Traducimos tres respuestas de una entrevista concedida a Avvenire, Sep-30-2014, pág 15, por el secretario especial del Sínodo, Mons. Bruno Forte. Estas están relacionadas con el tema de la posibilidad de acceso a la Sagrada Comunión para los divorciados vueltos a casar.
Preocupa quien cree en conciencia que el primer matrimonio celebrado es perfectamente válido, pero está viviendo una segunda unión estable, que no puede ser superada sino al precio de causar más sufrimiento, quizás por la presencia de los hijos hacia los cuales tienen deberes humanos y cristianos. A menudo nos encontramos frente a personas de fe profunda. ¿Y qué les decimos? ¿Qué sólo basta la comunión espiritual? Pero así existe el riesgo de devaluar la fuerza de la estructura sacramental visible. Debemos proceder con cautela y explorar todas las formas en que se podría readmitir a estas personas a la Eucaristía. Que, por otra parte, no es un sacramento de los perfectos sino de los peregrinos.
¿El recurso a la práctica ortodoxa podría tenerse en consideración?
Atención. Incluso en la ortodoxia el matrimonio sigue siendo uno. Para el segundo o tercero llamado matrimonio está prevista sólo una bendición de parte del sacerdote. Se trata de un camino que no se puede asumir tout court sino, a la luz de nuestra tradición occidental, se podría valorar la hipótesis de un camino penitencial que concurra a resolver esta dificultad.
[...]
¿Será posible una auténtica apertura a la acogida sin redefinir incluso algunas áreas doctrinales?
El Papa Juan XXIII quizo que el Vaticano II tuviera sobre todo un corte pastoral. Creo que también para este Sínodo debemos ponernos en este camino. No se trata de poner en discusión una fe arraigada. Quien piensa en defender la doctrina de un ataque combinado, no ha tomado el carácter pastoral elegido por el Papa, que quiere decir descender a tocar los problemas concretos de la gente, abrazar sus fatigas, con una mirada de luz y de misericordia capaz de sostener la fe.