunicación de la propuesta cristiana respecto al matrimonio dentro de la cultura occidental.

Y paso al segundo término: cultura. Con él entiendo la visión compartida del matrimonio hoy en Occidente. Por visión entiendo el modo de ver el matrimonio, expresado sobre todo en los ordenamientos jurídicos de los Estados y en las declaraciones de los organismos internacionales.

Y entro ya en argumento, dividiendo mi reflexión en tres tiempos. En el primero intentaré trazar la condición cultural por la que atraviesa el matrimonio actualmente en Occidente. En el segundo intentaré individuar los problemas fundamentales que esta condición cultural plantea a la propuesta cristiana sobre el matrimonio. En el tercero indicaré algunas modalidades fundamentales con las que se debe proponer, hoy, el Evangelio del matrimonio.

Condiciones del matrimonio

Rari nantes in gurgite vasto. El famoso verso de Virgilio fotografía perfectamente la condición del matrimonio en Occidente. El edificio del matrimonio no ha sido destruido; ha sido deconstruido, desmontado pieza a pieza. Al final tenemos todas las piezas, pero el edificio ya no existe. Siguen existiendo todas las categorías que constituyen la institución matrimonial: conyugalidad; paternidad-maternidad; filiación-fraternidad. Pero ya no tienen un significado inequívoco. ¿Por qué y cómo ha sucedido esta deconstrucción? Empecemos descendiendo en profundidad y constatemos que está en marcha una institucionalización del matrimonio que prescinde de la determinación biosexual de la persona. Al separarlo totalmente de la sexualidad propia de cada uno de los cónyuges, el matrimonio es cada vez más una posibilidad. Esta separación ha llegado al punto de incluir también la categoría de la paternidad-maternidad.

La consecuencia más importante de esta "desbiologización" del matrimonio es su reducción a mera emoción privada, sin una relevancia pública fundamental. El proceso que ha llevado a la separación de la institución matrimonial de la identidad sexual de los cónyuges ha sido largo y complejo. El primer momento está constituido por el modo de ver la relación de la persona con el propio cuerpo, un tema que siempre ha acompañado al pensamiento cristiano. Permítanme que describa cómo han ido las cosas utilizando una metáfora. Hay alimentos que una vez ingeridos pueden ser metabolizados sin crear problemas, ni inmediatos ni remotos; ni causan indigestión, ni aumentan el colesterol. Hay alimentos que ingeridos son de difícil digestión. Por último, hay alimentos que son dañinos para el organismo, también a largo plazo. El pensamiento cristiano ha ingerido la visión platónica y neoplatónica del hombre y esta decisión ha creado graves problemas de “metabolismo”. Como les gustaba decir a los teólogos medievales, el vino de la fe corría el riesgo de transformarse en el agua de Platón, en lugar de que el agua de Platón se transformase en el vino de la fe. Agustín vio clara y profundamente que la dificultad estaba en la "humanitas-humilitas Verbi", en su haberse hecho carne, cuerpo. La dificultad propiamente teológica no podía no convertirse también en dificultad antropológica precisamente en lo que concierne a la relación persona-cuerpo. La gran tesis de Santo Tomás que afirmaba la unidad sustancial de la persona no ha resultado vencedora.

Segundo momento. La separación del cuerpo de la persona encuentra un nuevo impulso en la metodología propia de la ciencia moderna, la cual expulsa de su objeto de estudio cualquier referencia a la subjetividad, en cuanto grandeza no mensurable. El recorrido de la separación del cuerpo de la persona puede considerarse sustancialmente concluido: la reducción, la transformación del cuerpo en puro objeto. Por un parte el dato biológico es expulsado progresivamente de la definición de matrimonio; por la otra, y en consecuencia de lo que concierne a la definición de matrimonio, se convierten en esenciales las categorías de una subjetividad reducida a pura emotividad. Me detengo un poco sobre esto. En sustancia, antes del cambio "desbiologizante", el “genoma” del matrimonio y la familia estaba constituido por la relación entre dos relaciones: la relación de reciprocidad (la conyugalidad) y la relación intergeneracional (la genitorialidad). Las tres relaciones eran intrapersonales: estaban pensadas como relaciones radicadas en la persona, que no se reducían ciertamente al dato biológico, sino que el dato biológico era asumido e integrado dentro de la totalidad de la persona. El cuerpo es un cuerpo-persona y la persona es una persona-cuerpo. Ahora la conyugalidad puede ser tanto heterosexual como homosexual; la genitorialidad puede ser obtenida con un procedimiento técnico. Como ha demostrado justamente Pier Paolo Donati, estamos asistiendo no sólo a un cambio morfológico, sino a un cambio del genoma de la familia y del matrimonio.

Problemas planteados al Evangelio del matrimonio

En este segundo punto desearía individuar los problemas fundamentales que esta condición cultural plantea a la propuesta cristiana del matrimonio. Pienso que no se trata en primer lugar de un problema ético, de conductas humanas. Las condiciones por las que atraviesan hoy el matrimonio y la familia no pueden ser afrontadas con exhortaciones morales. Es una cuestión radicalmente antropológica la que se plantea al anuncio del Evangelio del matrimonio. Me gustaría concretar en qué sentido. La primera dimensión de la cuestión antropológica es la siguiente: es sabido que según la doctrina católica el matrimonio sacramento coincide con el matrimonio natural. La coincidencia entre los dos pienso que ya no se puede poner hoy teológicamente en duda, si bien con y después de Duns Scoto – el primero que la negó – se discutió sobre esto durante mucho tiempo en la Iglesia latina.

Ahora bien, lo que la Iglesia entendía, y entiende, por “matrimonio natural” ha sido demolido en la cultura contemporánea. Permítanme que diga que se le ha quitado “materia” al sacramento del matrimonio. Teólogos, canonistas y pastores se están preguntando, justamente, sobre la relación fe-sacramento del matrimonio. Pero existe un problema más radical. Quien pide casarse sacramentalmente, ¿es capaz de casarse naturalmente? Su humanidad, no sólo su fe, ¿está tan devastada que ya no es capaz de casarse? Ciertamente, hay que tener presentes los cánones 1096 ("Es necesario que los contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio permanente entre un varón y una mujer, ordenado a la procreación") y 1099. Sin embargo, la "praesumptio iuris" del § 2 del canon 1096 ("Esta ignorancia no se presume después de la pubertad") no debe ser ocasión para eximirse de la condición espiritual en la que muchos se encuentran en lo que concierne al matrimonio natural.

La cuestión antropológica tiene una segunda dimensión, que consiste en la incapacidad de percibir la verdad y, por consiguiente, lo valioso de la sexualidad humana. Creo que Agustín describió de manera muy precisa esta condición: "Tan hundido y ciego como estaba, no podía pensar la luz de la virtud, de una belleza tal, que ha de abrazarse por sí misma y que el ojo de la carne no ve, y se percibe desde lo más íntimo" (Confesiones VI 16, 26). La Iglesia debe preguntarse por qué ha ignorado de hecho el magisterio de San Juan Pablo II sobre la sexualidad y el amor humano. Tenemos que preguntarnos también: la Iglesia posee una gran escuela en la que aprende la profunda verdad del cuerpo-persona: la liturgia. ¿Cómo y por qué no ha sabido hacer tesoro de ella también en mérito a la pregunta antropológica de la que estamos hablando? ¿Hasta qué punto la Iglesia tiene conciencia del hecho de que la teoría de "género" es un verdadero tsunami, cuyo objetivo no es principalmente el comportamiento de los individuos sino la destrucción total del matrimonio y la familia?

La cuestión antropológica planteada desde la condición en la que se encuentra el matrimonio a la propuesta cristiana del mismo tiene una tercera dimensión, la más grave. El colapso de la razón en su tensión hacia la verdad del que habla la encíclica Fides et ratio (81-83) ha arrastrado consigo también la voluntad y la libertad de la persona. El empobrecimiento de la razón ha generado el empobrecimiento de la libertad. Como resultado del hecho de que nos desesperanzamos de nuestra capacidad de conocer una verdad total y definitiva, tenemos dificultad en creer que la persona humana pueda realmente donarse de manera total y definitiva y recibir la autodonación total y definitiva del otro. (cfr. D.C. Schindler, The crisis of marriage as a crisis of meaning: on the sterility of the modern will, in Communio, 41, Summer 2014, págs. 331-371).

El anuncio del Evangelio del matrimonio tiene que ver con una persona cuya voluntad y libertad están privadas de su consistencia ontológica. De esta inconsistencia nace la incapacidad actual de la persona de ver la indisolubilidad del matrimonio sino en términos de una ley exterius data: una grandeza inversamente proporcional a la grandeza de la libertad. Y esta es una cuestión muy seria también en la Iglesia.

El paso en los ordenamientos jurídicos civiles del divorcio por culpa al divorcio por consenso institucionaliza la condición en la que se encuentra la persona en el ejercicio de su libertad. Con esta última constatación hemos entrado en la cuarta y última dimensión de la cuestión antropológica planteada al anuncio del Evangelio del matrimonio: la lógica interna propia de los ordenamientos jurídicos de los Estados concernientes al matrimonio y la familia. Como diría Kant, no tanto el quid juris como el "quid jus". Sobre la cuestión en general, Benedicto XVI expresó el magisterio de la Iglesia en uno de sus discursos fundamentales, el que pronunció ante el parlamento de la república federal alemana en Berlín el 22 de septiembre de 2011. Los ordenamientos jurídicos han ido desarraigando progresivamente el derecho de la familia de la naturaleza de la persona humana. Se va imponiendo una especie de tiranía de la artificialidad, que reduce la legitimidad al procedimiento.

He hablado de “tiranía de la artificialidad”. Tomemos el caso de la atribución de conyugalidad a la convivencia homosexual. Mientras que hasta ahora los ordenamientos jurídicos, partiendo del presupuesto de la natural capacidad de contraer matrimonio entre hombre y mujer, se limitaban a determinar los impedimentos al ejercicio de esta natural capacidad o la forma en la que debía de ejercerse, las leyes actuales de equiparación se atribuyen la autoridad de crear la capacidad de ejercer el derecho de casarse. La ley se atribuye la autoridad de hacer artificialmente posible lo que naturalmente no lo es. (cfr. J. B. d’Onorio, Sous la direction de Le mariage en question, Tequi Ed., Paris 2014, pag. 96-97).

Sería un gran error pensar - y actuar en consecuencia - que al matrimonio civil no le atañe el Evangelio del matrimonio, al cual le concerniría sólo el sacramento del matrimonio. Es abandonar el matrimonio civil a las derivas de las sociedades progresistas.

Modalidad del anuncio

Desearía ahora, en este tercer y último punto, indicar algunas modalidades según las cuales la propuesta cristiana del matrimonio no debería hacerse y otras en las que puede hacerse. Hay tres modalidades que hay que evitar. La modalidad tradicionalista, que confunde una particular forma de ser familia con la familia y el matrimonio como tal. La modalidad "catacumbal", la cual elige volver o permanecer en las catacumbas. Concretamente: bastan las virtudes “privadas de los esposos”; es mejor dejar que el matrimonio, desde el punto de vista institucional, sea definido por lo que la sociedad progresista decida. La modalidad buenista, que considera que la cultura de la que he hablado antes es un proceso histórico imparable. Propone, por lo tanto, transigir salvando lo que en él se pueda reconocer como bueno.

No tengo tiempo ahora para seguir reflexionando sobre cada una de estas tres modalidades, y paso por lo tanto a indicar algunas modalidades positivas. Parto de una constatación. Hay que pensar en la reconstrucción de la visión cristiana del matrimonio en la conciencia de los individuos y en la cultura de Occidente como un proceso largo y difícil. Cuando una pandemia se abate sobre una población, la primera urgencia es seguramente curar a quien ha sido afectado, pero es también necesario eliminar las causas.

La primera necesidad es redescubrir las evidencias iniciales correspondientes al matrimonio y la familia. Eliminar de los ojos del corazón la catarata de las ideologías, que nos impiden ver la realidad. Es la pedagogía socrático-agustina del maestro interior, no sencillamente la del consenso. Es decir: recuperar ese “conócete a ti mismo” que ha acompañado el camino espiritual de Occidente. Las evidencias originales están inscritas en la misma naturaleza de la persona humana. La verdad del matrimonio no es una una lex exterius data, sino una veritas indita.

La segunda necesidad es redescubrir la coincidencia del matrimonio natural con el matrimonio-sacramento. La separación entre los dos acaba por una parte considerando la sacramentalidad como algo añadido, extrínseco y, por la otra, corre el riesgo de abandonar la institución matrimonial en manos de esa tiranía de la artificialidad de la que hablaba antes. La tercera necesidad es retomar la “teología del cuerpo” presente en el magisterio de San Juan Pablo II. El pedagogo cristiano necesita hoy un trabajo teológico y filosófico que no puede retrasarse o limitarse a una institución particular.

Como pueden ver, se trata de tomar en serio esa superioridad del tiempo sobre el espacio de la que se habla en la Evangelii gaudium (222-225). Más que tres intervenciones de urgencia, he indicado tres procesos. Por último, opino lo mismo que George Weigel y es que a la base de las discusiones del sínodo está la relación que la Iglesia quiere tener con la posmodernidad, en la que los despojos de la deconstrucción del matrimonio son la realidad más dramática e inequívoca.

“Los cristianos con psicología de doctores de la ley”, reflexión de Francisco en la Misa diaria en la Casa Santa Marta

Seguidamente presentamos el resumen que presenta L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, Mar-20-2015, págs. 9 y 11, de la meditación de Francisco durante la Misa diaria en la Domus Sanctae Marthae, Mar-17-2015 (énfasis añadidos).

La Cuaresma es tiempo propicio para pedir al Señor, «para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia», la «conversión a la misericordia de Jesús ». Demasiadas veces, en efecto, los cristianos «son especialistas en cerrar las puertas a las personas» que, debilitadas por la vida y por sus errores, estarían, en cambio, dispuestas a recomenzar, «personas a las cuales el Espíritu Santo mueve el corazón para seguir adelante».

La ley del amor está en el centro de la reflexión que el Papa Francisco desarrolló, el martes 17 de marzo, por la mañana, en Santa Marta, a partir de la liturgia del día. Una Palabra de Dios que parte de una imagen: «el agua que cura». En la primera lectura el profeta Ezequiel (47, 1-9.12) habla, en efecto, del agua que brota del templo, «un agua bendecida, el agua de Dios, abundante como la gracia de Dios: abundante siempre». El Señor, en efecto, explicó el Papa, es generoso «al dar su amor, al sanar nuestras llagas».


El agua está presente también en el Evangelio de san Juan (5, 1-16) donde se narra acerca de una piscina —«llamada en hebreo Betesda»— caracterizada por «cinco soportales, bajo los cuales estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos ». En ese sitio, en efecto, «había una tradición» según la cual «de vez en cuando bajaba del cielo un ángel» a mover las aguas, y los enfermos «que se tiraban allí» en ese momento «quedaban curados».

Por ello, explicó el Pontífice, «había tanta gente». Y, así, se encontraba también en ese sitio «un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años». Estaba allí esperando y Jesús le preguntó: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua, cuando viene el ángel. Para cuando llego yo, otro se se me ha adelantado». Es decir, quien se presenta a Jesús es «un hombre derrotado» que «había perdido la esperanza». Enfermo, pero —destacó el Papa Francisco— «no sólo paralítico»: estaba enfermo de «otra enfermedad muy mala», la acedia.

«Es la acedia la que hacía que estuviese triste, que sea perezoso», destacó. Otra persona, en efecto, hubiese «buscado el camino para llegar a tiempo, como el ciego en Jericó, que gritaba, gritaba, y querían hacerle callar y gritaba más fuerte: encontró el camino». Pero él, postrado por la enfermedad desde hacía treinta y ocho años, «no tenía ganas de curarse», no tenía «fuerzas». Al mismo tiempo, tenía «amargura en el alma: “Pero el otro llega antes que yo y a mí me dejan a un lado”». Y tenía «también un poco de resentimiento ». Era «de verdad un alma triste, derrotada, derrotada por la vida».

«Jesús tiene misericordia» de este hombre y lo invita: «Levántate. Levántate, acabemos esta historia; toma tu camilla y echa a andar». El Papa Francisco describió la siguiente escena: «Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Pero estaba tan enfermo que no lograba creer y tal vez caminaba un poco dudoso con su camilla sobre los hombros». A este punto entraron en juego otros personajes: «Era sábado, ¿qué encontró ese hombre? A los doctores de la ley», quienes le preguntaron: «¿Por qué llevas esto? No se puede, hoy es sábado ». Y el hombre respondió: «¿Sabes? Estoy curado». Y añadió: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla”».

Sucede, por lo tanto, un hecho extraño: «esta gente en lugar de alegrarse, de decir: “¡Qué bien! ¡Felicidades!” », se pregunta: «¿Quién es este hombre?». Los doctores comienzan «una investigación» y discuten: «Veamos lo que sucedió aquí, pero la ley... Debemos custodiar la ley». El hombre, por su parte, sigue caminando con su camilla, «pero un poco triste». Comentó el Papa: «Soy malo, pero algunas veces pienso qué hubiese sucedido si este hombre hubiese dado un buen cheque a esos doctores. Hubiesen dicho: “Sigue adelante, sí, sí, por esta vez sigue adelante”».
Continuando con la lectura del Evangelio, tenemos a Jesús que «encuentra a este hombre más tarde y le dice: “Mira, has quedado sano, pero no vuelvas atrás —es decir, no peques más— para que no te suceda algo peor. Sigue adelante, sigue caminando hacia adelante”». Y el hombre fue a los doctores de la ley para decir: «La persona, el hombre que me curó se llama Jesús. Es Aquel». Y se lee: «Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado». De nuevo comentó el Papa Francisco: «Porque hacía el bien también el sábado, y no se podía hacer».

Esta historia, dijo el Papa actualizando su reflexión, «se repite muchas veces en la vida: un hombre —una mujer— que se siente enfermo en el alma, triste, que cometió muchos errores en la vida, en un cierto momento percibe que las aguas se mueven, está el Espíritu Santo que mueve algo; u oye una palabra». Y reacciona: «Yo quisiera ir». Así, «se arma de valor y va». Pero ese hombre «cuántas veces hoy en las comunidades cristianas encuentra las puertas cerradas». Tal vez escucha que le dicen: «Tú no puedes, no, tú no puedes; tú te has equivocado aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a la misa del domingo, pero quédate allí, no hagas nada más». Sucede de este modo que «lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, los cristianos con psicología de doctores de la ley lo destruyen».

El Pontífice dijo estar disgustado por esto, porque, destacó, la Iglesia «es la casa de Jesús y Jesús acoge, pero no sólo acoge: va a al encuentro de la gente», así como «fue a buscar» a ese hombre. «Y si la gente está herida —se preguntó—, ¿qué hace Jesús?, ¿la reprende diciéndole: por qué está herida? No, va y la carga sobre los hombros». Esto, afirmó el Papa, «se llama misericordia ». Precisamente de esto habla Dios cuando «reprende a su pueblo “Misericordia quiero, no sacrificios”».

Como es costumbre, el Pontífice concluyó la reflexión sugiriendo un compromiso para la vida cotidiana: «Estamos en Cuaresma, tenemos que convertirnos». Alguien, dijo, podría reconocer: «Padre, hay tantos pecadores por la calle: los que roban, los que están en los campos nómadas... —por decir algo— y nosotros despreciamos a esta gente». Pero a este se le debe decir: «¿Y tú quién eres? ¿Y tú quién eres, que cierras la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer, que tiene ganas de mejorar, de volver al pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo ha obrado en su corazón?». Incluso hoy hay cristianos que se comportan como los doctores de la ley y «hacen lo mismo que hacían con Jesús», objetando: «Pero este, este dice una herejía, esto no se puede hacer, esto va contra la disciplina de la Iglesia, esto va contra la ley». Y así cierran las puertas a muchas personas. Por ello, concluyó el Papa, «pidamos hoy al Señor» la «conversión a la misericordia de Jesús»: sólo así «la ley estará plenamente cumplida, porque la ley es amar a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos».

Ahora, hay que tener en cuenta que estas expresiones no son magisteriales; el P. Federico Lombardi explicó en su momento, justificando el por qué no se conocen los textos integrales de estas intervenciones, que durante estas meditaciones el Papa habla improvisadamente (en italiano utilizan la expresión informal parlare a braccio). ¿Quiénes son estos “cristianos con psicología de doctores de la ley” a los que se refiere Francisco?

Miremos ahora un documento, este sí, magisterial, en donde podríamos intentar buscar la respuesta de quiénes son estos tales. Exhortación Apostólica Postsinodal del santo Padre Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, N° 29.

Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor. Por tanto, está más que justificada la atención pastoral que el Sínodo ha dedicado a las situaciones dolorosas en que se encuentran no pocos fieles que, después de haber celebrado el sacramento del Matrimonio, se han divorciado y contraído nuevas nupcias. Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos. Los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados. El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea de educar a los hijos.

¿Mmm...ehh...?

Francisco acepta renuncia del Card. Keith O’Brien a sus derechos y privilegios cardenalicios

Se lee en el boletín diario en italiano de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Mar-20-2015:

Comunicado de prensa del Decano del Colegio Cardenalicio

El Santo Padre ha aceptado la renuncia a los derechos y privilegios de cardenal, expresada en los cánones 349, 353 y 356 del Código de Derecho Canónico, presentada por Su Eminencia el Cardenal Keith Michael Patrick O'Brien, Arzobispo Emérito de Saint Andrews y Edimburgo, después de un largo período de oración. Con esta disposición, Su Santidad desea manifestar su solicitud pastoral a todos los fieles de la Iglesia de Escocia y los anima a continuar con esperanza el camino de la renovación y la reconciliación.

Por su parte, la Oficina de Prensa de la Iglesia Católica en Escocia emite la siguiente declaración:

Declaración del cardenal Keith O'Brien.

En respuesta a la decisión del Papa Francisco de aceptar su renuncia a los derechos y deberes de cardenal, la siguiente declaración ha sido emitida por el cardenal Keith O'Brien:

“Quiero repetir la disculpa que le hice a la Iglesia Católica y al pueblo de Escocia hace unos dos años, el 3 de marzo de 2013. Entonces dije que ha habido momentos en que mi conducta sexual ha caído por debajo de los estándares que se esperan de mí. Por ello estoy profundamente arrepentido”.

“Agradezco al Papa Francisco por su cuidado paternal de mí y de aquellos a los que he ofendido de alguna manera. No continuaré tomando parte alguna en la vida pública de la Iglesia en Escocia; y dedicaré el resto de mi vida en el retiro, rezando especialmente por la Arquidiócesis de Saint Andrews y Edimburgo, por Escocia, y por aquellos a los que he ofendido en alguna manera”.


Entradas Relacionadas: Cuatro sacerdotes acusan de abusos al líder de la Iglesia en Escocia. Horas antes de ser acusado de abusos sexuales, Arzobispo de Edimburgo abogaba por el fin del celibato sacerdotal. Aceptada renuncia de Arzobispo de Edimburgo, Escocia. Declaración del card. Keith O'Brien, Arzobispo de Edimburgo, Escocia, al conocer de la aceptación de su renuncia. Con vaga aceptación de faltas en su conducta sexual el Arzobispo de Edimburgo, Escocia, pide perdón. Vaticano habría ordenado al Card. Keith O'Brien que abandone el Reino Unido. Se confirma que el Card. Keith O'Brien “de acuerdo con el Santo Padre, dejará Escocia”. Nuncio Apostólico en el Reino Unido elogia “bien” que ha hecho el Card. Keith O'Brien a la Iglesia. Vaticano abriría investigación sobre denuncias referentes a conducta sexual del card. Keith O'Brien. El reemplazo del card. Keith O'Brien. Francisco recibe en audiencia al reemplazo del Card. Keith O'Brien. Tiempo de “renovación espiritual, oración y penitencia”, finalizado para Card. Keith O’Brien, ¡bienvenido el tiempo de relax!