Se lo pregunta el periódico Libero, Feb-22-2015, pág 15, en un artículo titulado “Merkel ahora quiere convertir a Bergoglio”, respecto de la audiencia que ayer concedió Francisco a la Canciller alemana, Angela Merkel. ¿A qué tipo de conversisón se refiere el diario? Dice el pasaje que nos concierne:
[O]tra cuestión que podría, en algunos meses, poner a Alemania en el centro de la escena mundial, incluso en un plano diferente al de la diplomacia. Del 4 al 25 de octubre, de hecho, se tendrá el esperado Sínodo ordinario sobre la familia, precedido por la asamblea extraordinaria deseada por el Pontífice. En el centro del gran momento de reflexión sobre la problematica en la vida de los fieles y la consiguiente modalidad en la cual la iglesia afronta la propia misión en el mundo hay asuntos de extrema delicadeza e interés: comunión, divorcio, relaciones homosexuales, celibato. Para las preguntas y las temáticas planteadas el año pasado, el Sínodo ofrecerá, si no respuestas definitivas, de seguro una serie de indicaciones. El debate teológico, social, cultural es desmesurado y difícil de simplificar periodísticamente. Pero para instar un empuje más innovador («progresista», según un vulgarismo erróneo pero explícito) están principalmente los cardenales y obispos alemanes, es un hecho reconocido más o menos por todos.
El caso ha surgido el año pasado en torno al documento del cardenal Kasper, una relación pedida por Bergoglio y divulgada por Il Foglio a pesar de su naturaleza “secreta”, fue una señal mediatica relevante, una anticipación de las instancias que llegarán al Sínodo y sobre las cuales el Papa podría querer tomar una posición a la conclusión de los trabajos. En lo más puro de las preocupaciones de sensibilidad más “conservadora” (etiqueta igualmente engañosa) que ven en riesgo el patrimonio de la doctrina, y en torno de personalidad eclesiástica teutona que se catalizaran, en octubre, las solicitudes de pasos decisivos hacia adelante y abierta en el «dossier» ya mencionado. Sobre esto podría jugar un papel no secundario la particularidad que une a las iglesias católicas de Alemania y Austria: un sistema de impuestos para los fieles que, en la práctica, adhieren a la iglesia sujetos a un impuesto adicional de impuestos sobre los ingresos. Simplificando, una especie de 8 por mil obligatorio que puede desalentar a los que menos tienen a unirse a la comunidad y que pone la relación entre la Iglesia, el Estado y la laicicidad en una compleja y delicada cresta: en Alemania el clero tiene fuertes recursos derivados de este óbolo estatal, resultando en poder adquisitivo y de contratar a miles de empleados, etc. ¿Merkel y Bergoglio habrán mencionado estos temas y lo que va a pasar en el Sínodo? Imposible decirlo, pero tampoco excluirlo. Una pequeña señal «geográfica» al respecto ha sido puesta en atención por la prensa nacional de La Repubblica, que hace unas semanas dio espacio a la noticia de que el «mini-sínodo» de los fieles de la diócesis de Bolzano y Bressanone se expresó a favor de la comunión para los divorciados y la abolición del celibato. ¿Un aire «alemán»? En octubre se verá, teniendo en cuenta que la iglesia no funciona por mayorías. Y esto recuerda un poco la Europa de Merkel.