Saturday, March 01, 2014

Primer sacerdote Maronita casado en un siglo en Estados Unidos


Información de agencia AP, Feb-28-2014.

SAN LUIS, Missouri, EE.UU. (AP) — Cuando Wissam Akiki fue ordenado como sacerdote católico maronita el jueves por la noche en San Luis, fue saludado por centenares de personas, incluyendo su esposa y su hija.

Por primera vez en casi un siglo, la Iglesia Católica Maronita de Estados Unidos ordenó un sacerdote casado, en una ceremonia en la Catedral Maronita de St. Raymond cerca del centro de San Luis.

Los maronitas son uno de más de una decena de grupos católicos orientales en Estados Unidos que aceptan la autoridad del papa, pero tienen sus propios rituales.

Akiki, de 41 años, hablando al final de una ceremonia de dos horas, la describió como un "día histórico" y afirmó que había recibido dos grandes bendiciones, matrimonio con su esposa de 10 años, Manal, y "el sueño de servir al Señor y su iglesia como sacerdote".

Las iglesias católicas orientales en el Oriente Medio y Europa ordenan a hombres casados.

Sin embargo, el Vaticano prohibió la práctica en Estados Unidos en los años 20 luego que los obispos católicos romanos se quejasen de que era confuso para los feligreses.

Pero el papa Juan Pablo II llamó a una mayor aceptación de las tradiciones católicas orientales, y a lo largo de los años, los papas han hecho excepciones caso por caso para que hombres casados de conviertan en sacerdotes en Estados Unidos. El papa Francisco autorizó la ordenación de Akiki.

"Casi la mitad de todos nuestros sacerdotes en Líbano están casados, así que no es algo inusual en la vida de la iglesia maronita, aunque en Estados Unidos sí lo es", dijo el diácono Louis Peters, rector de la catedral de St. Raymond.

La ceremonia de ordenación contó con la presencia de varios obispos de la iglesia maronita. Muchos miembros la congregación de St. Raymond son de origen libanés, y muchas de las oraciones, himnos y lecturas fueron en árabe.

Miembros de la iglesia dijeron que estaban listos para dar la bienvenida al nuevo sacerdote.

"Él va a ser un excelente sacerdote", dijo Linda Hill, de 64 años. "El hecho de que él está casado será emocionante para la iglesia. Es una tradición del viejo país. Parece que finalmente aquí estamos adoptándola".

“Del acto de renuncia de Benedicto XVI han surgido muchos frutos espirituales”. Entrevista con Mons. Gänswein en revista Palabra

La mencionamos en una entrada anterior, pero ahora presentamos el texto completo de la entrevista que concedió a revista Palabra Mons. Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal de Benedicto XVI (vía Il Sismografo).

“Del acto de renuncia de Benedicto XVI han surgido muchos frutos espirituales”

Por Giovanni Tridente (Roma)

Mons. Georg Gänswein, arzobispo titular de Urbisaglia, es Prefecto de la Casa Pontificia en la era del Papa Francisco, y Secretario personal del Pontífice emérito Benedicto XVI. Un encargo que sin duda muchos envidian, pues tiene la oportunidad de trabajar y vivir en estrecho contacto con dos grandes personalidades de la Iglesia contemporánea.
En esta entrevista exclusiva para PALABRA –la primera concedida a un medio de comunicación de los países de habla española– cuenta algunas cosas de su vida, de sus pasiones y de su trabajo, esa ocupación tan “especial”. Además, recuerda con nosotros los momentos de la renuncia de Benedicto XVI hace un año, y los frutos para la Iglesia entera que de ella han surgido.

LA PERSONA

—Cuéntenos un poco sobre Usted: dónde nació, qué estudios hizo…

—Como se sabe, soy alemán. Provengo del sur de Alemania, de la Selva Negra, concretamente de la archidiócesis de Friburgo. Soy el primogénito de cinco hijos: tengo dos hermanos y dos hermanas. He crecido en una familia católica. Después de la selectividad entré en el Seminario arzobispal de Friburgo. Terminé los estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Friburgo y en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma. En 1982 recibí la ordenación diaconal, y a continuación pasé un año en una parroquia, como el resto de mis compañeros de estudios. Finalmente, en mayo de 1984, fui ordenado sacerdote en la catedral de Friburgo.

—¿Y después?

—Tras recibir la ordenación sacerdotal fui dos años vicario parroquial en una parroquia grande. Mientras estaba allí, el entonces arzobispo me envió a la Universidad de Munich a estudiar Derecho canónico. Permanecí en Munich siete años, de 1986 a 1993. Durante seis años fui docente en la Universidad. Después de hacer el doctorado regresé a Friburgo como asesor teológico del arzobispo, desarrollando también una actividad pastoral en la catedral. Pensaba que había encontrado mi lugar definitivo, pero un año después pidieron, por medio del Nuncio Apostólico, un colaborador alemán para la Congregación para el Culto Divino en Roma, y me enviaron a mí, aunque según las previsiones había de ser solamente para un tiempo limitado.

—¿Es ahí donde conoció al cardenal Ratzinger?

—Sí, allí conocí al cardenal Ratzinger. Cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe me pidió que prestara servicios en su Dicasterio, porque un colaborador suyo había sido reclamado desde Alemania. Estamos hablando del año 1996.

Antes no lo conocía personalmente, pero durante mis estudios teológicos, siendo seminarista, había leído casi todos sus escritos. En Roma yo vivía en el Pontificio Colegio Teutónico, que se encuentra en el interior del Vaticano. Allí venía el cardenal Ratzinger todos los jueves por la mañana a celebrar la Misa con peregrinos, y así fue como nos conocimos. Después de algunos años colaborando en su Dicasterio, me convertí en su secretario personal. Cuando lo eligieron Papa en 2005 continué a su lado, y así hasta el día de hoy.

—¿Cómo nace su pasión por el Derecho canónico?

—Por mi parte no era en absoluto una pasión innata. Me hice canonista “por fuerza mayor”, ya que la Diócesis tenía necesidad de un futuro Vicario judicial, y habían pensado en mí. Dado que mi tesis de licenciatura en Teología dogmática tenía también un aspecto canónico, se atrevieron a pensar que se trataba de la persona adecuada para confiarle este tipo de encargo. Confieso que inicialmente esta disciplina no me gustaba. Agradezco al director de mi tesis, el profesor Winfried Aymans, que me hiciera descubrir sucesivamente la importancia y también la belleza del Derecho canónico.

—¿Qué le gusta hacer cuando no “ejerce” como Prefecto?

—Soy un gran apasionado de la naturaleza y las excursiones a la montaña, en todas las estaciones. Me encantan la música y la lectura. En verano regreso durante dos semanas a mi pueblo, para volver a ver a mis familiares, a mis hermanos y a los sobrinos, y dedicar un poco de tiempo a la parroquia. Lamento que, actualmente, dado el tipo de servicio que desempeño, sea poco el tiempo que puedo dedicar a la lectura y a la naturaleza.

—¿Le resulta posible realizar algún tipo de actividad pastoral?

—Esto es algo que echo mucho de menos. Normalmente me llegan peticiones para que celebre un bautismo o una boda, y si tengo tiempo me gusta aceptarlas. Pero también es cierto que a menudo me falta materialmente el tempo para dedicarme como quisiera a la actividad pastoral.

PREFECTO Y SECRETARIO

—A propósito de su tarea: ¿de qué se encarga exactamente el Prefecto de la Casa Pontificia?

—El Prefecto de la Casa Pontificia es responsable, junto con sus colaboradores, de todas las audiencias públicas del Santo Padre, y en primer lugar de la general del miércoles por la mañana, que normalmente tiene lugar en la plaza de San Pedro. Se ocupa también de las audiencias pontificias a los jefes de Estado y de gobierno, a los cardenales, los jefes de Dicasterios, los obispos; de las visitas ad limina de las Conferencias Episcopales; de las visitas de los exponentes de la vida política y cultural, etcétera. Nuestra oficina organiza y coordina estas actividades en estrecha colaboración con el propio Santo Padre y con algunos organismos de la Curia romana, principalmente la Secretaría de Estado. Asimismo compete a la Prefectura ocuparse de las visitas del Santo Padre en su Diócesis –o sea, en Roma– y de los viajes en Italia. A eso se añade la responsabilidad sobre importantes edificios en el Vaticano, como el Palacio Apostólico y sus salas, donde se celebran las audiencias privadas del Papa. No olvidemos que en el Vaticano hay una gran riqueza artística y cultural, que hay que tutelar y mantener.

—¿Cómo ha cambiado su trabajo tras la elección del Papa Francisco, sobre todo con su decisión de vivir en Santa Marta?

—La decisión del Papa Francisco de no alojarse en el Palacio Apostólico y permanecer en Santa Marta representó, inicialmente, un cambio bastante sustancial, sobre todo porque había que modificar procedimientos concretos y consolidados. Hemos trabajado mucho para hace realidad la voluntad del Santo Padre, adaptando los procedimientos a la nueva situación. Y puedo decir que este cambio ahora ya no plantea ningún problema logístico ni organizativo.

—Teniendo la oportunidad de transcurrir sus jornadas con dos grandes personalidades, tiene Usted un trabajo muy “envidiable”. ¿Se siente un privilegiado?

—En cierto sentido sí, me siento privilegiado; pero todo esto tiene también su precio. Me siento un privilegiado porque vivo junto al Papa Benedicto, en su misma casa, y comparto también la vida con él, y me siento un privilegiado porque estoy al servicio cotidiano del Papa Francisco. Ciertamente, atender a todas las necesidades de ambos Pontífices tiene un precio en términos de tiempo, fuerzas, sacrificios, ideas, etc. A pesar de todo, estoy muy dispuesto a pagarlo.

LA RENUNCIA

—Probablemente hay quien todavía no termina de entender el gesto de la renuncia de Benedicto XVI. ¿Cómo lo podemos explicar brevemente a nuestros lectores?

—Hay que partir de lo que dijo el propio Papa Benedicto el 11 de febrero de 2013: que ya no tenía fuerzas suficientes ni en el ánimo ni en el cuerpo para ser aquella guía fuerte que la barca de Pedro, es decir la Iglesia, necesita en este momento. Ha vuelto a poner en las manos del Señor lo que Él le había dado en abril de 2005, es decir, el ministerio petrino. No lo ha hecho para huir, sino por amor al Señor y a la Iglesia. Si esto no resulta claro, comienzan a difundirse las especulaciones... Entre otras cosas, ya en una famosa entrevista concedida al periodista alemán Peter Seewald, el Papa Benedicto había respondido claramente que existía la posibilidad de que un Papa renunciase. Obviamente no se estaba refiriendo ya a su renuncia. El Derecho canónico, finalmente, prevé que la Sede Apostólica quede vacante por la muerte o la renuncia de un Papa. Es fundamental entender que la renuncia del Papa Benedicto es un acto de amor, de valentía y de gran humildad hacia el Señor y hacia la Iglesia.

—Usted fue uno de los primeros en conocer esa intención del Santo Padre. ¿Qué pensó en aquellos momentos? Y, ¿cómo recuerda aquel gesto un año después?

—En el momento en que el Papa me confió esa intención suya, bajo el secreto pontificio, instintivamente le respondí que no era posible, que no podía hacerlo… Pero enseguida entendí que no me estaba comunicando una posibilidad sobre la que quisiera reflexionar, sino una decisión tomada después de mucha oración, mucha reflexión y también mucha lucha interior. No me fue fácil, al principio, aceptar esta decisión. Con el tiempo me he dado cuenta de que de este acto surgirían muchos frutos espirituales. A un año de distancia se puede comprender mucho mejor el significado de aquel acto tan valeroso, después de la conmoción inicial.

—¿Qué verdadera gran herencia ha dejado a la Iglesia el pontificado de Benedicto XVI?

—La gran herencia que Benedicto XVI deja a la Iglesia no se puede encerrar en una sola palabra. Ante todo, ha dado un lúcido ejemplo de amor al Señor y a su Esposa, que es la Iglesia. Es un ejemplo que todos pueden fácilmente comprender, tanto creyentes como no creyentes. Tratándose de una persona con un espíritu muy agudo –era un verdadero maestro de la Palabra–, el Papa Benedicto ha dejado una gran riqueza magisterial. Ha sembrado mucho en este ámbito, y estoy seguro que dará muchos frutos en el futuro.

—A su entender, ¿por qué hubo tantos “problemas” en los ocho años de Pontificado?

—Que un Pontífice tenga que hacer frente todos los días a problemas pequeños y grandes es una cosa evidente, es una característica de su ministerio petrino, forma parte de sus esfuerzos cotidianos. Esto vale para todos los Papas, no solamente para el Papa Benedicto. Que luego, a veces, los problemas se acumulen y se vuelvan más pesados, depende de muchos motivos y circunstancias. Hay que estar atento, sin embargo, para distinguir los problemas verdaderos de los “virtuales”, los que aparecen sólo en los medios de comunicación o incluso son creados por los medios. La realidad “real” y la realidad comunicada no siempre concuerdan. Esto vale también, y sobre todo, para el pontificado de Benedicto XVI.

—¿Qué ha pensado ante la gran atención que han dado los medios de comunicación a Benedicto XVI en el primer aniversario de su renuncia? ¿Habrán vuelto a creer, en cierto modo, muchos escépticos de la primera hora?

—Creo que, a distancia de un año, no pocos de aquellos que criticaron a Benedicto XVI se han dado cuenta de que muchas de sus críticas no eran fundadas. Las críticas no fundadas no se pueden siquiera desmentir o rechazar, porque se les estaría dando una atención y un peso que no merecen. Por tanto, tengo mucha confianza en que la historia ayudará a aclarar y a separar el grano de la paja: el bien del mal, lo que es verdad de lo que no vale nada.

VIDA DE UN PAPA EMÉRITO

—¿Cómo pasa sus jornadas Benedicto XVI? ¿Nos puede contar alguna anécdota para los lectores de lengua española?

—El Papa Benedicto había dicho que se retiraría al monte, y efectivamente, el monasterio Mater Ecclesiae, donde vive, se encuentra en el punto más alto de los Jardines Vaticanos. Allí está escondido para el mundo, pero presente en la Iglesia. No interviene en el gobierno del Papa Francisco, pero reza por su sucesor y por toda la Iglesia: esta es ahora su misión. Ha dejado el gobierno de la Iglesia para seguir rezando.

Su jornada concreta está bien ordenada. Todos los días comienza con la Santa Misa, a la que siguen la acción de gracias y el Breviario. Luego desayuna. Por la mañana se dedica a la lectura y a la correspondencia, y recibe también algunas visitas. Después de comer da un pequeño paseo y luego no puede faltar el reposo: la “siesta”, como dicen los españoles. La tarde comienza con el Rosario, que rezamos juntos caminando por el pequeño bosquecillo que hay a las espaldas del monasterio. Luego sigue con la lectura, ve el telediario y da otro pequeño paseo en la terraza. A continuación Benedicto se retira a su habitación; puede que alguna vez también se oiga el piano...

—Se dice que son muchas las personas que escriben a Benedicto XVI. ¿Qué género de cartas recibe? ¿Las hay de personas que no comparten su decisión?

—En efecto, son muchas las cartas que llegan cada día. Al principio, no pocas de ellas mostraban que algunas personas habían vivido la renuncia como un impacto, no comprendían la decisión, o su fe se había visto sometida a dura prueba. Poco a poco este tipo de cartas ha desaparecido, y han aumentado las de agradecimiento y gratitud, las peticiones de oración o la expresión del deseo de visitar al Papa emérito. Sin duda, la correspondencia personal del Papa refleja un gran amor hacia su persona, pero también hacia la Iglesia.

—También parece que en las Misas dominicales para la familia pontificia en la Capilla del monasterio predica la homilía, que prepara por escrito el día anterior, pero que luego pronuncia libremente…

—Es exactamente así. Prepara la homilía el sábado, poniéndola por escrito, pero luego la pronuncia libremente. Por tanto, todo lo que predica, aunque no lo lea, está bien preparado por escrito....

—Como Secretario de Benedicto XVI, ¿es Usted quien le propone las cosas que ha de hacer? ¿Se ocupa, por ejemplo, de programar también el descanso del Papa emérito?

—La pregunta no es del todo correcta. Yo no le propongo las cosas que ha de hacer, sino que le ayudo a hacerlas. No es lo mismo... Ahora, en efecto, la situación es un poco diversa. Cuando me pide que le haga alguna propuesta, ciertamente procuro formularla. Nos conocemos hace muchos años, y por tanto nos entendemos bien. Como es lógico, las citas a las visitas o la distribución de la correspondencia y la organización de cosas concretas me corresponden a mí, y lo hago encantado.

DOS PAPAS

—¿Cómo vivió el Papa Benedicto las fases del Cónclave, y cómo acogió la noticia de la elección de su sucesor?

—Después de la renuncia vivió dos meses en Castel Gandolfo, y en la medida de lo posible siguió las fases anteriores al Cónclave y el Cónclave mismo a través de los medios de comunicación. La tarde de la fumata blanca, el Papa Francisco me expresó su deseo de hablar con Benedicto XVI. Y efectivamente, poco después, aquella misma tarde, le llamó por teléfono.

—Más allá de lo que trasciende al exterior por de los medios de comunicación, y desde el punto de vista de su experiencia, ¿cuáles son los rasgos comunes a Benedicto XVI y a Francesco? ¿En qué son distintos?

—Lo que tienen plenamente en común es el amor por el Señor y por la Iglesia. Este amor es la base de todo lo que hacen. En cambio, son distintos en la personalidad, en los gestos, en los comportamientos. Los gestos del papa Francisco son típicamente suyos, mientras que el Papa Benedicto tiene un carácter más bien reservado. Los dos han aportado al ministerio petrino los dones y los talentos que el Señor les ha dado.

—¿Qué piensa Benedicto XVI del Papa Francisco, y del gran éxito de público que está teniendo?

—Benedicto XVI está muy contento de que su sucesor tenga ese gran éxito de público. Es bueno para la imagen de la Iglesia y de la fe. Sin embargo, no debemos olvidar que la medida de un Pontificado no es el “éxito” externo, sino lo que es justo ante el Señor. El aprecio por parte de Benedicto XVI hacia su sucesor se basa en un fundamento humano y también teológico.

—¿Cómo recibió Benedicto XVI la decisión de Francisco de asumir buena parte de la encíclica sobre la fe?

—Con alegría y gratitud. El propio Papa Francisco ha dicho que se trata de un documento escrito a cuatro manos. Considero que este hecho es un signo innegable de la continuidad entre los dos Pontificados. No obstante la diversidad exterior, hay una clara unidad y continuidad interior, es decir, acerca del Magisterio. Y es también un claro signo de aprecio por el trabajo realizado por su predecesor.

—¿Cree que en la ceremonia de canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II podríamos ver a Benedicto XVI como concelebrante, junto al Papa Francisco?

—No soy un profeta: no lo sé. Podría ser que estuviera presente, pero ciertamente no como concelebrante.

—A propósito: ¿cómo era la relación entre el cardenal Ratzinger y Juan Pablo II? ¿Hace todavía referencias al beato polaco el Papa emérito?

—La relación entre el beato Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger era muy intensa, y se caracterizaba por un afecto y una estima grandes. Creo que el Papa Wojtyla es una de las personas más apreciadas por Benedicto, si no la más apreciada. Ese aprecio ha permanecido inalterado también después de su muerte. Por otro lado, es conocido el gran afecto del Papa Juan Pablo II hacia el cardenal Ratzinger.

LOS RETOS DE LA IGLESIA

—Usted es alemán, como el Papa emérito. ¿Cuál es la situación de la Iglesia en su patria? ¿Qué necesidades tiene?

—La Iglesia en Alemania vive la misma situación que se registra en muchos otros países de Europa central. Lamentablemente, los fieles disminuyen, así como la asistencia a la Misa dominical; hay pocos niños y, en consecuencia, también pocos padres. Creo que es necesario que vuelva a florecer la catequesis, y que hay que intentar que se entienda mejor que la fe no es un peso que añade una carga a la vida, sino algo completamente distinto. La fe ayuda a llevar el peso de cada día, y es fuente de alegría. Si no conseguimos que los fieles tengan una idea clara, una clara convicción de lo que quiere decir creer, tener fe, ser miembro de la Iglesia, encontrar a Jesús, dudo que la vida y la práctica cristianas puedan ser pujantes. En definitiva, repito, es necesario que vuelva a florecer el anuncio de la fe.

—Benedicto XVI visitó por última vez Alemania en 2011. ¿Qué momento de aquel viaje apostólico se le quedó más grabado?

—Hay tres momentos que me impresionaron particularmente: el discurso del Papa en el Parlamento Federal, en Berlín; la liturgia mariana en Eichsfeld, es decir, en la zona este de Alemania, de mayoría protestante; y, por último, la Santa Misa en Friburgo, mi Diócesis. Pero todo el ambiente de aquel viaje fue realmente bello y emotivo.

—Como obispo, ¿qué espera del próximo Sínodo sobre la familia?

—Tengo la confianza de que de esta Asamblea saldrán respuestas válidas para afrontar los retos actuales que se refieren a la familia, basadas en la doctrina y la tradición de la Iglesia.

—¿Qué opina ante la deriva relativista de Europa (y de sus instituciones)?

—Si Europa pierde o incluso vende su alma cristiana, se convertirá en un conglomerado anónimo que dejará de tener un futuro prometedor.

—Usted tiene formación canónica. ¿Qué hay que esperar de la llamada reforma de la Curia, en la que está trabajando el Consejo de Cardenales? Por cierto, ¿tiene la Iglesia necesidad de ser reformada?

—La primera y más importante reforma se refiere al corazón de los fieles, al corazón de todos nosotros. Ahí es donde hay que empezar y volver a empezar... Si luego además es recomendable o necesario modificar algunas estructuras en la Iglesia o en la Curia romana, que sean bienvenidas las buenas propuestas. Sabemos que la Iglesia “semper reformanda”, ha de ser siempre reformada, por lo que estamos ante una experiencia no nueva, y que se puede comparar a un árbol: hay que cortar las ramas secas para permitir que la planta florezca mejor. Naturalmente, todo hay que hacerlo de manera orgánica.

—Un tema del que se habla a menudo es el de la transparencia financiera de la Iglesia. ¿Cómo están las cosa ahora?

—Confieso francamente que no lo sé, porque no formo parte de ninguna de las dos Comisiones instituidas por el Papa Francisco para la transparencia financiera. Sé solamente que todos esperan resultados en tiempos no demasiado lejanos.

—Usted ha sido testigo: ¿cuánto ha sufrido Benedicto XVI por el escándalo de los abusos cometidos por algunos miembros del clero?

—Ya cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger afrontó de modo enérgico la cuestión de la pedofilia y de los abusos sexuales cometidos por clérigos, e impulsó la búsqueda de soluciones. Siempre ha ido en la dirección de aclarar lo que había ocurrido. Lo que inició como Prefecto lo ha continuado e intensificado como Pontífice. Los abusos cometidos por clérigos fueron causa de un gran sufrimiento para el Papa Benedicto.

—Como pastor, ¿cuáles son en su opinión los grandes retos que está llamada a afrontar la Iglesia de los próximos años?

—El reto más importante y más urgente es mover a los fieles para que se encuentren con el Señor, para que quieran conocer a Jesucristo. Si tengo un contacto directo con el Señor, todos los problemas resultan relativos. De otro modo se transforman en montañas que no podemos escalar solos. Si mi fe es viva, estoy en condiciones de afrontar y superar los problemas, que ciertamente no faltarán. Encontrar al Señor y a su Iglesia: esto debe tener la prioridad en nuestras actividades. Todas las demás cuestiones han de ser afrontadas en relación con ésta.

—¿Cómo ve su futuro?

—Fui nombrado Prefecto de la Casa Pontificia en 2012 por el Papa Benedicto, y he sido confirmado por el Papa Francisco en 2013; además, sigo siendo secretario personal del Pontífice emérito. Estos dos encargos son para mí un desafío, y al mismo tiempo una gracia. Intento con todas mis fuerzas servir a los dos Papas, y lo intentaré también en el futuro.

El secretario de tres Papas cuenta la renuncia de Benedicto XVI


Esta entrevista apareció originalmente en polaco en Stacja 7, Feb-11-2014; la agencia Zenit ofrece una traducción integral al español de la misma (parte 1, parte 2).

El secretario de tres Papas cuenta la renuncia de Benedicto XVI

Mons. Alfred Xuereb revela lo que sucedió cuando Ratzinger renunció al ministerio petrino: del retiro en Castel Gandolfo, a la llamada de Bergoglio después de la elección

“Existía el riesgo de que llegaran muchas críticas contra el papa Benedicto XVI, muchos habrían dicho: 'Ha comenzado una obra y no ha tenido el valor de completarla'. Sin embargo, yo he visto he heroicidad de este gesto: él no ha cedido ante el riesgo que su renuncia pudiera ser considerada una falta debido a la timidez, sino que estaba convencido que aquello era lo que el Señor le pedía en ese momento". Lo afirma monseñor Alfred Xuereb, ya prelado de antecámara pontificia con Juan Pablo II, después segundo secretario de Benedicto XVI y actual primer secretario particular de papa Francisco. Era él uno de los pocos --junto con monseñor Georg Ratzinger, monseñor Georg Gänswein y las cuatro Memores Domini-- que conocía las intenciones de Joseph Ratzinger de renunciar al ministerio petrino.

¿Usted conocía la decisión antes del anuncio de la renuncia de Benedicto XVI? ¿Cómo le comunicó la decisión? ¿Cuál fue su reacción? ¿Había ya signos que Benedicto XVI estaba tomando esta decisión?

Mons. Xuereb: Ya algún tiempo antes del anuncio, me impresionaba el recogimiento intenso que el papa Benedicto hacía antes de la misa en la sacristía. La misa debía iniciar a las 7. Algunas veces, sin embargo, se oía sonar el reloj en el patio de San Dámaso, y él permanecía en recogimiento. Rezaba. Ha habido un periodo en el que se recogía de forma más intensa que de lo normal. Tenía una sensación distinta: algo muy importante estaba sucediendo en el corazón del Papa, había alguna intención particular por la cual el Santo Padre estaba rezando. No sé exactamente, pero quizá precisamente ese ha sido el tiempo del lucha interna que él ha vivido antes de llegar a la heroica decisión de la renuncia.

La noticia se nos comunicó de forma personal. Yo fui convocado por él de forma oficial. Me senté delante de su escritorio. Aunque si no era la primera vez, percibía que debía recibir una comunicación muy importante. Obviamente, nadie se lo esperaba. Él estaba tranquilo, como uno que ya ha pasado un lucha y ha superado el momento de la indecisión. Estaba sereno como el que sabe estar en la voluntad del Señor. Apenas he escuchado la noticia, mi primera reacción ha sido: "¡No, Santo Padre! ¿Por qué no lo piensa un poco más?" Después me detuve y me he dicho: "Quién sabe desde cuanto tiempo examina esta decisión. Me volvieron a la mente como en un flash los momentos largos y recogidos de la oración antes de la misa y escuché atentamente sus palabras. Ya estaba todo decidido. Me ha repetido dos veces: "Usted irá con el nuevo Papa". Quizá había tenido una intuición, no lo sé. El día en el que he dejado al papa Benedicto en Castel Gandolfo he llorado y he dado las gracias por su gran paternidad.

¿De qué forma ha cambiado su cotidianidad después de la noticia?

Mons. Xuereb:
Para mí ha cambiado mucho. Tenía crisis de llanto, era muy difícil separarme del papa Benedicto XVI. El 11 de febrero de 2013, en la Sala del Consistorio, estaba en un asiento a su lado, mientras él leía yo lloraba, la persona junto a mí de daba con el codo y me decía "contrólate porque también yo estoy conmovido". Estaba maravillado de las expresiones de los cardenales que tenía delante de mí. Me acuerdo del cardenal Giovanni Battista Re que no creía lo que estaba oyendo. En la misa, aquel día, hemos hablado de esto y le he dicho al papa Benedicto: "Santo Padre, usted se ha quedado muy tranquilo". "Sí", me respondió decidido. La decisión estaba tomada, ya había sucedido, ahora nos tocaba a nosotros unirnos a esta gran decisión que había tomado: una decisión de gobierno, que al inicio podía parecer un abandono del gobierno. Muchos cardenales, al finalizar el consistorio --algunos porque no habían oído, otros porque no conocen bien el latín-- se acercaron al cardenal Angelo Sodano y Giovanni Battista Re para entender mejor lo que había dicho Benedicto. El Santo Padre se quedó tranquilo hasta el último día, también cuando se dirigió a Castel Gandolfo.

No todos han entendido aún cuáles han sido las razones de la renuncia...

Mons. Xuereb:
Benedetto XVI estaba convencido de lo que el Señor le pedía en ese momento. "Ya no tengo fuerzas para continuar mi misión --dijo-- mi misión ha concluido, renuncia a favor de otro que tenga más fuerza que yo y llevará adelante la Iglesia". Porque la Iglesia no es de Papa Benedicto, sino de Cristo.

Muchísimas personas han comenzado a enviar a Benedicto XVI lo que él ha llamado "signos conmovedores de atención, de amistad y de oración". ¿Qué sabe usted de esto?

Mons. Xuereb:
Me acuerdo muy bien. Después del 28 de febrero de 2013, en Castel Gandolfo comenzaron a llegar miles de cartas. Era impresionante. Antes no llegaban tantas. Todos se decidieron a escribirle al Papa. Pero aquello que era bonito, era ver que los que escribían a menudo añadían alguna cosa a la carta: un objeto hecho a mano, una partitura musical, un calendario, un dibujo. Como si la gente quisiera decir: "Gracias por todo lo que ha hecho, apreciamos el sacrificio que ha hecho por nosotros. Queremos no solo expresar estos sentimientos, sino regalarle algo nuestro". Entre estas cartas llegaban muchas de niños. Llenaba toda la estantería con las cartas que llegaban. Obviamente el Papa no tenía tiempo de leerlas todas, porque eran miles. Una noche, pasando a su lado, dije: "mire Santo Padre, estas son las cartas que han llegado hoy, entre ellas muchas de niños". Él se ha girado y me ha dicho: "esas cartas son muy bonitas". Me ha conmovido mucho, esta ternura en relación con los niños. El Papa ha tenido siempre un carácter tierno. Quizá, quería añadir: "a diferencia de las otras que me preocupan, que me crean problemas". Creo que era como un antídoto, una carga para él, que le han ayudado a sentirse querido.

Usted estaba con Benedicto XVI en los días del Cónclave. ¿Cómo ha vivido ese periodo el Papa emérito?

Mons. Xuereb:
Con mucha expectativa por el Cónclave, la elección, etc. Estaba ansioso por saber quien iba a ser su sucesor. Para mí fue conmovedora la llamada que en seguida el nuevo Pontífice hizo al papa Benedicto. Yo estaba al lado y le he pasado la llamada. Qué emoción escuchar a Benedicto decir: "¡Yo le doy las gracias Santo Padre, porque ha pensado en mí. Yo le prometo desde ya mi obediencia. Prometo mi oración por usted!" Escuchar estas palabras de una persona con la que he vivido y que era mi Papa, escuchar esto me ha provocado una emoción muy fuerte.

Después, llegó el momento de partir...

Mons. Xuereb:
Estuve con él hasta dos, tres días, después de la elección de papa Francisco. El momento en el que tuve que irme lo recuerdo minuto a minuto, porque ha sido --si puedo usar este adjetivo-- angustiante para mía. He vivido casi ocho años junto a una persona que me ha querido mucho como un padre, que me ha permitido entrar en una confidencialidad siempre respetuosa, pero muy íntima, y llegó el día del desapego.

El papa Benedicto había escrito una carta preciosa --de la cual me entregó una copia que conservo como una joya-- en la que indicaba al nuevo Papa algunos de mis puntos fuertes. Quizá quiso evitar escribir mis defectos... Aseguraba que me dejaba libre. Recuerdo también el modo en el que hice las maletas. Me decían: "Date prisa porque el Papa te necesita, está abriendo solo las cartas. Está solo, no hay nadie. Manda tus cosas rápidamente. No sabía nada de lo que estaba sucediendo en Santa Marta, no sabía tampoco que el papa Francisco no tenían un secretario. Después llegó el momento tocante, cuando entré en la oficina de Benedicto para saludarlo personalmente. Después estaba la comida, pero yo me he despedido en ese momento y le he dicho: "Santo Padre, para mí es muy difícil separarme de usted. Le agradezco mucho por lo que me ha donado". Mi gratitud no se debía al hecho que él me concedía estar con el nuevo Papa, como había escrito alguno, sino por su gran paternidad. El papa Benedicto en estos momentos no se ha emocionado. Se ha levantado, yo me he arrodillado, como estábamos acostumbrado, para besarle el anillo. No sólo me ha permitido besarle el anillo, sino que ha alzado la mano hacia mi y me ha dado la bendición. Nos hemos despedido en este modo. Después, estaba la comida, pero no fui capaz de decir una palabra.

¿Cómo llegó su nombramiento como segundo secretario del papa Benedicto XVI?

Mons. Xuereb:
Yo ya trabajaba en la Segunda loggia como prelado de antecámara para acompañar a las personalidades que tenían audiencia privada en la Biblioteca. Un día me dijeron: "El Papa quiere hablar contigo". Me quedé un poco impresionado al encontrarme sentado sobre esa misma silla sobre la que durante algunos años, primero con Juan Pablo II, después con el mismo Benedicto XVI, había invitado a personas a acomodarse al otro lado del escritorio del Papa. Benedicto XVI quería hablarme personalmente, y me dijo palabras bellísimas: "Como usted sabe, monseñor Mietek ahora vuelve a Ucrania. Estamos muy contentos con usted y he pesando que podría sustituirlo. Sé --me dijo-- que usted ha estado en Alemania, por tanto conoce también un poco de alemán". Yo le respondí que había estado en Műnster, que hice prácticas en un hospital que el Papa me dijo que conocía. Conocía también la zona donde nosotros vivíamos y la parroquia, e incluso el párroco porque él había vivido cerca y había enseñado allí. Conocía dos profesores, el profesor Pieper y un teólogo que se llamaba Pasha. Durante un bombardeo su casa había sido destruida y había sido invitado por las mismas personas donde yo estaba hospedado. El Santo Padre dijo también una cosa sobre Malta y añadió: "Obviamente ahora cada uno tendrá sus tareas". Por tanto entendí que se debía comenzar pronto. Y comencé enseguida.

Imagino que aquella vez hizo las maletas con alegría...

Mons. Xuereb:
También con emoción. Mucha emoción...

Benedicto XVI siguió la tradición de Juan Pablo II de llevar en la oración personal las muchas intenciones presentadas a través de la secretaría?

Mons. Xuereb:
Sí, ya lo hacía Juan Pablo II y era tarea de monseñor Mietek. Yo heredé esta bellísima tarea. Las intenciones llegaban casi cada día, muchas no llegaban a nosotros de la secretaría particular, sino directamente en Secretaría de Estado. A esas se respondía que el Papa habría dirigido una intención general durante su oración. Benedicto XVI permanecía muy impresionado: cuántas distintas enfermedades que quizá nosotros no conocíamos, y ¡cuántas familias vivían el drama de la enfermedad! Pensaba no solamente en la persona enferma, sino también en toda la familia que día y noche, Navidad y Pascua, verano e invierno, debían cuidar y acudir con sus enfermos, algunos muy graves.

¡Cuántas familias estaban angustiadas porque se trataba de niños recién nacidos o pequeños! Y cuando había alguna intención de oración de Malta o de mi ciudad él me preguntaba: "¿Ud. conoce a estas personas?". Pero lo que me tocaba era que el Papa, después de algunos días, más de una vez terminaba el rosario en los Jardines, se dirigía a mí y preguntaba: "¿Ha tenido noticias de aquel señor --me decía el apellido-- del que me había hablado?" En algunos casos debía decir que lamentablemente la persona había muerto, y me conmovía el hecho que el Santo Padre se recogía y recitaba enseguida el Eterno Reposo. Y me invitaba también a mí que le había dado la noticia, a rezar enseguida. El Papa que tenía mil cosas, mil pensamientos, consideraba su oración para los enfermos un ministerio personal importantísimo. Dejaba los papeles con los nombres de las personas por las que iba a rezar en el reclinatorio que tenía una especie de cajón. Sé que los miraba con frecuencia. Estaba allí, no los quitaba hasta que él no me lo decía.

Se acerca la canonización de Juan Pablo II. ¿Benedicto XVI lo recordaba a menudo?

Mons. Xuereb:
Sí, claro. Lo llamaba "el Papa". Cuando decía "el Papa" al principio no entendía. Él se consideraba a sí mismo como uno que colaboraba con "el Papa". Creo que él haya servido fielmente "al Papa" no solamente porque sabía qué quiere decir teológicamente "el sucesor de Pedro", sino también por la veneración particular por el Pontífice en la que había sido educado en el ambiente religioso de Baviera. En este sentido para él servir "al Papa" ha sido un don muy grande.

Desde su posición, ¿cómo veía esta relación de amistad entre Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger?

Mons. Xuereb:
Participé solo una vez en un encuentro que el cardenal Ratzinger tuvo con Juan Pablo II, y precisamente con ocasión de la Audiencia Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la fe, de la que era Prefecto. Puedo solo confirmar lo que todos saben y es que Juan Pablo II confiaba mucho en Ratzinger, se dirigía a él para pedir opinión o para precisar y corregir documentos importantes. El hecho mismo que Juan Pablo II no haya aceptado, más de una vez, las dimisiones del cardenal Ratzinger, que había ya cumplido desde hacía algún años los 75 años, quiere decir que no lo quería perder un hombre de confianza, un colaborador tan válido. Aquí veo otro aspecto de la santidad de Juan Pablo II, y es su amplitud de miras. Él miraba más adelante y quizá previa también que Ratzinger habría podido ser su sucesor.

¿Cómo habéis vivido la beatificación de Juan Pablo II?

Mons. Xuereb:
El papa Benedicto estaba muy contento con esto. Se veía también en la misa, cuando pronunció, durante la homilía la frase "¡Ya es beato!". ¡Basta ver las imágenes para entender como estaba contento!

Il Foglio publica relación del Card. Kasper en el sínodo extraordinario sobre la familia


El card. Reinhard Marx había anticipado la publicación, Catholic News Service había obtenido una copia, en Alemania será publicado en Mar-10-2014, pero se acabaron las especulaciones. El periódico Il Foglio ha publicado en exclusiva, Mar-01-2014, la relación del Card. Walter Kasper en el reciente sínodo extraordinario sobre la familia, el cual en principio no estaba destinado para ser publicado.

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